• Latidos •

Él me pasó a recoger para que nos fuéramos en un solo auto a una boutique cercana, donde supuestamente su padre era quien confeccionaba cada prenda, aunque ahora muchos de ellos solo estaban disponibles para exhibirlos. 

Eran prendas que a simple vista te sentías atraída por sus colores y detalles. Eran lujosas, elegantes y llamativas. Desconocía que la familia Moore fuera tan grande y exitosa. Su padre tenía muchos talentos, incluso su hijo los tiene. Cada vez me siento más curiosa sobre ellos, sobre todo, él. 

Era un lugar exclusivo, no hacía falta ser demasiado inteligente y observador para notarlo. Las personas que se encontraban en el interior, se notaba que sus vestidos y carteras desprendían billetes. Eran personas de alta clase, todo lo contrario a mí. Creo que era la única que vestía ropa casual. Mi falda era de tubo y negra, mientras que mi blusa era del mismo color, manga larga y sencilla. 

Definitivamente el rojo es el color favorito de la familia. La mayoría de los vestidos, ya fuera los de cuerpo completo o ciertos detalles, pero todos tenían ese color particular. 

Me incliné más por los negros, pues es mi color favorito, creo que quien me vea, fácilmente se da cuenta. 

—Hay una pregunta que quisiera hacerte, pero no quiero sonar como una entrometida. 

Sin duda alguna, tarde o temprano debía preguntarle o iba a explotar.

—Soy todo oídos. 

—¿Qué pasó con tu esposa? ¿Terminaron?

Su mirada se posó sobre mí, dejando el vestido que había elegido colgando en su antebrazo. 

—No tienes que responder si no quieres.

—Ella no era mi esposa. Nunca nos casamos. Y bueno, en realidad, sí, terminamos nuestra relación hace varios meses. La verdad es que, cuando la confianza se quiebra, no hay nada que pueda repararla. No importa que lo des todo en una relación, si la otra persona no se esfuerza en lo más mínimo de dar lo mismo, o valora y respeta lo que haces por ella, no se llegará a ningún lado.  

—¿Fuiste tú quien le terminó? Perdón si sueno demasiado curiosa y metiche. 

—Sí. Entendí la razón por la cual estuve caminando esbocado por un tiempo. Cargar con el peso de los cuernos, no es tarea fácil.

Se me escapó una risa y me sentí mal por haberme reído sin querer, pero es que de la forma que lo dijo, sí me causó gracia. 

—Lo siento.  

—Puedes reírte, en realidad, ya lo superé hace mucho tiempo. Tanto así que ya ni se me notan y ahora puedo caminar mejor.  

Sonreí al ver que él también lo hizo. 

—No puedo juzgarla mucho. Supongo que estaba harta de este viejo. 

«¿Viejo? ¿Y qué tiene de viejo que aún no lo veo?». 

—Más viejo es el viento y aún sopla— no sé qué demonios estaba diciendo. 

—¿Es eso un cumplido o fue en modo de consolación? 

—Un cumplido—confesé—. No eres viejo. Lo que es viejo no sirve y yo te veo funcionando bastante bien. 

«Justo como ayer…».

—Hoy estás actuando raro. 

—¿Raro? ¿Por qué? 

—No lo sé. Creí que serías tú quien me lo diría. 

Creo que estoy siendo demasiado evidente, imprudente y lanzada. 

Me escabullí hacia el probador, despojándome de toda la ropa que tenía y poniéndome el traje que eligió para mí. No me había podido contemplar bien en el espejo, cuando oí la voz de Darek cerca de mi puerta. 

Tocó gentilmente la puerta del probador y mi corazón volvió a sacudirse. 

—¿Me abres? 

«¿Él entrar aquí? ¿Conmigo? ¿Realmente viene en modo de ayudarme o algo más?».

«¿Qué está pasando por tu mente cochambrosa, Luna? ¡Reacciona de una vez!». 

Le quité el seguro y le permití entrar, pues ya tenía puesto el traje, solo me hacía falta ajustar los tirantes del cuello. 

—¿Te dejaron entrar, así como así? 

—¿Quién podría negarme la entrada?

«Claro, soy una idiota. Imagino que él viene siendo el propietario ahora». 

—Aún no he terminado de probarme bien el vestido.

Me dejó sin habla cuando su cuerpo acribilló el mío contra el espejo. 

Su embriagante perfume me envolvió de una manera que casi mi corazón sale disparado. 

«Dios, ¿por qué debe ser tan endemoniadamente seductor?».

—Ayer nos quedamos a mitad de algo, pequeña. Me dijiste que estábamos a mano, pero no lo considero un trato justo, pues te mostré más de lo que en sí me enseñaste. Para que estemos a mano, debes ser tú quien me muestre algo más… íntimo. 

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