Capítulo XII
Desde la torre más alta, el valle se extendía a todas sus anchas como si se tratase de un mar verdoso, enmarcado por grandes olas montañosas. En Caledonia, habitaban elfos de todas partes del mundo y cuando el frío arreciaba, y la lluvia llegaba para quedarse, los guardianes se encargaban de proteger el castillo con un domo climático.
La cúpula transparente apenas visible para un ojo crítico cubría el monasterio en los momentos más difíciles, con el fin de que sus habitantes tuvieran toda la comodidad posible en su estadía; lo único que no podían hacer los guardianes, era despejar los cielos nublados para dejar salir los rayos de sol, algo que muchos elfos del caribe y el desierto, anhelaban con locura.
Sin embargo, el clima de Caledonia no era nada desagradable para Nate, de ser por él, viviría feliz bajo la constante llovizna y el frío que calaba hasta los huesos; de hecho, extrañaba el fuerte viento que corría desde la cima de la torre, y que ahora era una leve ráfaga mitigada por los efectos del domo climático.
—Espero que Ajax no haya sido muy brusco —la voz de Mar Raven, la encargada de enseñarle a usar el caos, lo sacó de sus cavilaciones. Por un momento Nate no supo a lo que se refería, sin embargo, la recién llegada señaló su labio hinchado encogiéndose de hombros.
—Ah, no fue nada. —Dijo restándole importancia, aunque la verdad era todo lo contrario, aún estaba algo enojado por la forma en que Ajax terminó el combate con la espada; sentía que finalmente había encontrado algo en lo que era bueno como un elfo y su maestro le destruyó sus esperanzas en un parpadeo —o, mejor dicho, en el labio—.
—Bueno, espero que nuestra clase de hoy no termine de igual forma jeje —Mar era una de las maestras más jóvenes del monasterio y a pesar de eso, su personalidad a veces resultaba ser una de las más viejas. Siempre vestía como si estuviera en los años cincuenta, con vestidos de seda que llegaban hasta las rodillas, tacones cuadrados y medias de malla. Desafiaba a diario el código de vestimenta, pero sinceramente, le importaba un comino y de alguna forma, llegaba a salirse con la suya ante los lideres del monasterio con una de sus cálidas sonrisas; no había nadie en Caledonia que no le tuviera cariño o la apreciara, era una de esas personas que llegabas a adorar solo con intercambiar unas cuantas palabras con ella.
—Creo que primero debería poder usar mis poderes para que eso ocurra.
—Así es, es por ello por lo que hoy decidí traer a la caballería pesada —justo cuando Mar terminó la oración, a sus espaldas por la única puerta que había en la terraza entró Camille que, por su expresión, era claro que quisiera estar en cualquier lugar menos allí.
La última vez que Nate intercambió palabras con ella, fue hace dos semanas, en ese momento privado que compartieron después de la desastrosa lectura del caos; de no ser porque Camille logró convencerlo de quedarse en el monasterio, Nathanael se encontraría en Chicago con la vida aburrida que ya conocía. Él esperaba que la relación entre ambos mejorara después de eso, sin embargo, ocurrió todo lo contrario.
Camille se alejó por completo, llegando al punto en que ni siquiera era merecedor de alguna mirada perdida. Al principio le molestó un poco, pero no hizo nada al respecto..., ¿Por qué lo haría?, al fin y al cabo, apenas llegaban a ser conocidos.
—Camille y yo estuvimos hablando un poco sobre nuestras clases, creo que tenemos una idea que te ayudará a agilizar el proceso —la aludida lo saludó con la mano y una sonrisa incómoda que solo le hizo hervir la sangre, aunque no sabía a quien iba dirigida de verdad su ira, lo más probable era que a él mismo, ya que no tenía ni idea de que había hecho para merecer tan fría indiferencia.
—¿Qué proponen? —dijo, fingiendo que su presencia no le causaba molestia.
—Creemos que deberíamos llegar a la raíz de tu caos desde un enfoque distinto. Las veces que manifestaste tu poder fue durante momentos de ira y miedo, ¿cierto? —Nate sabía que algún día, su camino volvería a cruzarse con el de Camille, sin embargo, no esperaba que oír de nuevo su voz fuera tan satisfactorio. Se limitó a asentir en respuesta y de nuevo, fingir—. pienso que debemos asustarte un poco para que identifiques de dónde proviene tu caos —los ojos de Camille brillaron con un atisbo de picardía, lo que tenía planeado definitivamente iba a disfrutarlo.
—Lo único que interfiere con nuestra idea es que el miedo que desató tu caos fue ocasionado por la amenaza de una muerte eminente, ¿quizás la ira funcione? —meditó Mar.
—No creo que funcione, Ajax me ha hecho molestar más veces de las que he contado —Nate se masajeó el mentón, recordando el golpe que le asestó Ajax con el mango de la espada.
