Capítulo XV
La playa cercana al monasterio no era un paraíso tropical. Los guijarros de arena eran ásperos, gruesos y oscuros; algunas aves surcaban los cielos, pero la constante nubosidad y llovizna le restaba al entorno belleza, dándole un aspecto lúgubre que no muchas personas llegarían a valorar.
El agua tampoco era nada agradable, el fuerte oleaje aunado a las frías temperaturas eran algo difícil de disfrutar; de hecho, era más probable conseguir una neumonía por ir a la playa, que un día de relajación y paz.
Sin embargo, ese día un peculiar brillo le daba vida al entorno, era un poco esporádico, pero no ausente del todo, solo salía a relucir cuando Nate conseguía hacer reír a Camille.
—Dudo que Mar apruebe tus métodos de enseñanza —exclamó Nate, luego de moldear la oscura arena en un pequeño castillo sin usar sus manos, tan solo su caos. Camille volvió a sonreír, estaba sentada a su lado con el rostro apuntando al cielo como si las nubes no existieran y el sol bañara su cuerpo, se había quitado los zapatos y sus pies descalzos disfrutaban de la áspera arena.
Nate no entendía como Camille podía ser capaz de regocijarse tanto de esa insípida playa, si bien el sonido del mar era relajante sin importar el entorno, él no encontraba ningún otro aspecto agradable que mereciera la pena disfrutar.
—Eres un aguafiestas, deberías alegrarte de que no te exprimo como Mar y Ajax —replicó—. Tienes suerte de que Mar me dejó a cargo y no a otro maestro más exigente —Mar se encontraba ocupada por asuntos familiares fuera de Caledonia durante el fin de semana, así que mientras tanto dejó a Camille como reemplazo—. Pero si quieres algo difícil..., ¿Qué te parece si juegas con el clima?
—¿Puedo hacer eso? —Camille contuvo una carcajada.
—Cuando te molestas atraes tormentas, puedes manejar los cuatro elementos, eso te da la posibilidad de controlar el clima. No debe ser difícil para ti si ya de por sí lo haces inconsciente.
Nate miro al cielo nublado, con la escaza llovizna mojando su rostro. No dudaba de sus habilidades y estaba ansioso por intentarlo, pero en su interior estaba la pregunta de ¿qué le gustaría a Camille?, ¿querría el sol sobre su rostro?, o tal vez, ¿qué arreciara la lluvia? Lo que más deseaba era hacerla sonreír de nuevo, no, no solo lo deseaba, no necesitaba.
—¿Cómo encuentro el caos? —le preguntó.
—Piensa en lo que sientes cuando te enojas o desesperas, busca el caos allí —Nate se incorporó una vez decidió que hacer con esas tempestuosas nubes—. Muy bien, siente el caos —Camille se unió a él, la expectativa por ver lo que podría hacer la estaba carcomiendo viva.
En las nubes, Nate sintió la presencia del agua y el aire unidas en un solo ser, fluctuando en armonía como si fueran creados el uno para el otro. Sus manos cosquillearon al tornarse borgoña y su cuerpo entero, reconoció el shot de adrenalina que ahora era tan familiar para él.
—Increíble... —susurró Camille al ver el cielo con la misma expresión de una niña pequeña en su primera nevada. Las nubes ya no eran las mismas, ahora eran una masa moldeable en una mano invisible. Al ver su rostro lleno de ilusión, Nate supo que había tomado la decisión correcta; jamás había manipulado las nubes, pero le resultó natural conseguir que lloviera a cántaros sobre ambos.
Camille abrió los brazos para recibir la lluvia con una sonrisa y esa carcajada que él tanto estaba anhelando. Fue en ese momento, que Nate se dio cuenta de lo imposible que era seguir negando o incluso, huyendo de sus sentimientos hacia ella.
Todo su ser quemaba cuando reía, cuando caminaba, cuando sonreía. En algún momento, en algún punto de esas cuatro semanas, algo se arraigó muy adentro de su corazón y por más exagerado que suene, sentía que, si no terminaba con la distancia entre ambos, entraría en combustión.
Poseído por aquel ardor en su interior, acortó la distancia entre ellos para tomar su rostro con ambas manos y sin tomarse la molestia de pedir permiso, atrajo sus labios a los suyos. Lo poco que le quedaba de autocontrol, le hizo detenerse a escasos centímetros de su boca y durante ese pequeño preludio, observó esos hermosos ojos turquesa que reflejaban el mismo fuego que por su cuerpo corría.
