1
I:
ROSEWOOD.
Creo que hubiera preferido ir a prisión.
Pisos claros, extremadamente limpios, paredes blancas, olores mezclados de medicina, zapatos blancos, uniformes celestes por doquier y frases motivacionales en cada esquina. "¡Podemos sufrir muchas derrotas, pero jamás seremos derrotados!" era la que estaba escrita frente a mí, en un pequeño cuadro sobre la mesa en el consultorio de la doctora Jones. Era mi primera vez en este lugar y deseaba también fuera la última.
Entre mis pensamientos pude ver a la doctora aparecer. Era una mujer de menos de cuarenta años, cabello rubio y lacio que caía perfectamente por su bata blanca y sus tacones resonaban en todo el lugar. La puerta corrediza del pasillo se abrió, permitiéndole adentrarse en su consultorio en una entrada un tanto escandalosa. En una de sus manos cargaba un expediente médico —el cual podía suponer era mío— y en la otra, un café. Ella era el estereotipo exacto de doctora que todos teníamos en mente.
Mientras sus pasos continuaban acercándose hasta donde yo estaba, leía detenidamente el expediente que cargaba. Posteriormente lo bajó, lo puso sobre su ordenado escritorio y tomó asiento frente a mí.
—Hola —me dijo con una sonrisa amable—. Eres Gia, ¿cierto? Yo soy la doctora Jones, pero tú puedes llamarme Lorie. Yo seré tu acompañante en este recorrido. Puedes confiar en mí.
Involuntariamente reí.
—¿Acompañante? Vaya manera tan romántica de decir que serás mi psiquiatra y estudiarás mi mente porque crees que estoy loca.
—No solo estudiaré tu mente, Gia. Te ayudaré y te acompañaré en todo el proceso —me miró a los ojos de manera comprensiva e inclinó su torso hasta mí—. Lo que pasaste ese día fue terrible y no tienes porque atravesarlo tú sola. Aquí en RoseWood tenemos todo lo necesario para ayudarte y que puedas continuar con tu vida, como antes. Confía en mí.
Me reincorporé en mi asiento, tratando de poner un poco de distancia entre nosotras.
El lugar me incomodaba. Toda su atmosfera estaba diseñada para "hacerte sentir tranquilo" y tal vez eso era justo lo que más me inquietaba; intentaban forzar a mi mente para creer que todo estaba bien. Tantos colores claros, música serena a niveles bajos, tanta pulcritud y tantas falsas sonrisas por parte del personal me hacían sentir que estaba en un lugar de papel: todo perfectamente diseñado para verse bien, pero tan ficticio y débil que con un soplido podría derrumbarse.
—¿Quieres contarme por qué estás aquí? —pregunta la doctora, al ver que no había respondido nada ante su último comentario.
—Mi madre cree que estoy loca. Y mi padre. Y todos en realidad, así que me trajeron a este lugar. Un psiquiátrico para que pueda superar mi "trauma" y ser la hija perfecta que era antes.
—No, Gia, este no es un hospital psiquiátrico. Esta es una institución en donde ayudamos a la gente que se siente confundida, o que simplemente tiene problemas con sus pensamientos para que puedan sobrellevarlos y así llevar una vida normal, pero sobre todo, este es un lugar para gente que quiere ser la mejor versión de sí mismos.
—Lo dicho, un loquero.
Me crucé de brazos.
La doctora soltó un pequeño bufido mientras se quitaba los lentes. Estaba claro que mi actitud la estaba alterando. Luego volvió a su papel de mujer bondadosa y comprensiva mientras los colocaba sobre su escritorio y hacía contacto visual conmigo.
—Cuéntame Gia, ¿por qué piensas que tu familia cree que estás loca? ¿Ellos te lo han dicho?
—Pues... hace tres semanas descubrí que mi novio de dos años, Gerard, era un asesino. Asesinó a un hombre frente a mí. Yo lo vi todo, así que hice lo que cualquier humano racional haría y lo denuncié con la policía. Cuando intentaron atraparlo, él huyó. Una semana después encontraron su auto en un lote baldío, destrozado, luego de haber caído por un precipicio. Dijeron que había una persona dentro del auto al momento de caer, pero el impacto provocó que se incendiara y terminó hecho cenizas. Solo pudieron identificar que era un hombre, así que dieron por hecho que se trataba de Gerard. Ahora ante los ojos de todo el mundo, Gerard está muerto.
—Vaya, eres una persona muy valiente —me dice, sin inmutarse por mi relato.
—Ese no es el problema. El problema es que yo sé que no está muerto. Gerard está vivo, y desde entonces, me ha estado acechando. Me sigue, me llama, entra a mi habitación en las noches e intenta llevarme con él. Prometió que nunca me dejaría en paz y lo está cumpliendo. Alguien tiene que detenerlo.
