Capítulo 35
(¡Dylan y Cloe en multimedia!)
Narra Dylan:
—¡Navidad! ¡Navidad! ¡Dulce Navidad!— gritaban a los cuatro vientos Cloe, James y Charlie. El eco de sus voces rebotaba por la longitud de la calle.
Nuestros padres van unos metros más atrás que nosotros y yo voy prácticamente en medio. Aceleré el paso para alcanzar a los tres cantantes navideños quienes están eufóricos desde que llegamos al hotel.
—Venga, Dylan— habló Charlie golpeando mi hombro— No seas soso, ¡Y canta!
Lo ignoré. No es que tenga buena voz y tampoco es que esté entre mis planes cantar villancicos navideños en mitad de la calle. Al fin, llegamos a una de las plazas más conocidas de la ciudad. El lugar está atestado de gente y es complicado avanzar entre el tumulto por lo que nos quedamos parados en el mismo sitio. Es ahí cuando aprovecho para observar mi entorno. Nadie parece estar pasándolo mal, todo el mundo sonríe y habla de forma estridente para hacerse oír, los edificios a nuestro alrededor son antiguos con toques clásicos y sobre nuestras cabezas yacen miles de bombillas pequeñas que iluminan el lugar.
Bajo la cabeza para mirar a mi gente y es en ese momento cuando me percato de que Cloe se ha dado cuenta de lo mismo que yo. Las luces. Juraría que este no es un mal momento para acercarme. Camino hacia ella a paso acelerado y una vez que me posiciono a su lado, sé que no hay vueltas atrás. Siento como nuestros hombros se rozan, sonrío.
— ¿No te parece precioso? — le pregunto. Acero mi rostro al de ella para llamar su atención y lo consigo pues ella sale de su ensimismamiento y me mira.
— Ni siquiera tengo palabras para expresarlo, así que sí — confirma. Está estupefacta. Se cruza de brazos y vuelve a fijarse en las luces del cielo.
Sin embargo, yo me centro en examinar sus delicadas facciones. Su frente está cubierta por un gorro rojo, sus pestañas largas se mueven cada dos segundos para seguir fotografiando mentalmente el lugar y en sus ojos puedo ver el reflejo de las luces danzar sobre sus pupilas. Sus mejillas se encuentran tan sonrosadas como la punta de mi nariz por el frío y sus labios se encuentran entre abiertos por el asombro.
— Dylan este está siendo uno de los mejores momentos de mi vida — dice. Su cabeza baja, sus ojos se conectan con los míos y de sus labios se escapa una sonrisa.
¿Cómo puede verse tan hermosa? Es demasiado para mí, qué demonios digo, para el mundo entero.
— El mío también— le respondo sin poder dejar de mirarla. Creo que nunca podría cansarme de observarla. De analizar cada parte de su ser. Entonces, se me ocurre una gran idea— ¿No crees que deberíamos inmortalizarlo?
Ella se lo piensa durante unos segundos y luego, se convence con mi propuesta. Me acerco a la madre de Cloe, quien es la más cerca que tenemos y no ha parado de mirarnos como nuestros otros familiares, y le pido que nos saque una foto con mi móvil. Su madre se emociona ante la idea y cuando le doy el móvil, avanzo hacia Cloe.
Noto su incomodidad desde aquí, pero igualmente me acerco lo suficiente como para pasar mi brazo por encima de sus hombros. Para mi gran sorpresa, sus brazos rodean mi cintura aferrándose a más no poder a mí y temo por mi estabilidad emocional cuando su cabeza se apoya en mi pecho. Mi corazón se acelera a más no poder y estoy seguro de que se ha dado cuenta de ello.
— ¡Es preciosa! — exclama mi madre uniéndose a la de Cloe. Yo sonrío sin apartar los ojos de la cámara. El flash me ciega durante unos segundos, por lo que aprovecho para mirar a Cloe. Ella está sonriendo y está vez es una sonrisa sincera.
—Oye yo también quiero salir — dice Charlie. Ellas nos sacan la última foto a los dos y después, se unen James y mi primo.
Hacemos piña y nos sacan la foto. Una vez que me entregan el móvil, no tardo en buscar mi foto con Cloe. Ambos salimos tremendamente felices, con nuestros ojos brillando tanto como las estrellas. Por eso, la pongo de fondo de pantalla.
—Pásamela, ¿sí? — me pide apareciendo por mi lado. Rápidamente bloqueo el móvil para que no se dé cuenta de lo que he hecho.
