Capítulo XXIX
Para la hora de la cena, manjares se paseaban de mesa en mesa. rebosantes de olores y colores exquisitos, aunque para Nate, dichas delicias habían perdido el gusto. Se sentía incapaz de disfrutar de esos pequeños detalles que le daba la vida, su humor iba decayendo con cada segundo que pasaba. Por más que intentara mantener el buen espíritu, siempre algo le recordaba a Miqueas y ese intoxicante poder que desprendía.
«Casi no has comido nada, ¿todo bien?» le preguntó Camille en su mente. Eran pocas las ocasiones que Camille podía zafarse de una comida con el consejo para juntarse con el equipo, su rodilla rozaba la suya ocasionalmente, al igual que su mano. Nate la miró de soslayo, pero ella se veía muy concentrada en una conversación banal con Alina sobre labiales y otros cosméticos.
«Todo bien» respondió para evitar darle vueltas al asunto. Camille, quien no era de darse por vencida cuando de algún tema se trataba se puso de pie, interrumpiendo abruptamente su conversación con Alina.
—Vamos —le dijo en voz alta tomándolo de la mano, los demás no pasaron desapercibido el gesto, aunque tampoco se interesaron en prestarle mucha atención.
En lo que respecta a sus amigos, ellos estaban en proceso de emparejamiento, así que era común esperarse ciertas actitudes peculiares entre ellos. Celos, ataques iracundos, demostraciones públicas de afecto, discusiones ilógicas y escapadas del grupo, eran unas de las cosas normales que se esperarían durante el proceso.
Nate se puso de pie y la siguió sin chistar, incluso cuando no entendía muy bien de que iba todo el asunto del "emparejamiento" por alguna razón no podía oponerse, solo tenía claro que no quería alejarse de ella, por más malhumorado que estuviera Camille era lo único que todavía contaba con color en su vida.
Camille lo llevó fuera del comedor bajo la mirada penetrante de Ajax, muy consciente de que, si no volvían en máximo diez minutos, él los buscaría. Después de lo de Miqueas, Ajax había dejado de ser niñero para convertirse en guardaespaldas personal, esperando que su viejo amigo apareciera en cualquier esquina del monasterio.
—¿Puedo saber a dónde vamos? —preguntó Nate, pero no obtuvo más respuesta que solo ser arrastrado hacía la biblioteca. Cuando pasaron cerca de un armario de mantenimiento, Camille vio a ambos lados del pasillo.
—Entra —dijo abriendo la puerta. Nate se quedó observando el diminuto y oscuro armario con escepticismo. Ella no era usualmente paciente y esa vez no fue la excepción, al ver que no la obedecía decidió empujarlo adentro, luego entró tras suyo y cerró la puerta con cuidado. En el armario apenas cabían los dos, Nate se encontró contra la pared en medio de escobas y trapeadores—. ¿Piensas decirme que demonios te pasa o tengo que sacarte la información? —susurró, encendiendo la luz del diminuto espacio. Su pecho se apretujaba contra el suyo y sus manos reposaban sobre sus hombros.
—Te dije que todo está bien —replicó con una media sonrisa, la idea por ser torturado por ella en ese reducido espacio le resultaba muy atractiva. Camille lo jaló por los hombros atrayendo su rostro al suyo, su aliento dulce impactaba contra sus labios.
—Si crees que mis métodos de tortura serán placenteros te equivocas Nathanael Dicksson —susurró seductoramente.
—Eso creo que lo tendré que decidir yo... —Nate trató de terminar con la pequeña distancia que separaba sus labios, al mismo tiempo que la tomaba por la cintura..., habían pasado mucho tiempo separados, demasiado, a decir verdad. Al principio Nathanael tuvo paciencia y aceptó las condiciones para mantener a la Voz bajo raya, sin embargo, la situación había cambiado. Su alter ego no mostraba señales de vida, su malhumor no cedía y Miqueas podía aparecer en cualquier momento para enfrentarlo de nuevo; necesitaba fundirse en Camille, sencillamente, ella era su bote salvavidas en medio de la tormenta.
