Un padre para Mika
Mika alza los brazos y le calzo la parte superior de su pijama, su cabeza sale a la luz y asoma a un costado de mi cuerpo. Desea asegurarse que Dan no se haya ido y eso me hace sonreír, aunque también arruga mi corazón.
—Dan no se irá, ya te lo prometió —intento calmarle.
Ponerle pijama nunca ha sido un problema, desde que Dan regresó a nuestras vidas todo cambió. Ha logrado con él un vínculo hermoso, casi que el de un padre. No me molesta en lo absoluto, lo que preocupa que Daniel se tomó un año sabático.
Terminó su asignación en África, se tomó este tiempo para estar con su madre y hermano. En ese tiempo debe decidir si vuelve al mismo lugar, a otro, o puede incluso retirarse. Algo que asegura no se le ha cruzado por la mente, muy a pesar de los ruegos de su madre.
Duele que mi hijo se haga esperanzas con alguien con el que no puede compartir mucho tiempo. También, saberlo lejos de ti y en constante peligro, como ese es el caso de Freda Wells, la madre de Sergio y Daniel.
—Ya —se sacude caminando por la cama hasta llegar a la esquina de mi cama.
Estábamos en el parque y empezó a caer pequeñas gotas de lluvia. La reacción inicial fue llevarlo a casa, algo que se negó empezando a correr por todo el parque esquivando todos mis intentos de agarrarle.
Todo acabó con ambos mojados, teniendo una ducha caliente al llegar a casa y recibiendo la reprimenda de Dan.
—Aún no, Mika —le reprendo —te falta el pantalón. — se lo muestro con una mano en las caderas y escuchando la risa profunda de Dan en la sala.
Demasiado tarde, salta de la cama, me lo arrebata de las manos y sale apresurado en búsqueda de Dan. Cuenta con una energía infinita, de la que Dan suele expresar que con ella puede dar a luz a todo el mundo. Se lo llevará a la aldea en que trabaja y mitigará uno de los miles de fallos del estado.
—No me acostumbro —me quejo sentándome en la cama.
—Date tiempo —le escucho decir en la sala y puedo captar su burla —ya tendrás las mismas energías que él.
—Es tu culpa.
Me quejo asomando la cabeza en la puerta de mi habitación y viéndolos a ambos abrazados frente a la TV. Dan, alza su cabeza por encima del sillón y me lanza una sonrisa derivando mi mal humor. Apoyo la cabeza en la entrada y suspiro sosteniendo la suya.
Mika toma su rostro, le sonríe a Dan y acaricia con ambas manos, lo mismo que suele hacer conmigo. Lo conozco desde que Sergio y mi hermana se hicieron novios, mis papás se negaban a dejarla salir sola. Sergio se llevaba a su hermano menor y Cassy hacía lo propio conmigo.
—No estarás siempre con él Dan…
—No me arrepiento de haber venido Lissa o de pasar tiempo con ustedes—toma la mano de Mika y la besa —Es lo mejor que he podido hacer, te ayudaré en todo lo que pueda.
Los dos fuimos testigos del nacimiento, del amor de nuestros hermanos y todo lo que lucharon para estar juntos. Forjó una amistad que siguió pese a la distancia, cuando él fue trasladado. Me avergüenzo aceptar que me alejé un poco cuando estuve con Akim.
Salir en embarazo y ser madre soltera me hizo ver la hermosa familia que tenía, lo gran amigo que era Dan. Mis padres habían muerto, mi corazón estaba roto, pero no estaba sola.
—O… podrían venir conmigo —su comentario saca mi buen humor y se alza de hombros acariciando la cabeza de mi pequeño —un abogado se necesita en todos lados, te sorprendería lo que resultarías útil en mi entorno.
—Me da escalofríos de imaginarlo.
—Es menos turbio de lo que imaginas —niego, lo que le hace sonreí.
