Capítulo 33
"Todo lo que quiero ser, es alguien para ti" - Sam <3
(Lennon en multimedia🙃)
Narra Lennon:
—Gracias por traerme la comida— me agradece Hayley cuando aparezco por la puerta de su habitación con la bandeja que me han dejado las enfermeras entre las manos.
— No hay de qué. Eso sí, tienes que comértelo todo— le recuerdo poniéndole la bandeja sobre sus delgados muslos.
Ella hace una mueca y toma una rebanada de pan entre sus manos para darle un minúsculo mordisco. Suspiro. Comprendo lo duro que está siendo esto para ella y sé que solamente es el principio de una larga lucha porque como buen "cerebrito" que soy, me he puesto a leer foros y páginas webs sobre personas que están superando o que han superado la anorexia. Y, según he leído, es muy complicado superarla pues la gente que la padece tiende a recaer durante ciertos periodos de tiempo.
Así que, puede que consiga superarla hoy pero puede que en un par de meses vuelva a caer y no, no es eso lo que más me preocupa. Lo que más me aterra es que ella lleva sufriendo este trastorno durante varios meses y a día de hoy, estando hospitalizada, es incapaz de ver que está enferma. Puedo ver en sus ojos lo preocupada que está por ganar peso, porque algo en su cabeza le dice que está gorda, que no tiene el peso ideal, que podría estar mejor...
Y lo que más me duele es saber que nunca podré meterle la idea en la cabeza de que se ve perfecta tal y como está.
— Esto sabe fatal— brama dejando caer la cuchara en el cuenco.
Abandono mis pensamientos y las vistas que tengo de la ciudad completamente cubierta por la bruma, y me centro en ella. En sus facciones cansadas, en sus ojos enrojecidos de llorar cuando nadie la ve, en sus clavículas cada vez más notables debido a su delgadez... Y no miento cuando digo que, a pesar de su cuerpo tan consumido, sigue siendo la chica más guapa que mis ojos han visto en mucho tiempo.
— Lo sé, sé que sabe fatal pero tienes que comértelo— le recuerdo — Piensa que así saldrás antes de aquí.
Eso parece ayudarla a seguir comiendo pues se anima a probar otra cucharada. Por suerte, su caso no es tan grave como el de otras personas a las que, literalmente, las han tenido que intubar y meter la comida por un tubo que va de la nariz al estómago. Es cierto que su peso ha bajado considerablemente y que, antes de estar hospitalizada, no comía nada pero digamos que esa bajada de azúcar que tuvo, ayudó a detectar el problema.
Me parece alucinante que todo este tiempo hayamos pensado que podría estar embarazada por aquellas dichosas nauseas, cuando que simplemente eran fruto de su falta de alimentación.
— Hayley, todo, por favor— le pido viendo como va a apartar varias cosas del plato.
— ¿Sabes cuántas calorías tiene ese trozo de chorizo? Muchísimas. Esta cosa rompe completamente con la dieta sana que llevaba antes de entrar aquí— dice pinchando el trozo de chorizo para enseñármelo.
Las ganas de decirle que eso no era una dieta sana, me invaden, pero luego recuerdo la charla que tuve con la psicóloga y decido no decirle nada al respecto. Sí, como amigo cercano de Hay, tuve una sesión con su nueva psicóloga quien me advirtió varias veces que no debía recordarle a Hayley lo poco que comía antes o sus malas decisiones.
—Bueno un solo trozo no te matará— me limito a decir.
Ella rueda sus ojos e igualmente, lo aparta. Finalmente, me rindo por hoy y movido por los resoplidos, me siento en el sofá de su habitación. No me gusta llamarla "su habitación" porque en realidad no lo es, pero tiende a escapárseme de tanto tiempo que lleva aquí.
— ¿Y sabes qué no te mataría a ti? Hablar con Chad— dice cambiando radicalmente de tema.
Siempre me viene con las mismas.
—No me mires así, han pasado muchos días, ¿piensas dejar que siga pasando el tiempo así?
Me encojo de hombros. Nunca habíamos estado tanto tiempo sin hablar y la verdad es que con tal de dejar de escuchar a Hayley y a mi madre hablar de nuestra discusión, lo perdonaría por haberme partido la cara.
Lo juro.
— No lo sé, ¿vale? No me quiero agobiar con el tema— resoplo frotando mis ojos.
Son las vacaciones de Navidad y debería de estar relajado, saliendo con mis colegas y procrastinando por ahí, pero este año todo está siendo diferente. De repente, mi móvil vibra ante la entrada de un nuevo mensaje. Miro el nombre de la persona en la pantalla y me quedo helado.
