Una peor que otra...

Narrador

Zafiro, aprieta con fuerza a la niña contra su pecho y cierra los ojos. Jim Cohen, su padre, jamás se atreverá a pegarle si usa a su adorada nieta como escudo. Hace unas horas la tomó por sorpresa de los cabellos y arrastró todo su cuerpo hasta llegar a su oficina. Pasó seguro y la golpeó de todas las maneras habidas y por haber.

Quien logró salvarla de dejarla inconsciente tu Ava, que despertó en el momento. No lo pensó dos veces y la tomó en brazos utilizándola como escudo protector. No tenía idea que desató su furia, de lo que estaba segura es que la veía como mirada a su madre.

Horas antes de asesinarla.

Ava, que solía estar en la oficina, contaba con una niñera y todos los cuidados por órdenes de su padre. Este amaba a Ava y no se molestaba en decirlo a todo pulmón, era lo único bueno que su hija había podido darle. Con cuatro años y un extenso repertorio de información para su pequeño cuerpo, motivo de orgullo para Jim, que mostraba orgulloso a la pequeña.

—Mi propia hija —abre las manos señalando a su alrededor —la futura dueña de todos esto, me ha robado. —reclama.

Alguien dentro del grupo le ha traicionado, la psicóloga o estúpida chiquilla. Solo un grupo pequeño de personas sabía de aquel obsequio. Los regalos eran de ellas, joyas, ropas y hasta pases para Spa, eran las reglas dadas por él.

—Recibí un regalo y lo tomé. —se defiende —los regalos son nuestros. Y eso —extiende su brazo señalando lo que se rodea —jamás será para mí.

Deja un beso en la niña y toma su pequeña mano cuando la nota temblar. Cada acto es estudiado por ella de manera meticulosa, si alguien puede hacerla salir de allí es esa niña.

Sigue en el lugar en que se lanzó luego de tomar en brazos a la niña, en la alfombra de rodillas y con su cabello suelto cubriendo parte de su rostro golpeado.

—¡Me robaste! Y te regodeaste de ello —insiste —y lo que es peor Zafiro, no es la primera vez.

Con dificultad se incorpora de la alfombra. Ha trabajado en este sitio por años, fue obligada a hacerlo tras salir en embarazo, lo ha hecho como una puta más. Jamás ha tenido con ella más que odio, golpes y malos tratos.

—Todo pasará a manos de Ava ¿Quién es su tutora?

La risa que sale de sus labios es amarga y llena de resentimiento. Ava es lo único que los une y si aún no se la entrega es porque es la mejor manera que tiene de joder su existencia.

Tal como él lo ha hecho con ella.

—Me iré —le dice y aprieta los labios con fuerza —nos iremos —corrige.

—No saldrás aquí con mi nieta. —le exige.

—Así te toqué las pelotas, soy su madre. —se limpia sus lágrimas con fuerza.

Sonríe al ver la impotencia en sus ojos, ha intentado de muchas formas quitarle a su hija. No ha podido encontrar la manera de hacerlo. Ava cuenta con otro abuelo, uno mejor que quien tiene en frente. Y, aunque nunca se ha tomado el tiempo de verla. Lo que sí hace es velar que la niña se quede con su madre.

Es lo único que ha logrado el inútil de su padre.

—Tú y ese bastardo no la quieren Zafiro. Te daré lo que me pidas y permitiré trabajar en las calles. —le ruega —lo único que tienes que hacer es largarte de su vida. Estará mejor sin ustedes y lo sabes.

De la misma manera que lo hizo con ella.

Nunca fue un padre para ella, eso la obligó a buscarlo en otros sitios. Así salió embarazada y el castigo que recibió fue trabajar en el club. No le ha ido mal, sin dudas, cuenta con el dinero para darle otro estilo de vida.

La pequeña se ha calmado y sonríe al anciano a quien empieza a decirle papá. Disfruta de su primera victoria al ver el rostro de su verdugo sonreír con cariño a alguien que no puede tener. No hay dinero que pague la sensación que le produce tener algo que Jim Cohen quiere y no puede pagar.

—Mi hija no está en venta —en sus labios se asoma una sonrisa de satisfacción —seré una buena madre Jim. Te demostraré como se hace.

Asiente en silencio, se acerca a la puerta y retira todos los seguros. La abre con violencia azotando las dos partes que la conforman en la pared. Al señalar la salida y ver su rostro, capta la advertencia en ese rostro. En adelante, no la tendrá fácil, pero nada en la vida lo es.

