Capítulo 23

(James en multimedia 🙃)

Narra Cloe:

Me senté en una banqueta de la cocina y observé de lo más adormilada mi tazón de cereales. Le sonreí a mi hermana pequeña y saludé a mi padre quien está cortando zanahorias para el almuerzo.

—¿Viste a James?— me susurra en el oído Emily.

Fruncí el ceño y negué con la cabeza. No estuve mucho tiempo en la fiesta, las chicas y yo nos fuimos bastante pronto porque dejó de ser divertida. A mi hermano ni siquiera lo vi y cuando llegué a mi casa, caí rendida antes de escucharlo llegar. 

—Pues más te vale salir fuera y salvarle el culo porque como papá y mamá lo vean así lo va a lamentar— me dice señalando la ventana.

Rápidamente me puse en pie y miré a mi padre buscando una buena excusa para explicar por qué voy a salir.

—Voy a mirar si hay correo— dije sonriendo. Emily se golpea la frente y cierra sus ojos avergonzada. 

Ignoré la decepción en su mirada y salí a toda velocidad hacia la puerta principal. Mis padres saben que él se fue a celebrar su victoria con el equipo, pero lo que no saben es que bebió y que ni siquiera pasó la noche en casa sino en el jardín delantero. Nada más salir me lo encontré a unos metros del porche de la casa. Completamente dormido sobre el césped de entrada con toda la cara comiéndose el césped. Rodé los ojos.

Camine hacia él mirando hacia todos los lados rezando para que mis padres no lo vean ni ningún vecino cotilla. Por suerte, no hay nadie a la vista.

—James— golpeé su brazo con mi pierna intentando despertarlo.

Lo llamé varias veces y al no obtener respuestas de su parte la idea de que pudiera estar muerto pasó por mi mente así que comprobé si respiraba. Y sí, aún lo hacía. Le quité la llave de casa de la mano y volví a llamarlo. Algo me dice que se quedó sin energías justo cuando se disponía a abrir la muerta.

—Levántate, idiota— le dije rozado su hombro con la punta de mis pantuflas— Si papá y mamá te ven así te castigarán de por vida así que revive de una vez.

Nada.

Está profundamente dormido y lo voy a matar por ello. 

Me agaché para agarrarlo de los brazos y de algún modo levantarlo del suelo. En ese mismo instante, él comenzó a balbucear cosas sin sentido y me ayudó a ponerlo en pie.  Como pude lo arrastré hacia el porche de entrada y abrí la puerta con sumo cuidado de no hacer mucho ruido. Poco a poco fui subiendo las escaleras con él a rastras y su conversación sin sentido.

—¡Cloe!— me llamó mi madre. Del tremendo susto solté a James provocando que caiga de golpe contra el suelo. Sonó un fuerte sonido al chocar su cabeza contra el escalón y no pude evitar taparme la cara aterrada. Le he partido algo seguro — ¿Había correo?

Estoy segura de que le saldrá un gran chichón más grande que mi torpeza. Él intenta levantarse, pero falla y vuelve a caer. Tras comprobar que no estaba sangrando por ningún lado, me acordé de que mi madre así que rápidamente le contesté que no había correo y volví a cargar a mi irresponsable hermano.

—¡Voy a baño! — añadí mientras levantaba a James del suelo. Agarre su cabeza entre mis manos y de algún modo, él se estabilizó. Por unos segundos entreabrió sus ojos y me miró mal.

Desagradecido.

Después de varios minutos arrastrándolo escaleras arriba, llegué a su habitación. Lo lancé sobre la cama y cerré la puerta dando un fuerte portazo. Este se sobresaltó y por fin, abrió completamente sus ojos. Primero me miró a mí, soltó un fuerte bostezo y seguidamente ojeó su alrededor.

—¿Dónde estoy?— me pregunta.

—¿Hablas en serio? ¡No sé si es el alcohol o el golpe contra el piso pero definitivamente te has quedado tonto!

—No grites se me va a explotar la cabeza— se queja tumbándose sobre la cama. 

—Eres un irresponsable, ¿cómo sé te ocurre dormir en el jardín? 

