Capítulo XVI
Más que un juego, el Stjelp era una carrera de obstáculos donde dos equipos de cuatro integrantes cada uno se enfrentaban con el único objetivo de conseguir la manzana dorada. Los equipos estaban conformados de un ofensor, dos defensores y por supuesto un corredor.
El juego se disputaba en una cancha parecida a las de fútbol americano dividida por la mitad, donde cada equipo tenía su territorio a los extremos; la cancha podría estar al aire libre o, como la que tenían en Caledonia, climatizada y techada a prueba de desastres y créeme que los accidentes ocurrían cuando a los jugadores, se les subía el espíritu deportivo a la cabeza.
Las reglas eran sencillas, el corredor tenía que conseguir la manzana dorada que reposaba en un pedestal justo en el medio de la cancha y llevarla de regreso a su territorio, aunque, allí es donde la cosa se ponía interesante. ¿Recuerdas a los ofensores? Ellos se encargarían de impedir que el corredor consiguiera su objetivo, mientras que los defensores debían proteger al corredor a toda costa.
El uso de poderes no estaba restringido mientras los jugadores se encontrarán en la cancha, sin embargo, al igual que en el voleibol un jugador no podía usar sus poderes dos veces seguidas, ni tampoco discapacitar permanentemente a los contrincantes. También, estaba prohibido que el corredor se valiera de sus habilidades para evadir los ataques del ofensor al menos, mientras tuviera la manzana dorada en las manos.
Noah observaba las gradas abarrotadas de curiosos, quienes se había enterado de que el elfo de sangre iba a participar en el juego, si bien era común tener público durante los partidos, muy pocas veces las gradas se llenaban a menos que se disputara algún campeonato.
Incluso Camille, quien no era fanática del Stjelp —ni mucho menos de ver a sus amigos perder en cada ocasión—, estaba sentada en primera fila. Su expresión cenicienta y desinteresada, indicaba que quisiera estar en cualquier lugar menos allí, lo cual despertó la curiosidad de Noah.
—¿Viniste a darnos buenas vibras? —Camille lo miró con una ceja alzada.
—Vine a ver qué tan malos son —replicó, buscando con la mirada a cierto joven de cabello rebelde—. ¿En serio Nate participará?, no lo veo...
—Está en los vestidores, ¿también viniste para ver al elfo de sangre jugar?, ¿no te basta con entrenar con él todos los días?
—Solo creo que esto no es muy buena idea y quería estar cerca en caso de emergencia —masculló con honestidad, lo menos que deseaba era ver a Nate luego del arrebato que protagonizaron en la playa, pero la preocupación de que algo saliera mal durante el partido la dominó.
—Camille, que sorpresa —Noah no tenía que girarse para reconocer al dueño de esa voz melosa a sus espaldas. Ethan, líder de escuadrón al igual que Camille y capitán del equipo contrincante, se acercó a ellos y con el exceso de confianza que lo caracterizaba, colocó su pesada mano en el hombro de Noah—. ¿Lista para ver perder a tu escuadrón? —ronroneó el elfo de tierra, removiendo su larga cabellera chocolate con la mano libre, mientras que apretaba el hombro de Noah con malicia.
—Quizás te sorprendan —respondió secamente, Ethan era el tipo de elfo por el cual todas las mujeres morían, al menos hasta que abría la boca y se daban cuenta de que era un idiota, bueno, así era para Camille—. ¿No le temes al elfo de sangre?
—A la única que le temo es a ti, preciosa —dijo usando su más seductora voz a medida que apartaba con una mirada al elfo sentado a su lado y tomaba su puesto, con una sonrisa arrebatadora por la cual muchas chicas se derretirían—. Deberíamos vernos más seguido, tú sabes, para intercambiar tácticas de entrenamiento —ronroneó pasándole un brazo sobre los hombros y atrayéndola hacia él, a pesar de que Camille no se opuso al gesto, si levantó una ceja y sonrió con ironía, por su mente pasaban todas las formas en que podría romper ese brazo.
