XI

En el camino de regreso, hable por teléfono con Miriam determinando los últimos retoques de mi presencia en la observación de un sistema de riego y canalizaciones, en la que el o la que dirige el proyecto iba a ser el guía de este evento y mi papel era de asentir a sus ideas y las cosas realizados, y generar algunas preguntas para poder dar entender más a fondo sobre este, ya que iba a ser grabado y emitido en el canal nacional para dar a conocer a la población, de alguna manera se omitió el nombre del encargado o encargada para poder gesticular mi opinión a primera vista sobre su trabajo, y solo le pedí que me enviará el resumen de todo ese proyecto a mi correo. Ya luego, al aparcar la camioneta Miriam nos esperaba con su tableta en la mano y me pidió que le siguiera, no fuimos tan lejos ya que en otra esquina estaba una limusina con uno de los hombres de seguridad teniéndolo abierto por lo que subí y me senté, teniendo a la chica frente a frente, todo el camino se lo pasó tecleando la tableta y yo leyendo lo que me había enviado en el correo. Al llegar, fuimos a un hotel que no era tan moderno, pero tenía lo básico para una persona sencilla. Donde luego de unos minutos, llegó con una muda de ropa poco convencional a mi estilo ya que era un vestido negro simple con un corte en v bordado de flores andinos, sabía que me iba a ser incómodo por ser una vestimenta que no acostumbraba en estos tipo de ambientes, lo único que ánimo mi decadencia fue el uso de unas botas largas y unas medias negras que podrían ser de ayuda para el clima y el viento que aparecía de vez en cuando. Al verme en el espejo, el vestido no era tan simple como creía, ya que en la espalda existía una tela que intentaba ser como un poncho y con el cinturón ayudaba a resaltar algunas partes de mi cuerpo, era cómodo, no rompía las reglas del protocolo y me hacía sentir una ñusta orgullosa de sus raíces, algo que mamá siempre creía que era esencial para poder aceptarnos, y más siendo una figura pública que siempre estaba al ojo crítico del público.

Acomode un pequeño mechón detrás de mi oreja cuando salía de la camioneta, para enfrentarme a varios equipos periodísticos, que esperaban a unos metros detrás de un cerco provisional a ser atacada con preguntas que esperaba que no sean incómodas. Nunca había realizado una reunión de prensas y menos una extraordinaria, sino fuera por fotos que rondaban por diferentes redes sociales y me enteré a solo minutos, el protagonismo del día se hubiera llevado el proyecto de riego y canalizaciones.

—Su majestad, ¿qué puede decir de las fotos? —preguntó directamente la periodista.

—Ustedes, ¿qué pueden decirme a mí de ellas? —se callaron con mi respuesta. No lo esperaron.

—Las fotos que fueron publicadas en la página "ECO-PAÍS" son verdaderas, —empezaron a cuchichear, —hasta cierto punto. Se va empezar a realizar la investigación por difamación y van a pagar los culpables, gracias.

Deje en desconcierto a todos los presentes, no me iban a comer viva esta vez.

Esperaba en estos momentos con una mazamorra de calabaza que el restaurante del hotel en donde me quedaba lo servían de postres, una videollamada de Enrique que prometió realizarlo una vez acabara con su número de palabras diarias que tenía propuesto realizarlo para entregar el manuscrito en un mes. Si alguien podía ser un buen consejero era él, y esperaba que con nuestra conversación se desapareciera ese nudo que traía en la garganta al encontrarme con Marco, que era el representante de la constructora a cargo del proyecto.

Marco Aguilar, era uno de los herederos de las acciones de la A. M. S. A. relacionada con la construcción. Si bien sabía que tenía que hablar con algún representante de esa sociedad, no creí que fuera especialmente él, sabiendo que era la persona menos favorita de Marco con la forma en que terminó nuestra última conversación.

—Estuviste estupenda, princesa. —La voz de Ricardo me sacó del estupor de mis pensamientos para enfocarse en sus palabras.

—Soy estupenda, Ricardo.