Él suelta un gruñido y se cubre la cara con la almohada. Debería haberlo dejado ahí botado a la intemperie para que alguien lo encontrara y se avergonzara. Además, todavía tengo hambre. Por esa razón, resignada a seguir entablando una conversación con él, me dirijo a la salida.

 — Por lo menos me hubieses dado las gracias— mascullo abriendo la puerta y saliendo al pasillo.

— Cloe me has reventado la cabeza contra el piso, no esperes que te lo agradezca.

— ¡Qué te den!— chillo cerrando de un portazo.

Terminé de desayunar escuchando la gran conversación de mis padres sobre el Caballo de Troya. Las ganas de salir a coger aire fresco me invadieron, así que me vestí con ropa de deporte para salir a caminar. Anduve por las verdosas calles de mi vecindario durante casi una hora. De vuelta a casa, me encontré a Lennon. Está sudado y con pintas de haber estado haciendo deporte hace tan solo unos minutos.

—¿Combatiendo la resaca?— le pregunto. 

Él me miró divertido.

—Sí, era esto o dormir eternamente— dice revolviendo su cabello y guiñándome un ojo. 

Me reí y me uní a él por el camino hacia nuestras casas.

Narra Lucy:

La verdad es que jamás me habían roto el corazón, ni siquiera me habían puesto los cuernos o había tenido un novio oficial. Siempre he tenido mis ligues, pero nunca fueron más que eso. Un simple choque de gustos. Por esa razón, todo esto es nuevo para mí. Todo este tipo de reacciones que estoy teniendo me sorprenden y al mismo tiempo, me preocupan porque no sabría explicar muy bien lo que siento en estos momentos, ¿dolor? ¿decepción? ¿ira? ¿enfado? ¿lástima? 

Aún no he llegado al punto de conocerme plenamente a mí misma, así que, lo único que sé, es que me gusta estar sola cuando me encuentro en tiempos oscuros. No me gusta ver lástima o preocupación en los ojos de las personas que quiero. Prefiero centrarme en mis sentimientos o pensamientos negativos y descubrir la mejor manera de huir de ellos. 

Pero eso Kevin no lo comprendió. 

Ya que, anoche, apareció por mi casa con unas tremendas ganas de hacerme compañía mientras yo trataba de no caer al abismo de penumbra hacia el que me tambaleaba justo antes de escuchar el timbre. 

— Kevin— dije sorprendida al verlo por la mirilla de la puerta.

Al abrirla, sus ojos se clavaron en los míos tratando de analizar mi situación. Supongo que se esperaba otro tipo de pintas por mi parte, quizás los ojos hinchados de tanto llorar y una expresión de espanto. Pero lo cierto es que estoy recién duchada y con la mente más despejada que antes.

— Quería ver cómo estabas y hacerte un poco de compañía— se adelanta a decir algo avergonzado. 

Qué lindo. Sus manos esconden algo tras su espalda. Doy un paso al frente y lo abrazo. Creo que no podría agradecérselo de otra forma. Él torpemente me rodea con sus brazos y es ahí cuando me percato de que lleva una bolsa. Cuando nos separamos, le hago paso y este observa con curiosidad el recibidor de mi casa mientras yo cierro la puerta.

 — Compré un par de cosas mientras venía hacia aquí. Pensé que podrían subirte el ánimo— dice abriendo la bolsa misteriosa. De ella saca todo tipo de dulces y chocolatinas. Justamente mis preferidas— Tus amigas me ayudaron a elegir— admite. 

La verdad es que ya me iba a quedar boquiabierta si también sabía cuáles son mis dulces favoritos. Automáticamente le sonrío y eso parece calmar sus nervios.

— No tenías por qué, de verdad. Deberías estar celebrando tu victoria— digo recordando las palabras que me dijo Kathia. 

Él se encoge de hombros y me entrega la bolsa.

— No soy muy fanático de las fiestas— me recuerda metiendo las manos en sus bolsillos— Además, tú eres más importante que esa estúpida celebración y ni siquiera fue mi mejor partido. 

Me río.

— Pues en ese caso, ¿te apetece ver una película?

Kevin asiente y me sigue hasta el salón. Mis padres se fueron hace un par de horas para ir a cenar ya que, hoy es la fecha de su aniversario. Por lo tanto, tardarán en volver. Me siento en el sofá y él se sienta a mi lado pero manteniendo una prudente distancia entre nosotros. 