— Cuando lleguemos al hotel, te la envío — le aseguro y eso parece convencerla. Luego, se va junto a sus padres.
En ese momento, Charlie se acerca a mí y pasa un brazo por encima de mis hombros. Sus ojos están clavados en la chica que recién se acaba de alejar de mí.
— Oye, ¿no crees que ya va siendo hora de que empieces a mover fichas con ella?— Lo miro horrorizado. ¿A qué viene esto ahora?— Primo, creo que deberías empezar a darte cuenta de que esto— Él señala nuestro entorno— No va a durar siempre así que, ¿a qué esperas? Tienes claro que no te gusta Lindsey o cualquier otra chica que se te ha acercado. Y no me mires así porque no soy el único que se ha dado cuenta de lo mucho que te gusta Cloe. Es más, llevas meses observándola como mero espectador de su vida, ¿no crees que ya es momento de empezar a formar parte de ella?
Tengo que pestañear varias veces para asimilar que todo esto es real. Nunca había hablado de algo así con mi primo y jamás pensé que él me intentaría aconsejar en temas del amor pues siempre evita hablar de estas cosas. ¿Tendrá razón? ¿Debería dar el paso? Es cierto que estaba feliz de hacer este viaje porque así podría pasar más tiempo con ella, pero no pensé que podría darle a entender mis posibles sentimientos.
Porque los tengo. Desde el primer día que conocí a los Johnson e interrumpí en la habitación de su hija mientras discutía con el despreciable de su ex. Desde que sus ojos se conectaron con los míos por primera vez y sentí como mi corazón se encogía. Desde que escuché su voz cargada de sentimiento y desde que se enfadó a más no poder conmigo cuando tuvimos aquel incidente en la cafetería. Todo este tiempo he estado disfrutando de su presencia y viendo cómo avanza sin mí, por eso, puede que sea hora de dar el paso aunque no sea correspondido.
—Lo pensaré, ¿vale?— le respondo a mi primo. Él suspira y seguidamente, me revuelve el pelo.
—La vida es arriesgarse. No lo olvides— me dice. Después, se aleja de mi lado para juntarse con James.
Narra Cloe:
Visitar aquella plaza me dejó sin aliento. Todo el tiempo tuve la sensación de que yo ya había estado ahí previamente, quizás en otra vida. Me sentí como en casa estando tremendamente lejos de ella y ni siquiera sabría explicar por qué. Luego de pasar tiempo por sus alrededores, nuestros padres decidieron que ya era hora de volver al hotel. No obstante, James, Charlie y Dylan no tenían ganas de volver tan pronto, así que se dedicaron a quejarse como bebés para que no los hicieran ir con ellos y finalmente, lo lograron.
— Cloe, ¿te vas a quedar con ellos o te vienes con nosotros?— inquiere mi padre cuando todos comienzan a avanzar hacia la parada de guagua más cercana.
Por unos segundos, me quedo en duda. Es cierto que estoy cansada, pero quizás no lo suficiente como para volver desde ya al hotel. Los tres chicos se quedan mirándome expectantes ante mi respuesta.
— Si te vienes con nosotros, no te arrepentirás— me asegura Charlie al verme en duda.
Sonrío. Supongo que he de fiarme de sus palabras. Me giro hacia mi padre y le digo que iré con los chicos. Él nos pide que tengamos cuidado ya que no conocemos la ciudad y luego, se va junto a los otros padres.
— Sabia decisión, hermana— me dice James cuando camino hacia ellos tres. Su brazo me rodea con orgullo mientras comenzamos a caminar. A mi lado, Dylan está callado y pensativo.
Puede que se haya arrepentido de haber venido o simplemente le haya pasado algo malo. ¿Con Lindsey, quizás? Estás últimas semanas los he visto más juntos que nunca y eso que evito observarlo pues, algo en él sigue poniéndome nerviosa.
— Bien, ¿y cuál es el plan ahora?—les pregunto. Ya nos hemos alejado lo suficiente de todo lo que era conocido.
Ellos se miran entre sí.
—¿No has oído eso de que la cerveza aquí sabe a gloria? — me pregunta Charlie. Yo niego con la cabeza— Pues eso es lo que vamos a descubrir.
—¿Vamos a ir a beber cerveza cuando que podemos explorar la ciudad de noche?— le digo atónita. La vibrante ciudad de Berlín tiene una vida nocturna muy activa y me muero por verla.
