Capítulo XVII
A una hora a caballo del monasterio de Caledonia, se encontraba un pueblo mágico que te transportaba a una época más simple, donde las casas eran de piedra con techos de paja y la revolución industrial aún no tenía lugar.
Caminar por los angostos caminos de piedra, se sentía como entrar en un cuento de hadas. Cada calle contaba una historia diferente, no importaba la época del año, Andaluss no dejaba de enamorar a sus habitantes y algunos turistas que por casualidad lo encontraban.
Andaluss era una pequeña colonia de elfos, una de las pocas que comerciaba con humanos y que no se encontraba oculta bajo un manto protector mágico. Sus habitantes habían aprendido a coexistir con los turistas y a depender de los ingresos que estos les generaban; no gritaban a los cinco vientos que eran elfos, pero tampoco vivían de apariencias. Simplemente se dieron cuenta de que los humanos sacaban sus propias conclusiones y refutaban todo aquello que no fuera socialmente normal.
—Estás más callada que de costumbre —dijo Noah dándole un pequeño apretón en la mano que Camille tenía entrelazada en su brazo.
Caminaban a paso lento entre mercaderes, turistas y artesanos. La imagen esporádica de uno que otro vehículo rompía la burbuja mágica del pueblo, sin embargo, no podían esperar que todos anduvieran en caballo como ellos.
—No sé cómo pueden soportar ese olor —susurró en respuesta, hundiendo su rostro en el brazo de Noah, quien siempre traía un olor ahumado y amaderado.
—Ni idea, habría que preguntarle a Nate, al fin y al cabo, vivió veintiséis años con los humanos —Camille se encogió de hombros, seguía sin la más mínima intención de querer hablar con Nate. De hecho, ir al partido la noche anterior había sido un enorme error.
En su interior se desarrollaba una tempestad de emociones encontradas. Sentir sus labios sobre los suyos, su fuertes y cálidas manos recorrer su piel, fue una experiencia fuera de este mundo. Desde hace días sabía que se sentía atraída por él, que su corazón rebotaba en su pecho cuando reía y cuando su ceño se fruncía, la corriente eléctrica que corría por todas sus terminaciones al sentir el poder intoxicante que emanaba.
Al principio estaba convencida de que todos esos sentimientos provenían solo de Nate, pero con ese beso, se dio cuenta de que ella lo deseaba tanto como él lo hacía. Pero ¿cómo podría sentir eso por su asesino?, ¿era una masoquista?, ¿deseaba morir? O, ¿esos sentimientos eran lo que la salvarían?
Lo único que tenía claro, era que estaba perdida en un vórtice de sensaciones adictivas. El caos siempre había formado parte de su vida, desde que nació estuvo con ella al igual que sus padres; protegiéndola a medida que crecía, abrazándola en cada paso que daba y, aun así, los días que llevaban entrenando juntos, le hicieron darse cuenta de lo poco que en realidad conocía sobre el caos.
El poder primitivo que Nathanael emanaba lograba ponerle los pelos de punta, era como sentir un shot de adrenalina instantánea cada vez que expulsaba el caos de su interior. En el monasterio le enseñaron de autocontrol, del dominio total de sus poderes, sus maestros la obligaron a contenerse, a limitar al máximo su capacidad para no lastimar a otros y eventualmente, fue olvidando lo bien que se sentía ser libre y ser capaz de hacer lo que se le viniera en gana con su poder; ahora gracias a Nate pudo recordar su esencia, recordó su fuerza y abandonar ese sentimiento, era como intentar dejar la más poderosa de las drogas.
—Esto está interesante —susurró Noah jugando con algunas baratijas de cuero tejido que un artesano vendía, amaba todo lo que tuviera que ver con cuero y madera.
Un brazalete de cuero muy masculino llamó la atención de Camille, era trenzado y en el centro una malaquita solitaria se encontraba bien sujeta en un nudo macramé, instantáneamente sus pensamientos de nuevo la dirigieron a Nate.