Los días en la casa de la playa fueron cruciales para forjar nuestra amistad. Conectamos muy bien y al final de ese fin de semana, la confianza entre ambos era fuerte. Así que me hace gracia notarlo así de nervioso por estar sentados en un mismo sofá, cuando que dormimos como osos amorosos abrazados en el trayecto en coche de vuelta.

Trasteo para encender la televisión y busco en las diferentes listas alguna película que podamos ver. En ese momento, otra llamada de Jake hace encender la pantalla de mi teléfono. Lleva desde que terminó el partido llamándome y mandándome mensajes para que lo hablemos. El problema es que yo no quiero hablar nada con él. 

No quiero seguir con él.

— ¿No lo vas a coger?

Niego con la cabeza.

— Es Jake, así que no. 

Kevin asiente pero con una mueca en su rostro.

— Se fue bien jodido del partido, tuvo una mala caída y según me dijeron, probablemente tenga que estar de baja por bastante tiempo.

—  ¿Cómo qué una mala caída?

Nadie me había contado nada de eso. La idea de que le haya podido pasar algo malo encoge mi corazón, pero los recuerdos de esta tarde se agolpan en mi mente y exterminan mi preocupación.

— No llegué a ver cómo cayó, pero se hizo daño en la pierna y se lo llevaron al hospital— me cuenta Kevin comenzando a fruncir el ceño.— Creí que lo sabrías. 

Niego con la cabeza.

— Bueno pues no te preocupes, seguro que...

— Me importa un comino cómo esté. Él ya no es asunto mío— digo tratando de convencerme a mí misma.

Kevin esboza una sonrisa burlona y asiente.

— Entonces qué se parta una pata, ¿no?

— Qué se parta una pata. 

 Para cuando la película terminó, ambos llorábamos como magdalenas. Yo más que él, eso seguro. Como si estuviésemos compenetrados, nos miramos con los ojos aguados y seguidamente, nos reímos por lo estúpidos que somos. 

— Me has pegado las lagrimillas — comenta secando sus mejillas. Yo me río y sorbo mi nariz.

— En realidad sabía que el protagonista se moría, pero estoy más sensible de lo habitual. 

Y es la verdad. Siento que de ahora en adelante voy a llorar por todo. Hasta por una insignificante película como esta y es que, me sienta mal ver lo jodidamente genial que fue la vida de este personaje a pesar de que al final haya fallecido. Pero lo importante es que amó con todas sus fuerzas, experimentó lo que era la vida y gozó cada minuto como si fuera el último.

— Oye Lucy no tienes por qué fingir conmigo. Si quieres llorar, hazlo. Si lo que quieres es gritar, pues hazlo también, ¿vale? No necesitas ponerte esa coraza estando conmigo. Es normal tocar fondo a veces y sé que es una mierda, pero saldrás de esta .Una porque eres Lucy y ningún chico va a poder contigo y dos porque yo voy a estar ahí para ti. 

— Es solo que... Todo esto me ha venido sin previo aviso y ni siquiera sé qué pensar o cómo actuar— me sincero. 

Él asiente. 

— Entonces déjate llevar. Deja que tus sentimientos fluyan.

Fue ahí cuando comencé a llorar. A llorar como nunca antes había llorado, sin vergüenza y descargando poco a poco lo que sentía dentro de mí. Expulsando esa mezcla de emociones que llevo reprimiendo todo el día para que no salga, para hacerle ver al mundo que no me afecta. Que prefiero estar sola. 

Lo único que hizo Kevin fue posar su mano sobre mi rodilla y ahí la dejó reposando. Mostrándome de algún modo su apoyo y consuelo, sin llegar a ser muy excesivo, es decir, dejándome mi espacio para respirar. Para expresarme. 

El silencio reina en la sala y simplemente se escuchan mis sollozos. Al cabo de un rato, en el que honestamente me sentí liberada, miré a Kevin y en sus ojos pude ver como se le encogía el corazón al verme llorar así. Con estas pintas de desecha. Con el corazón roto.

— Vas a salir de esta, ya verás— me dice cuando me dejo caer en sus brazos. Él acaricia mi cabello mientras suelto un suspiro de alivio. 