La doctora me hizo un ademan para que frenara por un segundo. Parecía ser demasiada información para procesar en tan poco tiempo, y bueno, no podía culparla, en realidad.
—De acuerdo. Entonces... tienes visiones de este chico Gerard —intentó recapitular—, quien fue tu novio por mucho tiempo y luego asesinó a alguien frente a ti. Te hizo atravesar un momento traumático y ahora está "muerto" —hizo comillas con los dedos— para que la policía no lo atrape. Es lo que quieres decirme, ¿cierto?
Asentí con la cabeza, un poco abrumada. De pronto me sentí como una pequeña niña que se queja con su madre de sus compañeros de escuela, deseando que algo dentro de ella esta vez me creyera.
Sabía que sonaba como una locura, pero era real y estaba ocurriendo. Me estaba ocurriendo a mí. De tantas personas en el mundo, esto me estaba pasando solamente a mí.
No necesitaba que lo entendieran todo, solo que me escucharan y por supuesto, creyeran en mis palabras. Quizá era un lío muy gordo, pero de verdad, no estaba loca.
—Sí. Gerard no murió, solo fingió su muerte para evadir a la policía. Hace cuatro días estuvo en mi habitación, me dijo que volvería para llevarme con él y yo le creo. Es un demente.
—Está bien, lo entiendo. ¿Te parece si me cuentas más sobre él? ¿Cómo era —corrige—, cómo es Gerard? ¿Cómo luce cuando lo ves? ¿Cómo era su relación antes de aquel día?
Solté el aire fuertemente. Mis manos se deslizaron sobre la tela de mi pantalón de manera nerviosa mientras permanecía sentada en este horrible consultorio. Sabía que muy probablemente ante los ojos de la doctora Jones, como ante los de muchas personas más, yo debía parecer una trastornada. Mi cabello enredado, mis ojeras y el mal aspecto de mi ropa solo podían contribuir a esto.
Aunque estaba convencida de que la doctora no estaba creyéndome ni un carajo de lo que le contaba, decidí seguir con mi relato, porque sabía que de alguna manera necesitaba desahogarme con alguien.
—Gerard era lindo al inicio. A veces tenía un carácter un tanto difícil pero, nada fuera de lo normal. Supo engañarme perfectamente sobre quien era en realidad porque desde mi punto de vista, era un chico de ensueño. Ahora cuando lo veo ya no es él mismo. Es como si la maldad se hubiera apoderado por completo de él y quiere hacerme daño.
Noté como con mis palabras, la doctora comenzó a escribir un par de cosas en su libreta. No tardó mas de diez segundos cuando echó su bolígrafo y sus notas a un lado, se levantó de su asiento y se colocó en una esquina del escritorio frente a mí.
—Escucha Gia, pasaste por algo horrible. Te diste cuenta de que tu novio era un asesino y después te entregó un cuerpo. Cualquier persona en tu lugar enloquecería. Creo que hasta cierto punto, es normal que te sientas así.
—¿Así? —repetí después de ella.
—Confundida —me responde—. Si te soy sincera, no veo necesario el que te quedes aquí en RoseWood. Solo estás pasando por un mal momento. Irás a casa, te recetaré un par de medicinas que deberás tomar y te asignaré a un buen terapeuta que te ayude a superar tu trauma. Todo mejorará en un par de semanas, lo prometo.
Mi boca se abrió para protestar. Sabía perfectamente bien que no estaba "confundida", y que lo que veía de Gerard era real. Aunque por otro lado, quizá si insistía demasiado en mi versión, la doctora terminaría decretando que estaba loca y me terminarían encerrando de por vida.
Ni siquiera tuve oportunidad de responder algo porque la doctora ya estaba dirigiéndome hasta la salida del consultorio. Se recargó sobre el marco de la puerta con una sonrisa amigable y me invitó a salir de una manera excesivamente cordial, aunque apresurada. En sus manos había un pequeño papel que no tardó en entregarme, pasé mis ojos sobre él para darme cuenta de que estaba escrito el nombre de los medicamentos que debía tomar y del terapeuta al que debía ver. Finalmente salí y ella cerró la puerta detrás de mí.
Dios, eso había sido rápido. Ella en verdad no quería perder el tiempo.
Ansiosa por abandonar ese horrible lugar, caminé por los pasillos buscando llegar a la salida. En mi recorrido me percaté de muchas cosas que por algún motivo desconocido, llamaron mi atención. La primera, había muchos pacientes internados y todos tenían un aspecto enrarecido. No todos tenían la típica imagen de un anciano en silla de ruedas gritando que todos van a morir, pero sí que la mayoría de los pacientes internados tenía una mirada inquietante. La segunda, demasiados enfermeros atendiendo a los pacientes y casi todos eran hombres jóvenes. La tercera, este no parecía en lo absoluto un hospital psiquiátrico, pero había algo en este lugar que simplemente te hacía saber que lo era.
