IV

Me posiciono a unos metros de mi objetivo. Inclino un poco las piernas y con la pistola en la mano, extiendo completamente mis brazos, sujetando bien el objeto. Me inclino un poco, y ya segura de realizar todos los pasos, disparó.

La salida de la bala, se escucha en un zumbido. Por los auriculares que tengo, no se escucha el sonido real. Sin embargo, eso es lo poco que me importa en estos momentos, ya que eso me salva de quedar sorda. Para mí, es gratificante realizar unas de mis actividades favoritas luego de varias semanas.

Me saco los lentes que tengo, y esos auriculares para ir al lugar donde llego la bala. Era hermoso estar en un lugar donde el aire no era tan pesado, igual que los problemas. Sigo mi camino, hasta llegar a la zona donde está el blanco. Era una experta haciendo esto, y uno lo podía comprobar con el agujero que dejo la primera bala que dispare y llego dentro del objetivo.

– ¿Hay veces me pregunto, si tu padre es tonto o no sabe que tú puedes protegerte sola? –fue la pregunta de mi abuelo. Sabía que me miraba de lejos, y seguramente aprovecho este momento para acercarse.

–Lo sabe, pero esos hombres que se hacen llamar guardaespaldas. No me protegen de ningún peligro, protegen a los que me ponen en peligro. –Respondí con una sonrisa –ya sabes abuelo. Alguien se atreve a tocarme sin mi consentimiento y termina sin mano. –él suelta una carcajada.

–Entonces, ellos intervenir antes que tú. Solo porque tu estrategia de defensa es demasiado violenta.

–Resumiendo en sencillas palabras.

–Te pareces mucho a tu madre. Si no fuera que por tus rasgos similares a la de tu padre. Serías una copia exacta de mi hija. –comento mi abuelo. Claro que sabía eso. Pero no quería hablar de mamá en estos momentos. Creo que no entendió mi silencio, ya que siguió.

–Recuerdo esos tiempos, donde tu madre era una mujer soltera. Era glorioso verla todos los fines de semana. –deja de hablar unos segundos. –Hasta que apareció tu padre. –suelta un suspiro.

Ya sabía cómo continuaba la historia. Al progenitor de mi mamá no le caía al comienzo mi padre. Por lo que me contaron los tres (siempre me gusta escuchar una historia desde diferentes versiones) el del abuelo era un poco gracioso, si no fuera por qué ella ya no está, me hubiera reído. Solo que ahora yo tenía la cara más seria.

–Él enamoró a mi hija, haciendo que se casará muy joven. –ella tenía treinta años cuando se casó. Tuvo un noviazgo de tres años. Por lo que pude concluir, mi madre trabajaba en el palacio como guardaespaldas de mi padre. Era en esos tiempos un trabajo que ninguna mujer podía hacer. Y ella como tenía a mi abuelo y él era muy consentido. Le permitió que fuera al ejército, para que se entretenga un poco. Lo que no sabía nadie, era que ella iba a salir como una alumna destacada ganándose el puesto de proteger al monarca. Y luego todo era historia, se enamoraron y tuvieron dos hijos.

–Abuelo, mi mamá se casó a los treinta años. En tu tiempo eso era ser una solterona. No entiendo por qué sigues enojado con mi papá. Si ella fue muy feliz, todo el tiempo que estuvo casada. ¿No es eso lo que quiere un padre para sus hijos?

–Claro que estaba feliz por mi hija. Y también aprecio a tu padre. Solo tengo una duda, si tus padres se casaron por amor ¿Por qué tu papá quiere casarte por obligación?

– ¿De dónde sacaste esa idea absurda, abuelo?

–A los mayores se le responden, no se evade una, con otra pregunta.

–Mi padre no me va a casar y si así lo fuera, yo no lo permitiría.

–Eso no es lo que dicen los rumores, Sisa.

–No sé si te contó mi padre, pero acepte tomar el gobierno una vez él abdique y yo haya cumplido todos los requisitos que pide el parlamento.

–Si me contó, solo quería que tú también, me lo contaras. –lo dice como si solo era un simple comentario. Lo que había aprendido era que no existía casualidad en su forma de expresarse. Cada comentario o acción estaba bien controlado y siempre existía una razón.

–Hay veces eres un poco desesperante, abuelo.

–Solo es confirmar sospechas. –resople, me caía muy bien mi abuelo, pero teníamos similar carácter que chocábamos. Si él lanzaba un comentario mordaz yo hacía lo mismo y no había quien nos dé un pare cuando estábamos solos.

–Abuelo es solo mi padre.

–Uno nunca sabe quién es el enemigo. – por algo teníamos parentesco, los dos desconfiamos de las personas. Solo que él ya era extremo, sospechaba hasta de su propia familia.

Decidí ya dejar hablar, e irme de nuevo a mi posición para seguir disparando. Había venido a despejar mi mente y no discutir con él. Tendía a utilizar la mitad de balas del cartucho y luego ir a la casa de mi abuelo.