Nos vemos a las cuatro donde siempre.
¡Dios! Casi me había olvidado de Maya. Sí, he vuelto a hablar con mi ex novia. Esa chica con la que discutí a más no poder en la fiesta en la que también me pelee con Chad. La misma que hace unos días me volvió a hablar para arreglar las cosas. Esa a la que como siempre, volveré a perdonar una y otra vez.
— ¿Es Chad? Se te ha quedado cara de espanto— se burla Hay comiéndose, por fin, el postre.
Niego con la cabeza.
Si quiero llegar a tiempo a mi quedada con Maya debo irme de aquí para vestirme en casa y salir.
— Ni me lo nombres— bromeo poniéndome en pie. Me meto el móvil en el bolsillo de mi pantalón.
—¿Ya te vas? Pensé que te quedarías a ver una película conmigo. Mis padres no vienen hasta la noche y las chicas tienen sus planes navideños...— dice ella.
Sus palabras me sientan como una patada en el estómago porque no la quiero dejar sola aquí. Está claro que estar enfermo es una basura, pero es todavía peor estar solo en el hospital.
— Es que me ha surgido algo y tengo que irme. Pero otro día vemos una película cursi navideña de esas que tanto te gustan— digo para subirle el ánimo.
Ella asiente y deja la bandeja sobre la mesa que tiene al lado. Yo me acerco para besar su frente y eso la hace sonreír.
— Adiós, Hay— me despido y seguidamente, salgo pitando de allí sin mirar atrás.
Supongo que a veces toca pensar en uno mismo.
Llego a mi casa casi sin aliento pues son las tres y media y Maya odia que la hagan esperar. Abro la puerta de entrada y a la primera que me encuentro es a mi madre.
— ¿A qué vienen esas prisas?— inquiere con los brazos en jarras.
Me paro un minuto para respirar.
—H-He quedado en media hora c-con alguien— le digo y ella alza una ceja.
— No me digas que vas a verte con la tóxica de Maya otra vez— dice de lo más sorprendida.
Yo no asiento, pues mi silencio se lo toma como un sí. Ella niega con la cabeza decepcionada por mis estúpidas decisiones.
—Pues esa chica va a tener que esperar porque tienes visita— dice señalando con la cabeza el salón.
De repente, siento los pies de plomo y solo soy capaz de girar mi cintura para ver quién es la visita. Es ahí cuando veo la inconfundible cabellera rubia de Chad. Él se percata de mi presencia y se gira, nervioso, para mirarme. Yo busco ayuda en mi madre pero ella me mira enfadada.
— No irás a ningún lado hasta que hables con ese hombre— dice señalando al rubio con expresión de arrepentimiento— Ha sido tu amigo toda la vida y no van a separarse por una chica, ¿lo entiendes? Ahora ve ahí y arregla las cosas con él.
Como si fuese un niño de seis años, le hago caso y camino cabizbajo hacia el salón. Chad se mete las manos en los bolsillos, un indicador de que está nervioso, y me examina con la mirada.
Carraspea su garganta y se prepara para hablar.
— Deduzco que si vas a volver con Maya... No estás en ningún tipo de relación con Hayley, ¿no?
Ruedo mis ojos.
— Pues claro que no Chad, nunca estuve en una relación con ella— le aclaro aunque pensaba que ya lo tenía claro— Y tampoco tengo sentimientos por ella, ¿vale? Todo lo que he hecho por ella es porque me preocupa su situación, pero todo como su amigo— digo lentamente para que absorba cada palabra.
Él asiente.
— Vale pues perdóname si aquel día deduje lo que no era. Estaba cabreado porque ella me había mandando directo a la friendzone y tú estabas rondándole demasiado por todo aquel drama del embarazo.
Parece arrepentido.
— La rabia me pudo, ¿vale?— aclara.
— Supongo que tuviste tus razones y perdóname a mí también por haber reaccionado tan mal el día de la fiesta. En aquel momento estaba bastante enfadado por todo aquello del embarazo y tu ignorándola...
Chad asiente.
—Fui un imbécil— admite.
— Yo también— sonrío.
—Entonces, ¿me perdonas?— pregunta esperanzado.
Yo simplemente asiento y como niños pequeños recién perdonados por una bronca tonta, no tardamos en darnos un fuerte abrazo. Uno de verdad y que ambos necesitábamos.
—Te echaba de menos, amigo— digo sobando su espalda.