—¿Crees que tienes tácticas que enseñarme? —dijo con la misma sonrisa, mientras que a Noah le picaban las manos por chamuscar al imbécil que aún mantenía el brazo sobre ella.
—En absoluto, espero que tú me enseñes unas cuantas —Camille puso los ojos en blanco y se deshizo de su agarre.
—¿No tienes otro sitio donde estar, Ethan? —masculló Noah, demostrando su mal humor y elevando inconscientemente su temperatura corporal. El aludido lo escrutó durante un rato, evaluando los pros y los contras de la situación. Ethan podría ser un idiota en cuanto a personalidad, pero no en cuanto a inteligencia, por algo había llegado a ser líder de escuadrón. Se incorporó con una sonrisa y de nuevo le puso la mano en el hombro a su contrincante.
—Nos vemos en la cancha —exclamó antes de irse y guiñarle un ojo a Camille.
—Pfff, que idiota —murmuró la chica con fastidio—. Ya recuerdo porque dejé de venir a los partidos, por favor, patéenle el trasero.
—Sus deseos son ordenes, jefa —le guiñó un ojo tal cual Ethan lo había hecho y se marchó corriendo antes de que Camille dijera alguno de sus comentarios ácidos.
Cerca de los vestidores se encontró con sus compañeros, Alfie y Gael ya traían puesto el equipo de protección que los defensores usaban, Noah sería el ofensor y Nate el corredor. La estrategia ya estaba planeada y cada uno sabía cuál era su papel, por supuesto, no contaban con ganar, sus rivales tenían con un defensor psíquico, uno de fuego, un corredor de aire —los cuales eran tan rápidos como el viento—, y Ethan el ofensor de tierra, sin embargo, lo intentarían.
—¿Todo bien? —Noah no quería estrechar lazos de amistad con Nate, no confiaba en él por el misterio de su origen y mucho menos por su poder, pero la personalidad carismática y la humildad que el joven transmitía hacía casi imposible que no le tomara, aunque sea un poquito de cariño; así que al verlo con el ceño fruncido y las manos hechas puño, no pudo evitar hablarle.
—¿Ese era Ethan? —masculló, con la mirada de halcón fija en Camille, su temperatura corporal estaba elevada, algo que ningún elfo de fuego podría pasar por alto ya que eran susceptibles al calor.
—E-Eh, sí.
—¿Camille está interesada en él? —su voz era un cuchillo, seca y filosa.
—No, lo odia —Noah respondió rápido, sin dudar ni una de sus palabras.
—Pero dejó que la abrazara —la mirada de Nate ahora estaba sobre Ethan, quien estaba al otro extremo de los vestidores. El calor que emanaba lo rodeaba como una nube negra, deseosa por engullir todo a su alrededor, Noah se percató de ello y por instinto, puso una mano en su hombro, esperando que volviera de ese oscuro lugar donde se encontraba.
—Lo hizo por diplomacia, no porque le gustara, entre ellos no hay nada, créeme —Noah reconocía los celos, los había sentido latentes en su pecho desde que Nate llegó al monasterio y vio la forma en que Camille lo veía, pero estaba seguro, de que la furia que Nate contenía era mucho más poderosa que los celos—. Te pregunto de nuevo, ¿todo bien?
—Si —Nate respondió relajando el cuerpo y gradualmente, bajando su temperatura corporal.
—¿Puedo contar con que no mataras a Ethan en el partido? —le dolía aceptar que Nate correspondía a los sentimientos de Camille, porque si, estaba seguro de que su amiga estaba interesada en él, la conocía mucho mejor que ella misma, sin embargo, se obligó a dejar su dolor a un lado y concentrarse en lo importante, que nadie saliera herido.
—¿P-Por qué lo haría? —balbuceó Nate, sorprendido de la pregunta.
—Presentimiento, ¿te controlaras? —Nate se encogió de hombros.
—Si —Noah apretó su hombro y se obligó a sonreír.
—Entonces, vamos a ganar.
