Capítulo 32


(les recomiendo reproducir esta canción cuando llegue la parte de Adam, ¡disfruten de la lectura!)

Narra Dylan:

Los días pasaron rápido, estuvimos "cumpliendo condena" yendo a detención todas las tardes por el incidente del conducto de ventilación y ahora mismo puedo decir que... ¡Nos vamos a Berlín! Cierro la cremallera de mi maleta de viaje y la bajo de mi cama, al mismo tiempo que el marido de mi madre pasa por el pasillo con su maleta entre las manos. Él se me queda mirando, pero no me dice nada. 

Todos sabemos lo mal que nos llevamos. 

Seguidamente, mi madre pasa por el pasillo junto a mi hermana pequeña quien no ha dejado de llorar en todo el tiempo que llevamos despiertos. Ni siquiera el imbécil de Steve a sido capaz de hacer callar a su propia hija. Yo avanzo hacia mi madre, quien con ojos cansados me entrega a la niña, ella de lo más aliviada se va hacia la planta baja. 

— ¿Por qué lloras, pequeña? ¿Es que mamá no te ha dicho que ahora nos vamos a subir en un avión?— le hablo intentando hacerme escuchar por encima de sus gritos. Las lágrimas no dejan de caer por sus mejillas, pero por suerte, consigo que me preste atención— Sí sí, un avión gigante que nos hará volar muy lejos de aquí— sigo con mi discurso y para complementarlo, me acerco a la ventana de mi habitación para enseñarle el cielo nuboso de Inglaterra— ¿Ves el cielo? Pues si no nos damos prisa y tu no dejas de llorar no podremos coger el avión y no podrás tocarlo. ¿No te haría ilusión alcanzarlo? He escuchado que se ve hermoso desde las alturas— Y con eso, consigo que deje de llorar. 

Cuando bajo al zaguán donde nos esperan mi madre y su marido, este me mira con las cejas alzadas al ver que estoy ocupándome de mi hermana. Antes de que pueda echarme nada en cara, le entrego a la niña. Él se me queda mirando indignado.

— Creo que tardará horas en llorar después de esta. Y si lo miras por el lado positivo, ya no tendrás que tomarte esas pastillas verdes para que no se te reviente la cabeza, así que de nada—  le digo cogiendo mi maleta y saliendo de casa. 

Qué le den. 

En cuestión de minutos, ya estamos yendo de camino al aeropuerto en un taxi. Steve se pasa todo el camino hablando de lo maravilloso que es el tiempo de su país, el cual es este, junto al taxista mientras mi hermana juguetea a mi lado con un peluche horrendo.

— ¿Algún día te caerá bien?— inquiere mi madre señalando con la cabeza a su marido.

Lo miro y luego, me encojo de hombros. 

Cuando supe que se casaba con el extranjero y que se iría a vivir al Reino Unido con él, me sentí feliz por ella. Supuse que era cuestión de tiempo que mis padres encontrasen su propio camino. También me alegré cuando me llamó para decirme que tendría una hermana. No obstante, él no me agrada. Hay algo en él que no me gusta, que me molesta y honestamente, no tiene nada que ver con el hecho de que está con mi madre.

 — Intento que me caiga bien por ti, mamá— le digo. Entre nosotros, Piper juguetea con el dichoso muñeco— Pero me es complicado, ¿vale? Es un grano en el culo y ni sé cómo es que te enamoraste de él— le suelto. Puede que discutiera un montón con mi padre, pero por lo menos él no era tan serio. Mi madre me mira amenazante así que cambio la estrategia— Intentaré hacer más migas con él, ¿vale? 

Eso parece gustarle más, pues me sonríe. Genial, si no fuera por la presencia de mi primo y los Johnson en este viaje, ya me estaría planteando lo de tirarme del coche en marcha con tal de no ir. 

¿Había dicho ya que Cloe también va a estar? Es la oportunidad perfecta para conseguir que le caiga bien. 

Después de facturar las maletas y pasar el dichoso control de seguridad, avanzamos directos hacia las puertas de embarque. A mi lado James y Charlie hablan sobre un partido de fútbol que se retransmitió ayer por la televisión mientras Cloe habla animadamente con mi madre sobre un libro que se está leyendo. 

