El dolor en el corazón

"Nadie puede escapar a la relación padre-hijo. Todos somos hijos de alguien, aunque algunos se nieguen a su vez a ser padres"

- Manuel Vázquez Montalbán


Estamos reunidos en la sala de la casa de mis padres, nadie habla. Tessa me mira esperando a que yo diga algo, mi madre mira el piso y mi padre nos mira a nosotras. Lena esta concentrada mirando sus manos. Hablar sobre este tema me resulta muy incomodo y desagradable. No quiero estar aquí, no quiero hablar sobre el hombre que nos dejo en medio de una tormenta. No quiero tener que abrir aquellas viejas heridas. Él no debió volver.

Me cruzo de brazos y le sostengo la mirada a Tessa.

-Él te fue a buscar a ti, es obvio que es importante para él hablar contigo.-me dice Tessa.-Deberías ir a verlo, nosotras vamos hacerlo.

¿Porqué a mí debería importarme eso? Pero Tessa no lo entiende, Lena tampoco. Porque ellas no tenían que lidiar con él como lo hacía yo. Ellas jamás limpiaron su vómito, jamás lo tuvieron que ver tirado en el piso cerca de su vómito, inconsciente por el alcohol. Jamás lo fueron a buscar y él no les pegó en la cara como lo hacía conmigo cada vez que le pedía que dejará de tomar y regresará a casa conmigo. Mamá decía que yo debía hacer eso porque era la favorita de mi progenitor. No entendía como eso era posible, si aquel hombre decía que mi amor no valía nada. Pero ahí estaba yo, feliz de ser la hija favorita, hasta que me di cuenta que no era verdad. Mi amor para él no valía nada, yo no valía nada. Ni siquiera sabía cuando es mi cumpleaños.

-¿Cuándo es mi cumpleaños?-les pregunto.

Todos se miran entre sí y es Lena la que responde.

-7 de diciembre.

-¿Que tiene de relevante eso?-me dice Tessa.

-Él no lo sabe, no sabe cuando es mi cumpleaños. Por años celebramos mi cumpleaños el doce de enero porque él creía que ese día nací.

Sin torta o regalos, solo un pequeño pedazo de algún dulce que mamá consiguió comprar con el dinero que él no le quito. Nunca me quejé por eso, solo me guarde el sabor amargo que me daba ver como me tenían que cantar mi cumpleaños en silencio en mi habitación para que él no escuche porque no le gustan las celebraciones. El cumpleaños de Tessa era igual pero ella si tenía pastel, ella mismo aprendió hacerse uno. Lena es la más afortunada, su cumpleaños incluso tenía regalos.

-¿Quieren que les cuente un recuerdo sobre él?-les digo mientras me levanto y camino a la cocina por un vaso de agua. Bebo el agua y respiro hondo antes de volver a la sala donde están todos esperando a que yo hable- Lena tenía cuatro años, yo estaba lavando su vaso para el jugo en agua caliente. Mamá estaba en el hospital y tú, estabas cuidando a Lena. Él entró a la cocina por una cerveza, se estaba tambaleando, no lo vi y por accidente le lancé unas gotas de agua mientras secaba el biberón. Él se enfureció y tomo mi mano-levanto mi mano derecha- y la metió en agua caliente. Dijo que lo hacía para que yo aprenda a tener más cuidado. Me pegó cuando empecé a gritar por el dolor. Mamá llegó una hora después y me curó la mano, nuestra vecina me ponía algunas hojas para ayudarme a sanar más rápido. Ese es el recuerdo que tengo de él, Tessa, entonces dime ¿Porqué tengo que ir a verlo?

Miro mi mano derecha y recuerdo el dolor, el ardor y como tuve que morder mi labio inferior hasta que sangró para evitar gritar o llorar.

-Tengo trabajo-les digo-me tengo que ir.

Camino hasta la puerta pero la voz de mi mamá me hace detener.

-No vas a ir a ningún lado, Eva, aún estamos conversando. Siéntate, por favor, esto es importante para tus hermanas.

