(2)El sapo

Dulce María llegó a su salón de clase en la facultad. Escogió  estudiar arte plástico por que amaba las bellas artes aunque su tía y allegados le aconsejaron que estudiara algo que le diera "más prestigio", algo como medicina, derecho, ingeniería o algo que le diera más estabilidad económica, pero a ella no le importaba ser reconocida, odiaba ser adulada y pensaba que ser una artista plástico le daría un poco más de privacidad. A Dulce le gustaba la soledad, además se apasionaba cuando pensaba que las artes plásticas tenían la capacidad de expresar todos los pensamiento, ideas y sentimientos de el ser humano, amaba poder moldear con diferentes materiales una idea y hacer tangible un pensamiento, haciéndole trasmitir todo aquello que no se podía expresar con palabras,  tener el poder creador que su tía le decía cuando estaba pequeña que habíamos heredado de Dios. Aunque Dulce prefería mantenerse al margen de todos esos asuntos religiosos. Y su tía se culpaba por haber infundado ese tipo de ideas en la cabeza de su sobrina, pero no quería que fracasara estudiando una carrera en la que no había mucha demanda de empleo.
Finalmente termino eligiendo lo que quería y su tía la apoyó pues Fabiola quería suplir de alguna manera las carencias afectivas que pudiera tener su "Dulcinea" por la ausencia de sus padres y casi siempre terminaba alcahueteando lo que se le antojara a la muchacha.

Era un día normal y como siempre Dulce trataba de pasar desapercibida, no usaba maquillaje ni zapatos altos, sus rulos lucían siempre alborotados, llevaba puesto un pantalón jardinero en tela de jeans y una camisilla blanca que dejaba ver sus hombros desnudos bajo los tirantes, bronceados de un hermoso color canela pintados por el caluroso sol de la pequeña ciudad costera.
Su maestro era un señor de unos cincuenta años, que tenía el cabello largo y usaba una coleta al estilo Ricardo Arjona, tenía un genio de los mil demonios y era muy exigente; decía que para ser un artista se debía tener mucha disciplina. Al iniciar la clase dijo:  — El día de hoy trabajaremos en grupos de tres y yo escogerse los grupos.
—«!ahí va otra vez con sus experimentos!» —Dijo en voz baja Dulce.
—¿quien dijo eso?
—¡Dulce María! —contesto un joven de cabello negro lacio, cejas tupidas y ojos oscuros.
—¡hablo el sapo!—. Volvió a murmurar Dulce.
El profesor retomó  inmediatamente: —hay treinta y dos personas en el salón, por lo tanto son diez grupos de tres y uno de dos, y el primer grupo se conformara por la joven que murmura y su delator.
El joven alegó—. ¡no por favor maestro no me ponga con la rara!.
—yo no voy a trabajar con el sapo —replico Dulce María muy enojada—. se supone que debemos dejar fluir nuestra creatividad... ¡y yo no puedo crear nada teniendo al frente a este anuro repugnante causandome náuseas!.
Cada que alguien trataba de hacerla sentir mal, soltaba unas cuantas palabras que tenían poder de destrucción de una bomba de fragmentación, y hacía sentir cual zapato a cualquiera que se metiera con ella.
Dulce sólo tenía una amiga con la que se llevaba bien en la facultad pero estudiaba otra carrera y solo se veían en la tarde cuando iban camino a casa.
—no se aceptan cambios. —repuso el maestro—. Ustedes ya no son unos niños y tienen que comportarse como personas responsables, y advierto que las semanas siguiente trabajaremos de la misma forma y no acepto notas individuales; así que es mejor que se empiecen a llevar bien. 
Seguido anuncio los grupos y les repartió unas hojas con el trabajo que deberían hacer.
El tema que debía tratar haciendo una obra de arte sería: la relación de la pintura con mundo interior y exterior de el ser humano.

Harry se sentó al frente de su nueva compañera de trabajo, era el segundo semestre y nunca tuvieron una conversación y ni siquiera un saludo, el ambiente era muy tenso y el muchacho carraspeo un poco para llamar la atención:
—ejemmm ¿tienes una idea sobre nuestro tema? —pregunta el joven con voz tímida.
Dulce hace como que no escucha y sigue concentrada en su laptop. —Dulce María perdona, yo no escogí trabajar contigo, pero creo que debemos dejar nuestras diferencias a un lado si quieres que no afecte nuestras notas.
La morena lo mira con los ojos un poco entrecerrados como cuando se esta encandilado por la luz. No puede creer que pueda dejar las diferencias a un lado cuando le causaba tanto irritación solo mirarlo. Harry era a los ojos de Dulce un pedante y le molestaba que siempre tratara de sobresalir pisoteando a los demás.
—Vamos a poner las cosas bien claras  —responde—.  Eres insoportablemente molesto pero ya no hay nada que hacer así que busquemos la forma de trabajar sin violar el espacio del otro, buscaremos una idea por separado y luego las comparamos para exponer la que mejor suene. 
Harry piensa que es una buena idea; igual él tenía muy buenas ideas y la rara no podría salir con algo más interesante que él.
—Esta bien—. Acepta con una sonrisa un poco arrogante.
«Ahi estaba ese sapo con sus ojos brillantes con esa actitud narcisista, lo imaginaba arrastrándose por el piso mientras ella le daba una patada y lo devolvía  su charco, la estatura de "1,80m" no parecía ayudar a la imagen mental que tenía la mujer de él, pues lo veía tan pequeño que muchas veces lo aplastó en su imaginación.
—ok  "harrey", procura no hablarme hasta que tengas una buena propuesta.
Vuelve a concentrarse nuevamente en su laptop aparentemente pero le es imposible llevar el hilo de la lectura.
—oye princesa, ¿crees que podamos comer algo juntos mientras te expongo mi idea?
—¡¡NO-ME-DIGAS-PRIN-CE-SA-NUN-CA!!—. Exploto exasperada Dulce. Como si hubieran abierto la caja de pandora, miró con ojos asesinos al muchacho.
—Ca-calmate, esta bien no te diré princesa, ya no te enojes.
Dulce respiro tratando de controlarse un poco y volvió a sentarse en su puesto.
Hubo silencio de nuevo y al cabo de un rato Harry dice: —Oye perdona pero quiero saber porqué...
—Mira harrey una cosa es que trabajemos este proyecto juntos y otra que te metas en mis asuntos. —Respondió cortante.
—esta bien pero no vuelvas a decirme "sapo" ok.
—Ok harrey.
—¡Harry mi nombre es Harry!
—Perdon harrey, es que como te gusta ser el rey siempre, pensé que te gustaba que te dijera así, pero tratare de no decirte harrey.
El muchacho la mira fijamente y no puede dejar de admirar esos bellos ojos color ámbar que nunca había visto a pesar de estar tan cerca de ellos.

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