Jamás se había sentido tan sediento, tan desesperado por algo. Incluso, llegó a creer que, de no sentir su piel contra la suya, perderse en su dulce aroma y escuchar como gritaba su nombre pronto, entraría en combustión espontanea. Sin embargo, ella tenía otros planes, ya que esquivó sus labios.
—Te dije que no sería placentero. Dime que te sucede —tomó su rostro con ambas manos, penetrando hasta su alma con aquellos bellos ojos turquesa. Nate apoyó su frente contra la suya e inhaló profundamente su aroma.
—La Voz desapareció —susurró lo primero que le llegó a la mente, hasta él mismo se sorprendió de que esa fuera su mayor preocupación.
—¿Eso no debería ser bueno? —su nariz rozó la suya, como lo haría un felino.
—Debería..., si no tuviera el miedo de que aparezca a último minuto y decida apoyar a Miqueas.
—¿Por qué piensas que lo haría? —ronroneó, comenzando a besarlo suavemente y llevando una de sus manos al bulto de su entrepierna.
—Yo..., no..., —mordió su labio inferior y definitivamente ya estaba perdido. Nate olvidó de lo que hablaban, sus preocupaciones, sus ansiedades, solo estaba Camille.
—Concéntrate o me detengo. ¿Por qué la Voz apoyaría a Miqueas? —su mano se metió dentro del pantalón para juguetear con su longitud, Nate ahogó un gemido contra sus labios.
—Por..., por..., por su poder..., es..., es todo..., lo que la Voz quiere..., eso —Camille sonrió en sus labios a medida que sus manos delineaban su figura, atrayéndola incluso un poco más a su cuerpo.
—¿Eso es todo lo que te preocupa? —susurró, al mismo tiempo que su mano le apretaba con fuerza el miembro.
—Me estás matando —Nate jadeó, mordisqueando su cuello, ella se arqueó contra su pecho.
—Dime o me voy —Nate intentó quitarle la camiseta para llegar a su pecho, pero ella se lo impidió—. Nate... —gimió.
—William... —si ella podía tocarlo, él también quería jugar a ese juego así que se las ingenió para meter su mano en su apretado leggins para acariciar sus glúteos.
—William, ¿qué? —jadeó, al sentir el contacto de su mano rozando su feminidad.
—Creo..., creo que está aliado con..., Miqueas —detuvo sus caricias y besos de golpe, como si un balde de agua fría le hubiera caído encima.
—¡¿Qué?! —Camille intentó no gritar al mismo tiempo que se retorcía para sacar la mano de su pantalón y se acomodaba la camisa. Nate se recostó contra la pared inhalando profundo, resignado a que hasta allí había llegado ese pequeño momento—. ¿Qué quieres decir con eso?
—Antes de irse, Miqueas me dijo que en caso de cambiar de opinión hablara con William, que él sabría qué hacer.
—Eso no significa que estén aliados..., ¿o sí?, ¿no has hablado con William?
—Tiene voto de silencio, dudo que sirva de algo enfrentarlo —Camille se pasó una mano por el cabello, sus mejillas estaban tan sonrojadas y sus labios tan hinchados que le fue inevitable no intentar robarle un beso para tratar de recuperar el ambiente.
—Tienes que hablar con él —exclamó después de esquivarlo satisfactoriamente haciendo que su frente pegara contra la puerta.
—Preferiría terminar lo que empezamos —Camille sonrió, tomándolo por el mentón con una mano y atrayendo su rostro de nuevo al suyo.
—Pero después debes ir con él, ¿ok? —Nate asintió perdiéndose en su sonrisa. Sus labios impactaron contra los suyos, con fuerza, necesitados, sedientos, dando a entender que antes se estaba conteniendo, solo para conseguir la información que quería.