Por un instante nadie dice nada y nos quedamos en silencio observándonos. Desecho las tonterías que se cruzan por la mente y retomo el control de mi cuerpo.
—Preparé la cena — me apresuro a decir y señalo a mi hijo —A dormir —ordeno.
Mika me mira, luego a Dan que abre los ojos fingiendo sorpresa y acaban por reír los dos. Dan es pacifista, de buen humor y carácter amable, orgullo de su madre y preocupación para su hermano. A Sergio no le causa, risa saberlo tan lejos de ellos, aunque asegura estar en un lugar en que se le necesita.
Ingreso a la cocina escuchando la plática de ambos, Daniel convenciéndolo de irse a dormir, Mika hablándole de las caricaturas que ve. Una conversación dispareja, entre absurda y divertida, que debería tener mi hijo con su propio padre. No obstante, no hay nadie mejor que Dan para reemplazarle.
Incluso, puede hacerlo mejor que Akim, eso me transmite la paz que necesito.
—¿Quieres a tu madre? —le escucho susurrar —¿La quieres? —sonrío mientras saco las cosas para la cena —entonces, debes obedecer.
—Sí.
Me asomo por la ventana que da al comedor y los veo a ambos levantarse del sillón. Solo Dan es capaz de lograrlo, la imagen de ambos caminar tomados de la mano se pierden al cruzar al pasillo, pero sigo escuchando sus voces.
—¿Y qué te pidió?
—Dormir.
—¿Qué haremos ahora?
—Orar.
—Tú no te arrodillas o acabarás debajo de la cama —le escucho reír —solo yo me quedo en pie ¿Vale?
—Vale.
Una hora después el silencio reina en el apartamento, la cena está lista y no hay señales de Dan. Entre divertida e intrigada por lo que pudo suceder y luego de servir la mesa decido dar un vistazo.
Cubro mi boca con las manos para evitar reír en voz alta y despertar a Mika, que no ha encontrado otro lugar en donde quedarse dormido que encima de Dan. Este, por su parte, se las arregla para caber en la cuna.
—No es gracioso —se queja con fingida ofensa.
—Creí que te había dormido él a ti —susurro avanzando hacia él y ayudándole a retirar a Mika de su cuerpo.
—Estuve a punto —se mofa —la cama es cómoda y tiene ese olor a ángel.
No le respondo enseguida, tengo una lucha con tomar a Mika y dejarlo a un costado de Dan sin despertarle. Mis movimientos son lentos y delicados, Dan se hace a un lado y finge cámara lenta al levantarse, lo que no contribuye a mi silencio.
—Me recuerda a una escena de misión imposible —susurra una vez está en pie a mi lado y luego de completar la tarea con éxito.
—Todo lo que involucra a Mika lo es —confieso cubriéndolo con su cobija preferida —pero ha valido la pena.
—No es necesario que lo digas, se nota —toma mis manos para salir recogiendo el monitor cuando vamos rumbo a la puerta —has sido una mujer Valiente Lissa.
—Mika me hace sentir poderosa.
Afirma caminando al comedor, me ayuda con la silla y solo se sienta cuando yo estoy cómoda. No le he hablado sobre el padre de Mika; aunque, conoce los detalles, nunca le he dado nombres. Puedo imaginar que su hermano se lo dijo, no suelen esconderse nada, tienen un vínculo bastante estrecho.
—¿Has pensado en decírselo?
Aquello revela que si sabe quien es y ha estado hablando con su hermano de mí. Dedico los siguientes minutos en servir la comida, evitando reflexionar en la respuesta o acabaré haciendo un desastre con su ropa.
—En muchas ocasiones —respondo tras acabar con su plato y voy por el mío —me detiene el no ver interés en el niño.
—¿Te ofende? —pregunta y mis manos tiemblan ligeramente —sabes que puedes hablar conmigo sin temor. —suspiro.
Es Dan quien está frente a mí, eso hace que la conversación sea privada y permanezca así. Es el tema que tratamos el que sigue generando dolor de solo recordarlo.