Pero hoy, necesitaba más tiempo solo. Me puse de nuevo mis audífonos, los lentes y me posicioné para disparar. Pero antes de soltar el gatillo, sentí que alguien tocaba mi hombro. Gire mi cabeza y vi a mi abuelo señalando sus orejas. Entendí lo que decía, y me saque mis implementos de protección.

–Abuelo tú más que nadie sabe que no se interrumpe a nadie cuando está entrenando –mi voz fue alta, casi ya un grito; y eso hubiera sido eso si hubiera sido otra persona.

–Lo sé, solo quería decirte que vienes a la sala una vez que almuerces. –siempre compartíamos el almuerzo juntos los fines de semana. Me pareció extraño, pero decidí ya no mencionar nada.

– ¿Solo era eso?

–Sí creo, pero si algo me falto mencionar te aviso luego. –Seguramente pudo ver la expresión de mis ojos, ya que recalco –si olvide algo te digo en casa ya entendí que no quieren que te interrumpas. Pero, debes entender que en la vejez uno siempre le pasa este tipo de cosas. –no lo negué, ni tampoco comente más. Eso sería explayarnos más y cancelar mi entrenamiento.

–Por cierto, evita hablar cuando disparas. Puedo leer tus labios y sé que estabas soltando maldiciones.

Ese era él, un hombre de la tercera edad al que quería mucho, pero demasiado peculiar.

De pequeña me generaba curiosidad sus desaparecidas de mi madre, mayormente se iba los domingos y yo me quedaba en el palacio a cargo de mi padre. Con Kuntor existía una extensión grande de años, por lo que siempre decía que se le iba a pasar con los amigos. Ella a cambio no decía nada, era como si todos supieran donde iba, menos yo. Ese día había ganado a mi padre en un juego de piedra, papel o tijeras y mi recompensa era que él me diga donde iba mama. Él siempre era justo en los juegos, y sabía que si no cumplía su palabra yo le haría la ley del hielo. Asique la siguiente semana, nos levantamos a la cinco de la mañana y fuimos a lacas de abuelo. A este lugar iba mayormente trimestralmente, donde era como el santuario del hombre que siempre me esperaba con una sonrisa y una apariencia de parecer menor de lo que era. Con el cabello teñido de negro y ropa deportiva era como lo conocía. Ese día no nos recibió nadie, el cielo recién en alba, había una lucha entre quedar la oscuridad o que el amanecer apareciera, las flores todavía cerraban sus pétalos y algunos árboles escondían avergonzados las hojas de sus ramas. Lo primero que se pasó por lamente era que él me quería castigar, levantando temprano. Ya iba a ser las seis no entendía que hacíamos acá. Aunque me encanto conocer a las plantas en el crepúsculo, me decepciono que solo me agarrara de la mano y nos pusiéramos a caminar. No hablamos nada, solo nuestras caras tuvieron una contra corriente con el viento. Llegamos a la cima del terreno, donde aquí uno podía divisar los árboles que jugaban con la ventisca, y una pampa que cualquiera podría utilizar como una cancha de futbol provisional. Y ahí fue que la vi a ella, era mi progenitora, que luchaba con la brisa mientras realizaba algunos ejercicios de calentamiento. Papá me indicó que me sentara y observara. Hice lo que me dijo y solo me concentre con mirarla. Estuvimos como quince minutos observando como en momentos trotaba, hacia sentadillas, flexiones, etc. Hasta que lo vimos agarrar de un estuche una pistola, era pequeña y de un color plateado, desconocía que tipo era. Solo que se preparó y disparo. No escuche nada, ya sea porque estábamos lejos o que mi padre cubrió mis oídos con sus manos.

Esa mañana vi la otra vida de mamá. Donde dejaba los vestidos y la elegancia a otro, donde era todo lo opuesto. Papá agarro mi mano, y lo sujeto fuertemente, le mire fijamente y el me regalo una sonrisa. Nosotros éramos espectadores, de la película. Una que la protagonista era unas de las personas que quería mucho.

La casa del abuelo, era una villa con una arquitectura retro. Existía esa elegancia y modernidad, pero también ese toqué antiguo ya pasado de décadas. Conocía este lugar como la palma de mi mano, y al peludo animal que vino corriendo hasta mis pies. Sus ladridos escandalosos y movidas de cola, hace que me agache y sobe su cabecita por unos minutos. El todo galante, se deja masajear. También se acerca una señora del personal de servicio, que porta una sonrisa al ver la escena que hago junto a Illapachay.

–Excelencia buena tardes. El señor me encomendó llevarla al comedor y al perro igualmente.

–Jazmín ya te he dicho que me puedes llamarme Akllasisa. Toda persona que cuida a este encanto se merece que se me dirija por mi nombre –el perruno ladro, afirmando lo que he dicho.

–Voy a tratar exce... Akllasisa –dijo al final. Hizo una señalización para el comedor y le seguí.

– ¿Qué cocinaste hoy Jazmín?

–Su abuelo no mando a nadie a comprar esta semana y con lo que encontré hice un Patache. –ella solo venia los fines de semana mayormente para bañar al perro y a cocinarme. Siempre venia personal a limpiar la casa una vez a la semana y para mantener el jardín.

–Ya espero que lo sirva, sabe que me gusta tu comida. –y no mentía. Tenía una buena mano a la cocina.

