• Filete •

—Les he dicho claramente que no las quiero visitando esta casa.

—No seas tan histérico. ¿Qué tanto ocultas? 

Ambas le pasaron por el lado, accediendo por completo al interior de la casa y fui lo primero que llamó la atención en ellas. 

—Papá se quedó preocupado al saber que tenemos una integrante más en la familia— dijo la pelinegra, mirándome fijamente y con visible disgusto—. Y me dije a mí misma: bueno, si ese fósil ya no existe en la vida de mi hermano, ¿por qué no venir a visitarlo para asegurarme de que todo está en orden por aquí? 

—¿Fósil? —repetí, sin poder creer que estuviera refiriéndose a mi madre de ese modo y en mi presencia—. ¿A quién le llamas fósil? 

—A tu madre, ¿a quién más? Jamás había despreciado un filete, pero el de anoche fue el más desagradable e insípido que haya comido en la vida. 

«¿De qué mierda está hablando esta mujer?». 

—Ya cállate, Valery— intervino Fabián—. Y después preguntas por qué no te quiero aquí. Si viniste a armar un escándalo, será mejor que te largues. 

—Siempre defiendes a extraños por encima de nosotras; tu familia. ¿Cuántas veces no hemos pasado por esto? No es conveniente para ninguno de nosotros que haya nuevos integrantes en la familia y lo sabes. No hace falta mencionarte los riesgos— volvió a girarse hacia mí—. Y tú, no sé por qué sales a la defensiva con llamar a tu madre por lo que es. Bueno, por lo que era. Si ya sabemos que fuiste tú quien le dio cuello. Aunque no estoy segura si lo hiciste con una doble intención. 

Esta mujer vino directamente a atacarme a mí. 

«¿Qué demonios le ocurre conmigo?».

—Ya vieron que estoy bien, ahora váyanse. 

—¿Esta es tu nueva mujer? ¿Desde cuándo tus gustos cambiaron tan drásticamente? —cuestionó la otra mujer—. Antes te inclinabas más por las viejas. Ahora de repente estás saliendo con una jovencita. 

Fabián se veía bien disgustado, pero lo más extraño es que no intentó defenderse de los ataques de esas dos. 

—Es la última vez que les pido de buena manera que se vayan. 

—Claro que nos iremos— Valery se acercó, casi cara a cara a mí—. Ten mucho cuidado por dónde pisas. No vaya a ser que resbales, justo como dijiste que le ocurrió a tu mamá. Metes a mi hermano en problemas o le haces daño, y te aseguro que será lo último que hagas. Afortunadamente, tu madre dio para pocas raciones, pero de tu cuerpo se podrá sacar mucho más—me miró de arriba abajo, lamiendo sus carnosos labios de comisura a comisura—. Mi mujer y yo no podemos esperar más para devorarte, ¿cierto, Amanda? —con una maliciosa sonrisa, se alejó de mí y fue hacia la tal Amanda, a quien entrelazó su mano, y así mismo como llegaron, así mismo se marcharon. 

Mis ojos se engrandecieron al encenderse una bombilla invisible en mi cabeza. 

«Aún está fresco. Mis padres harán buen uso de ella». Esas fueron las palabras que me dijo Fabián el otro día. 

Miré a Fabián y él permanecía quieto en el mismo sitio, observándome detenidamente, como si estuviera analizando profundamente mi reacción. 

Ahí todo cobró sentido, aunque por el lado más turbio y horripilante que hubiera podido siquiera imaginar. 

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