Diez.
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La idea principal al encontrarse con el equipo mexicano era preguntarle acerca de las amenazas de Canelo, por ser su paisano. «Quien sabe, quizá lo conocen y me pueden decir algo de él», pero a medida que Messi iba caminando hacia donde entrenaban los de México, se le iba borrando cualquier otra persona que no fuera su omega. El pensamiento de poseer a Guillermo como su omega, suyo, le calentó las orejas.
Sus compañeros hablaban del tema del boxeador, meta y meta meter información, chistes y teorías, mas el diez ya no estaba prestando atención; en su mente solo se reproducía el rostro de Memo y las ganas que tenía de llegar de una vez para hablar con él.
—Che Leo, ¿me das un mate o lo vas a tener de adorno? —le preguntó Di María, dándole un amistoso codazo para que Leonel volviera en sí.
Messi le dio un sorbo al mate, su fiel compañero que no dejaba por nada en el mundo. La costumbre argentina de tener un mate en la mano y un termo colgado en el bolso nunca se iría del capitán, por muy lejos que este se encontrara de su patria.
—¿Por qué no te trajiste el tuyo?
—Ahh daaale, ¿no vas a compartir?
Enzo interrumpió.
—Es que le quiere guardar un poco a Ochoa —dijo sonriendo, dándole un codazo secreto a Julián, quien hacía rato que había estado teorizando con Fernández acerca de que probablemente su capitán quisiera compartir alguna que otra costumbre argentina con el arquero de México.
Di María miró a Messi con una sonrisa y le guiñó el ojo. El capitán reaccionó mordiéndose los labios inferiores, como molesto por la burla, aunque no pudo esconder el calorcito en los cachetes.
—Ahhh bueno, si es así entonces no me jode que no me compartas. A ver si le gusta el mate y lo invitamos a matear con nosotros.
Algunos que escucharon el comentario se rieron, a sabiendas de que muy probablemente Messi no tenía ninguna intención de meter a Ochoa entre todos de la selección. Ya todos entendían que Leo era más cerrado en ese sentido y que prefería hacer las cosas a su lenta (y pacífica) manera.
Además, andá a saber si no terminaban espantando al pobre arquero de rulos.
—Ya 'tamos.
Lo primero que localizaron los ojos de Messi fue a Ochoa, quien estaba trotando por la cancha y dejó de hacerlo en cuanto se percató de la presencia de la selección argentina (más concretamente de Messi). Se paró en seco por medio segundo y luego reaccionó, sonriéndole y levantando la mano para saludarlo.
¿Acaso podía alguien más alto y grande que él verse tan adorable? Lionel no lo creyó posible hasta que tuvo la suerte de toparse con ese omega.
Con su omega.
«Mi omega, la puta madre, qué bien suena».
Le devolvió el saludo, de una manera un poco torpe y poco... adulta, pero es que siempre que se veían ya los dos sabían que se iban a terminar comportando como adolescentes. Caminó hasta él, dejando atrás a sus compañeros (quienes ya estaban mezclándose con los del equipo mexicano).
Al haberlo encontrado en pleno entrenamiento, trotando alrededor de la cancha, fue su aroma lo primero que notó. Esa maldita fragancia que inevitablemente le hacía babear en demasía. Se pasó la saliva con un último sorbo a su mate, haciendo bastante ruido en el proceso; la acción no fue más que una excusa para estar haciendo algo mientras rompía los centímetros que los alejaban. Memo abrió los brazos para recibirlo con una sonrisa gigantesca, en un abrazo que lo hacía ver como un imponente monumento frente al pequeño alfa.
—¿Todo bien? —preguntó Messi entre los brazos del más alto, con una sonrisita tonta en los labios. Luego, lo segundo que se llevó su completa atención fue la respiración agitada de Memo, que al ser acercado a su cuerpo y recargar la cabeza en su pecho, sentía con lujo de detalle el ritmo de su corazón y el vaivén de sus respiraciones firmes y largas.
Sintió físicamente como su toque lo calmó.
—Todo bien —repitió Ochoa con voz temblorosa, aún agitado. Sintió estremecer todo el cuerpo de su alfa con un temblor, y, rio ante la reacción soltando su agarre.
A Memo le gustaba el contacto físico, para él era la manera en como demostraba y recibía el cariño de la gente. Rodando por el suelo con sus compañeros celebrando un gol, agarrarlos para evitar que escaparan de un pastelazo en sus cumpleaños o, como siempre, dar y recibir palmadas cuando se atacan de la risa, saludar con un beso en la mejilla antes de una nalgada, revolverse el cabello cuando hacían algo bien y abrazos, abrazos y más abrazos.
Sabía que ese tipo de interacción no era para todos, especialmente para los no-mexicanos, así que se abstenía de buscar contacto físico con quienes no conocía o que directamente se veían más retraídos. Como Messi. Lo apapachó antes de pensar, sin tantear el terreno. Apenas lo había recibido con un inocente abrazo y ya lo sentía estremeciéndose ante su toque. «Quizá esto es más íntimo para él» pensó, guardándolo en una nota mental, no quería incomodarlo ni mucho menos hacerlo sentir irrespetado.
Pero, para su sorpresa, cuando desenredó sus brazos de sobre los hombros de Lionel, él no lo soltó. Al contrario, apretó su agarre a la fina cintura de Memo y miró hacia arriba con una sonrisa tonta. Memo no pudo contener una risa, sus manos posadas en los hombros del contrario pero sin intentar alejarlo, relajándose al saber que sí le gustaba tocarlo.
