Mi cabello se fue esta tarde y mientras le hacían un corte a mi hijo, con su padre como testigos de ambos sucesos. Aproveché el momento de su corte para deshacerme de una vez por todas de algo que se iba de poco de mi cuerpo. Peinarme se había vuelto una tortura y un espejo era lo peor que podía existir.
Fue la primera vez que no hubo que sobornarlo con llevarlo a comer un helado, pizza o hamburguesas. Se instaló en la silla, con ayuda de su padre, saludó al peluquero de un estrechón de manos y se cruzó de brazos. El cambio de actitud no logré entenderlo, hasta que pidió el mismo corte de su padre.
Ayudó en gran medida ese gesto, verlo sonreír a través del espejo en dirección a su padre, me llenó de felicidad. No opaqué el momento con mis miedos o autoestima baja. La calvicie era indicador de ese monstruo que habitaba en mis senos, pero al que había decido vencer. A eso me aferré.
Al final de la jornada, teníamos una reunión en casa de Akim o "Nuestra casa" como la llamaba él, aunque yo continuaba viéndola como el hogar de Akim y sus hermanos.
El motivo de ella era para hacerle entrega a Mika de su cachorro. Allí empezaron mis dudas, esperaba que la crianza de mi hijo no estuviera sujeta al comportamiento libre de sus tíos y, de preferencia, se mantuvieran al margen de ella.
—No pensé que generaría problemas, supuse que quería uno.
El tono de voz de Stan, no es de excusas o arrepentimiento, el timbre es más una orden que debo acatar. Habrá problemas con él, lo sabía, quizás por eso el miedo que llegaba a mí al estar en su compañía.
—Si quisiera tuviera uno, yo se lo hubiera dado —niego apretando los labios y observando la felicidad en mi hijo—es demasiado pequeño para tanta responsabilidad.
Mika jamás había tenido una mascota, los motivos me remontaban a mi padre. Antes de tener una en casa, estimó necesario saber que lo merecíamos y seriamos responsables de ella. Un cachorro a temprana edad era mi obligación, de esa manera lo veía.
Así los aprendidos Cassy y yo, de nuestros padres. ¿No es así que funciona? La educación que nos dieron, la replicamos en nuestros hijos.
—Akim solía rescatar perros y gatos callejeros —habla orgulloso y le veo de manera fortuita como sonríe viendo hacia mi hijo —estaba solo la mayor parte del tiempo, eso le permitía hacer lo que le diera la gana.
—Puedo quedármelo y él lo visite cuando lo desee —sugiere Mía y resoplo negando.
—Intente negociar con él o decirle que no se lo llevará —le señalo —si desean ver su furia háganlo.
—¿Le teme? —niego al hombre sin verle.
—Le temo a que me pierda el respeto —acepto —detesto prometerle algo y no cumplírselo. No sé si me entiende.
—¿Qué le hace pensar que no puedo hacerlo? —su pregunta viene cargada de indignación y le veo sería, una mirada que corresponde, logrando incluso, triplicar.
—Stan —le advierte su novia —estoy segura, ella no quiso ofenderte —afirmo a la mujer quien me mira avergonzada.
No tiene la culpa del comportamiento de su prometido. De lo único que es culpable es de su pésimo gusto y su debilidad por el peligro. Estanislav Borch, desborda eso y mucho más por todos lados.
—No te preocupes, cielo. Nos estamos conociendo —le sonríe a la mujer, pero al regresar la mirada a mí enarca una ceja — Educar con el ejemplo, conozco el término.
—En ese caso, podrá imaginar lo que implicaría decirle, no le dejaré llevar un perro que usted le prometió —sin mi consentimiento, le dice mi sonrisa misma que él devuelve —no se tome todo a personal señor Borch, no todo gira en torno a usted, su falta de padres y vida difícil.
Sostengo su mirada de por largo tiempo, si voy a convivir con ese ser, debo eliminar el miedo. Es poseedor de una mirada que paraliza que imagino, lo produce el extraño color de sus ojos.
—Ahora entiendo por qué llegó a entenderse tan bien con Akim. —sonríe inclinando la cabeza y regresa la vista a su prometida. —es un diablillo igual o más rebelde que él.
—¿Tuvo mascotas? —pregunta Mía, lanzándole una mirada de advertencia —sé dé personas que no les gustan, porque nunca han tenido una.
—Llegó a casa cuando Cassy estaba por cumplir los quince y yo ocho años —recuerdo —mi padre tenía sus códigos en casa y exigía cumplirlos.
El primer cachorro que llegó a casa era un san Bernardo, obsequio de nuestros padres a Cassy. Ella lo pidió por mis ruegos de tener uno, papá me lo negó en muchas ocasiones. Cassy amaba a los animales en general, pero era más de gatos que perros. Con Cassy, de quince, era la edad perfecta para que Patrick Cole considerara su responsabilidad alta y apropiada para uno.
—¿Odiaban las mascotas? —pregunta Mía e ignoro la mirada revoltosa de Stan. —yo tengo a Bruna desde los quince.
