Una intrusa en casa

Akim

Actualidad

Luego de largas correrías de diversos tipos. Entregar las pertenencias de Boris, hallar culpables y hacer justicia, la familia perdida de Noah, entre otras muchas, ocuparon todo su tiempo todos estos años. Al final de la jornada y sin un rumbo que marcar, los cuatro (Noah, Stan, Nikolái y él) decidieron como lugar de destino, el mismo que Vryzas con su hijo. New York.

Contaban con dinero para subsistir sin trabajar, ellos no estaban acostumbrados a la inactividad y no deseaban llamar la atención. Ser asalariados o tener jefes, no estaba dentro de sus expectativas y así nació la idea de crear una empresa que hiciera lo mismo que con los cincuenta, con más límites y legal.

De esa forma nació la idea de una empresa de seguridad, su nombre era las cuatro iniciales, las de nuestros nombres. Nos dividimos trabajos, yo me encargué de la logística del edificio y cámaras, Nikolái de contratar a los empleados con ayuda del abogado enviado por Ivannov y Stan de la parte legal.

La empresa iniciaría en un edificio pequeño de cuatro pisos, que de momento solo los primeros dos empezarían a funcionar. Me había comprometido en ayudar a Vryzas a una tarea un poco tonta, que evadí por largo tiempo.

La madre de una compañera de Anker, su hijo, había sido brutalmente golpeada por su esposo y la pequeña pasó a manos del servicio social al no tener a familiares cercanos. Sus tutores, aconsejados por los psicólogos, se negaron a que la niña viera a su madre.

En eso consistía mi labor, llevar a la pequeña al hospital y regresarla a la casa hogar al terminar. Me hice a una credencial como trabajador social, bastante real con mi nombre, renté un Honda HR-V, negro y un traje Ralph Lauren gris gastado que alquilé de segunda mano en una tienda. Finalizaba mi atuendo, una imitación de Rolex muy obvia. 

Llevaba la apariencia perfecta de un trabajador estatal, poco remunerado, holgazán. Eso sí, presuntuoso, porque nadie debía saber que mi trabajo era una mierda. Le doy una última mirada a mi aspecto frente al espejo, aliso mis cejas, lanzo hacia atrás mi cabello y sonrío satisfecho por lo que veo.

—Eres una copia barata, más adulta, tosca y un tanto mediocre de cualquiera de los Bts —me burlo sacando el móvil y viendo la foto de la niña a sacar por última vez antes de salir del lugar.

La casa, tiene un porche destruido, un jardín a punto de colapsar, varias ventanas rotas, cortinas amarillentas y un buzón de correo más torcido que la torre de pisa. Llego hasta la entrada del porche tropezando con un perro famélico que al verme llegar alza su cola, pero no logra moverla con estilo y se rinde en el primer intento.

Antes de dar un pie en la entrada, la puerta se abre y una mujer obesa, con bigotes y rostro severo, me recibe. Le da una mirada a mi atuendo de la cabeza, a los pies con una mueca de disgustos y al finalizar en mi rostro.

—Buenas tardes —saludo cortes viendo todo el lugar con ojo crítico y fingiendo horror —Tengo a cargo el caso de Ava Callaghan …

—Lo estaba esperando —gira su cuerpo hacia el interior y lanza un alarido —¡Ava! Es hora cariño. —se hace aún lado y me pide entrar —debe firmar su salida.

El claro que ella me está confundiendo, no obstante, esto sirve a mis intenciones. Soy llevado a un comedor, me entrega una taza de café y pide aguardar un instante. En sitio por dentro es más precario y da muestras de ruinas, las paredes pintadas con crayones, alfombra descolorida, aunque limpia. Dos pasillos en el primer piso, con varias habitaciones y una escalera que da al segundo viviéndolos a ambos.

—¡Qué hay! —saludan un cuatro chicos que salen del comedor y otros dos ingresan por el pasillo norte.

Sus edades van entre los catorce o dieciséis, he visto pasar seis, todos varones y aquel toque rebelde no me gusta en lo absoluto. Sigo revisando el lugar con ojos críticos y buscando algo que logre calmar lo que mi sexto sentido capta. Conozco estos lugares y toda la perversión que ocurre en ellas, he escuchado

Un hombre mayor, calvo, panzón y con un atuendo perfecto para una playa en Miami, no para un sitio lleno de chicos, baja las escaleras y se pierde por uno de los dos pasillos.

—Son estos —comenta la mujer al volver —llene donde dice su nombre —me pide señalando el sitio —y firme aquí. Es formalismo, usted entiende.

—No se preocupe —saco la pluma de mi saco, finjo leer lo que allí dice y lleno cada casilla de la manera que creo —¿Cuántos niños tiene?

—Ocho —se apresura a decir.

—¿Sexo? —sigo preguntando.

—Siete niños y una niña.

