Capítulo único
– ¡Norman! –llamó Emma desde el otro lado del pasillo–. ¡Enséñame a bailar! –exclamó llena de entusiasmo una vez llegó a su lado.
– ¿E-eh? –fue el único pudo emitir al sentirse tan sorprendido por la propuesta.
La pequeña pelirroja a su lado sonrió con completa inocencia, mostrando todos sus dientes y juntando las palmas de sus manos en el pecho a modo de súplica.
– ¿P-por qué quieres aprender a bailar? Y de todos modos, ¿Qué te hace creer que yo sé hacerlo?
– Ayer Mamá nos enseñó que hay distintos géneros de música y cada una de ellas se puede bailar distinto. Con Gilda hemos encontrado un libro que te enseña a bailar algo llamado Vals, entre otros bailes de salón, pero a ella no le interesó mucho y Ray dijo que tú ya lo habías leído.
– ¿Ray te dijo eso? –preguntó algo apenado.
– ¡Sí! También dijo que tú querías enseñármelo pero que no sabías si a mí me iba a gustar.
Un fuerte sonrojo invadió las mejillas del albino, haciéndolo desviar la mirada incómodo y con el corazón acelerado. Ese Ray...
– ¿Entonces, Norman? ¿Me enseñarás? ¡Di que sí, di que sí, di que sí! –insistió con vehemencia dando pequeños saltitos alrededor de su amigo.
Norman no sabía cómo decirle que no, y no se refería sólo a esta situación. Emma podría pedirle que saltara al otro lado de un precipicio sólo con una cuerda y un gancho, y él probablemente no se negaría.
– N-no estoy... seguro de saber mucho sobre baile... –Emma lo observó expectante con su mirada llena de ilusión. Norman suspiró–. Pero... Supongo que podríamos intentarlo.
– ¡¡Yeeeeey!! –gritó ella de alegría.
Norman rió contagiado de su alegría y la observó con cariño mientras ella corría disparada hacia la habitación de las niñas, probablemente para contarle las buenas noticias a Gilda. Sí, definitivamente saltaría de un precipicio si ella se lo pedía.
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– Muy bien. El libro dice que el Vals es un tipo de baile de salón que sigue un ritmo constante y que se compone de tres pasos –explicó Norman observando la página del libro–. Es un ritmo lento y elegante, ejecutado por dos personas que bailan tomados de una mano, mientras que la otra descansa en el hombro o cintura del contrario.
Emma escuchaba atenta, asintiendo cada tanto a pesar de no entender mucho de lo que hablaba.
Norman se giró hacia ella y, sin despegar su vista del libro, trató de imitar la posición de las personas retratadas en una de las imágenes. Emma no se lo esperaba, por lo que la tomó por sorpresa sentir cómo su mano derecha era tomada por la izquierda de su amigo, mientras que en su cintura descansaba su mano contraria.
– Tú debes apoyar tu otra mano en mi hombro –dijo él con suavidad.
– ¡S-sí! –exclamó de repente, sorprendiéndolo por un segundo.
Norman se dio cuenta entonces de lo cerca que estaban el uno del otro. Debido a sus edades sus estaturas no eran tan diferentes, por lo que sus rostros se encontraban más cerca de lo normal y eso lo ponía un tanto nervioso. Sin embargo, tragó en seco e hizo el esfuerzo de calmar a su alocado corazón, pues no era momento de sentirse de esa manera.
Emma, por otro lado, no comprendía lo que le pasaba. De repente se sentía inquieta frente a Norman, su gran y preciado amigo, su hermano, ¿Por qué parecía que su corazón quería salir corriendo? Incluso su rostro se sentía caliente, y notó que cuando apoyó su mano en el hombro del peliblanco aplicó más fuerza de lo normal. "Ojalá no lo haya lastimado" pensó para sus adentros, ¿Pero por qué simplemente no se lo preguntaba en voz alta?
– Muy bien –continuó el de ojos azules, sacando de sus pensamientos a Emma–. Lo siguiente que debemos hacer es movernos hacia el mismo lado al mismo tiempo. Comenzaremos hacia la derecha.