No con ella.

—Aquí voy a esperarte cuando nadie te dé cobijo, voy a encargarme que así sea. Cuando eso suceda, solo mi nieta tendrá cabida en mi casa. —le dice al verla caminar a la puerta. —me aseguraré de que las heces de animales sean lo único que puedas comer.

—No eres Dios Jim, por más que te creas uno. Es "Mi hija" y su lugar es conmigo.

—Ya veremos por cuanto tiempo...

Prefiere morir de hambre antes de volver a pisar este sitio. Cuenta con experiencia, una buena cantidad de dinero para sobrevivir ella y la niña. Y toda la voluntad para obtener éxito.

Por sobre todas las cosas tiene a Ava y su padre no. Aquel pensamiento le trae paz al salir del sitio por última vez. Solo debe esperar que muera y gozar de su fortuna. Sale por la parte trasera, para no tener que ver el rostro de quienes la traicionaron.

Llega hasta el apartamento que paga su padre con Ava dormida en sus hombros. Aprovecha la siesta de la pequeña para recoger todo lo necesario para una nueva vida. El dinero lo divide entre los paquetes de pañales y recipientes vacíos en donde viene la leche para el biberón.

Horas más tarde, bañada y vestida para afrontar su nuevo destino, baja por el ascensor las cosas, las deja en la recepción, solícita un taxi y va por la pequeña. No tiene el móvil, lo dejó olvidado en la oficina al caer de sus manos luego de ser lanzada a la alfombra.

Pero puede darse el lujo de comprar otro. Al acabar, se asegura de no tomar más que aquello que le pertenece, le da una última mirada a su hogar, con un suspiro y limpiando una lágrima lo cierra por última vez.

No sin antes lanzar las llaves a uno de los muebles.

De pronto, cada piso que desciende se siente cobarde y con miedo. La pequeña despierta y empieza a llorar. El desespero se convierte en agonía y la vida le pesa ¿Qué haría con una niña? Jamás la ha lidiado de forma real.

Debió dejársela al anciano y al morir este (lo que sería pronto sus 75 años y vida disoluta lo advierte) todo pasara a su madre.

Suspira, viendo a la niña con rostro lloroso llamar a su padre y se lamenta de su accionar. ¿Y si la devuelve? Pasa en el taxi, la deja en brazos de alguna ramera y sigue su camino. Sola le va mejor en otro estado que con una mocosa llorona, por muy genio que se digan es.

Armada de una fuerza que no creía tener o lograría sacar, llega hasta recepción, decidida a dejar a la niña en el club. Sonríe al ver el hombre frente a ella, no está del todo acabada.

—No puedo pensar que Jim te hiciera esto —le dice abrazándola a ambas —llevo tres años intentando ver a mi hija o a ti y me lo ha negado. Ahora las lanza a la calle, por tres dólares.

—No puedo hacer esto sola. —le dice en medio de un llanto que no le nace, pero que le viene bien.

—Y no lo harás.

Suspira aliviada mostrando una sonrisa al apoyar su rostro en sus hombros. Si este inútil le cuenta a su padre todo, está salvada, con un poco de suerte no tendrá que trabajar en su vida.

Lo que hace a continuación, le da esperanza. Toma a la niña en brazos, su mano y caminan hacia el taxi que les espera. Dentro del auto su móvil suena y observa la pantalla, Llamando Karen. Sabe que no se encuentra en posición de ser celosa, por muy perra que le resulte su ahora mujer, debe hacerse de la vista gorda.

—Te advertí que no quería escucharte —le escucha decir cuando levanta el móvil —no quiero tus excusas, tengo un hogar que cuidar. —cuelga la llamada y le mira apenado —lo siento, no volverá a ocurrir.

Fueron llevaba a una casa pequeña, pero acogedora, con un hermoso jardín y en una excelente zona. Las esperaba el almuerzo listo en la mesa y se cuidó de comprar una silla especial para su hija. Fue él quien le dio de comer, la durmió y la llevó a su habitación. No tenía lujos, ni juguetes, pero le prometió salir a comprarlos.

—Hablaré con el viejo, te dará un mejor lugar —promete.

Fue tan grande el alivio que se quedó dormida. No recuerda en qué momento sucedió, pero despertó cuando eran casi las seis de la tarde.

¡Había dormido ocho horas!