Sus manos temblorosas, comenzaron a desabotonarle el pantalón y él la ayudó antes de continuar con el suyo. Camille se apoyó en su cuello para quitarse las botas, forcejeando con sus pies; Nate hizo ademan de ayudarla, pero no le permitió que sus bocas se separaran.
Cuando sus pies se vieron libres comenzó a luchar con su pantalón, al menos está vez sí lo dejó ayudarla. Al mismo tiempo de un jalón, bajó el de él junto con su ropa interior dejando libre esa dolorosa erección que tanto gritaba por alivio. Dejó de besarlo cuando tomó su longitud con una mano sin mucha delicadeza mientras que, con la otra, llevó un envoltorio plateado a su boca; lo abrió tan seductoramente con sus dientes que Nate no pude evitar gemir su nombre.
—Te necesito —jadeó Camille, volviendo a concentrarse en sus labios mientras que sus manos le colocaban el preservativo con bastante experticia. Al terminar le enroscó las manos sobre sus hombros y Nate no necesitó más para alzarla por la cintura y apoyarla contra la pared con sus piernas entrelazándose alrededor él como si estuvieran hechas para ello—. Nate... —gimió al mismo tiempo que empujaba su cadera hacia su miembro.
El aludido deseaba prolongar cada momento a su lado, cada sensación, para disfrutarla al máximo; sin embargo, lo que sentía por ella era tan urgente, que le resultaba inevitable no ir directo al grano. Embistió contra ella más fuerte de lo que tenía planeado, deleitándose por la calidez con la que lo recibió y lo apretada que estaba alrededor de su miembro.
—Más... —jadeó Camille, apretándole la cintura con sus fuertes piernas. Nate respondió a su petición empujando de nuevo, está vez más lento, percibiendo como sus paredes se contraían y disfrutando los movimientos de su cadera.
—Por Gaia... —gimió contra sus labios—. Te extrañé tanto —mordió su cuello a medida que se enterraba profundamente en ella y Camille ahogaba un grito en su garganta—. Necesito más de ti..., te quiero toda para mí... —sus manos apretaron sus glúteos con cada palabra.
—Me tienes..., soy tuya, Nathanael —jadeó deslizando sus manos por debajo de su camisa deseando sentir un poco más de su piel y enterrando sus largas uñas en él, a medida que el aludido poco a poco, aceleraba el ritmo de sus embestidas hasta encontrar el ritmo que ella tanto suplicaba en silencio.
Sus piernas comenzaron a tensarse cada vez más alrededor de su cintura, hasta llegar al punto en que resultaba inevitable evitar que gritara su nombre y rogara por más. Con cada embestida se entregaban un pedacito de sus almas, ya no se encontraban en un diminuto closet, rodeados de artículos de limpieza; habían olvidado por completo el mundo exterior, sus problemas y lo que debería o no ser correcto, nada más que ellos dos existía en la faz de la tierra.
—S-Siento que toda mi vida esperé por ti —gimió Nate poseído por las fuertes contracciones que desgarraban el interior de Camille cuando alcanzó el clímax —Creo..., creo que te amo —jadeó contra su cuello cuando al igual que ella logró ver las estrellas.
Al recuperarse del éxtasis y frenesí del intenso orgasmo que lo atravesó, Nate asimiló lo que había dicho. Camille aun montaba sobre él y se mantenía en completo silencio, con todo su cuerpo tan tensó como el mármol. Sintiéndose presa del pánico, buscó su mirada, pero al percibir movimiento de su parte, la chica se bajó de él y esquivó sus ojos.
—¿Cami? —la aludida se intentaba ponerse un zapato lo más rápido que podía con manos temblorosas—. ¿No te faltan los pantalones? —se detuvo un momento para pensarlo y luego procedió a intentar desatar la bota que se había puesto, pero el temblor en sus dedos no la dejaba—. Permíteme —con mucha renuencia dejó que Nate la ayudara—. No tienes que responderme nada, está bien —le dijo mientras el miedo comenzaba a crear tétricos escenarios en su mente.
