III
–Entonces, discutiste con tu padre. ¿O me equivoco? –solté un suspiro, con su última pregunta. Hoy no era mi día definitivamente. Hubiera querido cerrar los ojos nuevamente y así no escuchar la voz de Enrique, que hacia preguntas para que hable del tema más a fondo. Pero recordé que no verle, no significaba que deje de escucharle. –Y con esto, doy mi sentencia de que cierta morena no quiere hablar más del tema.
– ¿Cómo lo descubriste? No me digas que ahora trabajas leyendo mentes y yo tuve que enterarme de esta forma. –le respondí sarcásticamente. A la que el solo rodo los ojos. –Yo me voy, y luego no me llames a media noche. – se paró, para retirarse. Este chico me conocía perfectamente, sabía que no podía vivir con mi conciencia por mucho tiempo.
–Siéntate, por favor –le pedí, no tuve que rogarle. Ya que se sentó. –Discúlpame. –el solo me miro y acaricio mi mentón.
–Claro, que voy a perdonar a la futura soberana de mi país. Que una princesa, pide perdón a este humilde plebeyo es una virtud que poco tenemos. – De pobre lo tenía poco. Solo le dedique una pequeña sonrisa. Y el solo siguió masajeando en la misma parte.
–Esta estresada, mi morena favorita – comento y sabía que tenía razón. Si existía alguien en este país que me conocía mejor, era él. Y como no, si él era mi único amigo, con lo que no compartía sangre.
Desdichadamente, el mundo en el que vivía, las personas solo me miraban como una forma de sacar beneficio, y eso hizo que me volviera cerrada. Trabajaba con mis colegas, pero solo en lo laboral. Para otros aspectos tenía a mi familia y a Enrique. Él tenía la costumbre de decirme de cariño morena, cuando hablábamos los dos solos. Y con los compañeros, siempre me llamaba por mi nombre.
Nos conocimos en España. En un lugar como ahora. En ese momento él no sabía quién era. Sencillamente, porque emigro con su familia cuando era pequeño y yo no tenía mucha influencia en los medios. Mi vida era ¨aburrida¨ para los periodistas que preferían no molestarme, siguiéndome o sacar apartados conmigo como tema central. Ese día yo comía sola en una de las mesa, pero sinceramente si estaba con un guardaespaldas a unos metros, que miraba su teléfono disimuladamente. Entonces el apareció con una sonrisa y dos ojos azules que me miraban curiosos. Y se sentó en la silla que había en el otro lado de la mesa.
–Las joyas más bonitas, de un orfebre. Definitivamente deben esconderlo. –me pareció extraño la frase. Y creo que el noto mi confusión, ya que recalco. –De verdad. Así él lo protege que roben esa pieza o alguien quiera realizar una semejante belleza.
–En mi opinión, el orfebre debería mostrarlo a todo el mundo. Y así todos admiren su belleza ¿De qué sirve esconderlo? ¿Protegerlo del mundo?
Y si alguien quiere uno igual, no creo que lo hagan exactamente igual. Cada joya es única. –le di punto de vista. Él quiso mencionar algo, pero no le deje –no se ha que ha venido esto... Pero la frase me pareció egoísta.
–Tienes razón. Existen joyas, que minuciosamente han sido hechos, para brillar en este mundo oscuro.
Y creo que una de ellas eres tú.
Era gracioso que el intentará coquetear conmigo, con una metáfora un poco cursi, así que intente seguirle el juego haciendo las presentaciones.
–Akllasisa Capac Anhuaman –le di mi mano, en modo de saludo. –un gusto conocerlo.
Su cara cambio al instante, y supe que se dio cuenta con quien hablaba. Grande fue mi sorpresa, al presentarse.
–Enrique Peralta Torres –me correspondió el saludo. Esos apellidos lo habían escuchado antes, por lo que me sorprendió conocer a alguien de esa familia. –también es grato conocerla. –fue su saludo.
–Tu eres familiar de la exportadora de café "Peralta Torres " –le acuse. Note que se sorprendió con mi acusación. Y no lo negó.
–Si soy, pero no tengo nada que ver con el negocio de mi familia. –Arrugo su nariz, y sus ojos estaban mirando las instalaciones de la cafetería. –Qué extraño que lo sepas. ¿Acaso tu familia también exportan algún alimento? – volvió a mirarme, para formular su pregunta.
Me pareció curioso que no me identifico con mi apellido o realizo algún cuestionamiento de mi nacionalidad.
–No, pero siempre estoy al día en las noticias que pasa en nuestro país. –resolví su duda. –eres peruano ¿O no?
–Si lo soy, y tú también lo eres por lo que veo. No sé, pero he escuchado tu nombre en algún sitio. Solo no lo recuerdo.
–Te suena, la familia Capac Anhuaman, gobernantes actuales del Perú y su hija Akllasisa. Más conocida por ser la pequeña ñusta que hasta ahora, no se le ve por ningún lado.
–Esto acaso es una broma. –No le gusto, lo que dije. O solo no se lo creía, ya que saco su teléfono de su bolsillo.
Se puso a escribir tan rápido, que creí se iba a poner a conversar con alguien. Por eso me asombro, que se acercara y me mirara más detalladamente, como si estuviera buscando algo que perdió.