Tan pronto dieron el primer paso tuvieron su primera falla. Cada uno de ellos dio el paso correspondiente hacia su derecha, yendo al contrario de su acompañante. Ambos rieron ante lo sucedido.
– Está bien, intentémoslo otra vez –animó Norman sonriendo como siempre–. A la cuenta de tres comenzamos hacia tu derecha. ¿Lista? Uno, dos, tres.
Al haber logrado el primer paso, Emma sonrió triunfante y animada.
– ¡Hagamos el que sigue! –exclamó, obteniendo la aprobación de su profesor.
– Bien. Si el primer paso fue uno largo con el pie derecho, ahora el segundo es uno corto, en el lugar, con el izquierdo. Y el tercero es igual pero con la derecha.
– ¿Eh? –preguntó Emma perdida.
A Norman le causó gracia su expresión.
– Luego de hacer un paso largo con un pie, hacemos dos pasos en lugar. Como una marcha –explicó más sencillamente–. Intentémoslo.
– Sí.
– Comencemos desde el principio. ¿Recuerdas? Hacia tu derecha.
Emma asintió, y a la cuenta de tres dieron el primer paso, el segundo y el tercero, aunque algo torpes.
– Ahh, es muy difícil –se quejó Emma.
– Tranquila, fue el primer intento. Hagámoslo una vez más.
A la cuenta de tres volvieron a intentarlo, esta vez resultando mejor. La pequeña pelirroja sonrió vencedora y Norman le devolvió la expresión.
– Muy bien, lo haremos una vez más y a continuación haremos los mismos pasos hacia el otro lado. Tranquila, primero será paso a paso hasta que nos acostumbremos a la secuencia –aseguró al ver la expresión preocupada de su amiga.
Intentaron la secuencia varias veces y en ocasiones ella lo pisaba pero él no se quejaba, por el contrario la animaba a probar una vez más.
– Norman, no creo que pueda lograrlo. Es muy difícil.
– ¿Te estás rindiendo tan rápido? Creo que has pasado mucho tiempo con Ray últimamente –se burló el albino.
– No es cierto –refutó ella haciendo un mohín–. Pero es que ya llevamos una hora practicando y creo que te he lastimado los pies –la preocupación invadió su rostro y agachó la mirada apenada.
– No es necesario que te preocupes por mí, estoy bien –Emma alzó su rostro y lo miró todavía sintiéndose mal–. Pero si tú insististe en aprender a bailar el Vals, por lo menos deberías probar hasta bailarlo con música –de repente se le ocurrió una idea–. ¡Eso es! Tal vez no necesitas aprender primero los pasos y luego unirlos al ritmo de la música, tal vez lo entiendas si directamente lo hacemos con música.
Emma lo observó un poco más esperanzada. Posiblemente tuviera razón, posiblemente ella aprendía escuchando la canción.
– ¡Intentémoslo! –exclamó saltando una vez más.
Norman tomó prestado el tocadiscos que Mamá guardaba en una de las repisas. Eligió uno de los temas que más le gustaba del compositor Johann Strauss y lo colocó en el aparato. Tan pronto comenzó a sonar, Emma cerró los ojos y movía su cabeza al son de la melodía.
– Es una melodía muy bonita –comentó sin dejar de moverse.
– Es una pieza de Strauss, se llama El Danubio Azul. Me pareció el vals más sencillo de seguir, teniendo en cuenta que es la primera vez... –se interrumpió a sí mismo al notar que ella comenzaba a mover sus pies inconscientemente de un lado al otro, siguiendo el compás de la melodía–. Emma... –susurró sorprendido al ver lo bien que ejecutaba cada uno de los pasos que hasta hace minutos creía no poder lograrlos jamás.
La susodicha continuaba bailando por el salón con sus ojos cerrados y sus brazos acomodados como si estuviera acompañada de otra persona. Una sonrisa parsimoniosa adornaba su rostro y su voz tarareaba la melodía que escuchaba.
De repente, sintió que alguien se acomodaba entre sus brazos a la par que tomaba su cintura y su mano derecha. Al abrir sus ojos observó a Norman, sonriéndole de vuelta y mirándola directamente a los ojos.
– Norman...
– No lo pienses y sólo sigue moviéndote al compás de la melodía –murmuró sin dejar de mirarla.
