Te busco y no te encuentro

—Te necesito en este lugar. —anuncia Hermes golpeando el suelo con sus botines —sin parpadear y pendiente a lo que suceda —confió en ti.

En lo alto de una colina, con la vista al Este de un campamento en apariencia minero, al norte una base de grupos armados ilegales y en los sobrantes asentamientos indígenas. Mi deber en este sitio era vigilar a los ilegales y esperar que el líder saliera.

Hermes invade mi espacio y aguanto la respiración, es un hombre de más de dos metros, no genera un peligro para mí. No es la primera vez que estamos así de cerca, ocurre distinto cuando soy yo el que tengo el control y me acerco. Su cuerpo cubre los rayos del sol proporcionando sombras en mi humanidad.

—Uno solo Akim, limpio. No les des oportunidad de nada. —afirmo ahogando las ganas de empujarle, dar un paso atrás o salir huyendo. —Boris te espera a 200 m ¿Es suficiente distancia?

—Sí.

—¿Tienes todo?

—Sí.

Aprieto mis manos sintiendo el sudor correr por todo mi cuerpo, hay días malditos y este. No tengo el control de mis emociones, me altera el triple, la presencia de las personas, siendo los hombres los más grandes protagonistas de mí pesadillas.

—¿Te sientes bien? —pregunta inclinando el rostro —si deseas dejo a Nikolái o Carlos.

—Puedo hacerlo.

Solo retrocede y déjame respirar.

Como si leyera mis pensamientos da varios pasos atrás y mira a Stan, puedo ver la duda cruzar por sus cejas cobrizas y este afirma. Considero que hasta el momento nadie ha notado mi problema, de lo contrario estaría fuera del grupo. Perdería confianza y en este lugar eso es importante.

—No me defraudes —dice avanzando al jeep que lo espera. —recuerda que tienes en tu poder un porcentaje alto de nuestro éxito.

Todos dan la vuelta y le sigue, menos Stan que me observa sin decir nada, minutos después inclina la cabeza y les sigue. Me quedo observando a los dos vehículos perderse en medio del bosque. Regreso a la situación que me importa luego de varios segundos. Busco el sitio adecuado y lo encuentro en medio de dos rocas cubiertas de arbustos.

Llevo ocho años dentro del grupo, quince si se tiene en cuenta el tiempo que estuve entrenando y estudiando. Me siento a gusto en él, son estos días los que me dañan la existencia.

No dejo de pensar en que sería de mi vida si mis padres no me abandonaran ¿Estaría mejor o peor? ¿Qué se siente salir de un hogar? En los meses que precedieron a ese evento me vi deseando tener el poder de retroceder en el tiempo, obedecer las órdenes de Stan y Nikolái.

Me reclino en el césped, instalo el fusil frente a mí y empiezo a vigilar el objetivo. El hombre por caer de este lado es un latino, que quiere acaparar un territorio que no le pertenece. El mismo lleva cinco décadas perteneciendo a Moscú, podrían distribuirse la zona y vivir en santa paz.

Solo que el latino desea todo para él y en búsqueda de eso, ha dado de baja a varios hombres y mujeres de la zona. Aplicaba la ley del miedo y exigía la del silencio, en un ambiente tosco y nuevo para él. Su peor error fue que en medio de las bajas estaban los padres de la esposa de un abogado, una familia bastante querida y respetada por el lugar.

El campamento tiene cinco carpas, una en el medio y las demás a su alrededor, seis centinelas y diez vigilantes. Alrededor de una fogata frente a la carpa líder hay cinco más, el cuerpo de seguridad del hombre dentro. Si es lo que suelo ver, son de confianza, algunas veces familia. Al costado derecho otro grupo se encarga de la comida, están desollando a un animal y otro lo tienen en el fuego.

Se creería que el objetivo es llenar sus tripas y la de los compañeros, pero algo me dice que donde están sentados esconden su armamento. No son individuos de relajarse, no cuando están causando tantos estragos.

Un movimiento en la zona me hace regresar a la carpa del centro. El personaje sale, pero no está solo dentro del sitio.

—Chico listo —susurro viéndolo usar a las tres mujeres que estaban con el cómo escudo humano —Y goloso.

Mide 1,55 mm. Tiene la figura perfecta para hacer de pingüino en una fiesta de disfraces, de nomo o duende. Me inclino más por esto último, su piel curtida por el sol y cabello pintado de rubio lo hacen parecer uno.

—Un trolls —finalizo al encontrar el apodo perfecto —uno libidinoso, obsceno y muy astuto, pero próximo a morir.

Aguardo el momento adecuado y creo encontrarlo cuando una de las chicas coquetea con uno de la fogata. Un tipo alto de aspecto también latino e imagino que mejor dotado que el trolls.

—¡Vamos cariño! —ruego a la chica que no parece dudar entre romper el círculo o quedarse —dame quince grados este —vuelvo a decir divertido. —¡Eso es cariño!

