Destello Arcano
Continuamos con esta historia.
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Del sueño devastador que trae el agotamiento físico y mental, se escurría una mente ensimismada. La respiración, cual pulsaciones de animal herido, eran un latir entrelazado con tendencias suicidas: si no había mañana, no lo habría para nadie en esa típica casa de playa.
Sumergidos en la balsa de tela y metal, parecía el tiempo aguas de un inmenso lago; a donde se perderían para siempre las historias que en algún lugar, no debieron terminar en tragedia.
Sin embargo, el ritmo de un sonido cadencioso cual lazo se pescó del delgado cuello. Y como un periscopio de una entidad con más muerte que vida, Lázuli levanto la levemente su cabeza.
El sonido se repitió y frustrada por abandonar los brazos del olvido y la analgésica dulzura que da la muerte, fue levantándose del lecho. Sacudió la cabeza lentamente, y su vista fue recomponiendo su realidad, víctima de una resaca insoportable.
Buscando el origen del sonido, miró confundida a ambos lados siempre evitando verlo a él; porque él era dolor, él era derrota. Su derrota avenida del abandono. Del huir.
El timbre de la puerta repitió con saña su estrepitoso cantar y entonces fue como salir de las aguas de un pantano. Lázuli abrió los ojos desubicada mientras sacando sus alas se elevó con torpeza, hacía donde de sobra sabía, provenía aquel ritmo.
Preguntarse ¿Quién sería? Sería pensar demasiado, y su niño moría cada segundo que pasaba. Solo ansiaba regresar con él, y dejarse llevar nuevamente por las olas del olvido.
Se acercó a la puerta en un leve descenso perfectamente controlado, tomó la perilla de la puerta y abrió.
Sus ojos azules quisieron hacer una expresión pero la realidad era tan pesada que ya no tenía esa capacidad. Por lo menos no en ese momento en donde creía que la vida, cual demonio, se había tragado la palabra "esperanza".
Detrás de la puerta se encontraba una figura menuda y muy bajita, de cabello cenizo agarrado en lo que llaman, un chongo. Lentes redondos y gruesos. Un trajecillo sencillo de color verde, piel morena oscura y un rostro cargado de arrugas donde se anidaba una mirada de sincera preocupación.
Lapis vaciló antes de hablar.
-¿Qué...es lo que desea?- y la azul se sintió mareada de pronto.
La anciana la miro desde sus descalzos pies hasta su cansado rostro. Más, con un semblante firme como el concreto, de sus labios solo salió lo siguiente pregunta.
-¿Está el niño Universe?-
Cual animal cuya falta de oxígeno lo dispone a la muerte, Lázuli se había dejado dormir en los cómodos trazos del aturdimiento; pero con la pregunta de esa pequeña mujer, sus ojos fueron encontrando su color y su expresión fue despertando como una flor el primer día de verano.
Cuando terminó de despertar, jaló aire por la boca con fuerza y de sorpresa tomó en brazos a la anciana para, con la rapidez del despertado, llevarla frente a la cama del chico.
Como sucede en estos casos, todo lo que no había dicho, todo lo que quería hacer, todo lo que deseaba su mente, se agolpó colapsando mientras su pecho desbocado se vertía junto con su lengua, en un llanto desatado.
-¡Él...Él...! ¡Está! ¡Él está...! ¡Steven...!- y aunque no tenía la necesidad de respirar, sentía que se ahogaba en su premura. Comenzó a hiperventilarse con violencia.
Nanefua iba a decir algo a la gema pero sus primicias cambiaron al notar el estado deplorable en que se encontraba el siempre risueño joven Universe. Hacía unos días había hablado con ella y con varias personas del pueblo dando una extraña advertencia. Sin embargo, no era eso lo que la había llevado hasta allí.
-Niña- dijo la anciana- si no te calmas no me ayudas –y a Lapis se le fue un nudo a la garganta. Al ver que dejaba de sollozar, Nanefua continuó- bien, ahora dime, ¿Cuándo fue la última vez que Steven tomó agua?-
Lapis, con ambas manos en su boca, movía las pupilas de un lado a otro buscando en el desorden en su mente las palabras adecuadas.
-Yo...yo...cuando vine...él no ha bebido nada desde que llegue- dijo por fin.
La anciana hizo una mueca, no se podría determinar el tiempo; así que había que asumir, que Steven estaba profundamente deshidratado.
-¿Cuándo fue la última vez que comió?- preguntó.
-Yo...yo...-Lapis apretó los labios volteando a ver el plato que se encontraba sobre el tocador del chico.
