Capítulo 25

(fiesta en la casa de los Dawson)

Narra Eli: 

Hasta hacía par de meses mis únicas preocupaciones era no matar a mi padre de un disgusto, mantener a Connor en su línea y elegir bien la ropa que me iba a poner para salir de fiesta. No obstante, las cosas han cambiado bastante y mentiría si dijera que para bien porque ahora se han añadido más preocupaciones a mi dichosa lista, por ejemplo: 

Ignorar y reprimir esos impulsos repentinos hacia James. 

No discutir con Connor. 

Lo peor de todo es que voy de mal en peor en ambos factores pues me está costando un imperio sacarme a James y nuestro beso de la cabeza y por otro lado, evitar que Connor no se enfade conmigo me ha salido fatal porque no quiere hablar conmigo desde que dije que no me creía sus palabras acerca de los universitarios. 

Creo que fueron fantasías suyas. 

No olvidemos que porros pueden llegar a ser muy fuertes. 

Está noche hay una fiesta en la casa de los Dawson. Sí, Chad o mejor dicho,  Liam organiza una fiesta que en un principio iba a ser con pocas personas, pero la cosa se le ha ido de las manos y va a ir bastante gente que supuestamente es amiga suya. Sin embargo, no le creo. El mellizo de Chad no es tan sociable como hace querer ver. 

El timbre de mi casa suena, mi padre desde el sillón me hace señas para que vaya a abrir porque básicamente le da pereza mover el culo. Así que no me queda otra que ir a abrir. Mis manos envuelven el pomo plateado y una vez que lo giro, me percato de que ni siquiera me molesté en ver primero quien era. Aunque por suerte solamente es Connor. 

Sus ojos me escanean de arriba a abajo y después, pasa por mi lado sin decir ni una palabra. Lleva ignorándome toda la semana, está dolido conmigo y con la mitad del grupo por haberlo tomado por loco. Cierro la puerta de un portazo y me muerdo la lengua para no decir nada porque eso empeoraría las cosas. Además, mi padre llegó hace poco de trabajar y está cansado. No creo que quiera gozarse una pelea de hermanos. 

— Hola papá, ¿cómo estás?— Él se sienta frente a él en el sillón. 

Ruedo mis ojos y me acerco al salón. ¿Por qué tenía que sentarse en donde yo estaba tumbada? Me está provocando. Eso seguro. Mi padre no se da cuenta de mi mirada de odio hacia Connor, está muy centrado en ver una de esas películas del salvaje oeste en la televisión. 

Detesto esas películas. 

Es ahí cuando comienza a contarle a Connor cómo fue su día en el trabajo, mientras él lo escucha con mucha atención, como siempre. Puede que ya no vivamos juntos, pero eso no quita que se pase los días aquí. Él nunca quiso perder la relación con mi padre, todo lo contrario a mí ya que, daría lo que fuera por no ver mi madre. 

— Estaba sentada ahí— digo tras varios minutos de deliberación. Siento mucho haber interrumpido su tertulia con mi padre, pero me duele el culo de estar sentada en este enano sofá. 

Como era de esperarse, Connor ni siquiera me mira. Se centra en mantener el contacto visual con mi padre, quien parece confundido por mi forma de hablarle. La idea de dejarlo estar e irme a mi cuarto pasa por mi mente, pero la evado cuando las ganas de lanzarle un cojín en toda la cara me invaden. Finalmente, el horrendo cojín con estampado de flores impacta contra la cara de mi hermano en segundos. Pero este ni se inmuta. 

¡Odio que me ignoren!

— Connor, ¿cuánto tiempo vas seguir haciendo como si no existiera? Madura de un vez— digo tratando de sonar calmada. 

— Eli...— masculla mi padre en tono amenazante, pero le ignoro. 

Quiero respuestas. 

— ¡Dime algo, joder! — chillo ante su indiferencia. 

Es como si no estuviera. 

— ¡Elizabeth McMahon ni se te ocurra decir palabrotas cuando yo esté presente!— exclama mi padre apuntándome con el dedo. 

Genial, ahora los dos están enfadados. 

Mi padre solamente me llama por mi nombre completo cuando está cabreado.

— ¡Pues dile a tu hijo que me hable de una maldita vez! ¡Yo no le he hecho nada!

Sus ojos se clavan en Connor y en su postura calmada. Esté sigue mirando hacia el frente, haciendo como si yo no estuviera gritándole como loca. Juro que como no me responda, lo próximo que le lanzaré será un jarrón.