—¿Crees?, o ¿lo sabes? —Nate se las arregló para verle el rostro, acuclillado a su lado tan incómodo como estaba. Su labio inferior temblaba al igual que sus ojos.
—¿Eso importa? —terminó de desatarle el zapato y ella tomó su ropa con velocidad, se comenzó a poner el leggins apoyándose de él con la mirada clavada en el suelo.
—Si, importa —masculló poniéndose de nuevo los zapatos.
—Te amo —repitió con un nudo en su garganta. El pecho de Camille subía y bajaba rápidamente, sus mejillas se enrojecieron al mismo tiempo que sacudía su camiseta con una mano.
—Necesito..., necesito aire —jadeó, antes de abrir la puerta del armario de un golpe y salir hecha un bólido. No pensó en que su pantalón estaba a medio cerrar o que sus botas aun no estaban atadas y que su cabello, se había convertido en una maraña enredada, tampoco le importo que Nate siguiera con los pantalones abajo.
—Veo que no necesitaremos ir al gimnasio antes de dormir —susurró Ajax, recostado en la pared frente a la puerta abierta, con una ceja alzada y brazos cruzados. De un salto Nate se subió los pantalones ahogando un grito—. Niño, entiendo lo del frenesí del emparejamiento al principio, pero enserio ¿no tuvieron adolescencia o qué demonios? —Nate terminó de ajustarse los pantalones antes de salir, su rostro ardía y fue incapaz de encarar a Ajax.
—No se suponía que presenciaras eso —murmuró. Quería ir tras ella, el pánico que vio en sus ojos revoloteaba en su pecho como una mariposa en llamas. Había metido la pata, era muy pronto para decirlo, incluso resultó muy pronto para sí mismo admitirlo, no supo qué demonios pasó por su cabeza en ese momento, sin embargo, entendía que quizás necesitara espacio, él sí que lo necesitaba después de ver su reacción, por más que quería que no lo afectara lo cierto es que era inevitable que no lo hiciera.
—¿Crees que te vería salir del comedor y no te seguiría? Por cierto, bonito espectáculo el que armaron —puso su mano sobre su hombro dándole fuertes palmadas, la vergüenza se rehusaba a abandonarlo y él solo la reforzaba—. Tienen suerte que a esta hora nadie pasa por aquí, si no de seguro tuvieran una audiencia más grande —Nate se encogió de hombros.
—¿Puedes parar?, ya es suficiente vergonzoso que me vieras sin pantalón —la risa de Ajax resonó contra las paredes.
—Hablando de eso, quien diría que esa cosita hiciera gritar tanto a una mujer —esa fue la gota que rebasó el vaso, Nate encendió su cuerpo sin darle previo aviso, Ajax tenía que agradecer que el control sobre sus poderes había mejorado bastante, porque en otra ocasión le hubiese incendiado la mano en vez de solo quemársela. Su risa volvió a aturdirlo—. Muy bien, niño, no te pongas tan sensible, agradece que te encontré yo y no Aghata porque...
El sonido aterrador de una corneta interrumpió a Ajax. Por un momento, Nate volvió a la torre del este y todas sus alarmas se encendieron esperando que, en algún momento, su padre apareciera, sin embargo, nada sucedió. Ajax palideció por un momento borrando la sonrisa de su rostro.
—¿Qué es eso?
—Ya lo veremos, vamos —Ajax no esperó que lo siguiera, daba por sentado que así sería. A medida que avanzaban por el monasterio, se les unían cada vez más y más soldados; todos en la misma dirección, con las miradas fijas en la nuca de su líder.
—¿Qué sabemos? —preguntó Noah llegando a su lado, la alarma no dejaba de sonar y el miedo se estaba apoderando de los más jóvenes estudiantes para cuando llegaron al salón principal; maestros los guiaban a sus habitaciones, sus rostros mostraban un gran esfuerzo por mantener la calma, algunos lo lograban otros solo lo intentaban.
