Dos.
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Ni siquiera había comenzado el juego, ni siquiera habían entrado a la cancha aún, pero ya podía sentir los ojos de un alfa del equipo contrario siguiéndolo de cerca. Memo estaba acostumbrado a ser estudiado por los delanteros del rival, no era demasiado común que el portero fuera omega y, para su mala o buena suerte, solo por ese hecho los del equipo contrario solían confiarse. Ahora su nombre tenía fama de temer. Memo Ochoa, portero legendario. Pero en sus inicios tenía que soportar comentarios y bromas de mal gusto de parte de los goleadores contrarios como «uy con lo que me encanta metérsela a los omegas», como si Memo no los escuchara o, peor, no entendiera el vulgar sentido del albur. A esos tipos era millones de veces más satisfactorio atajar los penales y arruinarles los goles de los que tan orgullosos presumían que iban a «meterle al pobrecito omega».
En un ambiente tan grande y profesional como el mundial nunca pasaría algo como eso, pero Memo no era idiota. Sabía que aunque no lo dijeran en voz alta, aunque les prohibieran hacer cualquier broma o mirar más de cinco segundos hacia su dirección, él sabía lo que pensaban. Su posición en la selección y su famosa trayectoria no podría parar la imagen de los omegas ante una sociedad que por mucho tiempo los vio solo como cachivaches de placer y reproducción.
Masticando un chicle con molestia, frunciendo el ceño y estirando sus tobillos para no enfriarse, volteó la cabeza con cautela hacia donde sentía que venía la mirada y suspiró al ver a quien, luego de saludar con un abrazo a Guardado, le clavaba los ojos sin disimulo y se inclinaba atento a lo que sea que Guardado le estuviera diciendo. Lionel Messi.
Ochoa mantuvo la calma e inhaló hondo, volteando el rostro e intentando continuar con sus asuntos tratando de ignorar a quienes sabía estaban hablando de él. Messi con su fama y talento, claro que no hizo su tarea antes del partido y helo ahí, preguntando a Guardado acerca del portero al que enfrentaría. Qué huevos de acercarse a alguien del equipo contrario para eso. Ya había jugado contra él antes, pero no lo culparía si no lo recuerda ese día hace ¿cuánto? ¿diez años? Después de todo, aquel partido fue un amistoso en Florida en el que ambos equipos jugaron de una forma espectacular y limpiamente. Ese tiempo fue dorado para Ochoa, comenzaba a crecer y apenas todavía no le cabía en la cabeza que estaba jugando a la par con los mejores del mundo. Por eso conocer y hacerse de una buena amistad con el argentino se sintió como un sueño del que, apenas se había bajado el hype de aquellos juegos amistosos, despertó.
En aquellos tiempos, en la plenitud de su carrera, gozando de escalar poco a poco por la cima del deporte, se había sentido diferente que como hoy. Antes fue él quien se le acercó con nervios y penoso a quien llamaba el mejor y hoy, los papeles se invierten. El pensamiento causó que la sangre se le subiera al rostro, pero se empeñó en actuar desinteresado.
—Guillermo —escuchó apenas unos momentos después de verlo con intenciones de hablar con él luego de saludar a Andrés. «"Guishermo", oh, Messi», pensó sin sobresaltarse aunque la mano en su hombro lo haya tomado desprevenido. Messi se le acercó tímidamente y Memo entendió que lo quería saludar de una forma más amistosa—. Hola.
Memo se inclinó para recibir su abrazo, un poco más largo de lo que esperaba y le sonrió al separarse. Una cabeza más alto que él pero de alguna forma sintiéndose... vulnerable.
—Hola —le contestó sin estar seguro cómo interactuar con él. Luego de saludarlo Messi bajó la mirada y Memo iba a voltearse y volver a concentrarse en el juego hasta que Lionel se inclinó hacia él para otro abrazo. Aunque saludar al equipo contrario es algo común antes de cualquier partido, Guillermo pudo notar las intenciones del alfa desde antes de que se le acercara, solo que no se atrevía a creérselo.
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Era como si su cuerpo se moviera por sí solo y, en vez de darle vueltas al sentimiento, Messi cedió ante su instinto. Nunca creyó que algo así le pasaría a él en un partido. Por Dios, con lo que le reventaba las pelotas que los alfas se pusieran a coquetear con omegas en plena cancha, ahí estaba él haciendo lo mismo. Aunque difícilmente se le podría llamar a eso un coqueteo, pues apenas se acercó a saludar, pero algo innegable fue el magnetismo que Francisco Guillermo tenía sobre él. Apenas al mirarlo en el pasillo sintió la necesidad de acercarse y, ya delante de él, después de tocarlo, se arrepintió al instante de haberlo soltado.
—Bueno, bueno, bueno —escuchó a sus espaldas a Julián, quien lo más amablemente posible lo apartó del omega y comenzó a guiarlo de vuelta a la fila de los argentinos, sonriéndole al portero como si se disculpara por la actitud de su compañero y él respondió con una risilla. Messi sonrió como idiota al escucharlo reír. Quiso seguir hablando con él, pero no se dio cuenta de que ya estaban en filas contrarias hasta que Memo se volteó para seguir caminando hacia la cancha.
La realidad lo golpeó cuando tomó a un niño de la mano y salió del pasillo, las ovaciones y la euforia de los aficionados acelerándole el corazón al caer en cuenta de nuevo que estaba por jugar un partido en la Copa del Mundo. Tuvo que tomar aire, tragar saliva y obligarse a no volver a ver hacia la fila de los mexicanos para recuperar su concentración.
Ovaciones, vitoreos, cantos, saludos, himnos nacionales y el árbitro sopló el silbato que comenzó el juego. Trotó hasta el punto estratégico frente a la portería contraria y hasta entonces se dio cuenta que sería más difícil de lo pensado mantener su mente centrada en el partido. Se sintió idiota por no habersele pasado por la cabeza antes, ¿cómo se supone que él, delantero, podría ignorar la presencia del portero rival y su infernalmente agradable aroma?
—Leo —le llamó Di María a lo lejos, trotando también hacia la otra mitad de la cancha. Messi contuvo un gruñido al darse cuenta que quizá había observado al portero mexicano más de lo normal—. ¡Ya empezó el juego, ¿eh?! —le recordó.
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Fanfic escrito en colaboración con viajeestelar , que ha de oler a alfajores de nata y pionono.
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