— Cloe, la gastronomía es un aspecto importante en lo que respecta a la vida del turista. ¡Este plan es obligatorio! — se defiende. Mi mirada recae sobre mi hermano y Dylan, ninguno de los dos parece estar en desacuerdo sobre el tema, así que me rindo.
Al principio nos tomamos una cerveza, luego dos y tras la cuarta terminé perdiendo la cuenta. Es cierto eso de que la cerveza sabe a gloria. ¡Es adictiva! Los chicos están más felices que nunca. No paran de reírse por una anécdota que James ha contado y a Dylan le ha cambiado el humor. Será por el alcohol.
— Oye, creo que deberíamos de ir parando porque en algún momento tendremos que volver al hotel— les advierto dándome cuenta de la hora. Bueno, me costó ver con claridad las agujas del reloj. Los chicos se me quedan mirando y después, se ríen en mi cara.
Vale, el alcohol nos está afectando.
—Yo opto por acercarnos a esas chicas de ahí— propone James. Yo me fijo en la dirección a la que señala. Se trata de un grupo de cuatro chicas, probablemente tan borrachas como nosotros, que nos están mirando.
Para mi sorpresa, una de ellas alza su mano y la sacude en nuestra dirección.
—¿Nos están saludando? Sí, claro que lo están haciendo— concluyo viendo como otra de ellas ejecuta la misma acción. Dylan se ríe por lo que he dicho. James y Charlie, como si de un canto de sirenas se tratase, arrastran sus sillas hasta su mesa para entablar conversación.
El ojiverde y yo intercambiamos mirada de asombro ante su acción. Las chicas se muestran receptivas ante su acercamiento y no tardan en seguirles el juego.
—¿Vamos con ellos? ¿O prefieres volver ya al hotel?— me pregunta Dylan.
Si seguimos aquí, probablemente siga bebiendo de esa cerveza y, las siete que llevo encima, se convertirán en diez así que prefiero volver al hotel ya. Mañana estaremos haciendo turismo y lo último que quiero es tener resaca.
— Prefiero volver al hotel— le digo poniéndome en pie. Veo a Dylan borroso y me preocupo. — Pero tú puedes quedarte aquí con ellos, yo cogeré un taxi.
Él se pone en pie y se ajusta la chaqueta sin quitarme un ojo de encima.
—No, quiero irme contigo— me asegura.
Yo no se lo discuto pues, caminar sola por estas calles de esta manera no entra dentro de mis planes. Ambos nos acercamos, a la que ahora es una bulliciosa mesa, para decirles a Charlie y mi hermano que nos vamos.
— ¿Ya? ¡Pero si la noche acaba de empezar!— exclama mi hermano con magua. Está tan borracho como estas chicas quien, de hecho, son españolas.
— Justo le estábamos hablando a ellas de ustedes dos— nos dice Charlie haciendo un puchero.
—Ya, pero estamos cansados— le responde Dylan señalándonos a ambos— Nos vemos en el hotel, ¿sí?
Las chicas se ríen de una forma estridente por algo que James ha dicho y ni siquiera soy capaz de escuchar la respuesta de Charlie ante lo que le dijo el ojiverde. Él y yo intercambiamos miradas y nos alejamos de ellos.
Cuando empezamos a caminar por la calle, siento como el frío se va calando por las capas de ropa que llevo encima, hasta llegar a mis huesos. Meto mis manos en los bolsillos del gran abrigo que llevo puesto y me concentro en encontrar alguna parada de taxi.
—Dylan podríamos pasar horas buscando una parada y está demasiado oscuro— me quejo. Él se para junto a mí y comienza a teclear en su móvil— ¿Qué haces? No es momento para mandar mensajitos.
Sus cejas se alzan ante lo que he dicho, me mira y luego, me muestra la pantalla de su móvil. Está buscando la parada más cercana de taxi. Muy inteligente por su parte.
—Taxi no se escribe así— le digo. Él vuelve a mirar su móvil. Está vez con el ceño fruncido.
— No me vengas con esas ahora Cloe, la cerveza se me ha subido lo suficiente como para no saber que taxi se escribe con x— me responde molesto.
Genial, ya hemos vuelto a esa relación en la que nos hablamos mal mutuamente.
—Bien.
Me cruzo de brazos y sigo andando con la esperanza de que pase algún dichoso taxi por la desértica calle. Es cierto eso que dicen de que, a cierta hora, las calles de los países del norte se quedan sin vida. No hay nadie paseando por la calle. Quizás sea por el frío.
— Oye espérame, el internet me va lento— escucho a Dylan decir. Decido frenarme porque literalmente no tengo otro sitio al que ir.
