Capítulo 8
Taylor y Elizabeth habían terminado de bailar aquella tarde, y él se despidió de ella con un beso en la mejilla. Taylor le dijo que la llevaría a un lugar muy especial para él, y Elizabeth aceptó con una sonrisa radiante.
Después de ese baile, ella se quedó tan asombrada con él que sentía que su corazón palpitaba no solo para vivir, sino que Taylor ahora sería esa razón. Su presencia la hacía sentir viva, y su sonrisa iluminaba su mundo.
Elizabeth no podía dejar de pensar en Taylor mientras caminaba de regreso a su casa. La forma en que la había tomado de la mano, la forma en que la había mirado, la forma en que la había hecho sentir...todo parecía tan perfecto.
Y ahora, mientras esperaba ansiosa para saber a dónde la llevaría Taylor, Elizabeth sentía que su corazón estaba a punto de explotar de emoción. ¿Qué lugar especial sería ese? ¿Qué sorpresa le tenía preparada Taylor? Solo podía esperar y ver, pero una cosa era segura: con Taylor a su lado, cualquier lugar sería especial.
Taylor fue a visitar la tumba de su padre luego de terminar de bailar con Elizabeth.
—Padre, te extraño tanto —dijo Taylor con la voz temblorosa—, pero he conocido a una persona que me ha dado felicidad, una felicidad que me dice que no durará mucho tiempo.
Taylor tenía la sospecha de no estar con Elizabeth tanto tiempo.
—He estado solo muchos días,—continuó Taylor—, y desde tu partida, solo temo no poder volver a verte en un paraíso. Me han dicho que existe la posibilidad de que, si te vuelvo a ver, no recordarás haber sido algo mío.
Taylor se detuvo un momento, tratando de contener las lágrimas.
—Me corrompen la duda y el miedo, padre —dijo finalmente—, porque al solo pensar eso, me hace cuestionar la felicidad tan pasajera.
Elizabeth piensa que soy un buen hombre, pero la realidad es que dejé a alguien sin amor por mucho tiempo. Me hablaste, pero no dije nada. Me llamaste, pero te colgué la llamada. No me pediste más que solo verme y abrazarme, pero te lo negué. Y hoy, que quisiera estar contigo, ya no puedo.
Me arrepentí justo cuando te perdí. La culpa y el remordimiento me consumen, y no puedo evitar preguntarme qué habría pasado si hubiera sido más considerado contigo. ¿Habrías estado conmigo ahora? ¿Habríamos compartido momentos felices juntos?
Pero ahora es demasiado tarde, y solo puedo vivir con el recuerdo de lo que podría haber sido. Elizabeth me ha dado una segunda oportunidad, pero no puedo evitar pensar en ti y en lo que te hice. Espero que puedas perdonarme algún día.
Luego de eso, comenzó a llover hacia frío y era de noche. Taylor solo caminaba por las calles mientras personas comenzaban a correr de la lluvia. Él se sentó un momento en un banco.
—Creo que me merezco todo esto—dijo Taylor para sí mismo, su voz apenas audible sobre el sonido de la lluvia—. No fui ni la mitad de considerado con mi padre. Trabajé años en la galería, pintando la felicidad de todos, pero estaba tan cegado que no noté que mi padre carecía de ella.
Taylor se detuvo un momento, recordando los momentos que había compartido con su padre. Se dio cuenta de que había estado tan enfocado en su propia vida que no había notado la tristeza que su padre había estado llevando dentro.
—¿Por qué no pude verlo? -se preguntó Taylor, su voz llena de arrepentimiento—. ¿Por qué no pude estar allí para él cuando lo necesitaba?
Alguien de repente puso un paraguas sobre su cabeza. Era Elizabeth, quien lo miraba con preocupación y, al mismo tiempo, con alivio por estar allí.
—¿Qué haces bajo la lluvia? -comentó Elizabeth, su voz suave y cariñosa.
-—noo solo te pido que te alejes de mí, no soy lo que piensas -argumentó Taylor con la voz quebrada, su rostro reflejando la angustia y el arrepentimiento.
-Quizás no lo eres -respondió Elizabeth, su voz llena de compasión-, pero nunca quise encontrar perfección en ti. Amo mucho más a un hombre con lágrimas en los ojos, arrepentido, que a uno orgulloso y diciendo que es perfecto, que no tiene defecto alguno.
Elizabeth consoló a Taylor por un momento, abrazándolo suavemente bajo el paraguas.
-Si te doy la razón, te mentiría -dijo Taylor, su voz aún temblorosa-, porque todavía me siento culpable. Pero tus palabras me sirven, porque me doy cuenta de que si los dos tenemos defectos, podemos encajar solo para nosotros.
Taylor se detuvo un momento, mirando a Elizabeth a los ojos.
-Quiero intentarlo contigo -dijo finalmente, su voz llena de esperanza y determinación-. Quiero ver si podemos hacer que esto funcione, a pesar de nuestros defectos y errores. ¿Quieres intentarlo conmigo?
-Pero si no funciona -respondió Taylor, su voz llena de dudas.
-Entonces solo recordaremos todo lo bueno, como lo malo -dijo Elizabeth, sonriendo suavemente-. ¿O quieres recordar y arrepentirte de no haber experimentado nada? Es mejor arriesgarse y, si sale mal, lo hará, pero si todo va bien, solo te arrepentirás de no haber podido arriesgarte un poco más.
Elizabeth se acercó a Taylor, su mirada intensa y apasionada.
-No te arrepentirás de haberme conocido, Taylor -dijo, su voz llena de sinceridad y afecto-. No te arrepentirás de haberme amado. Estaré aquí para ti, siempre.
Se abrazaron, conscientes de que ambos tenían defectos, pero también sabiendo que esos defectos eran lo que los hacían únicos y especiales. Aprendieron a amar y aceptar sus imperfecciones, y fue precisamente eso lo que los unió.
En ese abrazo, Taylor y Elizabeth encontraron una conexión profunda y verdadera. No necesitaban perfección, solo necesitaban ser ellos mismos, con todos sus defectos y virtudes. Y en ese momento, supieron que su amor era algo real y auténtico.
Querido lector, piensas demasiado en tus defectos, pero eso es lo que te distingue de entre muchas personas. Si uno comiera la misma comida todos los días, ¿acaso no estaríamos aburridos?
Piénsalo así: Dios creó a personas con defectos porque si todos fuéramos iguales, las personas llegarían a cambiarse una y otra vez, y jamás encontrarían algo distinto. La diversidad y la individualidad son lo que hacen que la vida sea interesante y valiosa.
Así que, en lugar de enfocarte en tus defectos, trata de verlos como una parte integral de quién eres. Acepta tus imperfecciones y celebra tu unicidad. Recuerda que eres especial justo por ser tú.
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