Capítulo IV

Cuando Camille y su equipo atravesaron el portal para llegar a Chicago, todos estaban conscientes de lo que podían encontrar. Una escena trágica llena de fuego y sangre tras un choque fatal, una leve marca de un elfo descarriado que los ayudaría a encontrarlo donde quiera que estuviera y, por último y no menos importante, el desagradable olor que solo los humanos emitían.

Sin embargo, lo que no se imaginaban era encontrarse con un mestizo muy antiguo y un elfo, que no parecía tener la más mínima idea de lo que estaba ocurriendo. Otra cosa que Camille mucho menos esperaba encontrar era a su futuro asesino.

«No..., no puede ser...» cuando Camille sintió la mano de Nate sobre su brazo, una corriente eléctrica atravesó todo su ser. No era necesario que viera su rostro para confirmar lo que su cuerpo sabía, sin embargo, su deseo por no estar en lo cierto era tan grande, que se atrevió a encararlo.

El joven asustado de cabello rebelde que estaba frente a ella no era nada parecido a lo que había visto en sus pesadillas. Sus ojos eran verdes intensos, cargados de dudas y miedos, su piel no era grisácea, de hecho, se encontraba llena de vida y sobre su ceja derecha, no había rastros de ninguna cicatriz espeluznante, ¿de verdad era él?

Como de costumbre, Camille se tragó sus miedos y dudas para otra ocasión, el mestizo más viejo que jamás hubiera visto, se encontraba más cerca de ella con cada segundo que pasaba, no podía perder más tiempo si deseaba sobrevivir.

—Sé cómo cuidarme sola —murmuró antes de usar su telequinesis para empujarlo hacia las escaleras; quizás no midió muy bien la fuerza de su golpe, pero poco le importaba lastimarlo—. ¡Sube! —gritó, observando su rostro una vez más.

«Si es él, tiene que...» lo único que deseaba, era salir corriendo de vuelta al monasterio y esconderse bajo su cama, aunque su rostro, no expresaba ni la mitad del pánico que sentía en su corazón. Le fue difícil salir de aquel hechizo que esos penetrantes ojos verdes le tenían impuesto, sin embargo, logró hacerlo y decidida a deshacerse del miedo que la dominaba, se dirigió al mestizo.

Sus manos empezaron a brillar cada vez más con cada paso que daba y su cuerpo, vibraba al sentir cada gota de caos que el mestizo emanaba. Al final del largo pasillo por donde Nate había llegado, apareció el monstruo sediento de sangre, con esa sonrisa horrorosa ensanchándose poco a poco al percibir el poder que Camille emanaba.

Desenfundó la espada con naturalidad, recordando quien era; lucharía contra ese monstruo y contra quien sea que se le pusiera al frente, y ganaría, de alguna u otra manera, Camille Byers sobreviviría.

«Vamos..., sabes que me quieres» ronroneó para sus adentros sin despegar la vista del mestizo quien como si pudiera leerle la mente, embistió contra ella sin contemplación alguna; eso era todo lo que Camille necesitaba, que él diera el primer paso. Sin esperar más tiempo, corrió a su encuentro con la espada en alto y una sonrisa en los labios.

Cuando estuvo a punto de impactar contra el troglodita, se arrojó entre sus piernas y con la espada, lo desgarró desde el abdomen hasta la parte trasera de la entrepierna, los residuos humeantes de sus vísceras cayeron a montones sobre la capucha de Camille. «Diablos, era mi favorita» masculló para sus adentros al ponerse de pie justo tras el mestizo, observando como la tela se deshacía al contacto del veneno de sus órganos.

—¡¿Camille?! —volvió su atención a la voz de Noah, quien apareció en la esquina donde ella había estado hace unos segundos; junto a él, estaba el joven de sus pesadillas con la boca abierta y una silla en sus manos «¿Qué demonios pretendía hacer con eso?» se preguntó, intercambiando miradas con el pasmado chico y el arma improvisada, no se puede negar que una pizca de gracia despertó en el corazón de Camille al verlo de esa forma, una pizca que aplastó sin contemplación, no importaba lo que hiciera ese hombre, no podía bajar la guardia con él—. ¡¿Por qué demonios sigues haciendo aquí?!, ¡sube! —Noah zarandeó Nate para sacarlo del trance en que se encontraba y lo empujó en dirección a las escaleras.