Dejándose llevar por sus impulsos carnales, permitió por fin que sus labios se encontraran en una explosión de sensaciones que jamás había tenido el placer de experimentar. Si bien, Nate había besado a mujeres antes, nunca tuvo la dicha de disfrutarlo, los besos o el sexo en su adolescencia eran más un compromiso u obligación que un gusto.
Se podría decir, que tantos años siendo incapaz de amar y ser amado, lo habían hecho una pequeña bomba de tiempo que acababa de explotar con ese beso. A medida que sus labios chocaban con ferocidad, todo su interior gritaba por más. Caos, emociones, deseos, sensaciones, pudo sentir todo al mismo tiempo dentro suyo y por un momento, pensó que se desmayaría ante tan abrumadora situación.
No podía negar, que había soñado con ese momento desde hace algunas cuantas noches, aunque en sus fantasías, esa unión nunca fue tan desenfrenada; imaginaba tratar los labios de Camille con sutileza, ternura, ya que eran merecedores de un toque delicado, al igual que una grácil flor. Sin embargo, estaba tan desesperado por obtener más de ella, que toda la delicadeza se fue por el caño.
Y peor se tornó la situación cuando las manos de Camille se entrelazaron en su cuello, atrayéndolo un poco más a ella, quien al igual que él, sentía que sus labios eran un oasis en la mitad del desierto.
Embriagado por lo adictivo que resultaba su sabor, las manos de Nate comenzaron a descender por su cuerpo, delineando su esbelta y delicada figura mientras que un dulce gemido emergía desde lo más profundo de su ser. Cuando sus manos encontraron el camino bajo su camiseta, Camille se tensó de repente como si despertara de algún sueño.
—¡No! —gruñó al mismo tiempo que lo empujaba hacia el mar con su telequinesis—. ¡Vuelve a hacer eso y te juro que te asesino! —el agua, tan fría como si tuviera hielo no fue suficiente para amortiguar los gritos de Camille.
La lluvia se detuvo cuando Nate vio a Camille en la orilla luchando por controlar su respiración, con los labios hinchados y tan rosados como sus mejillas.
—Buen golpe —susurró cuando por fin pudo salir del mar picado—. Pensé que lo estabas disfrutando —dio un paso más hacia ella, pero la chica se alejó dos, tenía los ojos vidriosos y se esforzaba por no sucumbir ante el llanto.
—Tú y yo, no pasará, ni hoy ni nunca —masculló con un tono de voz tan filoso, que para Nate sus palabras fueron un puñal directo al pecho.
—Tú también me besaste, me deseas tanto como yo a ti..., o ¿no es así? Dime que no sientes nada por mí, dímelo y no volveré a tocarte —Nate se arrepintió casi inmediatamente de decir esas palabras, sin embargo, no obtuvo una respuesta.
Camille solo negó fuertemente con su cabeza, le dio la espalda mientras tomaba sus zapatos y corrió en dirección a los caballos sin decir ni una sola palabra, pero no contaba con que Nate podía ser mucho más rápido. Nathanael consiguió alcanzarla y tomarla por la muñeca con más fuerza de la que tenía pensada, el jalón hizo que se girara y que cayera sobre su pecho. Cami intentó huir de su agarre sin dignarse a verlo a los ojos, pero la sostuvo con fuerza abrazándola a su cuerpo con el otro brazo.
—Dime que no te gustó, que mis sentimientos no son correspondidos y que no quieres que vuelva a tocarte. Solo dilo y por más difícil que se me haga no acercarme a ti, lo hare... —susurró a su oído cuando dejó de forcejear. Camille alzó su cabeza y sus ojos vidriosos lo escrutaron por debajo de sus pestañas.
—No siento nada por ti —murmuró con voz quebradiza mientras una lágrima corría por su mejilla. Nate dejó caer sus brazos inertes a sus costados y a pesar de encontrarse libre, Camille permaneció unos momentos más sobre su pecho, sin despegar los ojos de los suyos.
Al verla marchar sin voltear atrás, en el pecho de Nate creció un agujero negro, un vacío oscuro que se ensanchaba con cada paso que ella daba; al montarse en su caballo blanco, el aire que respiraba se fue con ella.