Quizás tenga razón. 

Narra Kathia:

Bajé a desayunar cuando asimilé que ya no podía permanecer más tiempo regocijándome en la cama soñando despierta con los acontecimientos de anoche. ¿Realmente sucedió todo eso? Una vez que salí de casa de Lucy, recibí una llamada de Sam pidiéndome que lo sacase de la fiesta de celebración porque las cosas se iban a poner feas y lo cierto es que sí se tornaron oscuras. 

Llegué a la cocina y ahí estaba Hannah desayunando un tazón de cereales con avena. Sus ojos se clavan en mí cuando se da cuenta de mi presencia. Acto seguido, rueda los ojos y clava la cuchara en la leche con enfado.

— Tus amigos y tú son los culpables de mis ojeras— me acusa apuntándome con la misma cuchara. 

Le voy a responder, pero la voz de mi padre nos interrumpe.

—Eso mismo iba a preguntar, Hannah, ¿por qué tienes esas ojeras? O mejor dicho, ¿por qué  llegaron tan tarde anoche?

Un nudo se instala en mi gaznate, rápidamente miro a Hannah en busca de una ingeniosa respuesta como hermana mayor, y experimentada en estos temas que es, pero lo único que hace es llenarse la boca de avena para luego simular una arcada. 

Idiota.

Los recuerdos de anoche se agolpan en mi mente y de repente, me siento aturdida. Sería complicado explicarle a mi padre lo que sucedió anoche. Muy complicado. 

Hannah aparcó frente a la casa terrera de Monty. Las puertas están cerradas, pero se puede ver a la gente festejar dentro y la música casi hace vibrar el suelo. Yo abro la puerta del coche y le pido que se quede dentro porque sería vergonzoso verme entrando con ella. 

Todos saben que es mi hermana mayor. 

Y ella tiene esa capacidad para humillarme en tres segundos. 

Así que la prefiero con el culo sentado en el coche frente a la puerta.

— Como tardes más de veinte minutos me voy sin ti— amenaza justo cuando cierro la puerta.

No sería capaz. 

Me quiere demasiado como para hacer algo así.

De lo que sí sería capaz es de entrar a buscarme y eso sí que sería catastrófico. 

Un compañero de clase me abrió la puerta con una gran sonrisa adornando su rostro. Le sonreí y este me dejó pasar. Lleva un collar de conchas colgando de su cuello y un sujetador sobre su camiseta azul marina.

— ¡Has llegado en el mejor momento Kathia!— chilla cerrando la puerta tras de mí.

Yo asiento en su dirección y me dispongo a buscar a Sam o ha alguno de mis amigos entre la multitud. La casa está a reventar y apesta a priva. Incluso el suelo de madera está pegajoso. La amenaza de Hannah y esta cantidad de gente me hace pensar en que probablemente no encuentre con mucha facilidad a los chicos. 

Así que, antes de que mi compañero de clase se marche por mi sepulcral silencio, lo agarro del brazo. El contenido de su vaso casi se derrama sobre mí, sin embargo, lo frené a tiempo.

— ¿Has visto a Sam? ¿O a alguno de mis amigos?

Él frunce el ceño y mira hacia la multitud. 

— Tus amigas se fueron hace bastante tiempo y... ¿Sam? ¿De qué Sam hablas?— inquiere acercándose a mi para escucharme mejor. 

Yo ruedo mis ojos y lo empujo lejos. No me va a servir de nada su ayuda, además, podría correrse el rumor falso de que pueda tener algo con el básico de Sam y eso sí que sería una gran catástrofe. 

Para mi suerte, no tengo que buscar mucho pues aparece en mi campo de visión justo cuando voy a decirle a mi compañero de clase que se vaya a paseo. 

— Gracias por nada, George — mascullo dejándolo a mis espaldas. 

Camino a paso directo hacia mi presa, quien baila animadamente entre la multitud de gente. A su lado, una chica se carcajea por algo que le ha dicho al oído, pero se pone seria cuando me ve. Sam se pone serio y mira hacia donde ella está observando con espanto. 

— ¡Kathiaaaaaaa!— exclama sorprendido de verme. 