— Oye, ¿sabías que me tocó con Cloe?—  me dice mi primo enseñándome su tarjeta de embarque. Será cerdo. Yo miro rápidamente la mía, para darme cuenta de que estaré bien lejos de ellos dos. 

— ¿Y a mi qué? ¿Quieres que te dé un par de palmadas en la espalda? 

Él se ríe. 

— No te pongas así. Le hablaré de ti durante el trayecto, ¿a que sí Cloe?— dice llamando su atención. Ella deja de hablar con mi madre, para fijarse en nosotros dos. Sus ojos vacilan entre ambos y eso me pone nervioso. 

¿Y eso ahora por qué? Pienso.

 — Perdona no te escuché, ¿ qué decías?— le pregunta a mi primo tan educada como siempre. 

Yo fulmino a Charlie con la mirada para ver qué demonios va a decir. 

— Le estaba diciendo a Dylan lo bien que nos lo vamos a pasar en el avión. Tengo unos chistes muy buenos— dice guiñándole un ojo. Ella sonríe y asiente en nuestra dirección.

Lo que ella no sabe es que mi querido primo, tiene cierto temor a las alturas y por ende, a subirse en aviones. La última vez montó un numerito y tuvieron que darle una tila. 

Para mi no tan mala suerte, me tocó junto a James quien no ha parado de contarme todas las cosas que quiere hacer cuando estemos en Berlín y ahora que lo pienso, ni siquiera me he molestado en buscar información de interés sobre la ciudad. 

— ¿Tienes un chicle, Carter? — me pregunta James. 

Yo asiento y justo cuando se lo voy a dar, unos gritos en la parte delantera del avión llaman notablemente nuestra atención. 

—¡No quiero morir tan joven!— Es Charlie. 

James y yo nos miramos con los ojos bien abiertos y nos pusimos en pie para analizar la situación. Mi primo no para de revolver las manos en el aire y de gritar cosas sin sentido al mismo tiempo que los tripulantes de cabina se acercan para calmarlo.

— ¡Quiero salir de aquí!— siguió gritando al borde de la histeria. Todo el avión lo está escuchando y mirando, así que no me quiero ni imaginar lo roja que tendrá la cara Cloe como consecuencia de ser el centro de atención — ¡Quiero saber lo que se siente al tener novia! ¡Quiero terminar de una vez por todas la universidad! ¡Quiero viajar, pero en barco! ¡Quiero asistir a la boda de Cloe y Dylan! ¡Quiero vivir!

— Maldito seas Charlie— Es lo único que digo.

James se tapa la boca al escuchar la cantidad de sandeces que está diciendo mi primo y seguidamente, comienza a carcajearse. Mis dos tíos pasan a toda velocidad por pasillo para atender a su hijo. Sí, Charlie tiene dos padres. No una madre y un padre. Y está perfecto así.

 — ¿Todo bien por ahí delante?— le pregunto a mi tío cuando vuelve a su asiento.

Él con total seriedad, asiente.

— Cloe le dio una buena colleja y volvió a la tierra. Así que todo bien— me cuenta mi otro tío guiñándome un ojo burlón.

Digamos que uno es más simpático que el otro. 

Yo asiento y con eso, el avión despega. 

—¿¡Quieres quitarte de encima?!— chilló la chica que tenemos James y yo al lado. A la suertuda le tocó el lado de la ventanilla y aún así parece estar bien amargada. 

James se aleja tanto de ella, que llega a ocupar mi asiento, por eso empujo para que no me haga caer al pasillo. Él está tan sorprendido y sobresaltado como yo por el descaro de la chica. Hasta hace unos segundos, ambos habíamos conseguido conciliar el sueño. Pero supongo que la cabeza de James se giró demasiado en su dirección.

—Perdónalo— me adelanto a decir antes de que James abra la boca pues, todavía está analizando la situación.

Ella no dice nada más y vuelve a enfrascarse en la película de su portátil. Yo suelto un suspiro de alivio ante de la que nos acabamos de librar y en ese momento, Charlie aparece en mi campo de visión con su mochila en las manos.

— Cloe se ha quedado dormida y me aburro— nos cuenta haciendo un puchero.