Detengo mi mano sobre mi bolso encima de la mesa y me giro para ver a mi madre. Ella se levanta del sofá y mi padre solo la observa. El cabello rubio de mi madre esta suelto, le gusta llevarlo así y veo como se pasa los dedos por el cabello, tratando de buscar la forma y palabras para hablar conmigo. Ella levanta la mirada y sus ojos azules se fijan en mí, me mira de aquella forma que me miraba cuando era niña y me quería pedir algo o tal vez yo lo veo así. Pero estoy segura que me va a pedir algo.

Levanto mi mano y la detengo.

-No lo hagas-le digo-no me pidas que haga eso. No me pidas que lo vaya a ver.

-Soy tu madre...

-Y el papel te quedo grande.

No me arrepiento al decir eso, ni siquiera al ver el dolor en la mirada de mi madre. Ella retrocede como si yo le hubiera dado una cachetada pero siento que mis palabras le dolieron mucho más que un golpe. Yo me quedo parada con la barbilla levantada y espero a que ella me diga algo. Mi padre se levanta y se pone en medio de nosotras.

-Vamos a tranquilizarnos-nos dice mi papá.

Mi mamá niega con la cabeza y avanza hasta donde yo estoy.

-No, deja que ella hable, deja que diga aquello que se ha estado guardando por todo este tiempo.

Mi madre habla de forma lenta y suave, igual que siempre lo hace cuando tiene que enfrentar un problema.

-No tengo nada que decir, me voy.

Tomo mi bolso y ella me sujeta del brazo.

-Estoy aquí, Eva, dime lo que quieras decir.

-¿Qué quieres que diga?

-Dime porque estás tan molesta.

Ella me suelta y me mira. Una risa áspera y amarga sale de mi garganta. La observo ahí de pie esperando a que yo hable, como si ella no lo supiera. Ella lo sabe, debería saberlo.

-¿Cómo no lo puedes saber?-le pregunto- tenía miedo mamá, vivía con miedo y solo quería que me protejas de él pero en su lugar te sentaste conmigo en el portal y me dijiste que yo era su hija favorita. Que él me pegaba porque yo le importaba y quería que sea mejor que mis hermanas. Si me pega es porque me ama, eso es lo que trataste de decirme esa noche, dijiste que yo era fuerte y podía soportar pero Lena y Tessa no. Tenía miedo todo el tiempo y creí que si era la mejor tú me ibas a querer un poco y no dejarías que él me pegué o tal vez él al ver lo buena estudiante que era dejaría de pegarme. Pero eso no sucedió. Nada de lo que yo hacía era suficiente para él, yo jamás fui suficiente para él o para ti.

No salen lágrimas de mis ojos y mi voz suena clara. Siempre he sido buena manejando mis sentimientos. Pero ella si esta llorando.

-Mírame, mamá, mírame en lo que me has convertido. Mira como aquel miedo que tenía cuando era niña aún sigue en mí y como tengo miedo de decirle a alguien cuanto lo amo porque en el fondo, muy en el fondo siento que no soy suficiente para él. Porque pienso que se va a levantar una mañana y se va a dar cuenta que ya no me ama.

Ella se limpia las lágrimas e intenta hablar pero no puede y solo sale un suave sollozo de sus labios.

-¿Cómo no podías saberlo?-le pregunto- ¿Cómo no podías saber que yo tenía miedo? Te lo dije, varias veces y tú solo repetías que yo era fuerte. Pero te digo un secreto mamá, no lo soy, solo finjo serlo. He fingido toda mi vida que me empecé a creer esa mentira. Fingí por ti, por Lena y Tessa.

Papá abraza a mamá y la deja llorar en su hombro. Yo me recuesto mi cadera en la mesa y espero a que ella se tranquilice.

-Lo siento, cariño, lo siento mucho.-me dice ella.

-Ese es el problema con las personas, creen que lo siento es una palabra mágica que lo arregla todo. Pero no es así.

Ella se acerca a mí. Me mira a los ojos. Mi padre le hace una seña a mis hermanas y todos salen de la sala. Solo nos quedamos mi mamá y yo, he olvidado cuando fue la última vez que estuvimos solo las dos.