En ese momento, saco mi móvil para buscar lo mismo que él y es ahí cuando leo varios mensajes de mi hermana en los que me advierte de que no entre en nuestra habitación del hotel pues si despierto a nuestros padres, estos se pondrán muy furiosos por llegar a estas horas. Y yo le añado a eso, el hecho de que estoy borracha.
Bien, ¿y dónde se supone que dormiré?
—Genial, Emily me ha dicho que no entre en nuestra habitación— me quejo bloqueando el teléfono. Yo duermo en la habitación del hotel junto a mis padres y mi hermana. Luego están los chicos que duermen los tres en una habitación y las familias de cada uno en otras totalmente distintas.
—Eso no es problema, puedes dormir conmigo. Ahora ayúdame a buscar la parada— me pide. ¿Dormir con Dylan? Terrible idea. Decido no replicarle nada, más que nada porque primero deberíamos llegar al hotel para después quejarme sobre la idea de dormir juntos.
Tras varios intentos, conseguimos encontrar en el mapa una parada. Al borde del colapso ante el gélido frío invernal que azota la ciudad en estos tiempos, llegamos hasta la dichosa zona en la que para nuestra suerte, hay muchos taxis.
— Menudo milagro— murmura Dylan cuando nuestros culos se sientan en el cálido asiento de cuero del vehículo.
Lo confirmo. Es un milagro. El conductor no pronuncia palabra en todo el camino y se lo agradezco, ni siquiera sabría hablar mi propia lengua. Además, estoy mareada. Llegamos a espuertas del hotel y Dylan le da dinero al taxista. A duras penas, me bajo del mismo y avanzo junto al ojiverde hasta la recepción.
—Por un momento pensé que dormiríamos en la calle— le aseguro.
Es más complicado de lo que parece eso de moverse por una ciudad desconocida.
—Yo también— me responde rebuscando en sus bolsillos la tarjeta de su habitación.
Este pasa la tarjeta por la banda magnética hasta que la luz se torna verde. Pasa la mano por la manilla y por fin, la abre. Él pasa primero y una vez que entro, cierra tras de sí. La habitación es como la mía. Hay dos camas matrimoniales de edredones beige, una mesa de escritorio, un armario empotrado y un gran ventanal con vistas a la ciudad.
—James y Charlie tenían pensado dormir juntos— Me dice señalando una de las camas. Este se rasca la nuca nervioso— Espero que no te importe pero, no querría dormir con uno de ellos. Ya sabes, vendrán borrachos como cubas y dudo mucho que tú quieras. Tú hermano es experto en dar patadas mientras duerme y Charlie cuando bebe habla en sueños.
No había caído en eso ni en que me está conduciendo a dormir juntos en la misma cama. Pero, no está tan mal, ¿no? Solamente vamos a dormir y la cama es lo suficientemente grande como para dormir los dos sin rozarnos.
—Está bien.
Sus ojos se abren como platos.
—¿E-está b-bien? ¿T-te parece bien lo que te he dicho?
Asiento.
— Simplemente quiero dormir.
Él se queda satisfecho con mi respuesta y se acerca a la cama en la que vamos a dormir. Lanza los almohadones al suelo y abre el edredón con rapidez. Quiero pensar que es el alcohol, pero creo que se ha puesto nervioso.
—¿Vas a dormir con toda esa ropa?— le pregunto. Ni siquiera se ha sacado el abrigo.
Dylan se da cuenta de ello y cierra sus ojos con fuerza. No puedo evitar reír. Sí, está nervioso y lo raro es que yo no lo esté. Él se acerca a su maleta y la abre para sacar su pijama. Entonces, me doy cuenta de que yo no tengo nada que ponerme para dormir.
—Puedo prestarte algo si quieres— se ofrece dándose cuenta de lo mismo que yo. Me repasa con la mirada. Yo asiento. James tiene la maleta con un cerrojo así que jamás podría abrirla.
—Con una camiseta bastará— le aseguro. Este rebusca en la maleta hasta dar con una sencilla camiseta verde de manga larga. Me la lanza y yo la cojo en el aire. Se lo agradezco en silencio.
—Puedes cambiarte en el baño—dice señalando la puerta a mis espaldas.
No le digo nada, simplemente avanzo hacia el baño y una vez que entro, paso el fechillo. Prendo la luz y me acerco lentamente al espejo. No me había dado cuenta de lo rojas que están mis mejillas. Menudo bochorno. Lo primero que hago es quitarme el gorro de la cabeza y después continúo con las numerosas prendas de abrigo que llevo encima. Cuando me quedo en ropa interior, me miro en el espejo otra vez.