— Connor, ¿no crees que ya es suficiente? Hazle caso a tu hermana.

Él se encoge de hombros.

— No tengo nada de qué hablar con esta persona — se limita a decir. 

Lo siguiente que hago es gritar y en vez de coger el jarrón como tenía pensado, atrapo otro cojín y se lo lanzo con muchísima más fuerza. Ahora sí consigo desestabilizarlo. Mi padre niega con la cabeza y se cubre la cara con las manos. 

— ¡Qué te den, Connor, te lo juro, qué te den!— digo para después salir de mi casa dando un fuerte portazo. 

 Si me quedo ahí un minuto más probablemente termine asesinándolo con mis propias manos. Al principio camino sin un rumbo fijo, me dejo llevar por mis pensamientos y al cabo de un rato, soy consciente de que no estoy yendo hacia ningún lugar en específico. Y, aunque a veces sea bueno perderse, hoy no es el momento porque sé perfectamente a dónde quiero ir. 

A la casa de Cloe. 

En cuestión de minutos, ya estoy tocando el timbre de su casa. Ella ya sabe que voy a venir, más que nada porque la llamé para saber si estaba por casa porque necesitaba compañía. Ella obviamente me dijo que sí pues, Cloe es así. Siempre intentará hacerte sentir mejor y continuamente tratará de velar por tu bienestar, ya sea haciéndote reír o simplemente escuchándote en silencio. Es una chica que te transmite mucha calma y casi siempre en sus ojos puedes ver un, "todo saldrá bien". 

No obstante, hoy solamente necesito compañía, ya sabes, algo que pueda alegrarme el día tan agobiante que llevo por culpa de Connor. Para mi no tan desgracia, el que me abre la puerta es James. Él va en pijama y se está comiendo una manzana con bastante pasión, es decir, haciendo muchísimo ruido para masticar. No obstante, cuando es consciente de que estoy frente a sus ojos deja de comer y se pone serio.

 — ¿Qué haces aquí?— inquiere cruzándose de brazos.

Lo nuestro es un odio continuo, no hemos tenido oportunidad de hablar sobre lo ocurrido en la casa de playa. Él aceptó mi reacción y simplemente me dejó ir. Sin jugar una sola carta más y mentiría si dijera que me alegro porque me hubiese gustado verlo en un segundo intento ya que, aquel beso estuvo mal pero se sintió genial. 

— Vine a ver qué tal habías cagado esta mañana, ¿tú qué crees?— Sus ojos se abren con exageración y la manzana triturada se queda atascada en su garganta aunque intenta ocultármelo. Sin embargo, en sus ojos puedo ver esas típicas lágrimas que aparecen cuando tienes la comida bailando en tu gaznate. 

— Eres asquerosa— dice tosiendo ligeramente. Está molesto, pero me da igual. Él se hace a un lado para dejarme pasar. 

Yo me encojo de hombros y me encamino hacia las escaleras para ir en busca de mi Cloe. Después de contarle a mi amiga el gran drama con Connor, nos pasamos el día viendo películas y comiendo como si no hubiera un mañana. Cuando cae la noche, ella se prepara para ir a la fiesta y luego sus padres nos alcanzan a mi casa para yo poder vestirme. 

Cosa absurda pues Cloe vive literalmente al lado de los Dawson y es ahí donde va a ser la fiesta. Pero necesitaba ir a mi casa para arreglarme. La ropa de Cloe no va conmigo.

— ¿Crees que Connor vaya a ir? — me pregunta mientas juguetea con una figura de acción que hay en mi mesilla de noche.

— Sí, no me cabe duda de que irá. Esta frito por restregarnos en la cara que tenía razón sobre lo de esos tipos— mascullo metiéndome el enésimo top de mi armario por la cabeza. 

Cloe pone los ojos en blanco y me da la razón.

— Pues esperemos que se trague sus palabras— musita ella metida en lo suyo con mi muñeco. La verdad es que no sé cómo fue a parar ahí— Aunque no sé si llegaremos a saberlo, ¡porque no te decides con la ropa!

Me río y me pongo el siguiente top. Hoy es uno de esos días en los que no me veo bien con nada, me siento fea. Es como si nada me quedara bien. 

— Déjame tía, no me gusta ninguno de esos— le replico a Cloe para intentar disfrazar mi inseguridad. Con una de mis manos señalo la pila de camisetas del suelo.

Ella se deja caer en la cama y suelta un largo suspiro de desesperación. 