A veces me pregunto cómo es que está estudiando en la universidad. 

— ¿Y qué quieres que te haga? Todavía queda una hora de vuelo— le recuerdo recolocándome los auriculares en los oídos. 

Él hace otro puchero.

— Pues yo ya me he desvelado gracias a esta mujer de aquí, así que si te quieres sentar aquí y hablamos— le propone James como si yo no estuviera.

— Si ya, ¿y a dónde me voy yo? ¿A sentarme en el pasillo?— inquiero molesto por su indiferencia. 

Charlie sonríe pícaro.

— Te puedes sentar en mi asiento y ahora no hagas como si no estuvieras encantado con la idea— me dice. 

Vale, no había pensado en eso. Sin quejarme ni una vez más, me pongo en pie y recojo mis cosas. James le sonríe a Charlie cuando este se sienta a su lado.

— Te estaré vigilando desde aquí Carter, no vayas a creer que te librarás tan fácilmente de mí— me advierte Johnson justo cuando me voy en dirección a mi nuevo asiento. 

Lo primero que veo cuando llego es el rostro angelical de Cloe completamente dormido en su asiento, una vez que me siento, ella se revuelve a mi lado y por un momento temo que se despierte. Sus mejillas están ligeramente sonrosadas y su boca casi entreabierta, pero se ve adorable igualmente. Las ganas de capturar el momento me invaden, pero me rehúso pues el drama podría ser grande. 

De repente, ella comienza a moverse y en un pestañeo, su cabeza se apoya sobre mi hombro. Una oleada de felicidad me invade y no puedo evitar sonreír. El olor a su champú de fresa llega a mí y sonrío aún más. ¿Sabrá ella lo que causa en mí? Lo dudo. Sé que probablemente no sea consciente de que soy yo, por eso aprovecharé el momento al máximo. 

Cuando quedaban veinte minutos para el aterrizaje, sus ojos se abrieron justo en el momento en el que la película que estaba viendo se iba a poner interesante. Ella se quedo durante unos segundos analizando la situación y después se separó de mí. Llegué a sentir frío por no tenerla cerca y eso es extraño.

— Buenos días— digo como un estúpido.

Ella frunce el ceño y algo desorientada, mira el reloj dorado de su muñeca. Bosteza y se estira de lo más tranquila, sin todavía decirme por qué estoy aquí.

— ¿Cómo es que estás aquí?— dice al fin dejándose caer en su asiento.

Me sorprende que haya reaccionado tan, ¿bien?

— Charlie quería estar con tu hermano— le respondo intentando no mirarla fijamente a los ojos. Pero fallo. Me está mirando con demasiada intensidad—  ¿Te molesta?

Ella niega con la cabeza y se encoge de hombros. 

—¿Qué estabas viendo?— me pregunta centrándose ahora en mi móvil. 

—Una película de acción norteamericana— le digo mostrándole la pantalla— Es todo un clásico, ¿quieres verla? 

Para mi sorpresa, ella asiente y toma uno de mis auriculares para seguir viendo la película conmigo. Sin embargo, no solamente fue eso lo que me asombró, sino lo que hizo después: apoyar su cabeza en mi hombro otra vez.

Narra Adam:

Me despedí de Angy con un beso en los labios. Ella me rodea la cintura con sus brazos y yo no tardo en cubrirla con los míos. Me siento muy bien estando con ella y me duele tener que despedirnos pues, se va de viaje por navidad con su familia y la de Kathia. 

A París, Francia. 

La ciudad del amor. 

— Te echaré de menos— admito besando su cabeza. 

Ella sonríe en mi pecho y acaricia mi espalda.

— El tiempo se pasará rápido, ya verás.

Tras despedirme de ella, me fui a mi casa donde mi madre batallaba entre gritos con mis tres hermanas hasta que me escuchó entrar.

— Adam necesito que vayas a hacer la compra— dice acercándose a mí. Luce tan cansada como siempre pues mis hermanas tienen la tendencia de hacerle la vida imposible con sus estúpidas peleas de adolescentes. 

Podríamos decir que Kevin y yo somos los que menos problemas le causamos. A veces es como si no estuviéramos y supongo que eso es un alivio para ella. 

— Vale, ¿has hecho la lista para saber lo que cojo?— le pregunto. 