—Absorbe las malas energías, señorita, un excelente regalo si me permite decirle —dijo el vendedor, propietario de un enorme bigote y grandes ojos, quien se percató del interés de Camille por el brazalete. Sin saber muy bien que estaba haciendo, la chica compró la prenda sin chistar.
—No sabía que eras una chica de brazaletes —la voz ronca y el cálido aliento rozando su cuello generaron un escalofrío en su espina y erizaron su piel.
La última persona que esperaba encontrarse en Andaluss era a Nate, así que inevitablemente dio un pequeño saltito ante el susto que le había propinado, no obstante, pudo controlar el impulso de darle un puñetazo en la mandíbula.
Se encontró con la intensa mirada verde y esa exquisita sonrisa torcida que hacía brincar su corazón. Nate llevaba las manos cruzadas en su espalda y por primera vez en mucho tiempo, lo veía usar otra ropa que no fuera el uniforme del monasterio. Si llevaba el pantalón y las botas, pero su camiseta era blanca, manga larga y muy ceñida al cuerpo.
Era de Gael, Camille recordó habérsela visto en una ocasión. La camiseta dejaba muy poco a la imaginación, en cuanto a su perfecto abdomen plano y brazos musculosos se refería.
—¡¿Qué haces aquí?!, no llevas uniforme, ¡¿por qué no llevas uniforme?! —Nate se encogió de hombros, cuando estuvo a punto de responder, apareció Fate y se colgó de su brazo—. Los novatos no pueden venir al pueblo y lo sabes, Fate —gruñó, haciendo un esfuerzo enorme por no prestarle atención a los toqueteos de Fate.
—Ajax lo permitió con la excepción de que no usara la camisa del uniforme, no te preocupes Cami jamás lo sacaríamos sin autorización. Además, ya es un chico grande puede cuidarse solo —algo debía haber en la mirada de Camille, algo terrorífico y amenazador, algo que era capaz de hacer que Fate soltara el brazo de Nate y diera dos pasos atrás, porque así fue—. eh..., Noah, necesito tu opinión en algo. ¿Vienes? —chilló con voz nerviosa, mientras que tomaba el brazo de Noah y lo jalaba entre la multitud sin esperar que el aludido pudiera siquiera darle una respuesta antes de dejarlos solos, frente a frente en medio de la multitud.
—¿Podemos hablar? —preguntó Nate. Camille escondió el brazalete rápidamente en uno de sus bolsillos. Esa compra impulsiva que hizo pensando en los ojos de su acompañante le quemaba el muslo.
—No tenemos nada de qué hablar —incapaz de mantener su intensa mirada, dio media vuelta cruzando los brazos y fingiendo interés por los artesanos.
—Quizás tu no tengas nada de qué hablar conmigo, pero yo si tengo cosas que decirte así que, ¿podrías escucharme al menos? —Camille meneó la mano con fastidio, perdida en un puesto con adornos de madera que no compraría ni para la casa de su peor enemigo—. Lo siento, ¿ok? Me pasé de la raya y metí la pata, cometí un error que prometo no volverá a ocurrir —su corazón se estremeció al escuchar la palabra error—. Espero que podamos seguir entrenando juntos —Camille se detuvo de golpe.
—¿Pensaste que dejaría de acompañarlos? —nuevamente se encogió de hombros, hizo una mueca que expresaba claramente un más o menos con la vergüenza en sus ojos—. Se necesita mucho más que un beso patético para que abandone algo con lo que me comprometí —Camille no se dio cuenta de lo que había dicho hasta que las palabras llegaron a sus oídos.
Nate se quedó un rato observándola con la boca entreabierta y cara de incredulidad, por sus ojos pasaban muchas cosas a la vez haciendo indescifrable saber que pensaba al respecto.
Al no conseguir respuesta, Camille retomó su caminata dejándolo atrás por unos segundos en los que pensó que había quemado sus neuronas con aquel comentario.
