Capítulo 39
Narra Chad:
Las luces de los coches de policía me sacan del trance en el que me había visto sumido minutos atrás. ¿Qué demonios sabrían esos tipos de nuestros miembros del grupo como para querer chantajearnos de esa manera? Debe ser información valiosa.
Antes de que se desate el caos y la gente comience a huir de los guardias, yo agarro de Hayley de la mano para incitarla a correr. No es que hayamos cometido algún delito, pero no quisiera que en pleno fin de año la policía llamase a mi padre para decirle que me han pillado aquí. Sí, el sabía que vendría a una fiesta, pero no a una donde se desataría una gran pelea.
—¿A dónde vamos?— me pregunta ella.
Buena pregunta. Ni siquiera yo lo sé. Solo quiero huir y llevármela conmigo a donde sea. Dejamos atrás a nuestros amigos y la casa de Monty. No es hasta que giramos varias calles que finalmente, la suelto. Ella se aparta bruscamente de mí para poder respirar con normalidad. Casi había olvidado el hecho de que ella todavía sigue bajo tratamiento y continúa estando débil.
Menudo espectáculo.
—¿Estás bien?— pregunto sacando mi móvil del bolsillo.
Ella, sin mirarme, asiente y seguidamente, se apoya en un coche para recuperar el aliento.
—Eso de allá fue intenso— comenta secando sudor de su frente. Ni siquiera me ha dado tiempo de decirle lo bella que se ve en ese vestido. Qué digo, dudo mucho que ella quiera escuchar esas palabras saliendo de mi boca. No olvidemos que solamente somos amigos, pero los amigos también se dan halagos, ¿verdad?
—Supongo— mascullo y creo que he sonado molesto, aunque ya no me importa. Quisiera poder decirle tantas cosas. Le escribo par de mensajes a mi hermano y este me responde de vuelta. Segundos después, me llama.
Respondo.
—¿Dónde demonios estás?— inquiere. Suena agitado.
—Lejos de la casa, ¿por qué?— digo intercalando miradas entre Hayley y la oscuridad de la calle. Ella alza una ceja al darse cuenta de que estoy hablando por teléfono.
—Porque necesito que me vengas a buscar. No tengo coche, ¿lo recuerdas?— me dice. Joder, lo había olvidado. — ¿Cómo es que te olvidaste así de rápido? Estás con Hayley, ¿a que sí?
Mi silencio confirma sus sospechas.
—Eres un imbécil, hermano. Te arrastras como una cucaracha por ella y supongo que eso es lo que te hace ser el mellizo especial. Dichoso sea el mundo— dice casi divagando. Ruedo mis ojos. ¿Qué quiere que haga? Todavía siento culpa por lo que le hice y quiero remediarlo. Quiero que ella vuelva a quererme— En fin. Te mando mi ubicación por mensaje.
Luego, cuelga. Molesto, alejo el teléfono de mi oreja y observo la pantalla donde recién se muestra la ubicación de mi hermano. No está lo suficientemente lejos de la casa, ni siquiera sé cómo la policía no lo pilló.
—¿A dónde vamos?— La voz de Hayley me recuerda a que ella sigue estando aquí.
La observo. Su rostro brilla debido al sudor. Sus ojos lucen cansados y sus mejillas están sonrojadas debido a la carrera que nos pegamos hace unos minutos. Sin embargo, yo la sigo viendo igual de guapa y eso me enerva bastante porque sólo soy su amigo. Su maldito amigo que pudo ser algo pero jamás lo fue.
—A por mi coche y luego a por Liam— le respondo mientras guardo mi móvil en el bolsillo. No estamos lejos de donde lo aparqué. Este vecindario es más pequeño de lo que parece.
—¿Y por qué tengo que ir contigo? Puedo llamar a mi padre para que me venga a buscar, ¿lo sabes verdad?— dice. Me irrita bastante que tenga tanta razón y al mismo tiempo me alegro de que vuelva a ser la Hayley que me plantó cara por haberle rayado la moto.