Soy una chica bastante normal en lo que respecta al físico. Mis pechos y curvas van acordes a mi estatura y composición física. No tengo ni mucho ni poco. Solo lo normal y sorprendentemente, no me causa ningún tipo de complejo. Me meto la camiseta de Dylan por la cabeza y cuando esta se escurre por mi cuerpo, agradezco que me llegue por encima de la rodilla y cubra mis brazos. Me lavo la cara y me aseo un poco antes de volver a salir.
Una vez que vuelvo a la habitación, me percato de que Dylan ya está en pijama y metido en la cama. Para mi bien personal, lleva una camiseta básica negra puesta. Sus ojos escanean cada parte de mi ser con detenimiento para después, conectarse con los míos.
¿Había dicho que me encantan sus ojos? Son verdes, como esmeraldas.
—Te queda perfecta— comenta posicionando uno de sus brazos por detrás de la cabeza.
Me vuelvo a mirar y asiento. Mis piernas quedan al descubierto, pero no me importa. No es algo que no haya visto ya, en la casa de la playa nos la pasábamos todo el día en bañador.
—Aunque, ¿quieres que te preste un pantalón? Para que no pases frío— se ofrece. Yo dejo mi montón de ropa sobre la mesa de escritorio.
—No creo que pase calor, la calefacción está al mil— digo recordando el color carmesí en mis mejillas ante el cambio de temperatura.
No parece quedarse conforme con mi respuesta ya que, me replica.
—Cloe, por mi salud mental, creo que deberías ponerte unos pantalones— Está vez suena serio. Frunzo el ceño— No puedo pensar con claridad si te quedas así.
—Pues mira para otro lado porque no me pienso cambiar— le respondo avanzando hacia la cama. Me meto entre las sábanas y cubro mis piernas para evitar que estén en su campo de visión. Me pone nerviosa que analice cada uno de mis movimientos y lo peor es que parece disfrutar de ello.
— ¿Te había dicho lo bien que te ves con las mejillas sonrosadas?— inquiere repentinamente. Ya yo me he acomodado sobre el colchón y mi rostro ya reposa sobre la esponjosa almohada. Me encanta que todo huela a limpio.
A estas alturas de la película, ya no me siento mareada o con signos de estar ebria. Simplemente estoy agotada. Sin embargo, por el comentario de Dylan, sé que él sigue con el alcohol revoloteando por sus venas.
— ¿A quién demonios le quedan bien las mejillas sonrosadas? Parezco un payaso — digo. Él se ríe.
— A mí me gusta. Te caracteriza— añade. Siento como el rubor me vuelve a subir.
Maldito seas Dylan Carter.
—Bueno ya está, voy a terminar explotando— le aseguro. Sonríe tanto que se le terminan marcando esos hoyuelos que tanto me gustan.
— ¿Quieres jugar a algún juego?— dice de repente.
— ¿No estás cansado para eso?
Niega con la cabeza.
—Solo son preguntas. Una pregunta por una respuesta— me explica y me parece justo. Hay tantas cosas que no sé de él. — Empieza tú.
La pregunta sale por sí sola, no tengo ni que pensármelo dos veces. Es algo que llevo planteándome mucho, quiero decir, es una pregunta que muchas veces ronda por mi cabeza. Sobre todo, cuando lo veo interactuar con su familia. Especialmente con el novio de su madre, quien no parece agradarle mucho.
— ¿Estabas de acuerdo con lo de venirte a vivir con tu madre?
Por su expresión, creo que me va a rechazar la respuesta, pero comienza a hablar y, por primera vez, tengo la sensación de que nos hemos metido en una burbuja de pura confianza.
—Al principio no, pero era la oportunidad perfecta para que mi padre creciera como persona y yo no era nadie para impedírselo, así que tuve que aceptar irme a vivir con mi madre y Steve— me responde pensativo— He de admitir que cuando pise su casa pensé, me vuelvo corriendo a España porque yo no pinto nada en este entorno, pero después, todo comenzó a cobrar sentido y ahora me gusta la vida que llevo allá— me cuenta.
—¿Y...?— voy a decir, pero me interrumpe.
—Solo una pregunta, ¿lo recuerdas?— dice burlón. Ruedo mis ojos. Ahora es su turno— ¿Qué opinas de tu nueva vida? Ya sabes, ¿Volverías a lo que eras antes?