Aprieto con fuerza la pluma al ver regresar al hombre, pero no viene solo. Trae de la mano a Ava, la recuerdo por la foto que me envió Angelo. Trae en sus hombros un morral rosa, gastado, zapatos tenis descosidos y un vestido blanco transparente.

—Hola —me saluda tímida.

—¿Cómo estás?

—Bien —sonríe —hice mis deberes y tengo toda la tarde libre.

La pregunta seria ¿Te hizo un toque raro antes de traerte? La evito porque aún logro mi objetivo. Firmo los últimos documentos sin leer, la dama me extiende una copia y lo que sigue no lo escucho, tampoco lo entiendo. Mis ojos están fijos en la mano que el hombre lleva apoyada en el hombro de la niña.

—Necesitas ropa adecuada —mira la que trae luego a mí y me observa en silencio.

Hay tanta desolación y tristeza en ella, que solo logro pasar saliva y estirarle la mano invitándola a dejar el círculo perverso que parece tener con ese miserable. Se despide de la mujer a quien llama “mary” recoge a su paso el documento que me dieron a mí, toma mis manos y salimos del lugar.

Rumbo al auto observo su mano delgada y su débil cuerpo avanzar en silencio. Ella luce feliz, pese a que no debería estarlo y me pregunto si estoy siendo exagerado en mis conjeturas.

—¿Deseas ir de comprar ahora o después?

—¿Podemos ver a mamá ahora? —alza el rostro implorante y afirmo con un nudo creciente en mis entrañas. —gracias.

Se suelta de mi agarre y corre hacia el auto al verme retirar el seguro. Me quedo allí observando su rostro, sonreír ajustando el cinturón de seguridad y abrazando su morral. Toma el documento que he firmado y en todo el camino al hospital lo lee sin hacer comentarios.

Es ella quien ingresa a la habitación, yo me quedo en los pasillos con sus cosas. Le marco a Vryzas indicándole que le cumplí y espero respuesta. Reviso la bandeja de entrada y descubro un mensaje de Nikolái. Me envía la dirección del abogado que nos proporcionó el viejo William y una dirección.

“Te entregará la lista de los documentos que necesitas. Es personal, el miserable se negó a dármelo.”

Le respondo en cuanto deje a la niña en la casa hogar, paso por ello y guardo el móvil. La vibración me hace tomarlo de nuevo y encuentro un mensaje nuevo de Vryzas, otro de Nikolái y un tercero de Stan.

“La puntualidad es importante para ese asqueroso.”

Negándome a querer saber los motivos del calificativo e imaginando que el abogado no es de su agrado, guardo el móvil.

—Quiere verte —la niña está en la puerta, rostro bañado en llanto e hipea —¿Sabes mentir?

—Depende ¿Qué tipo de mentira?

—Dile que estaré contigo y no allí —me ruega —ella… sospecha cosas y yo…

Tomo su morral del suelo, me incorporo odiando ese sexto sentido que esta vida me ha dado. Ser víctima, me da el poder de ver lo que otros no.

—Será mi mejor actuación —prometo ingresando al lugar.

La mujer que nos observa llegar tiene rastros de llanto y mirada atormentada. Las heridas de sus brazos empiezan a sanar, son las internas las que preocupan al personal médico. Los golpes y heridas comprometieron su hígado, la receptividad de su cuerpo a las transfusiones la mantiene en estado crítico.

—Sabía que cumpliría, cuando se trata de Ava, logra milagros.

Afirmo en silencio viendo ante mí a la mujer con los ojos más hermosos que he visto en vida, pero también la más sola y desprotegida. Imagino a su padre recibirla en brazos al nacer y darle el nombre al ver sus ojos… Zafiro.

—Ella dice que está con usted —señala a su hija que me mira de forma fortuita al tiempo que aprieta mis manos —¿Es verdad?

—Sí. Mi casa es grande, vivimos solos mi hermano y yo —describo la casa en la que vivo buscando calmar el miedo que veo en ella —le gusta jugar en el jardín con Dante.

—¿Dante? —pregunta contrariada.

—Su perro. Es negro y tiene el pelaje espeso —le sonríe —te gustará cuando lo veas.

—¿Tú crees? —le pregunta con voz débil y la niña me mira en búsqueda de apoyo. —¿Puedes esperar a afuera nena? —pide y su hija suelta sus manos, deja un beso en su frente, al pasar por mi lado me lanza una mirada lastimera y le hago un guiño.

—Tiene una hija muy inteligente.

—Lo sé —responde orgullosa, con dificultad —no le dará problemas, es bastante independiente. Por un momento me asusté, vi en ella rastros de mis miedos a esa edad —niega, lanzando un sollozo —crecer en un club rodeado de rameras y borrachos…

—Estará bien cuidada. —me mira a los ojos y se queda viéndome en silencio.

—Solo hasta que salga de aquí —me pide —después, me iré con mi hija a donde los tentáculos Callaghan no me toquen o le hagan daño. El doctor dice que en unos meses podré hacerlo.