Nanefua lo tomó y probó una cucharada. Frunció un poco la nariz.
-Esto esta crudo- la vio sacudirse y agachar la mirada- más no deja de ser alimento –agregó para luego preguntar- ¿Cuánto comió?-
-Solo...solo dos cucharadas-
-Ya veo- dijo la anciana dejando el tazón en su lugar mientras pensaba que fue una suerte que Steven no comiera más. Crudo podría hacerle daño.
Se acomodó las pesadas gafas mientras se acercaba a Steven. Lo vio un momento. ¿Cómo el destino podía ser tan magnánimo, que a la vez tan cruel con un ser tan inmensamente bello?
Se veía envejecido; su piel mortalmente pálida al igual que sus labios. Su rostro era el ícono del desastre entre el más puro idealismo, y la más brutal de las realidades.
Nanefua le tocó la frente y solo corroboró algo que ya se imaginaba: Él tenía fiebre.
Con rapidez se fue al tocador del chico y de su pequeña bolsa sacó una libreta de donde arrancó una hoja. Garabateó con velocidad unas letras haciendo de vez en cuando un poco de memoria.
Una vez que terminó, lo revisó todo cerciorándose de que nada le faltara, y le entregó la hoja a una confundida Lapis, que en su maremoto personal, encontraba como un baño sanador la sola presencia de la anciana.
-Vas a ir a la farmacia del pueblo y vas a pedir que te den lo que está aquí anotado. No necesitarás dinero por que lleva mi firma. De cualquier forma tú dirás que es para el Alcalde Nanefua.-
Lapis Lázuli se secó unas lágrimas que le quedaban aferradas a la comisura de sus ojos y soltó un "Sí" firme sorbiéndose un poco. Sacó sus alas para dirigirse a la puerta de la casa cuando escuchó la voz de la anciana.
-¡Espera niña!-
Lapis se detuvo suspendida en el aire.
-No puedes ir volando- le dijo.
-¿Por qué?, así es más rápido-
-Mira mi niña, por ahora, es mejor que la gente del pueblo no te vea como una gema-
Lapis no entendía a qué se refería la anciana, pero no iba a desobedecerla, así que descendió escondiendo sus apéndices líquidos.
-De igual forma, será mejor que cambies tu ropa, algo que oculte el color de tu piel-
-Pero, ¿por qué?-
-Te prometo explicar todo cuando vuelvas, pero por ahora, lo que importa es atender a este pequeño, ¿sí?- dijo señalando a Steven.
-¡Sí!- dijo y Lapis cambió su típico vestido azul por un pantalón de mezclilla azul-negro y una sudadera manga larga azul marino con capucha. La cual se colocó. De igual forma se proporcionó unos tenis tipo Converse. Ropa que había visto en alguna película en aquellos días que ahora se le hacían inmensamente lejanos. Un tiempo donde fue inmensamente feliz.
-La farmacia queda tres cuadras después del autolavado de Greg ¿lo ubicas?-
La gema miró a la anciana un segundo para después asentir, luego salió corriendo por la puerta principal.
Una vez que la gema abandonó la casa, Nanefua se giró para quedar de frente con el niño. Acarició su cabello con suavidad mientras su expresión se tornaba en una negación inconcebible. ¿Qué pecado estaría pagando un alma tan buena?, mira que perder a toda su familia y seres amados de golpe. ¿Cómo el mundo podía ser tan cruel?
-¿Cómo te pudo pasar esto Steven?, si tú eres puro amor- acarició la reseca mejilla del niño mientras una lágrima se escapaba de su ojo derecho. Le acarició un poco más para luego dirigirse con premura a la cocina.
***
Lapis no creía lo que le acababa de pasar en el pueblo. Volando con rapidez no paró hasta llegar a la entrada de la casa, agitada. Había tardado quizá 40 minutos en conseguir lo que le habían encargado. Ya con su vestimenta habitual.
Entró a la casa.
-¡Señora! ¡Ya traje las cosas!- dijo con fuerza.
-Ponlas cerca de la cama de Steven niña por favor- le dijo una voz en la cocina.
La gema obedeció y se elevó para colocar todas aquellas cosas que para la azul, no significaban casi nada.
-Con esto lo curará- era su único motor y pensamiento.
-¡Niña!- gritó la voz- si ya acabaste ven rápido, hay algunas cosas que tengo que indicarte-
Lapis dejó las bolsas con los medicamentos y bajó con premura.
-Dígame señora-
-Antes que nada cuentame, ¿todo estuvo bien en el pueblo?- pregunto Nanefua mientras sacaba del refrigerador, zanahorias, papas y una calabaza verde.