En tres segundos, lo tengo abrazándome con emoción mientras la chica desaparece de nuestra vista. Genial, esto fue una mala idea porque me temo que no me necesita para salir de aquí. Solo fue una típica llamada de borracho a las tres de la mañana.

— Sam, corta el royo. ¿Por qué dijiste que se pondría feo? No veo a nadie pasándoselo mal—  le digo. Ni siquiera tú te lo estás pasando mal, pienso. 

— He visto a los tipos de la discoteca— me dice cerca del oído. Luego sigue moviéndose al ritmo de la música.

Abro mis ojos con asombro.

¿Los universitarios están aquí?

— ¿Estás seguro de qué eran ellos?

Asiente. Él cierra sus ojos sin dejar de bailar y he de admitir que no lo hace nada mal. Se ve realmente guapo.  

— Vale, ¿has avisado a los chicos? ¿A alguien?

Sam aprieta los labios y con los ojos cerrados, niega con la cabeza como si nada.

— No, por eso te dije que la cosa se iba a poner fea— me suelta de lo más obvio poniendo sus ojos en blanco. 

Lo voy a matar. 

— Te daría un piñazo si no supiera que estás tan borracho— mascullo para acto seguido agarrarlo del brazo y salir de entre la multitud hacia un lugar donde corra el aire fresco. 

Consigo sacarnos de la atestada casa de una sola pieza y por desgracia, no me encontré con ninguno de mis amigos. Lo que me preocupa bastante porque ellos deben de saber que esos tarados están en la fiesta. Ignorando los quejidos de Sam, me centro en mi teléfono móvil y escribo un mensaje por el grupo de la casa de la playa. 

Quizás alguno de los presentes aquí lo lea. 

— Kathia quiero salir de aquí— me pide Sam desde uno de los escalones del porche. 

Ruedo mis ojos. 

En la entrada de la casa sigue Hannah aparcada y por suerte, no nos ha visto. Sam vuelve a quejarse sobre algo que no alcanzo a entender porque estoy demasiado centrada en idear un plan. 

¿Qué debería hacer? ¿Irme con Sam dejando a mis amigos aquí? ¿Buscarlos por la fiesta y advertirles del posible peligro que corren? Porque a fin de cuentas, ¿qué demonios hacen unos universitarios en una fiesta de instituto? Saciar sus deseos de venganza.

— Kathia voy a vomitar, agárrame el pelo — las palabras de Sam me sacan de mi trance. 

Sin embargo, no me da tiempo a reaccionar, pues en cuestión de segundos él está vomitando sobre las escaleras. El olor a vómito inunda mis fosas nasales y no puedo evitar cubrirme la nariz. 

Esto no podría ir a peor. 

 — James eres un grano enorme en mi culo.

Esa voz es miel para mis oídos, lo juro. Me giro desesperada, como si hubiese un camión de helados aparcado en la puerta de entrada, y busco con la mirada a Connor. 

Él jala con brusquedad a un ebrio James mientras sostiene un cigarrillo con la otra mano. Sonrío aliviada y me acerco a paso acelerado hacia ellos escuchando los gritos de Sam de fondo.

— ¡Kathia me voy a morir ya! ¡Ayúdame!— chilla sin parar de vomitar. 

En ese momento, Connor desvía su mirada de James hacia mí y abre sus ojos con sorpresa. Jala a Jonhson con todavía más fuerza y se acerca a mí. 

— ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?

Asiento.

— He venido porque Sam me necesitaba. 

Una vez que pronuncio esas palabras, me arrepiento al instante. Connor se lleva el cigarrillo a los labios y enarca una ceja. Sí, todos saben lo mal que me cae Sam. Así que no tiene ningún sentido esa respuesta.

— Los tipos de la discoteca están aquí. No podía irme sin avisar a alguno de ustedes— digo rápidamente para que se olvide de lo primero que he dicho. 

— No me jodas, Kathia. ¿Cómo puede ser eso posible?

— No lo sé, Sam está seguro de que los vio.

En ese instante, el ahora apestoso de Sam aparece a mi lado. Sus ojos están más achinados de lo habitual, apesta a alcohol y su camiseta negra está llena de manchas. 

Está horrendo.