—¿En serio piensas dejarme aquí solo? Puedo llevarte a casa si quieres y así no molestas a tu padre, él también querrá disfrutar de su fin de año, ¿no crees?— Mis palabras parecen influir en su decisión pues suelta un largo suspiro.
—Está bien. Iré contigo, pero solo porque no quiero molestar a mi padre— dice dejándome claro que le importa un comino si me quedo solo. Qué linda.
Me carcajeo por lo que me dijo y finalmente, caminamos hacia mi coche. Después nos subimos y en cuestión de minutos, llegamos a donde está mi hermano. Él está sentado en la acera con toda la cara magullada por los golpes.
—Encima dejas que ella vaya delante—se queja entrando en el asiento trasero.
—Da gracias a que no te haya dejado ahí— mascullo pisando el embrague para salir de ahí. Liam gruñe por lo que le he dicho y a mi lado, Hayley sonríe.
—¿Dónde fueron los demás?— le pregunta a mi mellizo girándose en el asiento para verlo a la cara.
—No lo sé, pestañee y ya no quedaba ninguno de los nuestros. Todos salieron corriendo — responde y casi parece que le molesta hablar. Entonces, decido preguntarle por los golpes de su cara. La verdad es que él recibió más que yo—Estoy bien. No me dieron tan fuerte. Ahora, ten por seguro que esos universitarios se van a enterar, no pienso quedarme de brazos cruzados.
Él se revuelve en el asiento y puedo escuchar como se queja. Realmente le dieron una buena paliza, el problema es que la masculinidad frágil de mi hermano jamás le permitiría admitirlo.
—¿Tú crees? Nos tienen bien cogidos de los huevos. Connor estaba temblando por si se iban de la lengua— admito recordando la forma en la que su rostro palideció.
—Sí, y él no es el único que tiene las de perder—responde él.
—¿Tú también, Dawson?— le pregunta Hayley. Con esa voz tan angelical, pero molesta en estos momentos. Sobre todo para mi hermano.
—Sí, y el estúpido novio de Angy también. No te vayas a pensar que Connor y yo somos las únicas ovejas negras del grupo— aclara él y luego, suelta un quejido— Necesito hielo.
—Espérate a llegar a casa— digo sin apartar los ojos de la carretera. Entonces, Hayley se gira para volver a mirar a mi mellizo quien, obviamente, no la admira mucho.
—Tiene el ojo muy hinchado, Chad. Será mejor que paremos para pillar hielo en algún lado o se le pondrá aún peor— propone ella y no me queda otra que asentir.
Minutos más tarde diviso una gasolinera y no tardo en parar. Apago el coche frente a la tienda veinticuatro horas e instantáneamente hago contacto visual con Hayley.
—¿Ninguno de los dos piensa ir a comprarlo por mí?—escucho decir a mi hermano. No obstante, sus voz suena secundaria pues la conexión visual con Hayley es mucho más intensa, más llamativa— Vale tranquilos, ya voy yo. Dejen ir al tullido por sus malditas medicinas.
El portazo que da Liam nos saca del trance. Acto seguido, nos reímos con cierta incomodidad. Ella sigue sonriendo y por unos segundos siento que me voy a derretir.
—Estás preciosa hoy— digo por fin— Bueno, siempre lo estás pero... Ese vestido te queda demasiado bien.
Hayley achina sus ojos con emoción y se le escapa una risilla.
—Gracias.
Su forma de reír me da un vuelco al estómago y es justo en ese momento cuando comprendo que sigo tremendamente pillado de ella. Mis sentimientos no han cambiado pues sigo sintiendo esas mariposas en el estómago cuando la veo y aunque ella diga que me ve como su amigo, sé que en el fondo no es así. Ella aún siente algo.
—Oye...— comienzo a decir pero la ruidosa entrada de mi hermano en el coche, me interrumpe.