Me sirvió un plato de la sopa y ella se sentó en mí enfrente también con uno. A Illapachay, también le sirvió su plato de alimento con comida para perros. Y nos dispusimos a comer. Entre charlas me comento que con los agentes de seguridad de la villa, le comento que esta semana el abuelo ha salido más de la cuenta. Luego le diría a mi papá sobre este tema.

Últimamente sentía que me pasaba en interrogatorios estilo series policiacas que miraba con mi madre, a excepción que estos lo hacíamos en un ambiente más formal y no en un salón de paredes de colores opacos. ­

– ¿Qué te parece la idea de viajar? –fue la pregunta de mi abuelo, luego de un simple saludo. Tuve que esperar unos minutos en la gran sala, que estaba finamente arreglada. Yo estaba en uno de los sillones y él en otro.

–Me ayudará a despejarme un poco. Papá quiere que esto opaque el anuncio que vamos a dar.

–Y que los medios se centren en el viaje y no en el anuncio, para así no dar tantas respuestas, que ni siquiera ellos pueden responderse. –hablo más para sí mismo, pero, escuche claramente.

– ¿No te entiendo abuelo?

–Querida, todos ocultamos secretos. Y el gobierno de tu padre encabeza la lista de los misterios de las últimas décadas.

–Papá ya me ha dicho que la muerte de mi madre y Kuntor no fue un accidente. Siempre lo sospeche, pero no encuentro motivo para que alguien quiera matarlos.

–Creemos que fue un atentado terrorista. –soltó.

– ¿Por qué?

–Existe leyes que no nos deja realizar una autopsia al cuerpo de cualquier miembro de la familia real. Aumentando al mes de luto nacional, donde se para todo tipo de investigaciones. Hizo que se nos haga más difícil seguir el caso. –me miro unos segundos, como si lo siguiente que iba a mencionar lo podía o no. –Esto lo que te voy a contar, es muy probable que tu padre quiera matarme. –yo también sospechaba que él no quería que yo me entere muchas cosas.

–Comencemos con tu sospechosa coronación, como futura monarca del país. No sé qué excusa barata te puso tu padre, para que accedieras. Porque, la verdad es que todo el gobierno iba a pasa a tu primo, por ser varón y adecuado para este papel. Entre los ajetreos de los papeles y unos libros que tu padre debía entregar, encontró un libro que nunca debió salir de allí.

– ¿Qué encontró?

–Una constitución. Y no de los años posteriores al último al que nos regimos, sino uno de 1985. Que fue cambiada en el gobierno de tu abuelo, y que muchos del parlamento lo sabían, pero decidieron callar. Sabes perfectamente, que las veces que fue cambiada desde el gobierno de Antay Capac, fueron nimiedades. Pero, este tenía un cambio muy grande para ascender al trono específicamente. –sabía que iba a soltar una bomba. –Donde se aceptaba que una mujer pueda gobernar con la condición de casada, si fuera la primogénita o la primera en línea al trono.

–Por eso, a mi padre se le ocurrió la asombrosa idea de volverme una inca.

–No, ese hombre con lo que compartes sangre. Primero piensa en tu felicidad, a excepción cuando esto se trata de que la estabilidad del pueblo esté en riesgo.

– ¿Qué paso?

–Entre el descubrimiento, de una nueva constitución. Algo llamo la atención y es que fue hecho el mismo año que tu padre fue coronado. Por las fechas, se deduce que fue hecho meses antes. También nos percatamos que la contraportada y las puntas de las hojas, lo tenían quemadas. Deduciendo que se tenía planeado quemarla...

–O en un incendio, donde fue rescatada. –finalice su oración.

–En verdad Sisa en los dos contextos, igual fue salvada. –aclaro el abuelo. Como siempre resaltaba que él sabía más del tema que yo.

–Existió un incendio en 1943, en la biblioteca nacional. El que gobernaba hay era mi abuelo. Donde se perdieron libros importantes para el país, la mayoría eran originales. Luego, se pudo reconstruir con libros donados por otros países. También hubo uno en el gobierno de mi padre, donde solo se quemó una parte, ya que lo pudieron controlar a tiempo.

–Ya lo sabía. El último fue cuando era solo los primeros meses que tenía el poder, tu papá.

–Supongo que hay pensaron quemarlo.

–No es suponer, es la verdad.

– ¿Por qué?

–Intuición. –respondió.

– ¿Por qué?

–Ya te dije intuición.

–Esa no es una respuesta. Te conozco bien abuelo. Y tú no solo precisas de una percepción. –me incliné un poco. –Tú te guías de hechos para decir que esa es la verdad.

–Me conoces bien. Como el límite a hablar, que mantengo.

–Solo quiero respuestas.

–Eso es lo que también quiero, Sisa. –contesto.

Hola, es la primera vez que publico una nota de autor. Aquí conocemos un poco de la mamá de Akllasisa y un poco lo que oculta su familia. Solo quisiera resaltar que en verdad si existió un incendio en la Biblioteca Nacional del Perú en 1943.

¿Les gusta el rumbo que toma la historia?

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