-De hecho, si pasó algo señora-
-Llámame Nanefua-
-Nanefua, yo, cuando venía de regreso, un joven se dio cuenta de quién era y comenzó a gritar y señalarme. Luego me comenzaron a arrojar piedras y cosas, tuve que volar-
Nanefua colocó las verduras en la mesa y fue por dos cuchillos.
-Me imaginé que pasaría- le ofreció uno a Lapis.
-Necesito que piques estas verduras de esta manera- y comenzó a cortar en rodajas una zanahoria- ¿puedes hacerlo con todas estas?-
-¿Todas iguales?-
-Si niña, todas iguales. En trozos pequeños-
-Sí, sí puedo- y comenzó la tarea con cierta torpeza. Sentía una extraña energía dentro de sí.
-Bueno, mientras lo haces, por favor, mueves el caldo de la olla que ya está en la cocina cada 5 minutos ¿sí?-
Lapis cayó en cuenta que la estufa estaba encendida con una cacerola hirviente en ella.
- Cuando hayas picado todo, hechas las zanahorias y las papas, por último la calabaza ya todo picado y sigues agitando cada 5 minutos. ¿Alguna duda?-
-Sí, ¿Por qué me atacaron en el pueblo?- dijo sin dejar de picar.
-Por preguntona- le respondió rápidamente Nanefua- primero haz lo que te digo, una vez que Steven haya comido y este hidratado, hablaremos- Y la anciana se retiró hacia la habitación de Steven, tomando un viejo perchero que estaba apostado en una de las esquinas de la casa.
***
Lapis se empeñaba en cortar las verduras justo como Nanefua le había indicado.
Aun así, las distracciones llegaban al ver como la pequeña mujer se movía de forma muy activa acomodando cosas alrededor de la cama de Steven, lo cual le había hecho sentir el filo del cuchillo en más de una ocasión.
Deseaba ir a ver a Steven, pero entendía que ayudar en lo que le pidiera la mujer, era en definitiva la mejor forma de hacer algo por el bien del chico. Y de una u otra forma, por su bien también.
-¿Ya terminaste Lapis Lazuli? Si no te das prisa el caldo se va a evaporar- dijo la anciana terminando de acomodar un suero intravenoso cuyo frasco colocó colgado en el perchero.
-Solo falta una papa- respondió- ¿Cómo supo mi nombre?-
-No lo sé linda. Quizá sea por la enorme piedra que traes entre los omóplatos-
-Reconoció mi gema- le dijo.
-Claro, es un Lapislázuli muy hermoso-
La chica se sintió feliz de pronto. Luego preguntó.
-¿Steven estará bien?-
Nanefua hizo una mueca –No lo sé niña. Él es un misterio para nosotros como debe serlo de igual forma para ustedes –La anciana checó que el gotero cayera a un ritmo determinado, que las mangueras no estuvieran tapadas, y sonriendo con cierta satisfacción, procedió a bajar las escaleras.
***
Mi alma partida está. Mi ser es madera esperando el abrazo del fuego inspirador. Mi deseo es apagarme a la vez de consumirme. Mi deseo es dormir para no despertar.
Déjame ser tu luna por esta noche, déjame alumbrar tu rostro con mi poca luz. No te vayas, dame tu mano. Por favor, una vez más.
Dame tus brazos mi cálida madre de escarlata piel, dame tu mano fuerte para sacarme del dolor. Entrégame la paz de tu sonrisa leve, vuélveme niño con tu corazón.
Dame tus consejos mi blanca, blanca madre. Regresa tus lecciones, tus palabras, tu verdad. Extraño tanto tu voz que me canta, que me arrulla, que me hace dormir, descansar.
¿Dónde se fueron mis estrellas? ¿Dónde el dolor deja de arder? ¡Devuélvanme a mis hermanas! ¡A mis madres! ¡A mis amores!
Devuélvanme la vida. Por favor...
O la vida buscará una forma de volverse muerte.
Steven fue abriendo los ojos. Todo era una nube de confusión en un bochorno apabullante entre sus sábanas.
A pesar de la pesadez de su cabeza y de un mareo poco común, podría decir que se sentía mejor. Si no fuera por el calor que escalda la espalda por estar acostado tanto tiempo, diría que se sentía bien.
Con una mano en la cabeza, fue deshaciéndose de la vista borrosa y la luz de su ventana comenzó a darle forma a todo.
Frente a él se encontraba un visaje borroso azul, y uno pequeño color marrón.