—Papá y mamá estaban siempre por fuera en el trabajo. La mascota estaría a nuestro cargo —comento viendo a Mika acariciar a su cachorro. —Mis ocho años, no eran suficientes para convertirme en poseedora de una, con todo lo que ello representaba. — Cassy era distinto, me ayudó como premio a mis buenas notas.
Papá nunca lo haría, ni dejaría a mamá hacerlo. Fueron muchas y diversas las promesas que Cassy tuvo que hacer para que pudiera llegar Dido, como bauticé a mi primera mascota.
—Su hermana lo pidió para usted —concluye Stan y afirmo —¿Siempre la ha protegido? Le da todo lo que necesita...
—Un poco —confieso buscando a Akim, que se había levantado a responder una llamada del oficial que llevaba el supuesto caso de abuso. —tengo la dicha de tener una gran hermana.
—Las hermanas suelen discutir, sentir celos entre sí y esas cosas ¿Era así con ustedes?
Lo encuentro cerca a nuestro hijo y pendiente a él. Hasta el momento Bruna y Dante, no ha dado muestra de agresividad, pero guardo mis reservas. Ambos animales protegen a sus cachorros y en algún momento pueden sentirse amenazados por mi bebé.
—No en nuestro caso. —el orgullo sale en mi voz y ellos sonríen.
—Dante no le hará daño y Bruna menos —me dice al notar mi miedo — están entrenados.
—No puedo evitarlo —les digo a ambos, pero quien tiene toda mi atención es Akim.
Contrario a sus hermanos, no es de los que gesticula al hablar. Su comportamiento es neutro, casi todo el tiempo. Al perder el control, logra sacar un par de gestos y su paso por Moscú se hace obvio en esos estados de furia. Nada más, me encantaría tener con él, ese poder que he aprendido con su hijo.
Saber sus emociones, con solo una vista a su rostro.
—Es extraño dado la diferencia de edad que no hubiera roces con ella —Stan me saca de mi letargo —¿Siempre fueron así o las unió la perdida de sus padres...?
—Nuestras diferencias fueron en esa época —recuerdo y mi vista se nubla —un error de mi parte.
—No quise tocar un tema sensible —en esta ocasión si parece lamentarlo y los veo a ambos.
—Ya duele menos —alcanzo a decir al retomar el control de mis emociones.
La pareja está viviendo por el momento en casa de Akim, debido a que su nuevo hogar estaba siendo remodelada al gusto de ambos. Era extraño ver el rostro de idiota enamorado en Stan cuando veía a su prometida. El amor corría libre por esos dos, aunque no dejaba de parecerme una pareja dispar, por decirlo de una manera amable.
—Siempre duele...
La voz de Mía Dekker es casi un cántico celestial, al igual que su rostro. Es una chica de pocas palabras, aunque amable, que hizo una buena amistad con Ava. Asegura que si la niña dijo o hizo cosas, fue influenciada por alguien. Akim no quiere hablar del tema y los demás actúan como si la pequeña nunca hubiera existido. En cuanto a Stan y Mia, desconozco la mayoría de los detalles de su noviazgo, lo que se habla sobre la chica entre ellos es escaso, por no decir nulo. De origen sueco, huérfana y protegida por los Borch antes de ser algo de Stan.
El ruido de mi móvil dentro de mi bolsa me hace sacarlo y noto es una llamada de Cassy. Me excuso con la pareja y busco un sitio privado para hablar con mi hermana.
—Cassy ...
—¿Dónde estás? —me interrumpe —Estamos en tu casa y no hay rastros de ti.
—Fuimos a la peluquería, te llamé estando allí —le recuerdo y suelta el aire, molesta —¿Qué sucede?
—¿Qué sucede? —repite exasperada —te la pasas con ese hombre por todos lados, no te he visto en un mes, cuando vengo a verte no estas. Supe de tu enfermedad, por Sergio y Dan, a ti no te movió el corazón...
—Cassy —le ruego —eres mi hermana —le recuerdo y le escucho resoplar —casi que mi madre, nadie va a quitarte ese puesto —sigo diciendo —tus turnos están complicados, llego a casa, pero nunca estas...
—¡Patrañas! Lo prefieres a él —habla exasperada —lo supe desde qué le diste a tu hijo ese horrible nombre.
—¿No lo superas verdad? —doy media vuelta en búsqueda de mi hijo, le veo avanzar hacia la pareja y su padre se dirige hacia mí. —tampoco entiendes que te quiero más que a mi vida...
—¿Cómo lo supero? Si me entero de que lleva ese nombre, porque es el mismo de la bestia de su padre...
—¡Por el amor a Dios! ¡Dame ese teléfono! —protesta Daniel y el tono de voz aterrado me saca una sonrisa —tu hermana es terrible.
—Te haces extrañar Dan, por eso hace y dice esas cosas —hablo viendo llegar a Akim y escuchando las risas del otro lado —¿Qué tal tu mamá?