–Me voy a retirar –mencioné incomoda. Para mi suerte, todo lo tenía en orden. Solo era de dejar mi azafate, en la mesa y retirarme.
–Perdón si te incomode –se distancio. –No era mi intención asustarte. –ahora si estaba sentado adecuadamente.
–Solo quería, comparar las fotos de Internet más detalladamente para ver si en verdad eras la princesa.
–Qué no soy una princesa –le explique.
–Pero si acabas de decir que eras una.
–En este país deje de serlo.
– ¿Cómo puede ser eso posible?
–No te acabo de decir que no me he presentado a los medios por un largo tiempo. Todos creen que estoy desaparecida.
–Acaso te fugaste del país. Porque si es así, ya te ganaste mi respeto –me daba gracia, que me hable informalmente. Cuando la mayoría, tendían a hablar acuerdo al protocolo.
–Si no me hubieran dejado venir, creo que lo hubiera hecho –le comente.
–Sin embargo ellos respetaron mi decisión, y aquí estoy con un guardaespaldas y la protección del rey de España. –le señale al hombre que estaba mirando su teléfono, en la salida de la cafetería.
–Es enserio, yo si tuve que revelarme de mis padres. Ellos querían que me implicara más en el negocio, pero para mí era absurdo. Tengo dos hermanos, que están bien enfocados en eso. Y yo iba a ser un estorbo, por mi poca visión.
– ¿Qué estudias entonces? –le pregunte. Ya habíamos entrado en confianza.
–Estoy haciendo una maestría en lengua y literatura. ¿Y tú?
–Maestría en Antropología.
– ¿Te gusta la historia?
–Me gusta más detallar el pasado, saber más precisamente la causa de un hecho. No voy a negar que el pasado me trae mucha curiosidad, pero esto tiene que ver más que saber los hechos históricos.
–Así que no tome una mal decisión, al venir a sentarme a tu lado.
–Es tu criterio, no mío.
–Bueno, no voy a negar que eres más hermosas que en las fotografías. Aparte que eres la pince... diré ñusta de nuestro país. Una mujer intelectual, orgullosamente de ser peruana. Y una visión, que pocos tienen de la carrera que estudian. –masajeo su mentón, como si estuviera pensando. – Si, no tome una mal decisión. ¿Quieres ser mi amiga Akllasisa?
Enrique me caía muy bien, y lo acepte sin rechistar. Y como a mí me gustaba realizar después de algún trato o cerrar una reunión, le estreche la mano, que lo acepto gustosamente. Y desde ese momento, nos volvimos, los mejores amigos; que fue fortalecido a lo largo de los años. Muchos creían, como mi padre que llevábamos una relación amorosa, pero la verdad es que nosotros demostrábamos al mundo que si existían las relaciones de amigos de diferente género. Y aunque le explicaba más de lo que canta un gallo todas las mañanas, no entendían o se hacían oídos sordos. La verdad era que solo éramos dos jóvenes con una amistad. Él era mi hermano con el que no compartía sangre, pero que sabía que en cualquier circunstancia me apoyaría.
–La tierra está llamando a la princesa. ¿Está o no? –la voz de Enrique hizo que salga de la ensoñación en la que estaba metida.
–Pensando en algún príncipe, que no me contaste –siguió. Era eso momentos, que el aprovechaba molestarme.
–No estaba pensando en ningún hombre –Mentí, enarcó una ceja, como no creyéndome.
–Solo estaba recordando, como nos conocimos. Y los años que ya pasaron. –tuve que decirle la verdad, no perdía nada mintiendo.
–Sí, ya estamos viejos. ¿No me digas, que estás pensando reemplazarme?
–No. Nunca lo haría. –inhale un poco de aire, antes de decir lo que me estaba turbando un poco. Los años pasan y yo creo que me estoy quedando estancando. Sé que crecí un poco. Sin embargo, ahora debo volver a un inicio y correr por una dirección desconocida para mí. –me iba a dar unas de mis crisis, el aire de nuevo me estaba faltando. Solo era cuestión de que empiece a alterarme y crear una escena para los que estaban presentes.
–Cálmate Akllasisa. Respira, solo respira. –los minutos siguientes, era de absorber aire, que me era difícil y exhalarlo era peor. Mi sistema, hacía que tomara bocados de aire por la boca, que hacia el proceso más lento, para calmarme.
–Estas mejor –me pregunto, cuando ya estaba más calmada.
–Si. Y tengo mucho miedo.
–Todos lo tenemos. –lo dijo como si esto era normal.
–Voy a renunciar a mis sueños.
–Eso ya lo sabemos. Pero vas a buscar otros.
No quería buscar otros, era casi feliz con lo tenía. Si no fuera por el accidente, hubiera tenido una felicidad completa. Solo era pisar la realidad de las cosas, pero cuando te niegas, pensando que existiría una solución. Era donde uno fracasaba. En menos de un día, había aceptado gobernar un país, que parte de mi familia no había muerto por un accidente. Y que tenía que dejar de hacer lo que me gustaba hacer. Mi cabeza se había hecho un lio, y como lo impulsiva que era. Al terminar de conversar con mi amigo, renuncie a mi trabajo como docente de la universidad. Para luego llegar a mi departamento a llorar, como el día que casi perdí a toda mi familia.
Eso era mi vida, siempre existía la palabra casi...
Como un consuelo, para que no me apagara.
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