Un fuerte dolor de cabeza se instala al levantarse y escucha el llamado de la pequeña. Su voz infantil llama a su padre una y otra vez, menciona además el nombre de la niñera y un repertorio de personas que ella en la vida ha escuchado.

La habitación de la chiquilla está justo al lado. Ella debe tener hambre o desea dar una vuelta. Su abuelo la sacaba a esta hora al parque, ella los veía caminar tomados de la mano cuando empezaba su turno.

Lo que jamás fue capaz de hacer con ella.

Es una buena oportunidad de conocer el sitio, al ingresar con el taxi no tuvo mucho tiempo de nada. Con ese pensamiento y una sonrisa, llega hasta la puerta de la nena. Lo que ve a su alrededor borra su sonrisa y destruye todos sus planes.

El equipaje de ambas, pañales y demás está disperso por toda la habitación. Consciente de lo que ocurrió, pero abrigando la esperanza se arrodilla en búsqueda de su dinero.

No está y en los minutos que siguen a ese descubrimiento, no se detiene en lamentaciones. La pequeña llora insistente y su paciencia se agota. Lo hace mientras ella recoge las cosas de nuevo, dispuesta a tomar el control de su vida y a no dejarse dominar por otro hombre nunca más.

—¡Silencio! —le advierte alzando la mano y la ve cerrar los ojos e hipea —así está mejor. —mueve su dedo hacia ella amenazante —otra maldita palabra más y te lanzo a la calle, por la ventana.

La toma de las manos y tira de ella caminando a la salida. Al llegar, tropieza con otra desgracia y quizás más grande. Robarla no es lo peor que ha hecho el bastardo. La ha dejado encerrada, todas las ventanas están selladas, igual que las puertas.

Por más que grite y pida auxilio nadie llega, es escuchada y vista. Sin embargo, pasan por el frente de la casa y la ignoran.

****

—¡Despierta!

La orden viene acompañada de un golpe en las costillas. Abre los ojos con dificultad, sintiendo que todo a su alrededor baila. Tiene a la Ava en brazos y de manera inocente le sonríe.

—Hola —saluda.

—Hola, mami —le corrige el infeliz y ella afirma regresando la vista.

—Hola, mami —repite.

Han pasado dos meses, tiempo en el cual la visita una vez al día, le trae de comer a ella y a la niña. Mientras saca a la niña al parque le deja la papeleta blanca en un lugar visible. Lo ignoro por varios días, no fue obligada a usarlo, pero entendió el mundo en que la tiene es más llevadero con ella.

Se hicieron amigas, le ayudaba a soportar su dolor y cuando estaba abrazada a ella todo se veía menos oscuro.

—Te dejé la comida en la mesa —ordena observándola con ojos fríos y desprecio —Ava necesita ir a la escuela.

—¿Jim te lo exigió o tu padre? —se mofa.

—Es mi hija.

—Tu cuenta de banco querrás decir —le corrige acomodando su cuerpo y dándoles la espalda —¿Te negaron ayuda, ¿verdad? —se mofa.

—¿Dónde está el resto de dinero? —le pregunta, pero ella cierra los ojos —lo que encontré no es ni la mitad de lo que te dieron.

—Solo tú puedes pensar en engañar a Cohen o a tu padre. Jamás le dejarán algo a Ava, no si estás de por medio. Eres un perdedor, siempre me lo advirtió. "Escogiste un pésimo gen, para tu hijo" —recuerda en voz alta imitando el tono de su padre. —lo peor es que me lo dijeron ambos y no les creí.

No le responde, lo que le sorprende, descubre el motivo cuando se incorpora y siente el impacto en su mejilla, seguido de un segundo y tercero. Al verla burlarse de él y repetirle perdedor, se enoja aún más.

Los golpes alertarán a los vecinos, si eso no lo hace, los gritos de Ava sí. Con ese plan trazado sigue burlándose de él y recibiendo sus golpes. Enreda sus manos en sus cabellos y la impacta contra una ventana.

Todo esto sin soltar a su hija.

Está pagando un alto precio por despreciar a su padre, lo sabe y entiende, pero no lo acepta. En cuanto tenga oportunidad escapará sola y lo dejara con la mocosa o quizás se la lleve y la venda con ese dinero puede largarse.

—Te recojo a las 21, tienes tu primer cliente —le dice saliendo de la habitación con la niña en brazos diciéndole adiós.

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