—¿Con que fue un beso patético? —siseó a medida que su pecho rozaba la espalda de Camille, el calor corporal que emanaba aunado a la embriagadora nube de poder que lo rodeaba era deliciosamente intoxicante. Estaba molesto o por lo menos irritado, solo su caos aparecía de esa manera cuando su estado de ánimo se alteraba.
—Ujum, bastante decepcionante —Nate gruñó.
—No parecía que te decepcionara cuando aferraste tus manos a mi espalda..., o cuando gemiste de p... Agh —Camille le propinó un fuerte puntapié con la punta metálica de su bota.
—No te conviene seguir esa línea de pensamientos —dijo un tanto casual.
—Eres insufrible, ¿lo sabías?
—Y tú un idiota y, sin embargo, me sorprende que aun sigamos hablando. Pensé que esta charla se trataba de una disculpa.
—Así era, hasta que echaste todo a perder con tu lengua viperina. ¿Por qué no puedes aceptar que te gustó tanto como a mí? —«Porque si lo hago me sería imposible no hacerlo de nuevo» pensó, mordiéndose la lengua con tanta fuerza que llegó a probar su sangre.
—Porque no me gustó y punto.
—¿Es por Noah?, ¿están saliendo? —Aquella pregunta casi le ocasiona un accidente cardiovascular a Camille.
—Quiero que quede claro que no te pertenezco ni tengo el deber de darte explicaciones de si salgo con alguien o no, que me hayas besado no te hace mi dueño ni nada por el estilo la miró con ojos entrecerrados sin decir ni una sola palabra, escrutándola por unos minutos que sin duda parecieron una eternidad. El calor que emanaba su caos la rodeaba como una espesa nube negra, que se esforzaba por hacerla temblar, Nate no estaba molesto, estaba furioso.
Camille sostuvo su mirada sin demostrarle temor, sabía que no la lastimaría, al menos no todavía, sin embargo, le resultó muy difícil mantener el desafío en su mirada cuando los ojos de Nate brillaban de esa manera tan peculiar.
El chico temeroso y débil que llegó al monasterio cada día se perdía más en sus recuerdos, no quedaba nada de su mirada asustada e ignorante, ahora los ojos de Nate manifestaban seguridad, confianza y, sobre todo, poder. Era la mirada de un líder, un hombre que sabía lo que quería y no dudaría en tomarlo.
—¿Estás saliendo con Noah? —volvió a preguntar, acentuando palabra por palabra, su voz era ronca, pero no lo suficiente como para ser un gruñido, Nate estaba luchando consigo mismo para controlar su temperamento.
—¿Y que si lo estuviera? —Camille maldijo para sus adentros a su lengua viperina. Nate apretó la mandíbula con más fuerza, su manzana de Adam temblaba, pero por suerte, ninguna tormenta estaba a la vista, eso era una buena señal ¿no?—. No estoy saliendo con él, ¿feliz?
—Me sacas de quicio, Camille Byers —bufó retomando la caminata entre los transeúntes y los puestos artesanales, esta vez fue ella la que comenzó a seguirlo.
—No sabía que eras tan celoso —susurró al llegar a su lado, Nate soltó otro bufido poniendo los ojos en blanco.
—No lo soy, no eres mía, ¿recuerdas?
—Me alegra que eso haya quedado claro —otro bufido.
Al no conseguir más comentarios de su parte, Camille siguió caminando a su lado en silencio, estar con él despertaba un delicioso calor en su pecho, no importaba que no hablaran o que no se tocaran, solo su presencia era satisfactoria.
—Para ser alguien que no disfruta mucho de mi compañía, parece que estás muy cómoda en este momento. —murmuró Nate al cabo de unos minutos de silencio, varios puestos de mercaderes y algunos roces inocentes de sus brazos.
—Nunca dije que no disfrutara de tu compañía, solo eres un idiota de vez en cuando —se cruzó de brazos alzando el mentón de una forma bastante sutil, pero con marcada impertinencia.
—Ya veo..., ¿Noah no se molestará si no vuelves pronto con él? —Camille puso los ojos en blanco.
—¿Hasta cuándo seguirás con el temita de Noah?