— No me morí. Pero estoy seguro de que hubiese resucitado solo para echarte en cara ese abandono tan gratuito— dice y en otra circunstancia me habría reído de sus estupideces como borracho. Pero no es el momento. 

— Cállate— mascullo avergonzada de sus pintas. La gente nos mira, incluso Connor. 

— Avisaré a los demás, ¿vale? Nosotros también nos íbamos. Los vecinos han llamado a la policía así que no tardarán en desmantelar todo esto— me cuenta el chico de tatuajes, quien no ha dejado de sostener al moribundo de James. 

Este tiene la boca entreabierta y de vez en cuando, esboza sonrisas. 

— Está bien, nosotros nos vamos— le digo posando mi mano sobre el hombro de Sam.

— ¿Estás segura de que podrás sola con él? Ya sabes, sin cometer un asesinato.

Yo asiento.

— Tranquilo, lo tengo todo controlado, además, llevo la sartén en el coche— bromeo. Connor se carcajea y niega con la cabeza.

Me despedido de él, quien va directo al barullo junto a James y este me hace saber que me informará. Yo jalo a Sam del brazo y lo guío hacia el coche.

— Estaba a punto de bajarme— me dice Hannah cuando abro la puerta trasera del coche.

Lo sabía, ella nunca me dejaría aquí botada. En realidad, se tomaría la molestia de avergonzarme. Con muchísima torpeza, Sam entra en el coche y esa es la oportunidad perfecta para que Hannah lo analice bien. Ella enciende la luz interior trasera y lo mira de arriba a abajo con todo el cuerpo girado.

— Así que tú eres don musculitos— dice con una gran sonrisa adornando su rostro. 

— Supongo que sí, y tú debes de ser la taxista— le dice Sam sonriendo. Yo le abrocho el cinturón aunque él ni se da cuenta. Está muy preocupado en mirar a mi hermana— Bueno, déjame decirte que eres jodidamente joven para ser taxista. ¿Has tenido una vida dura?

Golpeé mi frente frustrada e ignorando la estridente  risa de Hannah, cerré de un portazo. Cuando entré en el asiento de copiloto, me giré para mirarlo. Él no entiende nada.

—Es mi hermana, idiota— dije irritada.

— Ah, pues en ese caso. Encantado, hermana de Kathia— dice extendiendo su mano para saludarla.

Mi hermana, de lo más burlesca, acepta su saludo y después, me mira con las cejas alzadas.

— Está muy bueno y ni se te ocurra decir que no— afirma. 

— ¡Oh Hannah, cállate! 

Ella se vuelve a reír y enciende el coche.

— ¿Qué más da? Está tan borracho que mañana no se acordará de tu confesión.

— Yo no he confesado nada.

— Tus mejillas dicen lo contrario.

Rodé mis ojos y apagué la luz para que dejase de analizarme. El camino fue larguísimo, y no porque Sam viviera lejos, sino porque nos dejamos guiar por él para llegar a su casa. ¿Por qué le haríamos caso estando en ese estado? No lo sé. Lo importante es que llegamos.

Me bajé del coche para ayudarlo a bajar sin que se matara en el intento. También lo acompañé a la entrada porque me aseguró que no sería capaz de meter la llave en la cerradura. Una vez la abrió, di un paso hacia atrás para volver al coche pero él me tomó de la mano. Lleva mi sudadera puesta y he de admitir, que no le queda tan mal. Bueno, le va bastante ajustada pero se ve bien. ¿Y por qué lleva mi sudadera? Buenísima pregunta. Su camiseta apestaba a vómito, así que era eso, o ir sin camiseta. 

—Gracias— me dice sin soltar mi mano. 

Yo asiento sin saber muy bien qué responder a eso. Ni siquiera sé por qué estoy aquí.

Lo siguiente que hizo me dejó de piedra, con agilidad se acercó a mí y me robó un beso. Un casto beso, para ser exactos. Luego, esbozó una sonrisa diferente a las anteriores y se metió corriendo en su casa.

Lo mataré.

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¿Qué les pareció?

Intento re-subir los capítulos con rapidez pero a veces me es complicado. 

La verdad es que me pica la curiosidad saber, ¿con qué personajes de la historia se sienten más identificadxs?

Voten y comenten

~Les quiero, mil~

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