—Siempre supuse que sabría que era su hijo con solo verlo —me animo a confesar.
Al tomar mi plato e intentar servirme el filete se cae en varias oportunidades. Me lo retira de mis manos y en adelante, es él quien sirve lo que me corresponde.
—Odia a su hijo Dan…
—Pienso que es temor —deja el plato frente a mí y va por la copa —siente cosas y lo rechaza, los motivos no están claros y no lo estará hasta que no hables con él.
—Tiene una niña, Dan, y su pareja está en el hospital —le recuerdo.
—Puede que no vivan, quizás ocurrió algo parecido a lo que hizo contigo…
—Es extraño que seas tú quien insinúe eso.
Deja los cubiertos en la mesa y toma una de mis manos que aprieta de manera leve.
—Que no me guste ese tipo de comportamientos, entre otros muchos de la miseria humana, no quiere decir que no sea consciente que exista.
Suelta mi mano y recoge la servilleta que aprieta entres sus manos. Había olvidado lo sensible que el tema es para él, Sergio también no es inmune y en gran medida el abandono de su padre cuando ambos eran niños y su madre desempleada tiene que ver.
—No quise insinuarlo —me excuso. —lo lamento.
—Soy yo el que lamenta mi exabrupto —sus ojos se ven contrariados y la mano que sostiene la servilleta la aprieta con fuerza —ese tipo de comportamientos, entre otros muchos no deben ser tolerables o aceptados. Entiendo que es muy común tamaña irresponsabilidad —calla cerrando los ojos un instante, cuando lo abre otra vez, luce calmado.
—Son hermanos —hablo al fin — Sergio dice que se está haciendo responsable a la pequeña y que eso habla bien de él.
—En parte —retoma la comida y me pide a mí hacerlo —hablaría bien de él si fuera su esposa quien estuviera en el hospital y no existiera Mika, tú, y quien sabe cuantas más.
El mismo derecho que tiene Akim de saber de Mika, lo tiene mi hijo de conocer a su padre y hermana. Soy consciente de ello, sin embargo, no se ha dado la oportunidad de hablar.
—En cuanto tenga la oportunidad…
—Ve a tu ritmo, no tienes por qué cumplir las expectativas mías o de nadie —recomienda —Si Mika necesita un apellido, será un honor que lleve el mio, a mi madre le gustara. A mí me encanta la idea, debo decirlo.
Sus ojos brillan divertidos y la conversación da un giro distinto, el ambiente se torna diferente. Me alivia no tener que hablar de Akim, de pensar en la idea de mezclarlo en mi vida. Si él estuviera interesado en mí, tuvo mucho tiempo para buscarme o dar excusas. No deseo su regreso solo por tener un hijo y tenerlo para siempre en mi vida, sería un grave error.
Estamos retirando la mesa y lavando los trastos cuando escuchamos el ruido en la habitación de Mika. Ambos dejamos los trastes a medio lavar y al llegar a su habitación mi corazón se detiene. Mi bebé tiene el rostro rojo y convulsiona en la cama.
Dan, se acerca y palma su frente encontrando que tiene fiebre y respira con dificultad. Yo recojo sus cobijas cubriéndolas con ella. El paso por seguir es obvio, ninguno de los dos somos de improvisar.
—No respira Dan —sollozo —mi bebé no respira.
—Hay que llevarlo al hospital —ordena alzándolo en brazos. —no llores, cariño. Todo estará bien —me calma saliendo con él en brazos —Mis llaves Lissa…
****
Fue mi culpa, debí ser dura al darle la orden de devolvernos. Cassy tenía razón, mis mimos lo estaban convirtiendo en un niño rebelde que nadie podía controlar. Dan está al teléfono hablando con Sergio y Cassy, ambos han querido venir en cuanto se enteraron.
No es necesario, ya está controlado, nos lo indicó el médico. En unos minutos podremos verlo y estar con él, en un par de horas lo darán de alta. Llega hasta mí y me abraza dejando un beso en la frente.