Ahí van dos preguntas, pero se lo dejaré pasar porque son muy buenas. Me tengo que erguir en la cama y apoyarme en el cabezal para responder como es debido. El ojiverde se acomoda a mi lado.
—¿La verdad? — inquiero. Él asiente ensimismado— Estoy feliz con esta vida que llevo. El cambio me vino bien en todos los sentidos de la palabra y no sabía que lo necesitaba hasta que vine. Así que no, no volvería a lo que era antes. Esta versión mejorada de mi misma me gusta. Soy más fuerte que nunca, ¿sabes?— Él esboza una sonrisa— Antes solía ser la chica rota que se escondía detrás de sus dos mejores amigas para no enfrentarse al mundo. Ahora es diferente. Ahora soy yo de cara al mundo.
—Me alegra oír eso— me asegura y lo siento de verdad.
Luego de hablar un poco más, caemos rendidos en la cama. Casi ni pude evitar que mis ojos se cerrasen, el agotamiento era real.
—Confía en mí, Cloe— La voz retumbaba en mi interior junto a la música de la fiesta. Me costaba caminar, mis tobillos se sentían flácidos y mi cabeza pesaba— No haré nada que tú no quieras.
En ese momento reconocí la voz, es Izan, mi novio. Él jamás me haría daño así que estoy a salvo. ¿Así se sentía el estar borracha? Todo da vueltas a mi alrededor. Menos mal que estoy con Izan. Él me agarra de la mano con fuerza mientras avanzamos por un gigantesco pasillo atestado de gente. Mi cuerpo se choca contra otros cuerpos y puedo reconocer varios rostros de personas de mi instituto.
—Ven aquí— me dijo Izan. Abrió una de las puertas del largo pasillo y sentí como volvía a desvanecerme. Casi parecía que mis piernas no tocaban el suelo.
—¿Qué hacemos aquí?— le pregunté divertida. Todo está oscuro. Él cerró la puerta y cuando lo escuché pasar el fechillo, sentí un tremendo escalofrío. Sus manos rodearon mi cintura y su cabeza viajó hacia mi cuello, donde comenzó a repartir besos.
Me carcajee nerviosa. Aquello no lo había planeado, ni siquiera el estar tan borracha. ¿Qué me pasaba? A ratos todo da vueltas y casi parece que todo sucede demasiado deprisa.
—Para— pedí. Me había dado cuenta de a donde iba a parar todo esto. El ambiente se había caldeado y yo no estaba preparada. — Izan, para, no...— Mi voz se anulaba a medida que intentaba separarlo de mí. Mis piernas se chocaron contra el borde de la cama y finalmente, caí de espaldas contra el colchón. Él se me subió encima. — No quiero seguir con esto, yo...
—Shhh, tranquila... Todo está bien, simplemente nos estamos divirtiendo— me susurró cerca del oído. Sus manos sobaban cada parte de mi cuerpo con lentitud. Era una tortura.
—Por favor, no...— Y después, me desvanecí.
Me siento de golpe en la cama, con la respiración agitada y el sudor frío cubriendo mi frente. Me toco el pecho para sentir como mi corazón late desbocado. Solo fue una pesadilla, una de las tantas que de vez en cuando me atormentan. Una de esas con las que viviré toda la vida. Apoyo mi cabeza en las rodillas y trato de calmarme. De repente, siento un brazo posarse en mi espalda baja y me tenso.
—¿Estás bien? Solo fue un sueño, Cloe, ahora estás aquí— La voz grave y rasposa de Dylan me transmite la calma que necesitaba. Cuando soy consciente de que es él, me tranquilizo. Me giro para mirarlo y a pesar de la oscuridad, puedo sentir la intensidad de su mirada.
—Nunca desaparecerán— le digo en referencia a mis pesadillas. Él acaricia mi espalda con lentitud y llega un punto en el que deseo tenerlo cerca. Necesito su apoyo. Por eso, me acerco totalmente a él y rodeo su torso con mis brazos. Él se tensa al principio, pero no tarda en corresponderme.
—Sí que lo harán, yo me encargaré de que desaparezcan— me asegura. Luego, besa mi coronilla con demasiada ternura. Esto era lo que necesitaba: sentirme segura.
--------------------
Me dio un BOOM de inspiración y las manos se movieron solas, lo juro. Ni siquiera pensé que podría convertirse en un capítulo largo. ¡Espero que lo hayan disfrutado!
~Les quiero, mil~
--------------------
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top