El juego comenzó unos minutos más tarde, cuando ya todos los jugadores estaban listos en sus posiciones. Los corredores se ubicaron en sus marcas, con los defensores a sus espaldas y el ofensor a su lado; la manzana dorada esperaba en el pedestal, grande, brillosa y apetitosa, deseosa de que la tomaran.
Constaba de diez rondas, el primer equipo que consiguiera seis manzanas ganaba. Nate tenía claras las reglas y cuál era su misión, dudaba ser más rápido que el corredor contrincante, nadie podía ser más rápido que un elfo de aire, no obstante, esperaba que, al contar con todos los elementos dentro suyo, tuviera una esperanza.
Al sonar la campana que daba inició el partido, los corredores no perdieron tiempo en salir como bólidos hacía la manzana. Noah arrojaba bolas de fuego al corredor rival que eran contrarrestadas por sus defensores, mientras que Ethan abría agujeros en el suelo que Nate esquivaba como si hubiera nacido para ello, mientras que los que no podía evitar eran tapados por un suelo invisible que los alquimistas defensores, Gael y Alfie creaban sin dificultad.
Aun así, el corredor rival llegó primero a la manzana, sin embargo, la diferencia era tan corta, que Nate tuvo oportunidad de taclearlo y arrebatarsela. Corrió sin mirar atrás directo hasta su base, confiando plenamente en sus defensores, no obstante, ninguno de ellos contaba con que Ethan dejaría de crear agujeros y que empezaría a sacar raíces del suelo.
Inevitablemente una de ellas, consiguió atrapar el pie de Nate y lo hizo caer estrepitosamente al suelo mientras que la manzana dorada rodaba metros lejos de él. Sus defensores intentaron zafarlo, pero para cuando lo lograron ya el equipo contrarió tenía la manzana y habían anotado.
—Recuérdame algo, puedo usar mis poderes, solo si no tengo la manzana, ¿cierto? —le preguntó Nate a Noah, con la mirada fija en Ethan y su corredor, que festejaban jugando con la manzana.
—Así es.
—Esto es lo que haremos.
La segunda ronda empezó y con ella, el plan de Nate se puso en marcha. Está vez pudo llegar primero que su contrincante a la manzana dorada, pero antes de agarrarla usó sus poderes para hacer lo mismo que Ethan había hecho con él, usó una enredadera para retrasar al corredor.
Tomó la manzana y corrió de nuevo, el clamor del publico era ensordecedor. pero no se dejó llevar por eso, esquivó las enredaderas y saltó arenas movedizas como si lo persiguiera el mismísimo diablo, no dejaría que Ethan ganara, desde que vio su brazo en los hombros de Camille, el juego paso a ser algo personal.
Así jugaron todas las rondas, con ambos equipos dando lo mejor de sí hasta quedar empatados.
—Si queremos ganar esta, tenemos que derribar a Ethan —masculló Nate, de su rostro caían gotas de sudor y sus mejillas están tan rojas como una fresa madura.
—Ninguna regla dice que no puedes atacar al ofensor —Noah se encogió de hombros—, Solo no lo mates —Nate sonrió y una chispa de malicia brilló en sus ojos.
«Sería muy fácil, ¿sabes?» la Voz susurró en su oído «sería como romper una delicada ramita» Nate puso los ojos en blanco y meneó la cabeza «tocó lo que es nuestro, no puede salir ileso» ignoró los comentarios de la Voz. Si, estaba furioso por lo que Ethan había hecho, pero Camille no era suya y probablemente nunca lo sería.
La última ronda comenzó en un parpadeo, los ataques de Ethan habían subido de dificultad, era obvio que al principio era amable y tanteaba las aguas, luego los pequeños agujeros se transformaron en enormes grietas, las enredaderas en ramas con espinas e incluso, había agregado piedras más altas que cualquier humano.
Es por ello, que Nate no esperó a estar cerca de la manzana para actuar y consiguió atar no solo a Ethan, sino también al corredor de un solo intento con una ramificación más fuerte que la suya. Los vítores se hicieron notar, nunca nadie había hecho algo así en la historia del monasterio y dicha estrategia, fue lo que les dio la oportunidad de ganar la última ronda sin lastimar a nadie en el proceso.
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