Ella asiente y se saca del bolsillo un papel rosado totalmente arrugado. Con cuidado lo estira y me lo entrega dando un resoplido.

— Eso es todo— dice señalando las cosas escritas con tinta negra. 

Yo asiento y en ese momento, Kevin aparece en mi campo de visión. Así que no dudo en decirle que me acompañe. Este se queja, pero no lo suficientemente alto como para que mi madre lo escuche. Desde la cocina, los gritos de mis hermanas discutiendo hacen que mi madre ruede sus ojos y se frote la frente frustrada.

— Haré que vengan a hacer la compra con nosotros, ¿vale?— le digo acercándome a ella para besar su frente. Cuando era más pequeño tenía que ponerme de puntillas para besar su frente, ahora solo tengo que bajar un poco la cabeza para llegar hasta ella. 

Las cosas pueden llegar a cambiar mucho.

— Tú solo descansa— le pido y ella asiente cerrando sus ojos. 

El único que trabaja en mi casa es mi padre, básicamente es quien se encarga de traer el dinero junto a nuestra hermana mayor, quien consiguió un buen puesto de trabajo en una fábrica de vinos a las afueras de la ciudad. Ella dice que le pagan muy bien. Así que supongo que el próximo año será el turno de Kevin y luego el mío de buscar trabajo para contribuir pues mi madre tiene suficiente con tener que encargarse de nosotros. 

— Miranda no me mires así, tienes que empezar a hacer cosas productivas— le recuerdo mientras abro la puerta de entrada para que las tres salgan. 

Ella tiene catorce años, dos menos que yo para ser exactos. Luego está Lily, quien tiene once, y Capri que tiene cinco. Cuando mis zapatos pisan la gravilla del suelo, la más pequeña sale corriendo hacia la acera y es Kevin quien corre a por ella. 

— ¿Tú te imaginas el drama en casa si te atropellaran? — le dice cogiéndola del brazo. — Mamá me metería en la cárcel y soy demasiado sensible para vivir ahí así que estate quieta y no te mueras. 

La niña le saca la lengua y mira hacia otro lado mientras él la coge, de malas maneras, de la mano. A mi lado Miranda teclea con fiereza su móvil y Lily se mantiene indiferente. La verdad es que su actitud me recuerda mucho a la de Kevin. Es tan despreocupada.

— Odio ir a hacer la compra tanto como ir con ellas— se queja él uniéndose a mi marcha.

Asiento.

— Oye que seguimos aquí— se queja Miranda despegando la vista de su móvil por unos minutos. 

Kevin le saca el dedo medio y rueda sus ojos. 

— Me da igual que me escuches, es la verdad y si no fuesen un grano en el culo para mamá, no estarían aquí— les recuerda. Primero la mira a ella y luego a la despreocupada de Lily. Ella se encoge de hombros.

— Tengo hambre— es lo único que dice. 

— ¡Es que encima salió a mí!— exclama horrorizado Kevin señalando a la niña mientras ella lo fulmina con la mirada. 

Yo pongo mis ojos en blanco. Está claro que cumpliremos treinta y seguiremos teniendo nuestras indiferencias. Me fijo en mi móvil para ver si tengo algún mensaje de Angy, pero nada.

— ¿Qué tal vas con Angy?— me pregunta él cambiando de tema. 

— Supongo que bien. Me lo estoy tomando muy en serio—  le cuento. 

— Espera un momento, ¿Angy es tu novia ahora?— dice Miranda de lo más sorprendida. 

Yo asiento y seguidamente, se pone a teclear sin parar en su móvil. Como si estuviese contando el chisme del día a sus amigas del instituto.

— Oye deja de contarle el chisme a tus amigas las cotillas—me quejo intentando quitarle el móvil, pero ella me esquiva. 

Al cabo de unos minutos, llegamos al supermercado. Kevin coge un carro y mete a la pequeña Capri en él. Nosotros avanzamos por los diferentes pasillos cogiendo lo necesario, hasta que pasamos por el de los dulces.

— Quiero caramelos— pide ella cuando pasamos por la sección de golosinas. 

— Y yo una novia pero no se puede tener todo en esta vida, niña— le dice Kevin avanzando con el carrito. 