—Me han clavado tres cincuenta por esta maldita bolsa de guisantes congelados— se queja volviéndose a sentar en el asiento central. Entonces, como consecuencia de nuestro silencio, se queda callado y nos mira a los dos con cierta pausa. — ¿He interrumpido algo? No me digan que se estaban metiendo mano y yo les he cortado el rollo—suelta horrorizado con la bolsa de guisantes pegada al ojo.
—¡No!— exclamamos a la vez.
—Menos mal. Habría sido jodidamente incómodo— masculla poniéndose el cinturón.
El trayecto hacia la casa de Hayley dura poco. Lo pasamos en completo silencio a excepción de los quejidos de mi hermano y la música puesta de fondo en la radio. Una vez me aparco frente a la casa de ella, esta se gira y nuestras miradas se conectan. Por otro lado, mi hermano sale del coche para ponerse en el asiento delantero.
—Espero que a pesar del desastre de fiesta que hemos tenido, te lo hayas pasado bien— digo sin saber muy bien qué decir.
Ella vuelve a esbozar una sonrisa.
—Sí, supongo que dentro de lo que cabe me lo he pasado bien— admite encogiéndose de hombros— Me vino bien salir de la rutina... Ya sabes, con todo esto del hospital y demás.
Asiento.
— Me alegra oír eso. ¿Nos vemos pronto?
Hayley se remueve en el asiento y posa su mano en la manilla de la puerta para salir. Casi parece que está pensándose mucho la respuesta.
—Claro que sí. Cuando quieras— dicho eso, me besa la mejilla y sale corriendo del coche. Una vez que la puerta se abre, el aroma a su perfume me inunda y sonrío. No obstante, esa alegría me dura poco pues en cuestión de segundos, mi hermano el cascarrabias se sienta a mi lado.
—Cierra la puerta, ¡rápido!— digo rezando para que el coche no se ventile lo suficiente y el perfume de Hayley permanezca un poco más dentro del vehículo.
—Ya voy, ya voy... Menuda eternidad para despedirse— masculla Liam poniéndose el cinto— Casi parecía que no la ibas a ver más.
Le saco mi dedo medio y por fin, tomo rumbo a nuestra casa donde mi padre y nuestra hermana nos esperan en compañía de una hermana de nuestra madre. Lo cierto es que las navidades dejaron de ser lo mismo cuando ella murió y eso lo sabemos todos. Ni siquiera nos molestamos en hacer unas navidades especiales para nuestra hermana pequeña pues incluso ella dejó de creer en estas fiestas. Con lo cual, el ambiente en nuestra casa es bastante tétrico durante estas fechas.
—Eres un insensible— digo en respuesta a lo que he dicho mi hermano.
Él bufa.
—Dime que más que sea se han besado— dice luego de un rato de conducción. Lo miro por el rabillo del ojo y después, me centro en la carretera otra vez. Me está observando fijamente.
Niego con la cabeza y eso consigue que él brinque en su asiento.
—¡Tienes que estar de broma!
—¿Cómo quieres que la bese? Se supone que somos amigos, estúpido. Yo la rompí primero, ¿o acaso habías olvidado eso?— le intento explicar. Pero eso no frena su cabreo— ¡Quiero ir despacio, joder! ¡Te recuerdo que nos acostamos en la primera cita!
Eso lo deja callado.
—Bien, pero como sigas yendo tan lento alguien se te va a adelantar y creo que no hace falta que mencione su nombre.
Aprieto mi mandíbula.
—Lennon es mi amigo. Jamás me haría algo así, lo ha demostrado— lo defiendo.
Mi hermano se ríe por lo bajo.
—Ni la más pura de las amistades puede frenar al amor, hermano, ni la más pura de las amistades—dice y con eso, me deja pensativo.
Narra Cloe:
—¿Cuales son tus planes de futuro?— me pregunta Dylan dando un sorbo a su batido. Sus manos juguetean con el césped que yace bajo nosotros.