— Eli, ¿ya están preparadas? Ya puedo alcanzarlas a la fiesta— dice mi padre detrás de la puerta. La manecilla se mueve indicándome que va a entrar. Sus ojos se clavan en mi amiga y luego en mí. 

No me es necesario decir nada, él comprende al instante lo que me sucede. 

La dichosa indecisión.

— Ya veo lo que está pasando aquí— dice tratando de sonar gracioso. Su mano se posa sobre su mentón y se hace el pensativo. Eso hace reír a Cloe y obviamente, enorgullece a mi padre. Adora saber que te está haciendo gracia—  Eres consciente de que te vas a ver perfecta con cualquier cosa que te pongas, ¿verdad?

Yo ruedo mis ojos.

Los padres siempre encontrarán la belleza en ti. Aunque ni tu mismo seas capaz de verla.

— Eso lo dices porque eres mi padre— suelto de lo más obvia. Cloe asiente dándome la razón.

— Y por eso deberías creértelo, los padres siempre tenemos la razón— me recuerda y con eso me deja callada. 

Él sale al pasillo y le guiña un ojo a Cloe pensándose que no lo he visto. Ella le sonríe con timidez, algo muy típico viniendo de su forma de ser. Cuando parece que ya se va a ir, se toma otro momento para hablarme. 

— Ponte el morado, ese color te sienta muy bien— Y dicho eso, se va. 

Haciéndole caso a los consejos de mi padre, me pongo un top morado junto a unos pantalones negros ajustados. Me maquillo de manera que se note que lo estoy y en cuestión de minutos, ya estamos en la fiesta. La música resuena desde el interior de la casa y eso me genera una gran adrenalina.

— Hoy no me apetece beber— me adelanta Jonhson guardándose el móvil por dentro de la camiseta que lleva. Más bien en los pechos, para ser exactos. Le da terror que le puedan llegar a robar el móvil. 

Y siempre dice lo mismo sobre beber. Luego termina tan pedo como todas. 

— Holaaaaa— Dylan Carter pasa por nuestro lado junto a su amigo Max. Ambos están eufóricos y creo que se debe al alcohol. Sus ojos se posan sobre mi amiga y ella no tarda en sonrojarse cuando se da cuenta de que le ha dado un repaso con la mirada— ¿Cómo consigues verte guapa hasta con esa cara de malhumorada?

Yo me río por lo que le ha dicho, mientras que ella rueda sus ojos enfadada. Ese es el efecto que tiene Dylan Carter sobre ella, la hace cabrear y creo que ni ella misma sabe por qué.

— Idiota— masculla ella cuando desaparece de nuestra vista.

— No seas tan dura con él. Lo de la cafetería es pasado amiga y yo no sé tú, pero cada día lo veo más atractivo— le comento. 

Todos sabemos que ella lo detesta por el incidente en el comedor. Cloe no me dice nada, simplemente me empuja juguetona por lo que le he dicho. Justo cuando ponemos un pie en el interior de la casa, una cara conocida me llama bastante la atención. 

Rápidamente miro a Cloe para comprobar si ella está viendo lo mismo que yo. Como si me estuviera leyendo la mente, asiente con la boca abierta. 

— No puede ser— atino a decir. 

— Tu hermano tenía razón.

Y aunque me duela admitirlo, la tenía. 

Narra Hayley:

En realidad no quería venir a esta dichosa fiesta, llevo toda la semana sintiéndome como el culo y no me refiero psicológicamente, sino físicamente también. No tengo fuerzas para nada y me revienta saber que nunca podré arreglar las cosas con Chad. Si por lo menos supiera qué le pasa conmigo, pero es que ni eso. Me he convertido en una apestada para él y me molesta. 

Quisiera pegarle.  

A mi lado, Angy y Lucy están viviendo uno de sus mejores momentos. Ambas están rotas, pero lo gozan con orgullo y energía. Cosas de las que desgraciadamente carezco en estos instantes. Ellas bailan y cantan al ritmo de la música, a su lado aparece Kathia con un vaso de tubo entre sus manos y se une a ellas con emoción.

Es el alcohol y ahora que lo pienso, quizás no me venga mal una copa. 

— Voy a por algo de beber— les digo. Las tres, sin dejar de cantar, asienten y siguen a lo suyo. 

Me hago paso entre los cuerpos sudorosos que parecen medir dos metros más que yo y llego a la cocina. No olvidemos que esto es la dichosa casa de los Dawson, así que no podría sentirse peor. Mire a donde mire me encuentro la cara de Chad en cualquier marco de fotos. En una esquina de la cocina hay una pareja besándose con pasión y en la otra también. Ignoro la repulsión que me causa ver eso en estos momentos y me lleno un vaso con ron y refresco. 

