🔺Ardor🔺
No puedo comprenderla. Algunas veces actúa como si fuéramos cercanas, como si tuviera control sobre mí. En otras circunstancias, como mínimo le hubiera cerrado el hocico, pero en este momento, no puedo ni conmigo misma. Siento que en cualquier momento podría perder el conocimiento. Los síntomas no parecían aliviarse, solo empeoraban con el paso de los minutos.
Su mano acarició mi muslo mientras con la otra manejaba. Mi cuerpo estaba teniendo una reacción extraña a su caricia. Pese a mi debilidad, el ardor y el cosquilleo no se disipaba. El calor consumía toda mi piel, mientras que en mi mente solo podía recordar la conversación que tuve con el Sr. Preston y su hijo. Ellos vieron esto venir. Me lo advirtieron y no les hice caso. Desde el fondo de mi alma, odio sentirme así. Mi vida, a pesar de no haber sido color de rosa, había marchado normal, hasta que esta mujer apareció en mi vida a desorganizar todo y a acabar con lo que con tanto sacrificio he construído.
Me trajo de vuelta a su casa, volviendo a cargarme como si fuera un objeto de su propiedad. Llamamos la atención de sus guardaespaldas, que hasta este momento no comprendo el por qué los tiene, si siempre anda sola. Esa mujer y la empleada fueron las primeras en reunirse en la gigantesca sala de estar, tras vernos entrar a la casa. Me sentía tan apenada y avergonzada de encontrarme en esta deplorable situación y no poder hacer algo al respecto.
—Nadie se atreva a interrumpirnos — sentenció en un tono bastante cortante y molesto.
Parece ser que el enojo todavía no se le ha pasado ni siquiera un poco. ¿Qué es lo que pretender hacerme? ¿Acaso piensa torturarme? Necesito encontrar la manera de recobrar fuerzas y el control de mi cuerpo. No puedo ser presa fácil para esa asesina.
Subió conmigo en los brazos hasta su habitación. Me había preparado mentalmente para que me llevara a cualquier lugar oscuro, tenebroso e intimidante de la casa. Tal vez un sótano, una cabaña, un lugar donde pudiera desquitar su enojo. Después de todo, es a lo que acostumbran las personas como ella.
No había estado antes en su habitación, pero es distinta a la que estuve. Esta es más colorida y había dos puertas, de lo que pensé que sería el baño y tal vez un armario. En los detalles era lo menos que podía concentrarme, toda mi atención estaba en ella.
Arrojó mi cuerpo sobre las sábanas púrpuras de terciopelo de su cama y, sin siquiera darle importancia a que estuviera bien, se limitó a tirar la puerta tan abruptamente que retumbó el sonido en cada rincón. Cerró con llave la puerta, como si estuviera queriendo evitar que pueda escaparme. Esa mujer está demasiado loca. Parece el mismísimo demonio en persona. Solo le faltan los cuernos, porque los colmillos y los ojos ya los tiene.
—Esta habitación está reforzada, digamos que es como mi cárcel personal; quien entra, no sale sin pasar por mi cedazo — procedió a quitarse la ropa, sin ningún tipo de vergüenza, dando a entender que no es la primera vez que lo hace frente a otra mujer.
Entonces no me equivoqué. A ella le atraen las mujeres. No es parte del virus que hay corriendo por su sistema. Eso explica el hecho de haberse atrevido a probar mis labios aquella noche. Entonces ahora sí corro peligro.
Su figura y curvas eran envidiables. Sus pechos llaman la atención de cualquiera que los mire, tanto como su depilada intimidad.
La tensión en su rostro fue relajándose, a medida que me observaba sobre su cama, como si le causara alguna especie de satisfacción.
Se acomodó sobre mí, con su rostro a la altura del mío. Su mirada barrió ligeramente mi cuerpo mientras su mano se paseaba por mi vientre, ascendiendo por el valle de mis senos hasta detenerse sobre mis pechos. El simple tacto, pese a haber sido por encima de la blusa, se percibía como si hubiese sido directo.
—Ya no queda nada de esa niña — deslizó ambos tirantes de mi blusa, dejando mis pechos expuestos.
La fatiga, por alguna razón, se volvió mi enemiga. El no poder respirar adecuadamente, debido a esa reacción que tuvo mi cuerpo y el desorden de sensaciones que recorrían mi intimidad, me habían vuelto vulnerable en muchos aspectos. Aunque deseaba apartarla, el ardor en mi piel y esas palpitaciones lo evitaban.
Sus uñas se pasearon por mis muslos, adentrándose por la falda, hasta invadir esa zona restringida sin permiso y con descaro. De mi garganta se aflojó un gemido tras percibir esa suavidad de su mano y al mismo tiempo la brusquedad en sus roces.
—Gimes lindo — su boca cubrió mi pezón, y fue el exceso de calor lo que comenzó a nublar de nuevo mi vista—. Hueles delicioso.
Luchaba por mantenerme despierta, en modo alerta, pero cada segundo sentía que enloquecía de poco a poquito.
—Asegúrate de grabar cada detalle y de saborear gustosamente mis dedos — susurró cerca de mi oído, en ese tono tan pervertido y agitado de siempre.
Fueron las últimas palabras que pronunció, antes de que la debilidad y mi vista se opacara al nivel de que cayera en un profundo vacío.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top