La verdad es que ya tenemos bastantes cosas metidas en él. Miranda aparece con dos bolsas de pan de molde y las mete en el carro. Yo tacho eso de la lista. 

— He dicho que quiero caramelos—  repite cruzándose de brazos. Es muy testaruda. 

— Que no.

— ¿Y por qué no?—  inquiere.

Kevin se queda pensando en una buena respuesta para darle a nuestra hermana de cinco años y luego dice:

— Porque somos pobres. 

— ¿Y por qué somos pobres? ¿Por qué comes mucho?

Me masajeo las frentes ante lo que estoy oyendo.

— No, fue por tu nacimiento, tu existencia, tú..

— ¡Kevin!— gritamos Miranda y yo a la vez. Él alza sus manos al aire haciéndose el inocente.

— ¡Es que me saca de quicio!— se excusa cogiendo finalmente los caramelos y metiéndolos en el carrito. 

Dios mío. Este chico no es normal. Capri sonríe porque se salió con la suya y Kevin de repente, se queda petrificado mirando hacia el final del pasillo.

— Inútil— masculla Capri sin dejar de mirarlo. 

Decido no decirle nada a la niña y me centro en lo que está mirando Kevin con tanto asombro. Giro mi cabeza y me encuentro de lleno con Jake. El ex novio de Lucy. El chico de la personalidad repelente y desagradable. 

— Pero mira a quien tenemos aquí— dice. 

Va acompañado de uno de sus amigos y a diferencia de la última vez que lo vimos, lleva muletas en vez de la silla de ruedas. Diría que sus brazos se ven más fuertes que la última vez. Mis hermanas lo observan con cierta curiosidad. Quizás pensando si él es nuestro amigo.

— El amigo patético de Lucy— dice con un tono burlón. Su amigo se carcajea.

Ruedo mis ojos. Es tonto hasta para insultar. Mi hermana Miranda alza sus cejas y lo examina de pies a cabeza mientras Capri lo fulmina con la mirada por lo que ha dicho.

— Anda pero si es el infiel— contraataca mi hermano. 

Wow, no me espera una respuesta por su parte y creo que Jake tampoco porque su expresión cambia. Se pone serio.

— Cuidado con lo que dices si no quieres verte metido en problemas— amenaza poniéndose a la defensiva y su colega lo corrobora hincando su pecho. 

Yo me pego a Kevin para que noten mi presencia pues jamás permitiría que le pusieran ni un solo dedo encima a mi hermano.

— Me da igual Jake, eres tú el que ha venido a hablarme— dice mi hermano tan indiferente como Lily.

— Pues claro que he venido a hablarte, quería que le mandaras recuerdos a Lucy de mi parte.

Definitivamente vino a molestarlo. Solo basta con nombrar a Lucy para prender la mecha y el único problema aquí es que Kevin no se ha metido en una pelea en su vida. 

— Pues recuesta denegada. Ahora, adiós.

— Oh venga ya, ¿por qué no le dirías que todavía me acuerdo de ella?— dice de lo más cínico.

Desde aquí puedo escuchar los dientes de Kevin crujir. 

— Porque ella está muy bien sin ti— responde dando un paso al frente. 

Jake se burla de lo que ha dicho junto a su amigo y se hace el asustado. ¿Sabe él que tiene desventaja con esas muletas? No le daría tiempo a correr si me cabreo. Le doy un toque en el hombro a Kevin para que se espabile y avance por el pasillo de una vez por todas. Mis dos hermanas se pegan a mí y cuando vamos a esquivarlos, estos nos cortan el paso.

— Mira Jake no quiero movidas, pero como no te me quites de delante te voy a partir la cara y vamos a tener un gran problema, así que apártate de mi camino.

Hasta yo mismo me quedo helado ante las crudas palabras de mi hermano. Yo doy un paso al frente para agarrarlo del hombro, pero ya es tarde porque Jake se ha acercado peligrosamente a él.

— No serías capaz— le reta esbozando una sonrisa.

— Kevin no merece la pena, vámonos— le pido recordando el hecho de que él no ha pegado a nadie en su vida. 

A mi lado, Miranda asiente dándome la razón. Puedo ver lo asustada que está debido a la tensión del ambiente  y la amenaza de estos dos idiotas.

