• Curiosidad •

—¿Cómo es posible que no estés sorprendido? Acaban de decir que han muerto varias personas. Pudimos haber sido unas víctimas más.

—Pero no lo fuimos, así que no hay necesidad de preocuparnos por ello.

—Ahí debían estar tus colegas, mis profesores.

—Sí, los mismos que votaron a favor de expulsarte.

—¿Qué?

—Has debido recibir la carta de expulsión por correo también. Fueron crueles e injustos al tomar esta decisión tan apresurada. Aunque no imaginé que el karma los alcanzaría tan pronto. Es para que veas, princesa, cada quien obtiene lo que se busca. Ahora no nos carguemos con una situación tan irrelevante como esa y pensemos en nosotros.

—¿Nosotros?

—Dime, ¿cómo te sientes?

—Me siento bien, solo que preocupada y triste por lo que está ocurriendo ahora mismo.

—¿No te duele?

—No.

—Pensé que hoy despertarías adolorida, pero que bueno que ese no es el caso. Te ves muy hermosa. Ven aquí — me extendió los brazos y no dudé un solo segundo en abrazarlo.

En ese momento recordé que la ropa no la había sacado de la secadora. Fue un pensamiento fugaz, por eso debía hacer el trabajo completo.

—¿A dónde vas? El desayuno ya está listo.

—Olvidé la ropa. Ya vengo a desayunar, papá.

—¿Qué ropa?

Fui en busca de la ropa y la puse toda junta en el cesto. Teniendo en mente que debo separarlas, me topé con mi papá de frente al abrir la puerta y me sobresalté.

—Me has dado un susto. No te aparezcas así.

—¿En qué momento hiciste esto?

—Ayer, pero olvidé sacarla.

—El doctor te dijo que no debes hacer fuerzas innecesarias. Espero sea la primera y última vez que te vea haciendo un desarreglo así.

—No exageres, papá, es solamente ropa.

—Sé obediente; es por tu bien y el de mi nieto.

—Tendré más cuidado, papá.

—Deja eso ahí, papá se encarga de llevarlo arriba luego, ahora vamos a desayunar. Quiero que comas calientito.

Los días fueron pasando a una velocidad inaudita. En las noticias no han dejado de hablar sobre ese incendio, el cual alegan fue provocado por alguien; aunque no tienen idea de quién es ese alguien todavía, pero cobró la vida de doce profesores y 33 estudiantes, sin contar los que resultaron heridos. Lo más impactante es que entre ellos estaban mis cinco profesores. Entre las víctimas también estaba el director y su esposa, que era quien manejaba la biblioteca donde solía pasar entre libros mis horarios libres. Todavía me cuesta creer todo lo que pasó.

Mi papá está buscando otro trabajo, pero todavía no tiene la suerte de encontrar algo. Todavía no tengo claro qué es lo que hay entre los dos. Hicimos todo eso aquella noche y su forma de ser conmigo no ha cambiado ni un poco, pero tal vez dentro de mí esperaba algo más, aunque no estoy segura de qué.

Mis días encerrada en la casa son aburridos, porque papá ha estado saliendo a menudo por la búsqueda de empleo. Además, no me permite hacer nada de quehaceres, usa el pretexto de mi embarazo, como si el embarazo fuese un impedimento para hacer las cosas. Aunque sé que lo hace por protegerme, a veces pienso que me sobreprotege y me engríe demasiado. No es que me moleste ese hecho del todo, pues eso solo me demuestra que me ama de la misma manera que lo hago y que quiere lo mejor para mí, solo por eso he seguido al pie de la letra sus pedidos y consejos.

Cada día lo echo de menos, tal vez por esa misma razón me tomé el atrevimiento de regresar a su habitación y esperarlo. Mis antojos ya no son de comida; su olor, su presencia, su atención, y caricias, es lo que anhelo en estos momentos.

Estaba tendida boca arriba y con la cabeza colgando de la cama, cuando vi por el lado de la estantería lo que parecía ser una puerta en madera, pero podía camuflarse fácilmente porque era del mismo tono de las paredes de la habitación. No recuerdo haber visto eso la vez que entré aquí.

Sabía que no debía estar hurgando en las cosas de papá, pero la curiosidad era más fuerte que yo. Aunque estaba casi segura que detrás de la puerta me encontraría con un pequeño armario, pues tengo algo parecido en mi habitación, es solo que el mío lo uso.

Mover la estantería fue un verdadero reto para mí, pues pesaba mucho y tenía temor de romper algo. Sé que le prometí no hacer fuerzas innecesarias, pero sabía que la curiosidad no me iba a dejar tranquila.

Cuando por fin lo moví y mi cuerpo pudo caber por detrás, pude darme cuenta de que estaba cerrada por dentro, eso solo despertaba en mí ese instinto de investigar más, solo por eso me arriesgué a buscar una moneda en mi habitación y forzar la cerradura como en otras ocasiones lo he hecho con mi puerta cuando por error u olvido le dejo el seguro puesto.

Tan pronto la abrí, me di cuenta de que la luz no funcionaba y tuve que usar la linterna de mi teléfono para descubrir lo que había en el interior, aunque una parte de mí se arrepintió al instante de haberlo hecho.

El interior tenía pinta de ser como un pequeño estudio; había una cantidad excesiva y alarmante de mis tres libros publicados, fotos que parecían haber sido tomadas en distintos días durante su clase y mientras dormía, manuscritos impresos y escritos a mano de mis historias, tanto de las que están terminadas, como de las que están en proceso. Copias de capturas de pantalla con mis respuestas a comentarios y mensajes organizados por fechas pasadas, desde mis comienzos hasta actualmente, más corazones pintados de rojo en cada borde de ellos. No estaba legible el nombre de a quién le contesté y no tenía forma de saberlo, pues suelo responderle a muchas personas.

Alcancé a ver algunas prendas de ropa que había perdido hace tanto tiempo atrás y en aquel momento le resté importancia. Frascos de mis perfumes vacíos, organizados por fecha también.

Entre todo eso, lo que más me chocó fue encontrar la cartera de mi mamá con pertenencias y documentos importantes suyas y de mi verdadero padre; como sus licencias de conducir, seguro social y certificados de nacimientos. ¿Cómo mi mamá pudo irse sin esto? ¿Por qué también están los documentos de mi papá junto con los de ella? ¿Qué está pasando aquí?

Busqué en las gavetas una por una, descubriendo varios frascos de pastillas sin etiquetas y jeringas sin agujas llenas de alguna especie de líquido espeso de color gris blanquecino.

Levanté la linterna, para ver el calendario que colgaba de la pared y debajo de el había una pizarra de corcho, donde aparecía una línea de imágenes de algunos rostros conocidos y otros desconocidos; entre ellos aparecían fotos de mis padres, compañeros de la universidad, mis profesores y el director, con una X marcada en el rostro con un marcador de color rojo, lo cual solo dejaba a entender que no existen las casualidades. Más abajo estaba escrito mi nombre y seudónimo, con varios corazones de colores.

Aunque, todavía ahora me costaba procesar todo lo que había descubierto. El solo hecho de pensar que mi papá pudiese estar involucrado en todo esto, hacía que mi cuerpo temblara sin control.

—¿Encontraste lo que buscabas, mi Luna?

Alumbré hacia la puerta, y luego hacia el rostro de mi papá, sin poder creer que había sido descubierta tan pronto y, peor aún, que no había escuchado sus sigilosos pasos y tampoco me había percatado de su presencia.

—Papá…

Con solo verlo ahí de pie, todo mi cuerpo se volvió un manojo de nervios y un nudo se formó en la boca del estómago.

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