Bien cargado.

— ¡Dawson déjala respirar un rato y ven a jugar con nosotros!

Mi respiración se corta y no alcanzo a tragar ni una sola gota de alcohol, pues escupo todo el contenido de vuelta al vaso. No puede ser. El chico, o más bien Chad, se separa de la chica a la que hace unos segundos devoraba con sus labios y mira a sus amigos quienes son, nada más y nada menos, que su hermano Liam y Max.  

Tierra trágame. 

La chica se ríe por lo que estos han dicho y se acomoda la ropa. Chad les saca el dedo y da un trago a su bebida color rosa. Acto seguido, sus ojos se posan sobre mí pero no puedo reaccionar. Es como si mis piernas se hubiesen quedado pegadas al suelo y fuese incapaz de moverme o hablar. 

Es la primera vez que me dirige una sola mirada desde nuestra cita y a decir verdad, algo en su mirada ha cambiado. Luce agresivo, frívolo y cabreado. Sin apartar los ojos de mí, da otro trago a su bebida. La chica se acerca para juguetear otra vez con él, pero este la aparta. 

— ¡Vamos Dawson, ya vamos a empezar!— la voz de Liam me taladra los oídos y parece sacarme del colapso que sufría pues consigo reaccionar de una vez por todas. 

¿Y qué es lo primero que hago? Huir. Sí, con rapidez y mucha agilidad. Sus amigos se quedan callados cuando ven quien era la chica que estaba de espaldas, pero no alcanzo a escuchar lo que dicen pues me voy corriendo de allí. 

El aire fresco me golpea el rostro con fiereza y eso lo agradezco. Necesito oxígeno y parece que este de aquí fuera tampoco es suficiente. Camino sobre el césped de lo más atacada, con ganas de chillar con todas mis fuerzas.

Sabía que Chad se había liado con alguien en la fiesta anterior, pero una cosa es saberlo y otra muy diferente es verlo. 

Está claro que no fui lo suficiente para él. No le gusté por mi inexperiencia o quizás por mi apariencia y lo peor es que nunca lo sabré. El mismo dolor de estómago que llevo sintiendo toda la semana me golpea con fuerza y con él, las náuseas. 

— ¿Hayley? ¿Estás bien?— la voz de Lennon retumba en mi interior. 

Con las lágrimas amenazando con caer y en mitad de un ataque de ansiedad, me giro para encarar a mi antiguo amor platónico. Luce preocupado y curioso por saber qué me sucede. Intento hablar, pero las palabras no me salen. Él se acerca más a mí y trato de impedirlo con todas mis fuerzas, no obstante, sucede igualmente. 

Le vomito directamente en los zapatos. 

— Joder — es lo único que le escucho decir. 

Estoy de rodillas en el suelo, sufriendo las peores arcadas que he tenido en toda mi vida. Sorprendentemente, siento su cálido tacto sobre mi espalda y eso me reconforta. Las lágrimas bañan mis mejillas y con ellas, mi vergüenza.

No puede ser más bochornosa la situación. ¿Cómo puedo estarle vomitando los zapatos?

— L-Lo siento, de verdad que...— intento excusarme, pero me interrumpe.

— No te preocupes por eso, no todos los días una chica te vomita en una fiesta sobre las botas, ¿sabes?— dice con un tono suave y divertido. Luego, me entrega una botella de agua. Al principio dudo en beber pues se nota que era suya.— Hayley acéptala. Es toda tuya. 

Con las manos temblorosas agarro la botella y le doy un largo trago. No sé qué me hizo vomitar, si los nervios o la repulsión de recordar a Chad besando a esa chica. 

— ¿Te encuentras mejor?

Me gustaría decirle lo mal que me siento y sincerarme, pero le miento pues asiento y trato de esbozar mi mejor sonrisa.

— Creo que deberías volver a casa, no tienes muy buena cara— me aconseja poniéndose en pie y ayudándome a hacer lo mismo. La sonrisa me desaparece pues no creo que pueda continuar fingiendo.

Qué vergüenza. 

Dudo mucho que pueda volver a mirarlo a la cara después de esta. 

— G-gracias— Es lo único que digo. Él no aparta sus ojos de mí y me hace sentir todavía peor. Esto es toda una pesadilla. Bajo la cabeza para evitar el contacto visual y es ahí cuando veo sus botas manchadas con mi vómito.— ¿N-No piensas limpiarte eso?