Apurruño los ojos de nueva cuenta, se los tallo con ambas manos y un leve ardor le reavivó el recuerdo del llanto. Entonces termino de despertar.
Vio directo a los ojos a Nanefua.
-Hola Steve- le dijo la anciana sonriendo-
-Na-¿Nanefua?- dijo el chico con los ojos cansados, luego volteó a ver a Lazuli.
-¿Tú la trajiste aquí?-dijo con mucha seriedad.
-Yo...-
-Alto allí Steven, escúchame. Nadie me trajo, yo vine-
Steven se destapó y se bajó de la cama; sin embargo tambaleó y se apoyó en el librero.
-Tienes...tienes que irte Nanefua, ¡ahora!-
La anciana ya esperaba esa reacción, y de una u otra manera, Lapis también.
Unas horas atrás habían hablado. Mientras el suero bajaba y el caldo de pollo con verduras hervía, por fin la gema y la anciana pudieron sentarse en la sala. Solo esperando.
-Entonces, ¿usted lo sabe?- preguntó Lapis Lázuli quien sostenía una taza de té de manzanilla con canela que Nanefua había preparado. La azul le había insistido en que ella no necesitaba comer.
Tú cuerpo quizá no, pero tu alma sí. Le había dicho la anciana.
Para que mentir, la infusión le había calentado por dentro y sentía una leve paz. Una ensoñación también potenciada por la presencia de alguien que sabía atender a un enfermo.
-Me preguntaste por qué te habían agredido en el pueblo niña-
Ella dio un sorbo a su taza y la miró fijamente.
-Hace unos días Steven nos reunió en la plaza central, no parecía él mismo- la anciana bajo la mirada- su ropa quemada, sus golpes, su mirada vacía. No se dejó atender, ni siquiera tocar por nadie. Estaba iracundo- la anciana sorbió su café- sentenció que aquel que se acercara a la playa del templo, moriría. Nos dijo que toda su familia había fallecido y que aquel que viniera aquí moriría de la misma forma. Luego me pidió que, como alcalde, pusiera una valla metálica para delimitar esta área y proteger a la gente del pueblo-
-¿Por qué diría eso?-
-Al principio pensé que por el dolor- continuó la anciana- pero ayer llegaron los Maheswaran a hablar conmigo y se corrió un rumor como pólvora-
-¿A qué se refiere?- dijo la azul absorta en la plática.
-Me dijeron que Steven y las gemas habían causado la muerte de la niña Connie y del hijo de los Barriga, Lars-
Lapis se llevó una mano al rostro.
-Lo que dijeron los Maheswaran junto con lo que dijo Steven, tiene al pueblo en total defensiva. Al niño lo toleran porque saben cómo es y cómo ha sido siempre, pero las gemas han sido una especie de misterio. Y después de los acontecimientos, muy pocos confían en ustedes.-
-Entiendo- dijo la azul.
-Cuando Steven despierte, lo más probable es que intente convencernos de que nos vayamos.-
De eso hacía unas horas.
La anciana había confirmado a Lapis que en el pueblo ahora los detestaban. Y la reacción de Steven al ver a la alcalde de Beach City, fue exactamente la que esperaban.
-Tienes que irte Nanefua- volvió a decir Steven sosteniéndose del librero.
-Sí, ya sé. Solo antes, me gustaría saber ¿Por qué es peligroso que alguien esté aquí contigo?-
El chico se agarró la frente. Aún se sentía mareado. Sinceramente Steven no quería decir nada, no porque fuera un secreto, simplemente todo le fastidiaba.
-Es posible...-dijo con dificultad- que me estén vigilando, y si ven a alguien aquí, alguien cuya presencia me hace feliz, envíen a alguien para matarle. Incluso podrían... arrasar el pueblo-
Tanto Nanefua como Lapis, se pasmaron.
-¿Lo entienden ahora?- pregunto secamente el chico.
-¿De verdad te vigilan?- preguntó Lapis incrédula.
-De cierto no lo sé, pero me dejaron ver la posibilidad muy claramente. Y por la gloria de mis madres que no me voy a arriesgar. Así que Nanefua, le pido que se vaya lo más pronto por favor-se dirigió luego a la gema azul.
-Tú también vete Lapis-
-No me ire Steven, si alguien viene me enfrentaré a él- Lázuli se arrepintió de inmediato de esas palabras pues el rostro de Steven se puso rojo de ira mientras apretaba los dientes.
-¡No digas tonterías Lapis! ¡Tú valor no significa nada para ellos!- el chico explotó. La gema se quedó anonadada.