Así, haciendo caso a su consejo, la pequeña pelirroja siguió danzando tan sólo como ya lo estaba haciendo, dejándose llevar por las notas musicales de tan bella melodía y por la dirección que Norman le marcaba sin decirle palabra alguna.
Comenzaron a reír, pero no de gracia o nervios, sino de genuina felicidad, disfrutando el momento. Ella podía sentir como los pasos fluían sin necesidad de pensarlos, y se sentía bien compartirlo con Norman. No con Ray, o con Gilda, o con ninguno de sus otros hermanos. ¿Por qué? No lo sabía, sólo así lo sentía. Y no era egoísmo, era su corazón sintiéndose diferente cada vez que se trataba de Norman.
Él sólo la miraba con amor, jamás podría negar lo mucho que le gustaba Emma, su sonrisa, sus ojos, su personalidad fuerte y a la vez tan dulce... Todo en ella era perfecto a sus ojos. Si tan sólo pudiera decírselo, ¿Pero cuándo era el momento adecuado? ¿Ella sentiría lo mismo? Eran sólo niños, y probablemente Emma sólo lo viera como un hermano más de su amada familia. Pero eso era suficiente para él, por el momento era todo lo que necesitaba.
Sus ojos se encontraron entre tantos pasos y vueltas. Sus ojos azules, su sonrisa amable y cariñosa. Sus ojos verdes y su expresión tan llena de alegría. Se reflejaban en la mirada del otro, y si tal vez hubieran prestado atención, hubieran notado también que sus corazones latían sincronizados.
– Felicidades, Emma –dijo él una vez que hubo acabado la canción–. Has aprendido a bailar el Vals.
– Y todo gracias a ti –musitó ella sin poder dejar de mirarlo a los ojos. Él sólo amplió un poco su sonrisa–. ¿Algún día bailaremos esta pieza en una ocasión especial? –preguntó con inocencia.
– Espero bailar esta melodía contigo en el momento más especial de mi vida.
– ¿Y cuál es ese momento?
Norman la miró durante unos segundos, ¿Sería este el momento que tanto esperaba?
– Emma, yo...
– Oigan, Mamá dice que ya bajen a cenar, los estamos esperando –interrumpió Ray llamando desde la puerta.
De inmediato Emma y Norman se separaron y lo miraron algo sonrojados.
– ¿Interrumpo algo? –preguntó alzando una ceja.
– N-no, nada –respondió la pelirroja algo nerviosa–. Norman me enseñaba a bailar un Vals.
– Oh, una danza de parejas.
– ¡¿Q-q-qué?! –exclamó Emma ahora completamente roja.
– ¡R-Ray! –reclamó el albino en la misma situación.
– ¿Qué? ¿No se llaman así? Danzas de pareja, dos personas bailan tomados de la mano –comentó desinteresadamente–. Como sea, bajen ahora o Mamá vendrá a por ustedes.
– ¡S-sí! –respondieron ambos al unísono, apresurándose a acomodar todo antes de salir.
– Tal vez sí interrumpí algo –comentó el pelinegro a su amigo una vez Emma bajó corriendo las escaleras.
– Eres muy inoportuno a veces, Ray –rezongó el albino apenado–. Pero creo que este no era el momento indicado.
– ¿Momento indicado para qué? –preguntó confundido.
– Es un secreto –fue la simple respuesta de Norman.
Luego de guiñarle el ojo y llevar un dedo a sus labios en señal de silencio, él también se alejó corriendo hacia el comedor, dejando a Ray confundido por las acciones de sus dos amigos.
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Notas de autor:
No me puedo resistir a los bellos fanarts, lo juro!! Cuando uno me inspira necesito escribir /-w-/
Pero bueno, no he podido descubrir al verdadero artista detrás de la imagen, si alguien lo sabe agradecería mucho su ayuda para otorgar los correspondientes créditos.
¿Que les pareció este One Shot? Espero que les haya gustado. Seguiré haciendo más de estos capítulo únicos a medida que otro fanart me atrape jaja, por lo que si tienen alguna sugerencia de imagen, pareja o idea pueden hablarme.
Nos leemos pronto. Bye!! O.-/
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