—Bueno, solo queda darte un buen susto —Camille lo tomó por el brazo sin previo aviso y lo llevó al borde de la torre—, tienes que saltar —Nate se asomó por la cornisa para encontrarse con la amenazante caída de casi ochenta metros.
—¿Estás demente?, ¡la idea es asustarme no matarme! —Camille soltó su brazo encogiéndose de hombros y se alejó un poco, Mar intercambiaba miradas entre ellos y la caída sin emitir ni una palabra, por su cabeza pasaban todas las posibilidades de tal idea, en caso de algo salir mal, ella no podría salvarlo—. ¡¿Lo estás considerando, Mar?!
—El caos te salvó de un accidente de tránsito fatal, te salvará de una simple caída —dijo Camille con indiferencia—, vamos, si no funciona yo te atrapo. Mar, sabes que lo atraparía —Nate no le creyó ni una sola palabra de lo que había dicho.
—Eres una terrible mentirosa —replicó—. Mar, no lo estás considerando, ¿cierto?
—Servirá para asustarte, pero..., Camille Byers tienes la responsabilidad de atraparlo si algo sale mal, sabes que si lo hago yo con el viento podría ser peor —Mar podría ser un alma dulce, pero cuando se trataba de un tema serio, su carácter fuerte salía a relucir. Camille solo le respondió con un asentimiento y un guiño, que no transmitía nada de confianza.
—Mejor buscamos una mejor opción —la nuca de Nate estaba en llamas.
—Creo que necesitas un pequeño empujón —replicó Camille mientras levantaba su mano derecha, la cual brillaba con ese intenso tono índigo.
—Camille..., no —fue lo único que Nate logró decir antes de que una fuerza invisible lo empujara hacia el borde, cuando se dio cuenta ya estaba cayendo al vacío, mientras gritaba con tanta fuerza que sentía como se desgarraba su garganta.
Nate sabía que ese sería su fin, tanto preocuparse por la visión del caos o por obtener sus poderes había sido una pérdida de tiempo. El mundo a su alrededor comenzó a moverse en cámara lenta, por sus ojos imágenes de su patética vida aparecieron como una película vieja.
«No seas idiota, ¡lucha!» la Voz gritó tan fuerte como él en su cabeza, «¡Somos más poderosos de lo que crees!». Nate dejó de gritar cuando se permitió sentir el shot de adrenalina corriendo por todo su cuerpo y el ardor de su nuca, se expandirse por cada una de sus terminaciones hasta concentrarse en sus palmas.
Recordó que, en el autobús justo en el momento del accidente, algo similar había ocurrido, solo que en esa ocasión cerró con fuerza los ojos y dejó que la suerte se encargara de su destino. Está vez, no haría lo mismo.
Nathanael se dejó llevar por el fuego sin siquiera parpadear. Observó sus manos y para su sorpresa, un intenso color borgoña emanó de ellas con una luz casi cegadora. A casi medio camino de la caída con el suelo acercándose cada vez más a prisa, intentó pensar en algo que pudiera salvarlo. Según la directora Aghata, Nate era un elfo de aire, no obstante, no sabía cómo el viento podría salvarlo.
Como solo pensaba con el miedo en ese momento, lo único que se le ocurrió fue imaginarse algo frondoso donde aterrizar. Casi como si su mente tuviera fuerza, una cama de flores creció en el suelo, aunque eso no era suficiente para soportar la caída. No muy lejos, divisó un árbol seco y de nuevo tuvo una idea.
Empezó a gritar con todas sus fuerzas, aunque esta vez nada tenía que ver con el miedo. Con cada grito intentaba expulsar todo el poder que sentía atrapado en su cuerpo; sus esfuerzos no fueron en vano, ya que el árbol no solo floreció, sino que también creció y se expandió para atraparlo.
El tiempo recobró su velocidad normal y finalmente, cayó entre las ramas del árbol. Si quedaba alguna parte de él que no estuviera golpeada o adolorida por los entrenamientos, ya lo estaría después de eso, al menos la alfombra de flores amortiguó un poco más su caída.
Duró unos minutos en el suelo, asimilando cada dolor y el agotamiento de haber expulsado tanto poder que ni se imaginaba que tenía. Al levantar la cabeza vio como Camille aterrizó junto al árbol con delicadeza, seguida por Mar que no cayo tan grácil ya que ella usaba las corrientes de viento para simular que volaba.
—Sobreviviste —desde que Nate conoció la sonrisa sincera de Camille en el jardín, pensó que no habría cosa más radiante y hermosa sobre este planeta, irradiaba tanta pureza que podría iluminar hasta el alma más oscura..., sin embargo, esas ideas habían decidido tomar un descanso en algún lugar muy lejano, ya que al verla sonreír después de lo que le hizo pasar solo despertó en él una furia cegadora. Se incorporó de un salto olvidando toda dolencia y corrió a enfrentarla.