Messi levantó las cejas para acompañar la expresión amistosa y clavando sus ojos a la bonita sonrisa de Memo, que le quedaba directamente enfrente.
—Te... extrañé —le dijo en un suspiro, esperando que no lo escuchara. Al compás de las palabras, Messi efectuó una acción un tanto... distinta a lo que solía hacer.
Y es que, como ahora compañeros del PSG, después de muchísimos años juntos en el Barcelona, Neymar y Messi compartían bastante tiempo juntos y no había manera de que el argentino no notara ciertas actitudes que el omega moreno dejaba a la vista cuando buscaba coquetear con alguien.
En ese sentido, podría decirse que Neymar era un ejemplo a seguir para Messi, ya que tenía bastante levante y todo lo que hacía lo hacía bien. Tenía sus propias técnicas y todo. Nunca había sabido de alguien a quien su amigo brasileño le haya puesto los ojos encima y no lo haya hecho caer ante sus miradas lascivas y caricias juguetonas.
Tantos años viéndolo conquistar con facilidad a quien quisiera, Messi siempre quiso tener la oportunidad de copiar alguna de estas técnicas, por lo que creyó que sería una buena ocasión ahora que tenía un omega con el que coquetear. ¿No?
Por ello es que se acercó a Memo sin vacilar y tocó con su nariz el cuello ajeno, la piel morena brillante por el sudor apenas siendo rozada y, con la punta de su nariz, acarició de abajo hacia arriba, generando cosquillas en el de rulos y erizando su piel súbitamente en un escalofrío eléctrico.
—Leo... —respondió Ochoa en un tono diferente, mirando hacia abajo con las cejas levantadas, sorprendido por la acción del alfa. Se tensó un poco, con el aroma de Messi prácticamente pegándosele a las fosas nasales y haciéndole picar el cuerpo en expectación.
A Ochoa le gustaría decir que la acción se le antojó entre romántica y erótica, pero su cuerpo no pudo evitar tensarse ante el súbito acercamiento de un alfa; hacía tiempo desde la última vez que uno de ellos le tocaba así tan de pronto y tan íntimo, ¿cómo no iba su cuerpo a reaccionar calentándose y permitiendo que cosquilleos lo colonizaran así sin más?
Sin moverse ante el toque tan repentino, Ochoa permaneció tan estático como una estatua mientras intentaba ocultar la sensibilidad de su cuello bajando la cabeza, cosa que no funcionaba como debía con un alfa con la estatura de Messi. Pero en el instante que notó el cambio de humor en el aroma del omega, Lionel lo soltó y se apartó a una distancia más decente.
—Disculpame, Memo, yo... —comenzó a explicarse, mostrándose arrepentido y avergonzado hasta que Ochoa lo interrumpió barriendo la ola de tensión en el ambiente y renovando su aroma a uno más simpático, invitándolo de nuevo a acercársele. Todo de un instante a otro.
—No pasa nada —aseguró con una sonrisa amable y cuando con un ademán lo invitó a sentarse, se dio cuenta como sonreía y saludaba con un pulgar arriba a alguien detrás de él—. ¿Vamos por algo de tomar? —le preguntó al tiempo que se ponía a su lado, tiraba un brazo por sobre sus hombros y lo dirigía al área de hidratación. Lionel le rodeó la cintura y lo atrajo hacia él una vez más cuando, de reojo pudo divisar a todos los alfas del equipo mexicano clavándoles la mirada con precaución, antes de que Ochoa pudiera ocultar lo que pasaba.
Tragó saliva y respiró hondo el tranquilizante aroma de su omega mientras se alejaban de la nube de amenaza detrás de ellos—. Che, qué vergüenza...
El brazo que se recargaba sobre sus hombros lo acercó más a Memo y él recargó un segundo su cabeza sobre la de Messi, riéndose de la situación—. Se ponen así a veces —explicó Memo—. No todos los días se me acerca tanto un alfa al cuello —dijo sonriente y se apresuró a seguir con su idea interrumpiendo más disculpas de parte de Leo—. ¡Sé que no ibas a marcarme ni nada! Pero supongo que me asusté un segundo y ellos se dieron cuenta —interpretó.
—La puta que me parió, Memo, disculpá por asustarte —insistió Leo, deteniéndose para mirarlo con esa carita de cachorrito regañado que ni siquiera se daba cuenta que tenía—. Estaba intentando algo que Ney... No, nada, perdoná. No me vuelvo a poner tan cerca.
—¡No, no! No pasa nada —aseguró Memo a prisa, apretándose en su abrazo—. Fue un reflejo nada más. Tú puedes acercarte cuanto quieras.
Y no fue hasta que le sonrió, con esa amabilidad que solo a él le había visto expresar tan tierna y sinceramente en una sonrisa. En ese momento Messi se dio cuenta de otra de las características de Ochoa que le derretían al instante y que lo hipnotizaban sin poder defenderse. Esos ojos. El brillo que adornaba sus pupilas y sus orbes abismales, acompañados de cejas pobladas que se torcían hacia arriba con inocencia.
Se percibió a sí mismo como si de pronto se hubiera convertido en gelatina debajo del agarre de su omega. No le importó saber que Memo notaba su reacción por la forma en que se rió de la expresión atónita con la que lo veía o cómo se detuvo en el camino hasta que Leo recuperó un poco de su conciencia y, dándose cuenta del mate que llevaba receloso en las manos, le preguntó—: ¿Querés probar un poco?
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Fanfic en colaboración con viajeestelar , la que se emociona por la idea de escribir pero nomas no escribe por varios días. Listo, la quemé públicamente
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