Subo mi cabeza para mirarlo, parece que estaba tan centrado en mirarme que se había olvidado del estropicio que son ahora sus zapatos. Lennon asiente y se saca un paquete de pañuelos del bolsillo.

Madre mía, este chico tiene de todo encima. 

Me pregunto si tendrá mi dignidad escondida por algún lado, lo digo porque esta noche terminé por perderla del todo. Como mi virginidad. 

— Creo que la noche no podría ir a peor, ¿sabes?— me dice para romper el incómodo silencio que se ha formado entre nosotros. 

Yo todavía estoy intentando recomponerme y él parece no querer alejarse de la loca que le acaba de vomitar encima. 

— Dímelo a mí— digo desviando mi mirada hacia otro lado. Todos a nuestro alrededor parecen estar disfrutando de la fiesta. Lennon está muy concentrado en limpiar sus zapatos.

En cuestión de segundos, los pañuelos van desapareciendo del paquete. Él termina por sentarse sobre el césped, bien alejado de los restos de mi bilis y yo, por ende, me siento  su lado. 

— Es que esto parece una película de comedia, te lo juro. Hace unos minutos discutí con mi novia o bueno, ex novia porque ya oficialmente no somos pareja y  cuando salgo a que me dé el aire, tú me bañas en, ¿alcohol?

Niego con la cabeza.

— Ni siquiera me ha dado tiempo de beber— digo frotándome los ojos.

Tengo sueño.

— Pues por un momento creí que vomitabas porque ibas pedo— admite sin dejar de frotar sus botas. Puede que las manchas desaparezcan, pero dudo mucho que el olor sí lo haga. 

Suspiro y me muerdo el labio. El dolor de barriga no cesa y ya me estoy volviendo a agobiar.

— Siento lo de tu novia— digo intentando cambiar de tema. No quiero recordar lo que acaba de suceder.

Lennon se encoge de hombros y suspira.

— Era lo mejor para los dos. Nuestra relación era un desastre— me cuenta sin demostrar ni una pizca de dolor o enfado. 

Creo que se siente liberado.

— Y dime, ¿por qué tienes esa cara de culo? Sé que acabas de convertir mis botas en un cuadro, pero te noto apagada y siempre te recuerdo como una persona risueña, ¿sabes?

¿Podría alguien pagarme por cada vez que Lennon ha dicho sabes en lo que llevamos de conversación?

— Supongo que la realidad me azotó con fuerza— me limito a decir. 

— ¿Chad?

Asiento, ¿para qué mentirle? Su amigo me tiene bien jodida.

— Mira Hayley, él es uno de mis mejores amigos y lo quiero con todas mis fuerzas, pero se ha comportado como un capullo contigo— dice dejando de lado el estropicio de las botas. 

— Se estaba besando con una chica en todas mis narices— mascullo esbozando ahora una sonrisa. Pero una de estar bien dolida— Me hubiese gustado saber qué hice mal en nuestra cita.

— No te merece, eres demasiado buena para él y ojalá llegue a darse cuenta de ello. Además, piensa que solo fue eso, ¿no? Una cita. Ni siquiera te dio tiempo de enamorarte. 

Me gustaría decirle que sí, pero le estaría mintiendo porque fue algo más que una cita y por lo que veo, no sabe toda la verdad. No sabe lo que hicimos. 

— Supongo que sí— digo mirando hacia el frente. 

— No pareces muy convencida diciéndolo— Noto su mirada clavada en mí.

— Es que... No fue solo una cita para mí.

No sé cómo explicarme.

— No me digas que estás pillada por él— me pide y yo rápidamente niego con la cabeza. Él suspira aliviado.— ¿Entonces?

— Pasaron cosas esa noche...

Dejo caer la frase para que la imaginación de Lennon vuele bien lejos de aquí, quizás hasta el día de mi cita con Chad. 

— No me dejes pensar mucho Hayley, puedo llegar a ser muy fantasioso— me pide colocando las manos sobre sus cienes. 

Me río. 

— Vale pues, ¿qué pensarías si te dijera que todo lo que estás pensando sucedió?— De un momento a otro, la voz se me rompe.

— No...— Sus ojos están muy abiertos.

Asiento.

— Te has acostado con Chad— sentencia dejando su boca entreabierta. 

Las lágrimas se instalan en mis ojos y me resisto a que salgan. La verdad es que cuando lo escuchas en voz alta duele todavía más.