Salí de RoseWood y divisé el auto de mamá, quien, por cierto, ya estaba esperándome ahí junto con papá. Me dirigí hasta ellos y en el corto recorrido de la puerta al coche, unas cuantas gotas de lluvia me alcanzaron. Entré en el coche tan rápido como pude para evitar terminar empapada.
Este clima era deprimente.
—La doctora confirmó lo que les he estado diciendo todo este tiempo. No estoy loca —le dije a mamá desde el asiento trasero.
Definitivamente ellos esperaban que me quedara ahí.
—No creemos que estés loca. Queremos ayudarte, hija. Dime que la doctora al menos te recetó algo para controlar esas horribles visiones que tienes.
Alcé el papelito que me había dado unos minutos antes y se lo pasé a mi madre con una falsa sonrisa. Ella estaba convencida de que con todas esas pastillas los problemas se acabarían y su hija volvería a ser la misma de antes. Que equivocada estaba.
Volvimos a casa. Ese mismo día mamá se encargó de conseguir los antipsicóticos tan rápido como le fue posible. Los primeros días las tomé, tres pastillas diarias que me dejaron prácticamente noqueada. No fui capaz de hacer absolutamente nada más que dormir todo el día, sentir mareos y sed y hambre excesiva.
No necesitaba medicina. Lo confirmé por lo que vi esa noche.
Mientras me preparaba para ir a dormir, un ruido estruendoso proveniente de la ventana de mi habitación me sobresaltó. Era media noche y mis padres ya estaban dormidos. Con precaución salí del baño y me acerqué poco a poco al lugar de donde había salido el ruido. No podía ser lo que tanto temía, estaba tomando mi medicamento correctamente, ¿verdad?
Y entonces lo vi.
Con una playera blanca completamente sucia, cabello despeinado y algunos raspones en el rostro, Gerard estaba ahí, en mi habitación, observándome. Sus ojos negros sostenían una mirada fría que erizó por completo mi piel. Solté un grito en automático, lo que provocó que él se lanzara sobre mí para cubrir mi boca.
Lo había visto muchas veces desde su muerte, me había llamado por teléfono, me miraba desde la lejanía, incluso me seguía pero nunca se había acercado tanto y mucho menos me había tocado.
Forcejeé con él por unos momentos, hasta que conseguí liberarme un poco de él.
—Aléjate de mí, maldito enfermo. Eres un criminal.
—Gia, por favor no me tengas miedo —me pide—. Ven conmigo, prometo ser un mejor hombre para ti, no volveré a asesinar. Sé que viste lo peor de mí esa noche, pero por favor, ven conmigo, huyamos juntos. No sé cuánto tiempo pueda seguir escondiéndome.
Mis manos estaban temblando. Él entró por completo a mi habitación. Intenté tranquilizarme un poco para no entrar en pánico. Ver su rostro de cerca nuevamente me dejaba sin oxígeno. Era imposible no recordar su mirada al asesinar a aquel pobre chico sin piedad esa noche. Ese Gerard no era diferente al que estaba conmigo en la habitación. Era un asesino.
Una vez que dejamos de forcejear, puse un poco de distancia entre los dos. Lo miré a la cara y fue cuando me di cuenta de que lo que había en su cara no eran raspones, era sangre seca. Bajé mi vista hasta sus manos, sangre seca. Di una vuelta alrededor de su cuerpo para verlo de pies a cabeza. Su ropa no estaba sucia, era más sangre seca.
Horrorizada, corrí hasta la cocina para intentar refugiarme. Lo escuché venir detrás de mí.
—Gia, sabes que vendré por ti. Es mejor que salgas por tu propia voluntad, no quisiera ser malo contigo —mencionó de manera tétrica.
Tomé un cuchillo y me escondí bajo la mesa, en completa oscuridad. Sabía que si no me iba con él en ese momento, me mataría ahí mismo, o a mis padres. Tenía que defenderme.
Escuché pasos aproximarse a la cocina. Vi una silueta acercarse hasta mí y no dudé en atacar. Rajé un pedazo se su pantalón y encajé el cuchillo en su pierna. De inmediato escuché un grito familiar.
Encendí la luz.
Era papá. Había lastimado a papá.
.
.
.
.
*********
¡Familia de locos! Estoy muy contenta de que estén aquí, en este primer capítulo❤️ esta historia estará llena de misterio e intriga y de igual manera en mis demás historias, ¡ustedes son quienes deben jugar al detective y descubrirlo! Estará llena de plot twist y sí, pertenece al universo de AURO también.
¿Qué les pareció Gia?
Déjenme sus comentarios y estaré dedicando el próximo capítulo❤️
Los quieroooo
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top