Él se ríe y nos separamos. Sus ojos van a parar al reloj plateado de su muñeca y deja escapar un silbido.
— No es que sea muy fan de tu relación con Maya y sigo creyendo que estás mejor sin ella, pero creo que deberías irte ya si quieres llegar a tu cita— me aconseja.
De repente, mi quedada con Maya vuelve a mi mente así que vuelvo a alterarme. Esta vez sí que no voy a llegar a tiempo.
¡Lo siento, bebé!
Narra Kathia:
El trayecto a París estuvo más que bien. Fue un vuelo tranquilo y sin contratiempos. El ambiente cuando llegamos a París fue abrumador. Masas de gente de un lado para otro, pero la buena vibra seguía ahí. Una especie de vibra diferente, no lo sé, digamos que un ambiente ¿más romántico?
Hoy nos dedicamos a pasear por las calles de la ciudad, nos sacamos mil fotos en la Torre Eiffel y compartimos risas a más no poder. Digamos que nuestras familias siempre se han llevado bien. Entro en el ascensor del hotel junto a mi hermana Hannah y Angy y en ese momento, me llega un mensaje.
De Sam.
Espero que hayas pasado un buen día. Ojalá poder estar ahí contigo. París debe de ser una fantasía. Descansa, gruñona.
Noto como ellas se codean al ver que estoy hablando con Sam, pero las ignoro y me limito a responderle con un emoticono sonrojado. Sí, desde nuestra cita del otro día han habido bastantes avances en nuestra "relación". Digamos que ahora hablamos con más frecuencia y más o menos, estoy aclarando lo que sea que siento por él.
Me abrocho la chaqueta marrón que llevo puesta y me freno en la puerta del bullicioso restaurante en el que he quedado con Sam. Hace unos segundos me dijo que estaba al llegar, así que decido esperarlo en la puerta. Mi respiración se convierte en vaho cuando sale de entre mis labios y eso deja entrever que hace bastante frío en el exterior.
La calle está vacía y a simple vista se ve de lo más tétrica pues la luz amarilla de las farolas no alcanza a iluminarlo todo. A pesar del escalofrío que recorre mi espalda cada vez que pienso en la oscuridad de la noche, me mantengo positiva porque le prometí a Sam que intentaría hacer que esto funcionara.
Miro mi reloj para darme cuenta de que ya llega veinte minutos tarde a nuestra especie de cita y reviso mi móvil por si me ha escrito algún mensaje. Sin embargo, no hay ni rastro de Sam en mi bandeja de mensajes. Me decido esperar unos minutos más y le escribo un mensaje para preguntarle por dónde va.
Al cabo de diez minutos más en los que asimilé que él ya no vendría, un coche color rojo apareció al final la calle y se frenó de golpe. Me quedé mirándolo durante unos segundos y cuando decidí que ya era hora de marcharme, vi a un chico salir como los locos del vehículo y correr directo hacia donde estaba yo. A causa de la oscuridad no fui capaz de reconocerlo hasta que llegó hasta mí.
Sam.
Se me quedó mirando unos segundos y después se apoyó en sus rodillas para recobrar el aliento. Va muy bien vestido a decir verdad, lleva una camiseta de botones blanca y unos pantalones negros ajustados que le hacen lucir tremendamente elegante. Me crucé de brazos frente a él y este alzó su mano para pedir la palabra.
— ¿Sabías que estás guapísima con esa falda?— dice y después, sonríe.
Lo miro de lo más sorprendida.
— Por dios, no me vengas con esas ahora. Llegas veinticinco minutos tarde, ¿en qué demonios estabas pensando? Estaba a punto de irme — le hago saber.
Él se endereza y se acerca a mí en tono de súplica.
—Lo siento, de verdad, no soy una persona muy puntual, ¿vale?
Creo que ya me había dado cuenta de ello.
— Eres un desastre— alego y él asiente dándome toda la razón.
— Por favor, dime que todavía sigues queriendo tener esta cita conmigo— por la forma en la que sus ojos me observan no puedo decirle que no.
— Pues claro que sí, pero porque tengo hambre— le aclaro avanzando hacia la entrada del restaurante— Y porque no me gustaría pensar que me vestí para nada.
Él esboza una sonrisa aliviado por mis palabras y entramos juntos en el restaurante. Tras una deliciosa cena, en la que me comí una hamburguesa más grande que mi cara, decidimos dar un paseo por las desiertas calles de la ciudad con la intención de ir en dirección al muelle.