»Cam, ¿estás bien? —le preguntó una vez el chico se había marchado.

—De maravilla, aunque lamento no poder decir lo mismo de mi capucha —se desprendió los restos de tela de sus hombros antes de que el ácido la tocara—. Los humanos no tardaran en venir, busquemos ropa para el idiota de la silla.

Camille se puso en marcha, pero su amigo no apartaba la mirada del mestizo mientras le daba uno que otro puntapié con una mueca en el rostro.

—Debiste esperar refuerzos, es enorme —murmuró dándole un último puntapié—, nunca vi uno tan grande.

—Ni yo, pero no importa que tan grandes sean, todos tienen el cerebro del tamaño de un cacahuate.

—No lo sé Cam, es el segundo que aparece en un día y ambos fueron atraídos por el mismo elfo...

—Tendremos tiempo de pensar en ello luego, cuando volvamos a casa y estemos lejos de estos apestosos humanos —Camille hizo una mueca—. ¿Quién diría que los mestizos olieran tan parecido a ellos? —Noah sonrió con picardía antes de que ambos se pusieran en marcha.

Encontraron algunas prendas de enfermeros, en su mayoría desechables, sin embargo, cualquier cosa era mejor que la horrible bata de hospital que traía puesta Nate. Metieron todo en una bolsa y subieron a la azotea justo en el momento en que los pasos de los humanos anunciaban su llegada.

—Alina, crea el portal —ordenó Camille al encontrarse con el resto de su escuadrón y con la mirada perdida del intruso.

—¡¿Qué demonios está pasando?! —preguntó Nate, sin dirigirse a ninguno de ellos en especial, después de presenciar como una mujer tan menuda como Camille pudo derribar a un monstruo de cuatro veces su tamaño, sentía que oficialmente estaba perdiendo el juicio.

—Gael, Alfie sellen la entrada y Fate, vigila la zona —todos obedecieron las ordenes de Camille sin chistar, mientras que ella, se dirigía hacia un muy desorientado Nate a paso firme—. Por tu culpa perdí mi mejor capa, espero que valgas la pena idiota —gruñó propinándole un fuerte empujón en el pecho con una de sus delicadas manos. Sus enormes ojos turquesa, recorrieron desvergonzadamente su rostro ocasionando que el joven se sonrojara; detalló cada milímetro de su anatomía, desde sus voluminosas pestañas hasta la más mínima peca o marca de sol que encontrara.

»¿Quién eres? —masculló, sus manos temblaban con cada latido de su desbocado corazón, prefería que todos pensaran que estaba furiosa, antes de que descubrieran el pánico que ese hombre le ocasionaba.

—N-Nate... —avanzó hacia él de nuevo, con las manos resplandecientes y la respiración acelerada, el solo escuchar su voz le ponía la piel de gallina.

—Cam, tómalo con calma —susurró Noah colocándole una mano sobre el hombro—. Yo me encargo —le dijo al oído, asegurándose de que nadie más que ella pudiera oírlo.

Noah sacó de su bolsillo un aro metálico, el mismo que le había mostrado a Camille antes de salir del monasterio; con él en mano, se acercó a Nate lento, cauteloso y con esa sonrisa torcida picara, tan característica de él.

—Quédate quieto, cualquier movimiento extraño será considerado como amenaza —exclamó, colocándole el aro en el cuello a Nate sin previo aviso y con movimientos tan rápidos que ningún humano hubiera sido capaz de esquivar. El joven dio un salto ante la intrusión y sin siquiera pensarlo dos veces, Noah encendió sus manos con un tono rojo fuego—. Quieto tigre..., no quiero chamuscarte —ronroneó, ampliando la sonrisa.

—Noah, intenta comunicarte con el escuadrón de limpieza, alguien necesita encargarse del desastre que dejó el gordinflón y no seremos nosotros... ¿Alina? —Camille se acercó a Nate, mucho más tranquila ahora que el aro inhibidor de poder reposaba sobre su cuello. Escrutó cada uno de sus rasgos otra vez, suprimiendo la necesidad de tocar su rostro para comprobar que lo que sus ojos veían era cierto.