—Es malo —susurró Ajax, sin dirigirle la mirada al mismo tiempo que abría las enormes puertas de madera antes de que alguien más pudiera hacerlo. Alfie y Gael se les acercaron entre la multitud, no tenían que decir nada para notar lo nerviosos que estaban.
Ajax se dirigió al primer punto de control, al sur del monasterio. Camille estaba sobre la muralla con unos binoculares de larga visión, su cabello ya no estaba tan enmarañado y bailaba con el viento.
Los soldados se quedaron abajo, expectantes mientras que los únicos que subieron tras Ajax fueron Noah y Nate. Camille le dio los binoculares al líder de seguridad sin decir palabra, cruzando miradas con Nate por un momento fugaz donde el nudo en la garganta del joven intentó hacer presencia de nuevo.
—Maldita sea, Mike..., ¿qué pretendes? —masculló Ajax, sus manos tenían un leve brillo y apretaba con tanta fuerza los binoculares que sin duda los rompería en cualquier momento. Nate se apoyó sobre la cornisa intentando ver lo que él veía en el horizonte—. Camille, avisa a Aghata y a los guardianes. Necesitaremos refuerzos del imperio, mientras tanto da orden de que activen el domo. Noah activa el plan de evacuación, los alumnos con edad para luchar y entrenamiento previo deben quedarse hasta que tengamos noticias del imperio —su voz era tensa.
—¿Qué está pasando? —preguntó Nate. Ajax le dio los binoculares de mala gana.
—Velo por ti mismo —murmuró antes de darle la espalda a la cornisa y dirigirse a los soldados en el campo—. ¡Los quiero armados y blindados en cinco minutos, francotiradores y armas a larga distancia en las torres, elfos de fuego y arqueros a las murallas! —no era necesario una corneta para que todos escucharan su voz, siguió dando órdenes mientras Nate veía por los binoculares.
En el horizonte, donde la línea de árboles secos iniciaba, pudo divisar a su padre montado sobre un imponente frisón blanco. Vestía una armadura negra con rubíes rojos igual a la que él tenía en la visión del caos. A su lado emergían mestizos, uno tras otro, viejos, jóvenes, de todos los tamaños y colores. Algunos golems se unieron, no los suficientes como para ser un ejército, pero si los necesarios como para aplastar a varios contrincantes en el camino.
Elfos de todas las edades se incorporaron al grupo, vestían trajes similares a los de los soldados de Caledonia. Sus manos estaban encendidas, listas para pelear; la línea de enemigos seguía extendiéndose en la llanura, bordeando el monasterio..., eran demasiados para contarlos. Un solo mestizo podría acabar con dos de los buenos y, los superaban en número aproximadamente cien a uno. Miqueas recorría sus filas con espada en mano y el pecho hinchado de orgullo.
—¿Estás bien? —la voz de Camille lo sacó de aquella pesadilla que estaba viendo, puso su mano sobre la suya, que hasta ese momento no se había dado cuenta de que la tenía hecha un puño. Soltó los binoculares y tomó una gran bocanada de aire.
—Lo estaré cuando lo derrotemos y obtenga lo que merece.
—Tengo que ayudar con el plan de evacuación —jugueteó con el brazalete en su muñeca y Nate asintió incapaz de decir algo, no deseaba arruinar más las cosas con ella y con su humor, podría arrepentirse si intentaba preguntarle por la conversación que tenían pendiente. Sus labios le rozaron la mejilla antes de que se alejara, cuando iba a bajar de la muralla, dudó en el primer escalón por unos largos segundos, se devolvió a último momento y le tomó el rostro entre sus manos obligándolo a verla.
—Hablaremos después de que hayan evacuado los jóvenes, ¿ok? No te atrevas a hacer algo estúpido —exclamó con ojos vidriosos para luego estampar en sus labios un beso, que se sintió igual a una despedida.
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