Mi mamá levanta una mano y acaricia mi mejilla, acomoda un mechón detrás de mi oreja.

-Siempre has sido fuerte, Eva, fingir ser fuerte requiere el doble de trabajo, cariño. Tú eres fuerte, me sostuviste por años. Sostienes a tus hermanas.

Muevo mi cabeza.

-Esa es Tessa.

-Tú eres el centro-me dice ella y recuerdo las palabras de Lena.-Eres el centro, cariño, no lo olvides.

Cierro los ojos un momento. Todo estas acontecimientos me están enloqueciendo un poco.

-Tienes razón-me dice ella- en todo, estar molesta conmigo, en decirme todo eso, tienes razón en odiarme...

La detengo.

-No te odio, mamá.

-No, porque eres buena, siempre has sido demasiado buena. Buena hija, buena estudiante, buena hermana. Y mira lo que has conseguido. Tienes un trabajo que amas, amigos que harían cualquier cosa por ti y un mejor amigo que te ama sobre todas las cosas. Tienes unas hermanas que están ahí para ti y un padre que se infla con orgullo cada que escucha tu nombre o habla de ti.

Ella me da una suave sonrisa.

-También tienes una madre que te agradece por apoyarla y ayudarla a ser feliz, aunque no lo merecía. Pero como te dije antes, siempre has sido buena.-Ella pasa una mano por mi cabello con cuidado- Dices que un lo siento no soluciona nada pero en serio lo siento, Eva. Lo siento mucho, cariño, no tienes idea cuanto. Tú y tu felicidad lo son todo para mí y me duele saber que tienes todos esos temores.

-Le iba a decir lo que siento-le digo a mi mamá- y él apareció en la puerta del edificio donde vivo y tenía que abrir la puerta aquellos miedos del pasado. Llegué dónde James y no pude decir nada. Lo miré y una voz en mi cabeza me grito que él se merecía alguien mejor que yo.

Mi mamá me da una sonrisa tierna.

-¿Quién podría ser mejor que tú?-me pregunta ella.

Me encojo de hombros.

-No lo sé, tal vez alguien que pueda darle el amor que yo no le puedo dar, alguien que lo ame como aman los demás. De aquella forma que yo no sé amar.

Leí hace años que todos cargamos máscaras, usamos máscaras diferentes dependiendo del momento y con quién estemos. Me parecía algo interesante y extraño, no entendí como podía ser eso posible. Pensé en lo cansado que debía ser cargar una máscara todo el tiempo. Nadie puede llevar una máscara todo el tiempo, no, eso no se puede. Además cuando se ve al espejo ¿A quién ve? Pero después de un tiempo me di cuenta que es verdad en parte, todos si usamos máscaras, tal vez no todo el tiempo pero igual es algo cansado. Quitarse la máscara y mostrar quien eres realmente es extraño y raro al principio pero empiezas a sentir alivio. Yo me acabo de quitar la máscara que todo esta bien y le dejo ver a mi mamá aquel dolor que trate de ocultar por años. Aquellos miedos e inseguridades que nadie cree que tengo, que incluso yo olvide que sentía. A veces repetir tanto una mentira hace que incluso uno mismo empieza a creer aquella mentira y la vuelva una frágil verdad, tan frágil que con cualquier comentario puede ser destruida.

-Eva, ¿Cómo puedes ser tan ciega? Es verdad que las personas tienen diferentes formas de amar, cada quien ama a su manera pero tu forma de amar no tiene nada de malo. Amas de manera incondicional, estas aquí debatiendo si ir a ver o no a un hombre que te lastimó, solo porqué tus hermanas te lo pidieron. Estas aquí por el amor que les tienes a ellas, me escuchas ahora a pesar que no lo merezco, por el amor que me tienes. Tu forma de amar es hermosa, desinteresada e incondicional. A quién tú decidas amar será la persona más dichosa en la tierra. Algunos somos dichosos solo por haberte conocido, por poder estar contigo.

Quitarte una máscara que has usado casi todos los días es difícil porque te da miedo el no saber a quién vas a ver en el espejo. No sabes si te va a gustar a quién vas a ver e incluso asusta un poco que tal vez estés mejor con la máscara. Pero no es así. Solo hay que respirar y dejar que la máscara caiga al suelo y seguir.

