• Solito •

Me golpeé ambas mejillas, sacudiendo la cabeza.

«Entonces, ¿esto no es un sueño?».

Me sentí como la persona más estúpida sobre la faz de la tierra.

La vergüenza se debía reflejar en todo mi rostro. Había dicho esa barbaridad en voz alta y los dos la escucharon.

Trágame tierra y escúpeme en Marte.

—Adiós—sonreí nerviosa, saliendo de la casa y cerrando la puerta detrás de mí.

—La has oído claramente, ¿verdad? La idea le emociona. Entonces vamos por buen camino—oí la voz de Darek al otro lado y mi quijada casi llega al suelo.

Se pusieron de acuerdo estos dos. Claro, por eso se están comportando así. No sé quién es más degenerado de los tres. Quise decir, de esos dos.

[...]


Ese sueño que tuve ha estado rondando mi cabeza toda la mañana, sumándole a eso la vergüenza que pasé delante de ellos.

Mis ojos se abrieron como los de un búho al verlos a la distancia caminando por el mismo pasillo en que me encontraba. Fue imposible apartar la mirada del todo, viendo lo atractivos y elegantes que se veían en traje. Darek es un poquito más alto que Fabián. Casi trato de esconderme, pero no me dio tiempo.

—¿Qué hacen aquí?

—Te hemos traído el almuerzo. Tienes una hora. Vayamos al auto para que comas más tranquila.

—No tenían que preocuparse. Yo traje almuerzo. Además, quien está enfermo y necesita estas atenciones es él—señalé a Fabián. 

—Me he sentido mucho mejor. Tanto así que mañana mismo regresaré al trabajo.

—¿Estás loco? Rodni dijo claramente que debías descansar como mínimo cinco días. Aunque te sientas como un toro, en el fondo, no lo estás.

—¿Cómo estás tan segura de eso? Para tu información, me siento como un toro tanto por dentro como por fuera.

—Tú… —entrecerré los ojos, mordiéndome la lengua—. Maldito necio. 

—La comida se enfría. Vayamos al auto— insistió Darek.

[...]


«¿Cómo llegué a esta situación?».

Ahí estaba yo, sentada en el asiento trasero del auto y con ambos a cada lado.

«¿Cómo no imaginé siquiera que esto lo habían hecho a propósito?».

Padre e hijo están de acuerdo en esta locura. Debo admitirlo, se están esmerando bastante, hasta me hacen dudar. Me preocupa que su nivel de convencimiento sea más fuerte que mi fuerza de voluntad. Yo no puedo aceptar algo así.

—¿Por qué no trajeron nada para ustedes?

—Nosotros ya almorzamos. Come tranquila— respondió Fabián.

—¿Y creen que puedo comer tranquila con ustedes aquí, uno en cada lado?

—¿Por qué estás tan nerviosa? Esta mañana estabas más… emocionada— agregó Darek.

—Ya conozco sus oscuras intenciones y no pienso caer, así que no jueguen conmigo.

Darek se aproximó a mi rostro, dejándome sin palabras.

—Según tú, ¿a qué se supone que estamos jugando?

—Están tratando de convencerme.

—¿A qué?

No podía mantener contacto visual con él. Esa mirada tan penetrante no me lo permitía.

—A que acepte esa locura.

—¿Qué locura? ¿La misma que soñaste anoche? — enarcó una ceja, sonriendo con suficiencia.

Mi rostro se ruborizó y volví a mirarlo directamente.

—No... —no soné lo suficientemente convincente.

—Te oímos gimiendo anoche y diciendo nuestros nombres—bajó la mirada a mis labios y pasé saliva—. ¿Por qué no nos cuentas qué específicamente soñaste con nosotros? Tal vez pase de ser un sueño y se convierta en una realidad.

Remojé mis labios instintivamente al notar que él también lo hizo.

«Maldita sea, ¿por qué debe ser una maldita debilidad?».

—Eso es más de lo que puedo soportar—murmuró, seguido a fundir sus labios en los míos, profundizando ese delicioso beso al sostener mi mentón.

Sentía como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que lo besé. La necesidad corroía de calor toda mi piel.

Aún no me apartaba de sus labios, cuando sentí la mano de Fabián retirar mi cabello hacia la espalda y plasmar un beso húmedo en mi cuello, el cual me puso los vellos de punta.

—No es justo—susurró cerca de mi oído—. Yo también me siento solito y desatendido, ¿sabes?

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