—Claro que lo eres, al punto de disimular un nerviosismo —su rostro cambió de gesto al asombro, como si se diera cuenta de que encontró algo— Nunca pensé que mi amigo fuera capaz de cortar la respiración de una mujer y más la de una princesa. —Lo dijo más para sí mismo, pero le escuché claramente. No creí que conociera a Marco y más fuera su amigo.

Deje el vaso de agua y me enfoque en observar, no traía ropa del equipo de seguridad, estaba sentado en la misma mesa que la mía como un civil cualquiera.

—Deja de mirarme así, que no le voy a decir a nadie. Soy bueno guardando secretos y lo que tengas con Llywiyaq, el muy condenado me lo va a explicar o... —No hablaba de Marco, sino de Llywiyaq.

—¿Qué hizo que llegarás a esa conclusión? —le corte, me importaba poco la relación con su amigo.

—Ustedes son muy evidentes, —se ensanchó más la sonrisa que traía. —el baile, el bosque de rocas —nos había visto está tarde —y la presentación de hoy. —Llywiyaq era uno de los ingenieros a cargo del proyecto, por lo que estuvo presente—. Existe esa tensión sexual cada vez que están cerca y ese nublamiento de pensamientos donde solo su enfoque está en el otro —se quedó callado unos segundos —hasta creería que ya se conocían de antes y solo le están dando un continuar a su historia.

—No imaginaste que en un baile como la marinera ayacuchana debes enfocarte en tu pareja para que salga bien, o que en vez de pensar que tu amigo y yo parecíamos un mundo donde solamente estamos los dos, en verdad únicamente existía una conversación sería de dos adultos por el uso de una onda; y que cuando estaba según tú, nerviosa. Estaba incómoda por la presencia de una persona que no era especialmente él. —Lo último lo dije un poco exaltada.

—Entiendo, confundí las cosas. Siento incomodarte.

Regulé mi respiración con una de las técnicas que me enseñó Enrique, no podía perder los papeles.

—Disculpa aceptada.

La llamada entrante de mi amigo, hizo que sonriera. Acepte la llamada y coloque en mi oído el teléfono, observe como Ricardo se levantaba de su asiento y con un sencillo movimiento de mano se despidió, me despedí de igual manera.

—Hola Sisa.

—Tarde Enrique.

—Tengo mis motivos, adivina ¿Con quien me encontré?

—¿Con mi padre?

—Sería bueno, no te conté pero ya no me odia tanto. El otro día me lo encontré en un evento que me invitó Matilda y tuvimos una pequeña conversación, de esas que no terminan en un saludo.

—Al fin se habrá dado cuenta que solo somos amigos.

—Ya era hora. ¿Otra opción?

—¿Con tu editor?

—No, a mi suegro ¡Suegro Akllasisa! ¡Suegro! —tuve que alejar el celular de mi oído por su voz.

—No es para drama Enrique, solo es el padre de tu novia.

—Tu misma lo dijiste, es el padre de mi novia, no el ilustrador de la portada de mi libro.

—Sigo sin entender el problema.

—Puedes ser perspicaz para muchas cosas Sisa y tenias que no serlo cuando hablamos de suegros.

—¿Olvidaste que nunca tuve uno?

—Cierto.

—¿Cómo harías para ganarte a uno si lo tuvieras?

—Ya lo tengo ganado con solo en sus labios pronuncian mi nombre y apellidos. ¿Quién negaría tener en su familia a una nuera que es parte de la familia más importante del país?

—Admiro tu modestia.

—Me sale natural ーrespondí sarcásticamente, —Enrique, —enserie mi voz— mira esta situación como una oportunidad para llevarte bien con tu suegro intercambiando ideas en un campo que cada uno sabe movilizarse a su manera y perfectamente. Se sincera y trabaja como un profesional con el y aparte de ganarte su respeto quizás te gana su admiración.

—Tienes razón Akllasisa, no creas que esa idea no me cruzó por la mente. Solo tengo miedo a fallar y que sea él, en observar mis fallas.

—Sólo sé sincero.

—Si.

—Hablamos mucho de mí, cuando debíamos centrarnos en la hermosa princesita.

—Ya es tarde.

—Tienes razón, buenas noches.

—Igualmente.

Apague el teléfono y lo observe detenidamente.

Admiraba la destreza de los hombres de entender las indirectas. 

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