valor

Caminaba solo por el espeso bosque de Teroujima mientras se preguntaba cómo era posible que hubiera podido acceder a ella si ya no pertenecía a Fairy Tail. Ni siquiera conservaba la marca del gremio. Resopló fuertemente y se recordó a sí mismo que no necesitaba a esos magos idiotas. Tampoco necesitaba al Raijinshuu; esa panda de inútiles que no habían podido vencer a un puñado de mocosos. Patético. Definitivamente, no necesitaba a ninguno de aquellos imbéciles para convertirse en el mago más poderoso de todos.

Ya lo decía el dicho: "mejor solo que mal acompañado".

A lo lejos, Laxus creía escuchar ecos de una gran batalla. Imposible, imposible, no podían estar ahí. ¿Qué hacían en Tenroujima? Sabía que eran ellos porque nadie más conocía el paradero de aquella isla, que sólo podía ser vista por miembros de Fairy Tail.

¿Por qué podía encontrarla él? La cabeza iba a estallarle, de modo que decidió apartar sus pensamientos de aquella corriente y seguir con lo que había ido a hacer, a pesar de que los gritos no dejaban de resonar por todo el bosque. ¿Era una mujer la que gritaba? No, necesitaba olvidarse de aquello; Laxus Dreyar no había ido a la isla Tenrou para salvar a nadie, había ido sólo porque era lo mejor para su entrenamiento. Lo mejor para ser el mejor.

El ruido no le dejaba concentrarse, y eso le estaba poniendo de mala leche. ¡Estúpidos críos, siempre estaban jodiéndole! Rehízo en su mente los rostros de aquellos que, seguramente, estaban fastidiándole el entrenamiento: la Demonio, el Viejo, Titania... Quizá hasta el del pelo rosa. Suspiró pesadamente de nuevo y se dirigió hacia el sonido de los gritos. Sólo para darles una paliza por entrometerse en su entrenamiento.

Y, de pronto, el gran Laxus Dreyar quedó paralizado por el pánico. ¿Cómo iba a volver a mirar a la cara a Mirajane, después de lo que hizo en el concurso Miss Fairy Tail? Desde luego, no iba a ser un bonito reencuentro; probablemente ella y Erza se repartirían el cuerpo de Laxus para patearlo y machacarlo. Pero aquello no era lo que le preocupaba. El pánico se había apoderado de él porque, a pesar de todo, tenía la esperanza de poder regresar algún día a Fairy Tail.

Y eso implicaría pedir perdón.

Algo que Laxus Dreyar nunca había hecho ni haría era pedir disculpas. ¡Ni que fueran el Primer Maestro! Y ni siquiera estaba seguro de que pediría perdón al Primero.

Algo interrumpió el hilo de sus pensamientos acobardados: un cuerpo en la costa. El cuerpo malherido del Viejo, de su abuelo Makarov.

La adrenalina recorrió sus venas una por una y, como si no hubiera existido nunca, venció al pánico que lo dominaba. No iba a consentir que alguien que no fuese él mismo golpease al Abuelo hasta dejarlo en aquel estado.

Envuelto en rayos y valor, viajó por toda la superficie de la isla hasta dar con el culpable: un viejo con un parche y el pelo blanco. ¿Purehito? No, imposible. Sin embargo, el viejo tenía algo a sus pies, personas.

Una cabellera rosa. Natsu.

¡Mierda! Aún no estaba preparado.

Sin embargo, parecía ser que, de nuevo, Fairy Tail dependía de él.

No, desde luego, Laxus Dreyar no pronunciaría nunca las palabras "lo siento" o "perdón". Pero sí había algo que podía hacer para redimirse.

Sudó frío. Las disculpas requerían más valor del que creía.

Se plantó delante del mocoso de pelo rosa y enfrente del viejo del parche. Estaba haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no huir. Pero no, Laxus Dreyar no era un cobarde.

-¿Este es el sujeto que ha herido al Viejo? -Pronunció solemne.

Muchos murmullos se escucharon a sus espaldas. Sin embargo, sólo uno consiguió calarle hondo: la voz de ese idiota de Natsu.

Aquello le infundió valor y sonrió internamente al toparse con la mirada sorprendida del que, efectivamente, había sido segundo maestro de Fairy Tail, Purehito. Arremetió contra él con un potente cabezazo y luego habló en voz alta de nuevo:

-¿Qué ha pasado? Parece que este tipo ha barrido el suelo con vosotros, Natsu.

Percibió una sonrisa por parte de todos y un "deja de bromear" por parte del crío del pelo rosa.

Aquello ya era una disculpa. Ahora iba a ayudarlos a vencer a ese carcamal.

Ya lo decía su abuelo:

A veces, requiere más valor pedir disculpas que actuar como un idiota.

QUIERO A PROBECHAR A DECIR QUE DENTRO DE POKO SUBIRE EL ULTIMO CAPUTULO Y ES POSIBLE SLGO DE LEMON

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