—No hay nada de que preocuparse ¿No cree? —le digo sin dejar de ver sus ojos.

—El estado puede enviarla a una casa, hogar y allí la perdería o ella sería adoptada… —lanza un sollozo fuerte —no la volvería a ver.

—Usted ocúpese de su salud, que nosotros nos encargamos de ella —le miento y afirma viéndome fijamente.

—Gracias —afirmo dando un paso atrás y retrocediendo.

—Le diré que se despida, la traeré en cuanto tenga oportunidad.

Considero tener dos o tres meses fingidos como trabajador social. Después de esa fecha, abrigo la esperanza que esté sana y puedan estar junta. Regreso a los pasillos y le indico a la niña ingresar a la habitación.

—Despídete —le doy acceso con la puerta abierta y la espero afuera.

****

¿En qué momento me metí en este lío? Llevo media hora intentando dialogar con ella para que ingrese a la casa. Le he prometido miles de cosas a todas, les busca razonamiento o se niega a acceder a lo que llama soborno.

—No voy a ingresar allí —me dice abrazando su morral y viendo al frente. —no iré.

—No puedes escapar —gruño apretando las manos en el volante —me meterás en problemas.

—No lo es —habla segura abriendo el morral y sacando aquel documento que me hicieron firmar —aquí dice que tu hogar es sustituto. —señala —de manera temporal serás mi tutor, hasta que se establezca contacto con un familiar del infante o sea adoptada —lee y frunzo las cejas retirando el documento de sus manos.

Leo el documento una, dos y hasta tres veces, aprieto el papel en mis manos mientras intento buscar una salida al conflicto. Salgo del auto y llego hasta la puerta, presiono el timbre varias veces hasta que la misma mujer sale, cejas enarcadas y mirada tensa.

—¿Qué tan legal es esto? —alzo el documento hacia ella que ve indiferente —usted no corroboró quien soy o como…

—No me interesa si es el correcto o no, quiero a esa niña lejos de casa y si no es a usted se la daré al primero que la desee —me interrumpe e intenta cerrar, pero mi pie se lo impide.

—Hice una pregunta…

—Será legal en cuanto lleve los documentos que firmó. Llévesela, dudo que corra más peligro que aquí —me cierra la puerta en las narices y vuelvo mi cuerpo al auto.

Ava sigue abrazada a ese bolso y viéndome con terror. Escucho mi voz rogar a Stan que me sacara de las calles. El recuerdo de ese día regresa a mí, nítido. Inspiro una gran bocanada de aire antes de empezar a avanzar al auto.

—Será mejor que acates todo cuanto te diga y no seas un problema o…—le advierto al ingresar y encenderlo, al verla noto que aún sigue asustada viendo a la casa —solo obedece y no des conflictos.

—Lo haré. —promete y la ignoro —¿Iremos de compras? —niego —dijiste que iríamos.

—Tengo una reunión que no puedo aplazar y a la que te llevaré, pero no te quiero metiendo las narices. —afirma apretando los labios y viéndome un instante molesta.

Lanzada la advertencia y dispuesto a hacerla callar de la manera que sea, piso el acelerador. Llego al edificio del que me bajo apresurado y me lanzo hacia el interior sin esperarla. Si desea vivir conmigo, tendrá que adaptarse y no al revés.

—Soy Akim Borch —hablo a la mujer que está detrás de un mostrador —busco al…

—Lo siento, señor Borch, pero el doctor no se encuentra.—me interrumpe viéndome de arriba abajo —sé quien es, el doctor Wells me advirtió que vendría.

—Tuve un inconveniente —miro detrás de mí a Ava que se sienta en una de las sillas y aprieta el morral. —¿Puede entregarme esos requisitos?

—Lo siento, pero no me es…

—¿Por qué no? —golpeo el escritorio exasperado —¿Qué hay allí que no puedas explicarme o yo entenderlo al leer? —la mujer se encoge y retrocede la silla asustada, al tiempo que una puerta se abre detrás de mí y una voz femenina habla.

—¿Qué sucede Carla? ¿Qué es ese escándalo?

Giro dispuesto a hacerle entender a quien sea este del otro lado, que no tengo el maldito tiempo para perderlo en tonterías. Es mi dinero, con el que ese infeliz va a negociar y soy yo el que debe dar los horarios y no…

Mis pensamientos se detienen al notar de quien se trata, vuelvo la mirada al logo encima de la asistente. Sergio Wells y asociados.

—¿Qué se le ofrece? —su pregunta sale indiferente y sin rastros de aquella voz angelical que solía tener o yo amar —¿Y bien? —pregunta exasperada.

Lissa Cole… hecha mujer, más hermosa de lo que la recuerdo, pero con un rostro que parece esculpido en piedra, frío e indiferente me observa.

—Soy…

—Sé quien eres —enarca una ceja divertida —Te pregunté ¿Qué deseas?

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