— No, quiero que le pegue. Kevin pégale— pide Lily a nuestras espaldas. 

Los ojos casi se me salen del cuerpo cuando la escucho. Jake se ríe junto a su amigo y eso me hincha las pelotas. 

— Eso. Mátalo— corrobora la pequeña Capri con su paquete de caramelos en la mano. ¿Cuándo lo cogió? ¿Y de dónde se sacó la palabra matar?

Yo niego rotundamente con la cabeza. Pero, como Kevin no es capaz de escucharme a mí sino a nuestras hermanas pequeñas, y, además, parece que tiene una fijación desde hace tiempo por querer pegarle a Jake, alza su puño bien cerrado y le da un piñazo en toda la cara al minusválido. Este trastabilla un poco con las muletas hasta que su amigo lo ayuda a incorporarse. 

Tiene buen gancho. Pero no lo suficiente como para frenarlo. 

— ¡Esa es Kevin, dale más fuerte!— exclama Lily viendo como Jake se reincorpora del golpe. 

Kevin se gira para mirarme como diciendo, ¡Mira lo que he hecho! ¡Lo he conseguido!, pero la alegría le dura poco porque Jake sacó el equilibrio de su alma para propinarle un buen puñetazo en la nariz. 

— Ay no...—escucho a Miranda decir cuando lo vemos chochar bruscamente contra los estantes de las golosinas. 

Su mano se posa sobre nariz, la cual no ha tardado en sangrar y mientras Jake y su amigo celebran el patético golpe yo ayudo a Kevin a levantarse. No olvidemos que estamos en mitad del pasillo de un supermercado y que no tardarán en venir los de seguridad. Kevin balbucea algo que no alcanzo a escuchar pues mis ojos están posados en Lily y su clara disposición para lanzarle a Jake una bolsa de pan de molde.

— ¡Nadie golpea así a mi hermano! ¡Desgraciado!— chilla lanzándosela en toda la cara. Miranda se abalanza sobre ella para evitar que le tire algo más del carrito.

Yo me meto en la discusión y me acerco peligrosamente al maldito Jake. ¡Es que hasta ha sacado el lado oscuro de la inofensiva Lily!

— Te doy tres segundos para desaparecer de mi vista — le digo pegando mi cara a la suya para que me escuche bien— Y si no lo haces, te juro que te mato.

Con eso bastó para que él y su amigo retrocedieran.

— Ya nos veremos por ahí, Kevin— dice antes de irse. 

— Lo dudo— digo. 

La nariz de Kevin no para de sangrar. Este me mira avergonzado y yo suspiro. Tomo el carro en el que está Capri para ir de una vez por todas a pagar y Miranda se acerca a él con un pañuelo blanco.

— Por lo menos lo intentaste, hermanito— dice ella intentando reconfortarlo.

Pagamos la compra con rapidez y salimos con todas las bolsas en dirección a casa.

— ¿Cuándo vas a entender que tienes que aprender a golpear para después hacer un movimiento como ese? No estamos en una película de acción— le reprocho a medida que avanzamos.

A nuestro lado, Miranda ya le está contando el numerito a sus amigas y, a nuestras espaldas, Lily practica golpes al aire mientras Capri se hincha la barriga de caramelos.

— Cierra el pico Adam, o practicaré contigo — me amenaza sobando su hinchada nariz con un paquete de guisantes congelados que acabamos de comprar. 

Yo ruedo los ojos. 

— Solo digo que deberías dejar que te enseñe. Para que la próxima vez le hagas daño de verdad a ese capullo de Jake. 

Él se encoge de hombros.

— Lo que sea, ¿vale? Pero ahora llévame a comer algo porque con tanto drama me ha entrado hambre. 

— ¡Y a mí también! ¡Yo también tengo hambre!— exclama Lily alcanzándonos.

— Calla niña, yo tengo prioridad, ¿o es que acaso no ves que estoy lisiado? 

Ella le saca la lengua, como mismo hizo Capri antes y este rueda sus ojos de los más malhumorado. En ese momento, me llega un mensaje de Angy.

¡Por fin!

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Espero que les haya gustado

~Les quiero, mil~

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