— Oye lo siento por lo de antes, no quise hacerte esperar tanto—se disculpa cuando salimos del restaurante.
Asiento.
— Disculpas aceptadas— digo al mismo tiempo que abrocho mi chaqueta— Eso sí, como se te ocurra llegar la próxima vez, te dejaré tirado.
Sin embargo, mi advertencia no tuvo el efecto que deseé en él, pues en vez de preocuparse se emocionó.
— Así que la mismísima Kathia da por hecho que habrá una segunda vez, ¿eh?
Vale, no me había dado cuenta de lo que he dicho. Él me mira y aprovecho para poner mis ojos en blanco. Eso le hace reír. Yo me cruzo de brazos y lo miro mal mientras él se desternilla en mi cara.
— Oye que yo también quiero que haya una segunda vez — dice tomando repentinamente mis manos entre las suyas. La verdad es que la calidez de su piel contra la mía me hace querer que no me suelte más— Y no sabes cuánto.
Sus ojos van a parar a mis labios y se quedan ahí durante unos segundos en los que me mantuve estática. Él se relame los suyos y da un paso al frente, no obstante, cuando parece que me va a besar yo me escurro por su lado y sigo andando. Él me alcanza y sonríe.
— ¿Quieres bajar a la arena?— inquiere cuando llegamos al muelle. Justo al lado de su gigantesca entrada, hay una playa. Una muy pequeña y pintoresca a simple vista.
Mis ojos van a parar a mis zapatos abiertos, los cuales estoy estrenando hoy así que no creo que sea muy buena idea pisar la arena con eso. Sam se percata de lo mismo que yo y se adelanta a hablar.
— Vale, será mejor que demos un paseo por la avenida. Entiendo que no te quieras manchar los zapatos.
No le respondo. Me agarro a su hombro para no caer y me quito los zapatos para quedar descalza. El suelo está frío. Tan frío que noto mis dedos entumecerse ante el contacto contra el piso. Él abre sus ojos sorprendido y yo le guiño un ojo para después avanzar hacia la arena. Como era de esperarse, la arena está tan fría como la tierra firme pero no digo nada. Sam se descalza también y se une a mí en la arena.
— ¿Una carrera hasta la orilla?— le pregunto señalando el mar.
Él ni siquiera me responde, se echa a correr como loco hacia la orilla y en un pestañeo, ya lo estoy intentando alcanzar.
— ¡He ganado!— brama victorioso dando vueltas en círculos.
Ruedo mis ojos y niego con la cabeza. Nunca pensé que llegaría a ver su lado más infantil, quiero decir, siempre va derrochando por ahí toda su virilidad.
— ¡Has hecho trampas!— le recuerdo.
Sam se carcajea en mi cara y como venganza, decido coger arena húmeda de entre mis manos y se la aviento en todo el estómago. No pudo haberle dolido, pero sí le sorprendió.
— ¿En serio quieres empezar una guerra aquí y ahora? — pregunta con los ojos muy abiertos. Yo me encojo de hombros y le saco la lengua. — Bien, tú lo has querido.
En cuestión de segundos ya nos estamos lanzando arena sin parar, ni siquiera me paro por un momento a pensar en qué pasaría si me diera en toda la cara o en los ojos. Mi ropa poco a poco se va quedando más salpicada y eso aumenta mi sed de vencedora.
Es en ese momento cuando tiro, sin quererlo, arena sobre el cuello de Sam. Él se queda petrificado y rápidamente se sacude los granitos. Mientras tanto, yo me cubro la boca y me aproximo a disculparme.
— Lo siento, no era mi intención darte ahí— le digo de lo más sincera.
Él muerde su lengua y me mira juguetón. Yo no comprendo a qué viene esa mirada, pero cuando veo que se acerca peligrosamente a mí temo por mi cordura. Los dedos de sus pies casi rozan los míos cuando se para frente a mí. Puedo sentir su aliento chocar contra el mío y como su pecho sube y baja con cierta lentitud. Me observa con intensidad y después, sus ojos se posan sobre mis labios.
Trago en seco.
Vale, puede que ya no pueda resistirlo más.
Decido dar el paso y besarlo, pero cuando parece que él me va a corresponder, su cuerpo pasa por mi lado y de repente, siento como rodea mis piernas con sus brazos. Tras darme cuenta de lo que está sucediendo, ya estoy sobre su hombro y avanzando en dirección al mar.
— ¡Era tentador, pero prefiero este tipo de medicina!— exclama caminando a paso ligero hacia el agua.
