🔺 Espécimen 🔺
Su rostro fue lo último que vi antes de perder el conocimiento.
Cuando desperté, me encontraba en el mismo infierno que tanto me costó salir. Solo pude traer recuerdos de todo lo que viví en este lugar y de mis luchas constantes para huir. Comencé a sudar frío y a temblar. Me encontraba atada por varias cadenas a una camilla de acero y en ropa interior. Se podían apreciar mis venas hinchadas y algunas ronchas en mi piel. Mi espalda estaba doliendo por la presión que ejercía el peso de mi cuerpo sobre esa piel que sobresalía de ella, que hasta este momento no sé qué demonios sea.
Ahí estaba ese infeliz en compañía de sus secuaces, portando cada uno una mascarilla y en batas blancas. La habitación donde me encontraba estaba tan iluminada que me costaba trabajo saquear con la mirada todo lo que había alrededor. Lo único evidente era que sus planes eran volver a convertirme en su conejillo de indias.
Por más fuerte que traté de tirar de mis brazos y piernas para soltarme, fue imposible lograrlo. Él solo se acercó a la camilla, bajando la cabeza para quedar casi a la altura de la mía. Esa furia infernal volvió a apoderarse de mí. Quería despellejarlo vivo, deleitarme con sus gritos de agonía y dolor.
—Sabía que tú misma vendrías a mí.
—¡Ese cuento de que estabas muerto no iba a comérmelo, cabrón!
—Relájate. Ponte cómoda. ¿No extrañaste tu habitación?
No puede ser que haya caído en la maldita trampa tan fácilmente. Tengo mucho frío y me duele todo el cuerpo. Todavía respirar correctamente me costaba trabajo. Además de que los temblores no podía controlarlos.
—No sabes el gusto que me da volver a verte.
—Más gusto me va a dar a mí cuando acabe contigo y toda tu familia.
—No podía permitir que les hicieras daño a mi hijo y a mi nieto. Sé que te acercaste a ellos con tal de buscarme, pero ese fue tu error.
Leonor… ellos tienen a Leonor.
—¿Dónde está ella?
—¿Hablas de la agente de la DEA?
—Sabes bien que sí. A ella no te atrevas a tocarla o vas a lamentarte.
—Muy pronto vendrá a hacerte compañía, no te desesperes.
—¡Maldito viejo! ¡Voy a exterminarte!
—Prepara el prototipo 0-22 — le ordenó al hombre que le acompañaba.
—¿Qué demonios es eso?
—Es uno de mis tantos prototipos que nunca pude perfeccionar, pero se trata de un inmunosupresor. Al administrarte esta droga, aceleramos el proceso de mutación, dejándole el camino libre al virus para propagarse por tu sistema. El virus presente en tu sistema, es uno bastante robusto, pero como todo virus, tiene que enfrentarse con tu sistema inmune. Al administrarte el inmunosupresor, retardamos momentáneamente tu sistema inmune, causando que el virus pueda replicarse sin oposición; cuando tu sistema inmune se reactive, ya será demasiado tarde. De todos los sujetos de prueba, fuiste la única sobreviviente. Debes sentirte halagada al saber que eres mi mayor logro. Eres un espécimen único en tu clase.
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