—¡Eres una maldita loca! —gritó, ignorando por completo a Mar quien se interpuso entre ambos—. ¡Pudiste matarme!, ¡¿qué demonios te sucede?! —su nuca ya no molestaba, ahora eran sus manos las que picaban y exigían alivio.
Mar luchaba por contener su ira con palabras que no llegaban a sus oídos, solo tenía ojos para Camille, quien no borraba la sonrisa de su rostro mientras su mirada la mantenía en el cielo.
—Nate, mira —le dijo mientras señalaba al cielo como niña pequeña presenciando la nieve por primera vez en su vida.
—Una tormenta y ¡¿qué?! —su expresión y calma lo desestabilizó un poco, casi olvidaba toda la furia por un momento.
—¿Qué está sucediendo aquí? —la voz Aghata Byers fue la que consiguió traerlo de nuevo a la tierra—. Veo que ya tenemos avances, tus manos ya brillan —dijo la directora acercándose, Nate se percató de lo cierto de sus palabras al mirar sus manos—. ¿Y ese árbol...? —las palabras se entrecortaron en su garganta.
—Nate lo hizo..., y también hizo florecer epimediums en otoño —Camille sonaba incluso hasta orgullosa. La directora vio a su sobrina como si fuera alguna especie de criatura mística, no podía creer lo que estaba escuchando.
—Nate es un elfo de aire...
—Si lo es, pero también es de tierra..., y de agua..., también es probable que sea de fuego. —Camille parecía muy segura de sus palabras, Mar y Aghata intercambiaron miradas escépticas—. ¿No vieron la extraña tormenta?, fue Nate, estaba molesto y ahora no, ya el cielo se despejó —efectivamente, la tormenta se había disipado y solo quedaban algunas escasas nubes.
—Un elemental de sangre..., hace siglos que no existía ninguno —susurró Mar llevándose una mano al pecho.
—Disculpen, sigo aquí y no comprendo de que están hablando, ¿qué es eso? —preguntó Nate.
—Hay dos tipos de elementales, los de sangre o también llamados elfos de sangre y los psíquicos. Los psíquicos no son comunes, pero aún existen cinco en el mundo incluyendo a Camille, mientras que un elemental de sangre es un elfo que controla todos los elementos físicos, el último murió hace varios siglos, por eso pensábamos que se habían extinto..., no sabemos mucho sobre ellos, solo que poseen un poder incalculable, errático y difícil de controlar..., o al menos eso es lo que dicen los libros —contestó Mar.
—¿Poder incalculable?, creo que están equivocadas...
—Las pruebas están allí, Nate —Mar le colocó una mano en el hombro y le dio una sonrisa de consolación.
—Mar tenemos que hablar de los entrenamientos de Nate, ahora que sabemos su verdadera naturaleza necesitaremos hacer algunos ajustes —dijo la directora—, Nate, tómate el resto de la tarde, come algo y descansa. Lo que hiciste debe ser agotador. Camille, llama al consejo, necesitamos una reunión extraordinaria —la aludida asintió antes de que Mar y la directora se fueran.
—¿Cómo sabías que era un elemental? —preguntó Nate, tomándola por el brazo para impedir que se marchara.
—No lo sabía, lo sospechaba.
—Si vuelves a intentar algo como esto, te asesino —Camille palideció por un momento, sin embargo, el miedo en su rostro fue sustituido de inmediato por una sonrisa.
—Podrías intentarlo —lo desafió, alzando el mentón con ese aire de superioridad peculiar que de vez en cuando hacía acto de presencia—, aunque admito que me pasé un poco de la raya y lo lamento —cruzó sus brazos sobre el pecho, no parecía avergonzada.
—No parece una disculpa muy sincera —Camille se acercó un poco más a él, sin perder la sonrisa.
—Pues es todo lo que vas a obtener, siendo tú lo tomaría y sería agradecido —susurró pinchándolo con su dedo índice en el pecho.
Camille estaba deseosa por obtener alguna respuesta a su comentario, por algún motivo extrañaba molestarlo, llevarle la contraria y ver como su ceño se fruncía. Si bien había conseguido bloquear sus emociones durante esas dos semanas evadiéndolo, ahora necesitaba sentir, aunque sea una pizca de ese fuego que Nate emanaba cuando se frustraba.
Sin embargo, Nate no respondió como ella esperaba, solo se quedó allí, perdido en sus ojos desafiantes y abrumado por el penetrante olor dulzón que ella emanaba. Las defensas de Camille comenzaban a ceder y supo, que si seguía con ese juego de nuevo caería presa de las emociones de su peculiar acompañante. Así que, sin más, terminó con aquel enfrentamiento de miradas y se marchó.
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