—Entonces hablemos de Ethan.
—¿Ethan? —Camille arrugó el ceño, era la última persona que pasaba por su cabeza—. ¿Qué pasa con él?
—¿Te gusta?
—Pensé que no eras celoso —Nate arrugó el ceño y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Chicos tenemos que irnos, es probable que llueva pronto y los caminos se ponen lodosos —exclamó Gael apareciendo entre la multitud y rompiendo la burbuja de tensión que de nuevo se formaba entre ellos.
Noah, Fate y los demás, aparecieron junto a él y Camille sin pensarlo dos veces corrió a su lado para engancharse de su brazo. De nuevo, los celos revolotearon en el pecho de Nate como si fueran pequeñas mariposas en llamas que intentaba salir volando por su garganta, al igual que le había ocurrido durante el juego cuando vio a Ethan abrazarla.
«Deberíamos darle una lección a ese imbécil» la Voz hizo acto de presencia. Nate apretó con fuerza la mandíbula, luchando por no gritarle en frente de sus amigos. «Él no es nada comparado con nosotros»
—¿Nate? —la voz de Camille lo distrajo—. ¿Escuchaste lo que dije? —apuntó al cielo con una ceja alzada, al ver el cielo más nublado que de costumbre entendió a lo que se refería.
—No soy yo, lo tengo bajo control —no mintió, podía tener a sus poderes bajo control, ¿a la Voz?, no tanto—. Vamos por los caballos —le dijo a Gael y se marchó sin esperar que Camille comentara más.
—¿Seguro no eres tú?, te vez bastante malhumorado —susurró Fate llegando a su lado.
—Segurísimo.
—Hacen bonita pareja —Nate la vio con una ceja alzada—. Camille y tú bobito, los vimos pasear entre los puestos.
—Si una hermosa pareja, sobre todo cuando me patea.
—¿Camille te pateó? —llegaron a los caballos y tomó a Lolly con una mueca en el rostro—. Seguro te lo merecías —Nate puso los ojos en blanco.
—A veces quisiera estrangularla —una carcajada de Fate, le hizo dar cuenta de que lo había dicho en voz alta.
—Vamos, te encanta que sea tan molesta —montó sobre la yegua, soltando un bufido tan fuerte que el pobre animal relinchó.
—Tienes un concepto extraño de lo que me encanta —Fate montó sobre su caballo soltando una risita.
—Quizás eres tú quien no sabe lo que te encanta y siendo sincera, creo que Camille tampoco, cualquiera podría ver que se adoran mutuamente —volvió a poner los ojos en blanco avanzando con Lolly en un galope suave, dejó a Fate a sus espaldas incapaz de seguir con aquella conversación, lo menos que deseaba era hablar de Camille.
—Pensamos que sería ideal volver todos juntos —dijo Noah cuando ambos grupos se encontraron a la salida de Andaluss. Nate, Fate, Gael, Alfie y Alina habían ido al pueblo sin saber que Noah y Camille ya estaban allí, fue una casualidad que todos se encontraran.
Unas leves gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellos y esa vez no gracias a la madre naturaleza, fueron los poderes de Nate que encontraron la manera de escabullirse sutilmente. Por suerte nadie pareció percatarse de ello, a excepción de Camille. El grupo emprendió el camino en silencio a trote ligero.
—Yo si me di cuenta —susurró Camille al llegar junto a Nate, sin dejar de ver el camino.
—¿De qué hablas?
—Las nubes no serán tu culpa, pero que empezara la lluvia si lo fue.
—¿Cómo lo...? —soltó una risita, capaz de hacer vibrar todo su cuerpo.
—Siento tu caos cuando estas molesto, es como una nube de humo a mi alrededor —aún seguía sin verlo al rostro—. En tu defensa, te controlaste bastante bien para... —los caballos relincharon y dieron un salto antes de detenerse de golpe.
Nate y Camille intercambiaron miradas cargadas de miedo, ambos sentían en lo más profundo de su ser que algo horrible estaba a punto de suceder.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top