—Casi listo el portal —contestó la aludida sin dejar de mover sus manos resplandecientes siguiendo un mismo patrón y creando chispas lilas a su alrededor.

—¿T-Te conozco? —la voz de Nate era un murmullo que llegó hasta lo más profundo de su ser. Él, quien a pesar de seguir un poco en estado de shock por todo lo que ocurría a su alrededor, por algún motivo tampoco podía apartar su mirada de Camille.

—No lo creo —respondió al agarrarlo por el aro sin mucha delicadeza—. Esto es solo una formalidad —sus dedos largos y estilizados rozaron la piel de su cuello accidentalmente por un segundo, y de nuevo una corriente eléctrica hizo acto de presencia—. Ya quedó —murmuró, luchando por ignorar el cosquilleó que prevaleció justo allí, donde hizo contacto con su piel.

Nate llevó sus manos al aro, con algo de inocencia en cada uno de sus movimientos; cuando sus dedos hicieron contacto con el metal, un choque eléctrico repelió sus manos como si fuera un gato que acabara de tocar el agua.

—Listo el portal —la voz de Alina llamó la atención del grupo, frente a ella una puerta circular similar a una cortina de agua se expandía en todo su esplendor.

Justo en ese momento en la puerta de la azotea, comenzaron a oírse golpes y gritos de los oficiales que seguían al mestizo, también, helicópteros y sirenas de policía anunciaban su llegada en la lejanía. El equipo había conseguido a su objetivo, ahora la prioridad era salir con vida del edificio.

—No tenemos todo el día, idiota —gruñó Camille, agarrando a Nate por el collar como si fuera un perro rabioso. Su fuerza no era nada comparada a la de una chica común, ya que acarreó al joven que la superaba en altura por una cabeza sin ningún esfuerzo y lo arrojó al agujero lluvioso, que Alina había creado.

Nate cayó de bruces sobre un charco de lodo en medio del pasto, con el delicioso aroma de tierra mojada y vegetación virgen inundando sus fosas nasales. La lluvia era incluso más fuerte de lo que se veía desde el otro lado del portal, estaba todo tan nublado, que era casi imposible determinar qué hora era y el frío, calaba los huesos.

Una vez que todos atravesaron el circulo, este se cerró sin ningún contratiempo. El equipo había logrado sobrevivir una misión más y Camille, finalmente podía respirar un poco más tranquila, estaban en casa, a salvo y en una pieza.

—Alina, escanéalo —la aludida arrugó el ceño, no estaba en el protocolo que una alquimista con pocos conocimientos psíquicos realizara ese tipo de trabajo, sin embargo, no se opuso a la orden; se arrodilló junto a Nate y con timidez, lo ayudó a sentarse en la grama.

—Esto no dolerá —susurró tomando su muñeca derecha con sus manos brillantes, no era la primera vez que escaneaba a un elfo, había practicado muchísimas veces con sus maestros, aunque ninguna práctica la había preparado para la lectura de Nate—. No tiene marca... —dijo en un hilo de voz.

—Eso es imposible, hazlo de nuevo —todo elfo debía tener una marca en su piel, una huella que indicara cuál era su familia y a que casa pertenecía, Nate no podía ser la excepción.

Alina tragó en seco, a pesar de que no le temí a Camille y eran amigas desde los ocho años, no dejaba de sentir la presión sobre sus hombros; al igual que Ajax, su líder de escuadrón a veces podía comportarse como una arpía.

—No tiene Camille... —replicó sin huir de su mirada demandante.

—¡¿Cuál es tu casa y como hiciste para quitarte la marca?! —Camille se contuvo de no usar sus poderes para hacerlo sufrir, estaba furiosa y no porque su amiga hubiera fallado en su tarea, sino, porque lo que más deseaba era conocer todo sobre ese hombre; de donde provenía, que tan poderoso era, cuán difícil sería de vencer y, sobre todo, ¿qué demonios hizo ella para que la quisiera asesinar?

—¡No tengo la más mínima idea de que estas hablando! —replicó Nate exasperado y más confundido que al principio. Cuando le colocaron el collar no sintió gran diferencia, pero ahora, el delgado aro parecía pesar el doble de lo que debería y el cansancio, comenzaba a nublarle la visión.