— ¡Sam, ni se te ocurra hacerlo! ¡No podré subirme a la guagua empapada! ¡Suéltame! ¡Llevo el móvil en el bolsillo!— las palabras salen atropelladas por mi boca. Veo como se adentra en el agua y como sus vaqueros se pegan a sus tobillos. — ¡Estás muy mal de la cabeza! ¡Nos vamos a resfriar!
Solo soy capaz de escuchar su risa, la cual se desvanece en la oscuridad de la noche como un suspiro. Lo único que alcanzo a ver es la luz de la luna reflejándose en el mar y si no estuviese a punto de caer al agua helada, diría que es bastante romántico.
— Sam, te juro por lo que más quieras que como me dejes caer, te arruino la vida— amenazo una vez que se para.
Siento su cuello girarse hacia mí, pero no puedo verle la cara.
— ¿En serio creer que te dejaría caer?
¿De verdad se va a poner filosófico ahora?
— ¡Pues claro que sí! ¡Ya te llega el agua por las rodillas!— le digo de lo más obvia.
— Te equivocas. Nunca sería capaz de soltarte.
— ¡Oh venga ya, déjate de cursilerías ahora!— exclamo por no reír.
Seguidamente, vuelve de nuevo hacia la orilla, donde hace unos segundos estábamos teniendo una cómica guerra de arena, y con cuidado me deja sobre la tierra firme. Yo me acomodo la ropa y lo miro desafiante.
— Estás muy mal de la cabeza— digo empujándolo. Él se ríe.
— Solo quería asustarte— se encoge de hombros.
— Pues lo conseguiste— admito y justo en ese momento mi teléfono comienza a sonar.
Es Hannah. Le cuelgo y le hago saber que no tardaré en volver a casa. Sam no me hace ninguna pregunta al respecto, sino que se me queda mirando fijamente todo el tiempo. Parece concentrado. Yo guardo mi móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón y frunzo en ceño en su dirección.
— ¿Qué miras tanto? ¿Tengo monos en la cara? — le inquiero acercándome a él. Este no sonríe y eso me llama la atención.— ¿Qué te preocupa? ¿Te has molestado por algo?
Niega con la cabeza.
— ¿Entonces?
— No creo que sea capaz de decírtelo— dice de lo más serio.
Sonrío y trato de tocar su mano, pero se aparta.
— Oh venga ya Sam, puedes confiar en mí. Sé que empezamos con mal pie y que supuestamente te odiaba, pero eso ha cambiado así que dime lo que se te está pasando por la cabeza— digo con la esperanza de que me lo suelte.
Él suspira.
— Tengo miedo, ¿vale? Estoy aterrorizado.
— ¿A qué?— inquiero sintiendo como mi cerebro comienza a sobrecargarse. Sabía que tenía unos cambios extraños de humor, como cuando me choqué con él en el baile y se cabreó conmigo pero después entró al baño para ayudarme a quitar la bebida de mi ropa, pero no pensé que serían tan bruscos.
— A esto Kathia, temo por lo que pueda pasar entre nosotros. — dice señalándonos.
— Dijimos que íbamos a fluir, a dejarnos llevar... Que nos íbamos a dar una oportunidad— le recuerdo.
— Lo sé, pero no quiero que ninguno de los dos salga herido de esto— dice posando sus manos en mis hombros— ¿Qué pasa si te hago daño? ¿O si dejamos de sentir esta atracción tan... fuerte?
Vaya, sí que tiene miedo.
— Sam no tienes que pensar en todo eso. Solo fluye, ¿vale? Cíñete a lo que estamos viviendo ahora porque estamos aquí, en esta playa desierta, con arena hasta en los oídos y a punto de pillar una gripe. No tenemos nada que perder.
— Simplemente me aterra la idea de enamorarme tan fuertemente de ti que ni sea capaz de recordar quién soy— suelta. Como si llevara tiempo callándoselo— Me lo estoy viendo venir Kathia y... No puedo evitar pensar en el futuro.
— A mí también me da miedo sentir esto— digo señalándonos. Sus manos rodean las mías y me pongo nerviosa al instante— Pero quiero seguir indagando, sin miedos ni inseguridades, ¿vale?
Él asiente y seguidamente, me abraza.
— Eres demasiado buena para mí, Kathia, demasiado buena— murmulla y quizás, tenga razón pero antes, quiero comprobarlo.
— No digas tonterías— me río.
— Es la verdad, pero seré alguien para ti. Te lo juro.
Y por fin, nos besamos.
--------------------
~Les quiero, mil~
--------------------
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top