—Quiero ir a la universidad— respondo. Es algo que siempre he tenido claro, desde muy pequeña.
Él alza sus cejas, algo sorprendido por mi respuesta.
—Creí que me dirías algo así como... Quiero conocer mundo, perderme por ahí... — admite— Te pega mucho ese rollo.
—Supongo que eso no es mala idea. Pero no lo tengo tan claro como lo primero que te he dicho.
Asiente dando un sorbo a su batido.
—¿Y qué quieres estudiar?— inquiere. Sonrío, entonces su mirada viaja a mis labios.
—Filología inglesa— contesto.
Puede que suene a cliché, pero siempre me ha apasionado la literatura. He leído muchísimos clásicos de la literatura inglesa. Desde William Shakespeare hasta John Keats, pasando por Lord Byron y Oscar Wilde he llegado a pensar en cómo habrían llegado al punto de crear semejantes obras de arte.
—¿Y tú qué quieres hacer?— inquiero antes de que me pregunte algo más. Dylan se encoge de hombros y por segundos, se queda pensativo.
—No tengo ni la más remota idea. Sólo quiero vivir el momento. Me agobia bastante plantearme el futuro, porque a diferencia de otras personas, no tengo nada claro. Cómo tú, no tardaste ni tres segundos en decirme lo que querías hacer. Yo podría tardar horas y seguir sin poder darte una respuesta clara.
—No pasa nada, Dylan, eso es totalmente normal. No tienes por qué tener las cosas claras— digo en un intento por hacerlo sentir mejor.
Él se ríe y luego, sus ojos vuelven a clavarse en mis labios.
—Lo dice la que tiene su vida totalmente planeada— bromea pasando un brazo por encima de mis hombros. Después, me atrae hacia sí. Yo me río.
—Solo te he dicho que quiero ir a la universidad, créeme cuando te digo que lo demás está muy borroso— le aseguro.
—Bueno ahora que lo dices Johnson, sí que tengo algo claro de cara al futuro—admite. Yo me incorporo asombrada por su respuesta y nuestras miradas se conectan— Me haces muy feliz y creo que eso me podría durar años.
Una parte de mí se derrite por lo que ha dicho. Sin embargo, la otra me instala un nudo en la garganta. El mismo que me ha estado atormentando desde que le he prometido que cuidaría de él. ¿Qué pasará cuando volvamos? ¿Cambiará algo?
Narra Angy:
—¡Hannah, despierta!— chillo muy cerca de su oído. Está chica duerme como un oso, sobre todo cuando tiene resaca y hoy es uno de esos días. Ella me insulta por lo bajo y justo cuando le voy a replicar, mi móvil comienza a sonar.
En la pantalla puedo leer: Desconocido. A pesar de ello, la curiosidad me carcome así que lo cojo y una vez me pongo el móvil en la oreja, me arrepiento al instante.
—Mira tus mensajes. Te va a gustar lo que vas a ver — me dice una voz grave y distorsionada.
El bello se me eriza y no me da tiempo a reaccionar pues el sujeto me cuelga. El ambiente se torna tan extraño que Hannah se incorpora y me mira con la cara hinchada de tanto dormir. Yo la ignoro y me meto en mensajes. Es ahí cuando veo que el número desconocido me había mandado tres fotos. Cuando pulsé la primera, el corazón me dio un vuelco.
Son fotos de Adam besándose con una chica en lo que parece ser la fiesta de fin de año.
Un fuerte dolor se me instala en el pecho, casi dejándome sin aliento. Las lágrimas se instalan en mis ojos y lo único que puedo hacer es lanzar mi móvil lejos.
—Angy, ¿qué pasa?— inquiere Hannah sorprendida al ver que he lanzado el móvil.
No soy capaz de hablar pues el nudo que siento en mi garganta es demasiado grande como para dejarme hablar. Es como si el universo se hubiese congelado. No obstante, soy capaz de escuchar a Hannah levantarse para coger el móvil.