Por algún motivo, estar solo en medio de la nada con seis personas desconocidas que claramente eran más fuertes que él, le daba mucho más terror que el demonio humanoide del hospital. Nate no estaba acostumbrado a sentirse vulnerable, toda su vida había dependido de él y de nadie más, la situación que estaba atravesando, le recordaba a sus días colegiales, donde los abusadores lo atosigaban y rodeaban..., la única diferencia, era que esta vez su vida corría más peligro.

—Alina sácale la información antes de que se desmaye —masculló Camille al recordar los duros efectos de un aro inhibidor en un elfo.

—P-pero...

—Hazlo. —Camille sabía que Alina no tenía la suficiente experiencia para hacer lo que ella le pedía, sin embargo, a pesar de la mirada dudosa del resto del equipo, ignoró la réplica de su amiga y reafirmó su orden.

Alina inhaló profundamente, sabiendo que una vez que a Camille se le metía algo en la cabeza no habría manera de hacerla cambiar de opinión. Intercambió miradas tímidas con Alfie, el único capaz de brindarle valor en una situación como esta y sin hacer esperar más a su líder sus manos a la sien de Nate.

Al principio, solo la sorpresa por el atrevimiento de la chica de ojos azules embargó a Nate, pero luego de unos segundos, todo su cuerpo se tensó. Un dolor desgarrador sembró semillas en su cabeza y echó raíces a través de su cuerpo; Nate quería gritar, defenderse, llorar, lo que sea, pero lo único que consiguió fue que su anatomía se convulsionara en el suelo con cada espasmo de dolor.

—Dice la verdad..., es huérfano sin conocimiento de sus progenitores —una lágrima tímida corrió por la mejilla de Alina mientras acariciaba su cabello revuelto con cariño, lo peor ya había pasado—. Lo siento, en un rato se pasará el dolor de cabeza —su voz era un susurró hecho solo para los oídos de Nate.

El joven no supo cuando dejó de dolerle, ni cuando Alina terminó de acariciar su cabello, para él, la tortura que había pasado duró horas, aunque la realidad era que solo tardó unos segundos. Intentó incorporarse, pero estaba tan mareado y adolorido que le fue imposible.

—Gael, Alfie..., levántenlo, llevémoslo al monasterio. La directora pasará un rato divertido con él..., quitenle el collarín, no llegará por sus propios pies mientras lo tenga y ya no parece muy necesario —tomar la decisión de quitarle el collar a Nate, no fue algo fácil para Camille, sin embargo, era el protocolo y de no haberlo hecho, sus amigos se hubieran percatado de que algo no iba bien.

Los aludidos levantaron en vilo el cuerpo magullado de Nate y quitaron el dichoso aro. Casi instantáneamente, el joven de cabello rebelde sintió un enorme bienestar en todo su ser, como si le hubieran quitado un gran peso del pecho.

—No podemos llevarlo en esas condiciones, Cami —intervino Fate, quien a pesar de ser la más elocuente del grupo, durante toda la misión había guardado total silencio.

—Cierto, Noah dale la ropa —el aludido de cabello negro azulado le arrojó a Alfie una bolsa.

—Que se ponga eso —dijo con la sonrisa pícara en sus labios.

Gael y Alfie lo soltaron con precaución, ya que apenas se podía mantener de pie por su propia cuenta. Alfie abrió la bolsa y fue pasándole prenda por prenda; una camisa azul y pantalones del mismo color, esos desechables que usaban los médicos y unos zapatos de goma que con suerte le quedaban apretados, pero al menos, no tendría que caminar por la grama descalzo.

—¿A dónde me llevan? —preguntó, los mareos y el dolor de cabeza le hacían difícil vestirse, en muchas ocasiones Gael lo ayudó a mantenerse de pie.

—Ya lo verás —Camille se abstuvo de responderle con un insulto o amenaza, aunque ganas no le faltaban. A su parecer, Nate era una mosquita muerta que solo fingía ser un idiota y ella, se encargaría de desenmascararlo o, como Gaia se lo habría mostrado, moriría en el intento. 

 

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