— Sí, Chad y yo nos lo montamos en su coche y puede que para él solamente haya sido un polvo, pero para mí no lo fue Lennon. Fue mi primera vez e imagínate lo mal que me siento al ver el poco interés que tiene en mí. Al ver cómo no volvió a dirigirme la palabra después de eso, al ver cómo al día siguiente estaba con otra chica.

Genial, ya estoy llorando. 

Lennon está completamente mudo, lo único que se escucha es la música retumbar dentro de la casa y mis sollozos. 

— Qué capullo es. Eso explicaría por qué Cloe está tan enfadado con él, por qué dijo que lo que pasó en la cita se queda entre ustedes. ¡Joder! Es que esto explica ahora tantas cosas— dice de lo más pensativo. Sus ojos vuelven a recaer en mí— Dios mío Hayley, ahora sí que te entiendo y lo siento muchísimo, de verdad.

Para mi gran sorpresa, Lennon me rodea con sus brazos. Es un abrazo un tanto extraño debidas las distancias, pero puedo sentir su empatía desde aquí. 

— Voy a patearle el culo a Dawson cuando lo vea, te lo juro.

Me río. Él se separa de mí y yo seco mis lágrimas.

— No hace falta que hagas eso, creo que eso solamente empeoraría las cosas dentro del grupo.

Y más ahora que Connor y Sam están enfadados con los que no le creen y las chicas no pueden ni ver a Chad por lo que me hizo.

— Me da igual. Pienso hablar con él y...

— No lo hagas, Lennon por favor, no quiero que Chad se entere de que te lo conté— le suplico. 

El enfado en él se disipa poco a poco, su ceño sigue fruncido pero parece calmarse un poco. Las náuseas vuelven a mí y por acto reflejo, me froto la tripa.

— ¿Náuseas?

Asiento haciendo un gran esfuerzo por no tener arcadas. En ese momento, una pareja pasa por nuestro lado besándose con muchísima pasión en dirección al aparcamiento de coches. Eso hace que Lennon se dé cuenta de algo.

— Hayley, ¿y cuánto hace que tienes esas náuseas y vómitos? Porque creo que puedo tener la respuesta a tus dudas— dice tragando en seco. 

Oh, no. 

Narra Kathia:

El alcohol me ha dado la motivación que necesitaba para bailar. Las chicas y yo estamos eufóricas. Aunque no hay ni rastro de Cloe y Eli. Se supone que ya deberían de estar por aquí.  

— Kathia, ¿podemos hablar?— La voz de Sam me hace erizar en bello de mis brazos. Sus labios están pegados a mi oreja y sus manos recién se acaban de posar sobre mi cintura.

Me zafo de su embriagador agarre y me giro para encararlo. Está serio, pero con su típica expresión de seductor. Asiento en su dirección para que me diga. Él parece sorprendido por mi facilidad de aceptar y se acerca una vez más a mi oído.

La música está demasiado alta como para poder escuchar. 

— Iré al grano, ¿me puedes explicar qué hacía una sudadera tuya en mi habitación?

Este se separa de mí y me mira en busca de respuestas. Mi memoria me conduce a la fiesta del otro día. Cuando se supone que vio a los universitarios. 

— No sé de qué me hablas— digo haciéndome la tonta.

— Venga ya, sé que sabes la respuesta a mi pregunta— insiste. 

¿De verdad que no se acuerda de nada? ¿Ni siquiera de cuando me robó un beso?

— Tendrás que hacer memoria porque no pienso decirte nada— me encojo de hombros y esbozo una sonrisa.

A él se le escapa una sonrisa bien juguetona.

— Solamente estaba de coña, gruñona. ¿Cómo iba a olvidar lo rico que sabían tus labios?— dice. De repente, sus manos se posan en mi cintura y me atrae hacia él con tanta agilidad que casi se me vira el contenido de mi vaso.

Aún no ha dejado de sonreír y eso me causa un cosquilleo en el estómago. Sus intenciones son claras: besarme. La cuestión aquí es, ¿quiero besarlo yo a él? Su rostro se acerca poco a poco al mío y por un momento parece sorprendido de que no lo haya rechazado todavía. 

Sin embargo, justo cuando nuestros labios iban a juntarse, los gritos de alguien a nuestro lado nos separan de golpe. Son Cloe, Eli, Connor y James. Ellos lucen acelerados y no solo nos cortan el royo a nosotros, sino también a Angy y Lucy quienes no podían estar más felices bailando.

— Los universitarios están aquí— confirma Eli y con eso, tenemos hecha la noche. 

Es el fin. 

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