Nate se quedó en la arena, incapaz de poder mirar a otro lado que no fuera el camino que Camille tomó. No supo cuánto tiempo estuvo viendo en esa dirección, ni cuando se sentó en la arena intentando organizar sus pensamientos.
Ni el sonido de las olas al impactar en la orilla, ni el frío de su ropa mojada o las gotas de la llovizna en su rostro, fueron buenos amigos para ayudarlo a asimilar lo que había pasado.
¿Qué demonios había ocurrido? Se preguntaba con cada ola que llegaba a sus pies. La ira, la rabia y la frustración comenzaron a llenar ese vacío, sin embargo, no estaba molesto con Camille, sino con él mismo. Sabía que había sido un imbécil por apresurar las cosas, un idiota incapaz de controlarse, ¿qué diablos era?, ¿un adolescente cachondo?
La llovizna se transformó en lluvia y algunos truenos se escucharon en el horizonte «Deja salir el fuego» ronroneó la Voz, aprovechando el momento de vulnerabilidad para seducirlo con sus deseos. «No sería difícil arrasar con todo...» continuó la Voz «Después de eso, estoy seguro de que Camille se arrepentiría por no corresponderte»
Nate se estremeció ante los pensamientos que vagaban por su mente, muy consciente de que esa Voz que desde siempre había resultado inofensiva, ahora se atrevía a ganar fuerza.
«Eres un imbécil si piensas que una mujer como ella, querrá a alguien como tú..., un debilucho que no sabe usar sus verdaderos poderes. Ella quiere un hombre poderoso, capaz de arrasar con el mundo» la Voz arrojó un golpe bajo directamente a su hígado y sin darse cuenta, se encontraba gruñéndose a sí mismo.
La ansiedad embargó sus sentidos, apenas podía controlar su respiración a medida que el corazón luchaba por salir de su pecho. Imágenes de su futuro divagaron por su mente y el miedo de que estuviera sucumbiendo a ese cruel destino, comenzaba a invadirlo.
«Te ayudaré a recuperarla, solo tienes que dejar que tome el control» ronroneó la Voz seductoramente, con un tono ronco y lleno de malicia.
—¿Por qué haces esto? —preguntó a las olas—. O, ¿acaso existes? —la única respuesta que obtuvo fue el sonido del mar y el viento en su rostro. Si bien era cierto que en muchas ocasiones hablaba con dicha Voz, está vez se sentía mucho más real y peligroso—. ¿Te comieron la lengua los ratones?
«Soy el que debería llevar las riendas de tu vida en este momento, quien debería sentir el salitre en la cara, respirar la brisa marina..., soy el que de verdad sabría aprovechar tus habilidades, soy un dios» Nate no pudo evitar reír con ironía.
—¿Un dios sin cuerpo?, ¿producto de una imaginación abrumada? Solo eres eso, eres resultado de algún tipo de estrés postraumático o que se yo. No eres real, solo eres una maldita voz en mi cabeza, que puedo desaparecer con un poco de descanso y meditación —esta vez, fue la Voz la que se carcajeo.
«¿Es por eso que ahora estamos teniendo esta conversación? si me puedes desaparecer en cualquier momento, ¿por qué no lo has hecho antes Nathanael?» de nuevo, Nate gruñó. «Oh vaya, lo siento, Nathanael, se me olvidó por completo de que odias ese nombre..., quizás debería quedármelo, no está mal en realidad. Nathanael»
—Cállate —replicó, al mismo tiempo que veía de reojo una piedra y reprimía las ganas de golpearse la cabeza con ella.
«¿Te molesta nuestro nombre?» Nate hundió la cabeza entre sus piernas, apretando la mandíbula con fuerza, intentó taparse los oídos para huir de esa maldita voz, pero era imposible escapar de algo que se encuentra en tu interior.
—Es mi nombre, no tuyo —masculló.
«Nuestro, Nathanael, nuestro»
—¡Detente! —gritó incorporándose de un salto mientras que una explosión de poder similar a la que ocurrió en la lectura del caos emergió de su ser.
«Eres débil...» la Voz era ahora un susurro que ese desvanecía en el viento hasta desaparecer por completo. Nate logró calmarse y la tormenta se disipó simultáneamente, no sabía que estaba ocurriendo, pero sabía que no debía dejar que sucediera de nuevo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top