—Iré por refrescos ¿Te traigo uno? —afirma.
—Lo haré, no te preocupes —le dice a su hermano antes de colgar. —No tardes —me pide.
Al final del pasillo vi una máquina y me dirijo a ella a pasos rápidos. Deseo estar allí cuando nos digan que está en la habitación y podemos verlo. Al pasar por una puerta, unas manos me atraen a la oscuridad del lugar e intento gritar, unas manos ahogan mi llamado.
Sacudo mi cuerpo con ganas liberarme, pero soy aprisionada entre la pared y un cuerpo en traje oscuro. Siento el peso sobre mí, todos mis experimentos por liberarme son anulados cuando inmoviliza mis manos encima de mi cabeza y con la otra cubre mi boca.
—¿Qué sucederá si tardas?
Por un instante mi cuerpo se paraliza al reconocer esa voz y el acento rasposo. Se hace la luz, mostrándose en todo su esplendor con una sonrisa insolente. Aprisiona mis piernas entre las suyas y acerca su rostro al mío. Se trata de Akim, imagino este sitio es el que tiene a la madre de su hija.
—¿Te castigará?
Llegó a mi vida hace cinco meses y en ese tiempo, sin cruzar más que tres o cuatro palabras, he descubierto que no lo conocí en realidad.
—¿Tienes miedo? — Siento su aliento en mi cuello, mi respiración es irregular y la alerta se mantiene en mi cuerpo.
El rostro luce desfigurado por el enojo, los labios se han vuelto una fina línea y en su cuello palpita una vena que amenaza con explotar. No le respondo y me limito a verle, controlando la rabia e impotencia.
No sé de lo que es capaz, él sigue cubriendo mi boca e impidiendo moverme con su cuerpo.
—No deberías temerme u odiarme… —susurra acercando sus labios a mi cuello y dejando en ellos besos ligeros —hueles a paraíso …—mi piel se eriza en un acto de traición, lo que estoy sintiendo en estos momentos no es excitación. —te gusta.
Niego, maldiciéndolo. Mi enojo le excita y su sonrisa aumenta. Libera mi boca y antes que pueda gritar la cubre con la suya. La adrenalina aumenta por todo mi cuerpo y me relajo, aquello debería hacerle bajar la guardia, pero no es así. Por lo que entiendo solo tengo una opción.
Le muerdo con toda la fuerza que logro obtener al tomar aire.
Su reacción es dejar de besarme, pero no me suelta. Hiperventilo presionada a su cuerpo y me sacudo con más fuerza. Un hilo de sangre sale de su boca y le sonrío victoriosa al notarlo.
—¡Hijo de perra! —hablo en calma —retira tu asqueroso cuerpo de mí. — le ordenó.
—Me gusta —sonríe restregando su cuerpo —y a ti también … ¿Por qué no hacemos que el castigo valga la pena?
Vuelve a cubrir mi boca, esta vez no dura mucho, algo o alguien lo aleja de mí y lo siguiente es poder respirar. Me alejo lo suficiente para ver la figura de Dan golpearle, a él esquivarle y responderle.
—¿Qué rayos crees que haces? —pregunta Dan en medio de esos golpes.
—¿No es obvio?
—Dan, por favor no —le ruego tomándolo por los hombros y abrazándolo —no hagas esto. No vale la pena —insisto —estoy bien, vamos por el niño… —tiro de él hasta sacarle.
No miro atrás, sé que nos está viendo partir. Mi cuerpo tiembla y cada paso que doy es una amenaza, a mis piernas fallan y Dan tiene que abrazarme contra él para poder seguir.
—¿Seguro estás bien? —afirmo —ya podemos verlo —me abraza besando mi cuello —debes cuidarte de este tipo.
—No le digas a Sergio —Me mira un instante dudoso —por favor, son clientes importantes y me mantendré lejos—le ruego.
—Como gustes.
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