-¡¿Qué vas a hacer cuando vengan cinco, diez Lapis Lazulis y te sometan como si fueras una mosca, como hicieron con las demás?! ¡¿Qué vas a hacer?!-
-Yo...yo..- tartamudeo la gema.
-Lo único que vas a hacer es morir, ¡Así que lárgate! ¡Solo hablas porque tienes boca!- y al unísono de las lágrimas de Lapis un sonido chocante estremeció la casa atrayendo de inmediato el imponente silencio.
Nanefua, con una cara terriblemente molesta, había abofeteado a Steven.
-Steven...-susurró Lapis pero fue interrumpida.
-No tienes derecho, a tratarla así. No importa lo que haya hecho- le dijo con la firmeza y seguridad que dan los años- Eso no es lo que te enseñó tu padre- finalizó.
Al chico se le llenaron los ojos de lágrimas en el choque de sensaciones y sentimientos. Simplemente se derrumbó sobre sus talones.
-Ella ha cuidado de ti a como Dios le dio a entender, y si hablamos de culpas, ella se siente como tú. Tú por no poder haber vencido desde allá –dijo señalando al cielo- y ella por haberse quedado aquí- señaló el suelo.
-Solo....váyanse-dijo Steven tapándose media cara con una mano.
-Ya me voy-dijo la anciana- te dejo una olla con caldo de pollo con verduras, si no te lo comes, te juro que traigo a medio Beach City y nos sentamos allá afuera hasta que te lo comas-
-Nanefua...- exclamo Steven cansado.
-¿Vas a comerlo? – reiteró la alcalde.
El chico solo asintió.
-Bien, ella me va a decir si no te lo comes.-
Luego se dirigió a Lázuli.
-Azulita, ¿me llevas a la salida por favor? Estas viejas rodillas ya no aguantan bajar y subir escaleras-
La azul se limpió el rostro y tomó a Nanefua.
Salieron por la puerta principal hasta llegar a la parte de atrás de la gran roca.
-Aquí bájame que no soy una anciana decrépita-
La azul la colocó en la arena. Nanefua le dijo.
-Sé que fui dura con él, pero está muy dañado niña- la anciana se levantó los lentes y se llevó una mano cubriendo sus ojos- lo que le ha pasado es monstruoso- se secó un par de lágrimas.
-Lo sé, Y por mi cobardía se culpa aún más- dijo con el semblante derrotado.
La anciana la miró con compasión.
-¿Te vas a quedar con él-
-Solo que alguien me maten lo dejaré-
-Bien, intenta hacer que coma. ¿Recuerdas todas las indicaciones que te di?-
-Sí, señora: encender la estufa y como preparar huevos revueltos-
-Bien niña. De todas formas todos los días a la 1 de la tarde estaré dejando comida enlatada y congelada en este lugar. ¿Recuerdas cómo usar el horno de microondas?-
-Sí, le agradezco de igual forma que me haya ayudado a entenderlo-
La anciana sonrió, se acercó y abrazó a Lazuli, la cual se agachó y la pegó a sí con fuerza.
-No te rindas mi niña. Y si en serio los atacan, huyan lo más rápido que puedan, no peleen ¿vale?-
-Si abuela, escaparemos-
-¿Abuela? Que desfachatez, si eres mayor que yo- y Nanefua sonrió – pero aún eres una niña- y le acarició el pelo.
Luego se despidieron.
***
Lapis Lázuli, mejorada por el aliento de la anciana, regresaba en vuelo veloz para la casa del templo. A pesar de todo, un nuevo horizonte se iluminaba al saber que el chico estaba mejor y que había comida preparada y que podía ser de utilidad.
Aún quedaba lidiar con el hecho de que Steven no quería que se quedara, y eso dejaba anunciar una posible pelea con él, justo al cruzar la puerta.
Pero su sorpresa fue mayor cuando, al entrar a la casa, simplemente no lo encontró por ningún lado.
-¡Steven!...¡Steven sal!-
No estaba en el baño, sala, cuarto o comedor.
El chico se había esfumado.
-¡STEVEEEEN!-
Mientras sobre la estufa, aun humeaba un caldo de ave, que nadie había tocado.
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Y este es el avance de esta semana.
Reitero que no debe durar mas de 2 capítulos más, y aún no defino el final.
Hubo menos drama en esta entrega y la gran Nanefua salvo el día.
Se acerca el fin de esta. Ya veremos que pasa.
Un saludo a los amigos que siempre leen. Un abrazo.
El Gendou "maldita sea" Uribe.
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