—Será capullo— es lo único que le oigo decir.
En ese momento, Kathia entra en la habitación tarareando una canción. Sin embargo, se queda callada al percibir el ambiente.
—¿Qué pasa?
—Esto es lo que pasa— dice su hermana por mí mostrándole las pruebas refutables de que Adam me ha puesto los cuernos.
—Definitivo, lo reviento— sentencia Kathia.
Narra Adam:
Vuelvo a marcar el número de Angy con la esperanza de que a la quinta llamada me coja el teléfono. Quiero contarle todo lo que pasó anoche porque no se lo va a creer. Quiero decir, fue una maldita locura. Y me resulta realmente extraño viniendo de ella que no conteste a mis llamadas. Una vez más, me suenta el contestador y decido darme por vencido durante unos minutos. Dejo el móvil sobre mi mesilla de noche y es en ese instante, cuando comienza a sonar. Prácticamente corro a cogerlo porque sé que es ella.
No obstante, me sorprendo al escuchar la voz de Kathia.
—Voy a partirte la cara cuando te vea, Adam— me dice con brusquedad— Mira lo que te voy a mandar y más te vale tener una buena explicación porque esto sí que no me lo esperaba de ti. Eres un cerdo.
Dicho eso, me cuelga. Me quedo petrificado ante las crudas palabras de Kathia y sin entender ni papa de lo que me ha dicho, veo que me llegan tres fotos suyas. El móvil se me cae de las manos cuando veo las imágenes. No puede ser.
Rápidamente vuelvo a llamar a Angy, pero ella no me lo coje, entonces llamo a Kathia.
—Pásame con Angy, por favor, se lo puedo explicar todo— digo con el corazón en la boca.
—¿Estas de broma? Eres la última persona a la que quiere ver ahora. La has destrozado, Adam— me dice cabreada.
—Kathia tienes que escucharme. Esas fotos son viejas. Alguien me quiere joder vivo, ¿vale? Son de antes de estar con Angy, te lo juro— le explico.
— ¿Estás seguro? Lucen muy de anoche. Llevas la misma ropa, así que no sé como se lo explicarás.
—Sabes que lo último que quiero es hacerle daño, jamás le pondría los cuernos, Kathia.
—Lo sé, Adam, pero el daño ya está hecho. Le va a costar creerte desde la distancia— me asegura y la creo. No me imagino cómo debe de estar Angy.
—¿Y qué puedo hacer? No me coje el teléfono— digo con desesperación. A lo lejos escucho murmullos, como si estuviera con alguien más.
—Pues como no vengas aquí me temo que...— dice para después reírse.
Al instante se me encendió la bombilla.
—¡Vale, tengo una idea! ¡Gracias Kathia!— exclamé.
—Oye que yo lo dije de...— iba a decir pero le colgué.
A los tres segundos, voy corriendo al salón, donde el moribundo de Kevin se encuentra tirado en el sofá.
—¿Qué pasa ahora? Escuché tu drama desde aquí— masculla molesto.Me pongo frente a la televisión para acaparar toda su atención y con ello, solo me gano una mala mirada.
—Nos vamos ahora mismo a París— sentencié posando mis manos en las caderas.
Él se queda en silencio y me observa a la espera de que diga algo más. Entonces, reprime una carcajada.
— Ah claro que sí, espera que ya voy— hace el amago de levantarse y después se ríe. No obstante, al ver que voy totalmente en serio, alza una ceja y se lleva las manos a la cabeza— Adam, ¿te has vuelto loco? ¿Te diste un golpe en la cabeza o algo parecido? Si es así será mejor que vayamos al médico porque...
—No me he dado ningún golpe y tampoco estoy de broma— digo totalmente serio— Me juego mucho y necesito tu ayuda, ¿vale?
—¿Se puede saber que te juegas como para tener que coger un avión de forma tan precipitada?
—Me juego mi relación con Angy.
Y eso bastó para que, resentido y perezoso, me ayudara.
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