—Quejándose del clima, su soledad, del dolor de rodillas, lo mal hijo que soy por no darle nietos, etc. —habla entre risas, a estas alturas ella debería entender que Daniel no se los dará, su vida es esa túnica y servir al necesitado —Lo normal.
—Lo normal es bueno. ¿Qué hacen en casa?
Akim se lleva una mano a su pantalón y fija sus ojos en el suelo. Todo su cuerpo luce tenso, algo que es común en él desde su acusación. ¿Sucedió algo malo? Sergio me dijo que había avances, pero que no era posible darme detalles. Mencionó algo sobre la muerte de Jim Cohen, que estaba relacionado...
—Me encantaría verte en el servicio esta noche. Le dije a Cassy que una llamaba, bastaba, pero ella quiso venir a torturarse.
Sonrío escuchando las quejas de ella y el "Shhh" de él exigiendo silencio como si le hablara a una niña y no a una mujer de 34 años.
—Allí estaremos los dos...
—Los tres —me corrige y suspiro viendo a Akim. —Los tres —repite.
—Lo intentaré, pero es imposible.
—No hay imposibles cuando se quiere...
Lo último que se escucha antes de colgar es que Cassy pide el móvil para hablar conmigo. Puedo imaginar la disputa entre ambos, Dan recordándole soy una mujer libre y Akim el padre de mi hija, ella alegando que fue un padre ausente...
—Puedo llevarte a casa, si es tu deseo.
Alejo la mirada de la pantalla, él se nota enojado por alguna razón y recuerdo la llamada. Señala el móvil al notar que no logro entenderlo y sigo sin hacerlo.
—Daniel Wells —repite su nombre de una manera brusca y marcando su acento —Era con él que hablabas ¿Me equivoco?
—Llegó a casa...
—Te llevaré —me interrumpe dando media vuelta y le tomo de las manos.
Mira mi gesto un instante y temo que va a retirarlas con violencia, pero lo que ocurre me hace soltar el aire, aliviada. Toma mi mano y la entrelaza con la suya regresando a mi lado.
—¿No me quieres en tu casa por alguna razón?
Intento razonar, alguien debe hacerlo y espero que no sea como las otras ocasiones cuando acabábamos discutiendo por Ava.
—Sé que lo quieres y que no lo ves en meses —habla al fin —Te llevaré con él, ya hicieron planes y no estoy incluido.
Aprieto nuestras manos entrelazadas al entenderlo. También está celoso, en menos de diez minutos me han hecho dos escenas de celos.
—¡Esto es increíble! —no puedo evitar decir y aprieto su mano con fuerza al ver que está por zafarse.
—¿Te diviertes?
Me toma por sorpresa tirando mi cuerpo hacia él y acaban nuestros labios cerca. Aun sin poder evitarlo sonrío con ganas ante lo conmovedor que me resultan sus celos.
—Mucho, tus celos me divierten... —confieso —Peso 45 kilos, tengo la apariencia casi de un cadáver —enumero y su enojo empieza a borrarse de su rostro —¿Quién quería a alguien como yo? —le pregunto y acaricia mi rostro.
—Yo moriría por ti...
—Amaría que más que te atrevieras a vivir para mí —me atrevo a decirle.
—Es lo que hago en este instante, tú me mantienes vivo —recalca cada palabra —pero vivir sin ti es un infierno, es preferible la muerte.
Inclina su rostro hacia el mío y mi corazón galopa emocionado. ¿Por qué no? Me dice mi lado rebelde. Es el padre de mi hijo, el único hombre que he conocido y al que pese a todos sus errores sigo amando.
Sus labios en los míos me recuerdan lo mucho que lo he extrañado, lo perdida que estoy cuando estoy en sus brazos. Hablan, además de que todo está allí, las emociones latentes como el primer día en ese aeropuerto.
De su garganta sale un sonido de satisfacción al ver que no lo rechazo como en otras veces y mi corazón me grita que estoy en el lugar correcto.
—¡Hay menores de edad presentes! —lo siento sonreír entre mis labios ante las protestas de su hermano —pero, si desean, nos largábamos.
Aleja sus labios de los míos acariciando mi rostro, viéndome como si ante él tuviera a la más hermosa.
—Tendrás que aprender a convivir con él —se excusa—puede ser peor...
—Haré mi mayor esfuerzo...
Un pequeño cuerpo se instala entre los dos y nos aleja a ambos. Mika me da la espalda y observa a su padre con las manos en la cintura.
—¡Sin boda no hay besos! —abro los ojos, sorprendida por su comentario, pero la reacción de su padre es mirar atrás.
Su hermano lo observa desde la mesa, alza la copa hacia él y le sonríe.
—Te advertí que sería un dolor de muelas —indica y en respuesta alza en brazos a nuestro hijo para luego abrazarnos a los dos.
—¿Qué te dijo el detective? —le pregunto cuando su abrazo se hace intenso.
—Después hablamos, no es importante en este momento — dice viendo a su hijo —así que ¿No puedo besar a tu madre? —mi pequeño niega, aunque sonríe —¿Y a ti?
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