Capítulo 4

Los pensamientos de Taylor estaban perpetuamente ensombrecidos por una melancolía abrumadora. Intentaba ocultarse de los demás para no tener que revivir el dolor de la pérdida, el vacio que habia dejado su padre al partir. La culpa y el arrepentimiento lo consumían, recordando como había descuidado a su padre en sus momentos finales, permitiendo que muriera solo, sin la oportunidad de despedirse.

Taylor se sentia condenado a vagar por la vida en soledad, atormentado por los recuerdos de los que podría haber sido.
La muerte para el no era el final, sino un recordatorio constante de la transitoriedad de la vida y la inevitabilidad del dolor. Sin embargo haber conocido a Elizabeth, Taylor sintió por primera vez una chispa de esperanza, una sensación de que quizás, solo quizás, valiera la pena seguir adelante.

En su galería El encontraba refugió en la pintura, intentando plasmar en el lienzo el dolor y la tristeza que lo consumían.
Sus obras eran un reflejo de su alma torturada, una ventana a la angustia y la desesperanza que lo habían acompañado durante tanto tiempo.

Sin embargo, con Elizabeth a su lado, comenzó a ver la posiblidad de una nueva forma de expresión, una que reflejara no solo el dolor, sino también la esperanza y la redención.

Taylor se encontraba de pie ante su última obra, una pintura que reflejaba la tormenta que habia estado viviendo en su interior, ella se acercó a el con una mirada fija en el cuadro.

— Es hermoso —,habló con voz baja y emotiva—. Pero también es doloroso. Puedo sentir el sufrimiento que hay detrás de cada pincelada.

Taylor se volvió hacia ella, su mirada intensa.

— Si —dijo, el —. Es el reflejo de mi alma. De todo lo que he vivido y sufrido.

Ella se acercó un poco más, su rostro cerca del de Taylor.

— Me gustaría conocer más sobre
ti —contesto —. sobré lo que te hace sufrir.

El solo se rió, una risa amarga.

— No creó que quieras saber —decia con una voz algo ronca—. Es un lugar oscuro y nostálgico.

Elizabeth lo miro con compasión, mientras se perdia en la mirada que transmitía.

— A veces, los lugares oscuros son los que más necesitan ser iluminados —lo dijo con una voz monótona y calida—. Dejame entrar. Déjame ver lo que hay dentro de ti, déjame intentar sanarte.

Aquél hombre que solo buscaba huir de todo lo que habia vivido, hoy se sentia cómo si todo lo fuera recompensado con las palabras de aquella mujer, dispuesta a escucharlo y apoyarlo; era una desconocida que también necesitaba ser escuchada.

— Esta bien te dejaré conocerme pero, promete que no huiras al ver que todo lo que hay en mi, esta totalmente roto.

Ella sonrió.

— Prometo que juntaré las piezas rotas y las volveré a restaurar, no importa si en el intento me llegará a lastimar.

— Gracias, por llegar a entenderme, pero si algún dia eres tu la que necesite a alguien para acompañarte, quiero... Que me permitas ser esa persona.

Inclinó su cabeza hacia la de Elizabeth para luego depositar un beso dulce o un sello cómo promesa un trató de que los dos se arreglarían se acompañarían en sus desastres, juntos hasta que el otro se llegara a cansar.

Ambos estaban rotos, dolidos pero, siempre al final descubres que puedes estar roto solo con esa persona para encajar con ella.

“Querido lector por si un dia te cansares y no lo soportaras en la vida, recuerda que siempre hay alguien que estará dispuesto/a, a romper su alma para encajar contigo”.



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