-¿Porqué no hiciste nada mamá? ¿Porqué? Eso es algo que me he preguntado siempre ¿Porqué?

Ella me mira y me da una media sonrisa que me anticipa que no me va gustar su respuesta.

-Soy una cobarde, Eva, esa es la realidad. No puedo darte una respuesta que me deje como la buena de la historia y calme tus dudas porque no es así. Soy humana, me equivoco y lo hice de una terrible manera, me arrepiento todos los días pero ese arrepentimiento no quita lo que hice, ni el daño que cause. No porque ames a alguien quiere decir que esa persona no se va a equivocar o hará cosas que te lastimaran, a veces a quienes amamos son aquellos que más nos lastiman.

Ella me dijo eso antes. Lo recuerdo, lo recuerdo muy bien.

-Y si no espero nada de nadie, no saldré lastimada.-termino la frase que ella me dijo hace años- No lo hago, si me caigo me levanto sin ayuda de nadie, si necesito palabras de apoyo, yo me las digo. Si necesito consuelo, yo me lo doy. Y creía que estaba bien, que era feliz así, que nadie me podía lastimar, que vivía bien. Pero no es así mamá, solo estaba tratando de sobrevivir.

-No necesitas sobrevivir, Eva. Deja de intentar sobrevivir y empieza a vivir, deja que el dolor que has venido cargando salga, cariño. Déjalo ir, es una carga pesada e inútil, tan solo déjalo ir.

Ella estira sus brazos y me jala hacía ella. Me abraza. Huele a flores frescas y frutos rojos. ¿Cuándo fue la última vez que la abrace? Le he dado abrazos de saludo y algunos de despedida pero hace mucho tiempo que no la abrazo de esta manera. Pero no lloro, no hay lágrimas en mis ojos. Lena hubiera llorado, ella llora por casi todo y Tessa también lo hubiera hecho pero yo no soy así. Yo puedo manejar bien mis emociones, es lo que se supone debo hacer. Yo debo ser fuerte por ellas, incluso ahora, debo mantener la calma.

-Te quiero mamá, a pesar de todo pero aún no te puedo perdonar, es muy pronto para eso necesito tiempo.

Le doy un beso en la mejilla y tomo mi bolso. Camino hacia la puerta y me despido con la mano antes de salir. Cierro la puerta y suelto el aire que había estado conteniendo. Me siento en el portal un momento. La puerta se abre y alguien se sienta a mi lado.

-Lo siento-me dice Lena.

Giro mi cabeza y la veo sentada a mi lado con una dulce sonrisa y una mirada llena de arrepentimiento.

-¿Porqué?-le pregunto.

-Por todo. Lo siento, Eva, yo lo siento mucho.

Lo veo, puedo ver en sus ojos cuanto le duele todo esto.

-¿Quieres que te cuente una historia?-le pregunto.

Ella duda al inicio pero después de un momento asiente enérgicamente con la cabeza y sus suaves rizos rubios se mueven en todas las direcciones.

-Cuando iba a cumplir ocho años, tú me preguntaste que quería de regalo ¿Recuerdas?-ella me dice que si y sonríe ampliamente- te dije que quería que bajaras las estrellas para mí y tú me dijiste que lo harías. El día de mi cumpleaños cuando llegué de la escuela tu habías pintado hermosas estrellas junto a mi cama. Eran hermosas, Lena, muy hermosas. Fue el mejor regalo que me han dado.

Hay lágrimas en sus ojos, como era de esperarse, Lena llora por casi todo. Ella me abraza y me dice cuanto me ama. Dice que me ama la misma cantidad de estrellas que hay en el cielo.

-No tienes que hacerlo-me dice ella-ir a verlo. Pero deberías hacerlo, cerrar el ciclo. Ir y decirle lo que sientes, hazlo, estoy segura que te sentirás mejor si lo haces. Tal vez no tengas otra oportunidad para hacerlo.

Me levanto del portal y ella hace lo mismo.

-Voy a pensarlo, Lena, déjame pensarlo.

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