La chica es soltada por el hombre para recibir una taza de café de uno de los que estaban frente al fuego. Empiezo a contar desde que jalo el gatillo y este impacta en la sien del miserable. Recojo el fusil y avanzo hasta la zona indicada sin dejar de contar y escuchando las detonaciones.

—¡Imbéciles! —me burlo al ver que son en todas las direcciones. —

Boris, que me observa correr hacia el auto, retrocede hasta llegar a mí y me lanzo a la parte trasera del auto lanzando un silbido fuerte. Las detonaciones son cada vez más cerca, pero el auto se adentra en el bosque rápidamente.

Son estos momentos los que hacen de mantra para alejar mi dolor, de no existir, estoy seguro de que mi destino hubiera sido colgarme o lanzarme a los rieles de un tren.

—¿Todo bien? —pregunta Boris un poco preocupado. —¿O piensas en la chica?

—¿La ramera?

—No, la otra —ríe y su risa se asemeja al de una hiena— ¿Iras a verla?

—¿A la ramera o la otra? —apoyo mi mano en el abdomen viendo las nubes pasar veloces ante mis ojos —creo que iré por las dos.

—Han pasado tres años y dices que ella tenía quince en aquel tiempo. —el jeep da un salto y maldigo cuando mi cabeza choca con el piso del auto —lo siento. —se excusa.

Busco figuras en las nubes blancas resplandecientes por largos minutos. El cielo azul hace un contraste perfecto con ellas y de vez en cuando los picos de los pinos se mezclan a ese cuadro.

—Debí pedirle número de teléfono —divago, lo sé, pero es algo que me persigue.

Mi primera experiencia sexual coincidió con ver atractiva a una chica. Antes de Lissa, todas las mujeres eran iguales para mí. Hoy, me veo buscando algún parecido en todas. Si tiene los labios rojos, su boca es muy grande, el color de su cabello, pero no su brillo. Sonrisa parecida, pero sin ese hoyuelo.

—Le diste dinero suficiente para abandonar esa vida y no le pediste ni el teléfono...

—Hablo de la chica de quince —le digo molesto, su rostro se esfumó en medio de las nubes —merecía eso por mi heroísmo.

—Sabes en donde verla, es casi lo mismo.

—Tienes razón —confirmo —¿Tienes alguien que te espere Boris? ¿Un lugar que llames hogar?

—Lo primero sí, lo segundo aún no. —responde en un susurro —no me animo a pedirle matrimonio, no sé si es permitido.

—Debes hablar con Hermes —sugiero —si te dejan en Atenas puedes tener un hogar.

—¿Tú crees?

—Se lo diré esta noche —prometo.

—¿Cuántos diste?

—¿Qué pregunta tan ofensiva? —me quejo retirando el fusil de mi lado y lanzándome en el suelo del jeep. —el correcto.

Boris, de Finlandia como yo, llevaba dos años en el grupo, fue reclutado por Angelo tras el chico pedir acceso y este hacerle un par de pruebas. De comportamiento alegre, pocas palabras, pero excelente conductor. Fue el motivo por el que lo dejaron conmigo en esta ocasión.

Lo escucho hablar por teléfono con alguien y decirle que estamos fuera, el grupo ha quedado expuesto y disperso por el bosque.

—Me pidió llevarte al hotel —dice tras colgar —si recuerdas la dirección podemos pasar por allí accidental —sugiere.

—No quiero que vea así —confieso levantándome al fin —ni ahora, cuando acabo de asesinar a alguien y no lo lamento.

Boris lo piensa un poco, en realidad es mucho tiempo, aprovecho su silencio para sentarme a su lado. Nos detenemos en el sitio pactado, hacemos el intercambio de vehículos y recojo mi americana.

—Es lo que somos Akim —habla al dirigirnos al otro auto —si te hace sentir mal asesinar a ese infeliz, recuerda en la pareja de ancianos que murieron o en los otros quince a quienes silenció a las malas.

Contamos con una perspectiva de la vida distinta y ningún razonamiento lo hará cambiar. Decido no responder ni desgastarme en respuestas que no entenderá, como tampoco yo las de él.

—¿Al hotel?

Afirmo ingresando al auto escuchándolo decirme cobarde. Lo era, cuando se trataba de alguien con una vida perfecta y la mia estaba manchada de sangre.

****

Pese a que dije que no iría y mi cerebro me dio muchas excusas para no acudir. Aquella tarde abandoné la celebración, tomé un taxi y me dirigí al local de sus padres. No existía un método a seguir, el viejo me vio en las sombras y han pasado tres años. Dudo que asociarían al chico delgado y de cabello largo con el de hoy.

El auto se detiene frente a un local en ruinas con marcas de fuego y varios impactos de bala. Entrego el pago al conductor y salgo sorprendido por lo que veo. Ventanas rotas, mesas, sillas calcinadas y la cinta amarilla distintiva de una escena del crimen.

Avanzo a pasos lentos hasta quedar a centímetros de la cinta y sintiendo aún el olor a muerte disperso por todo el lugar. Un frío se dispersó por mi columna vertebral y viajó a todos mis huesos paralizándome.

—¿Conocía a las víctimas? —pregunta una voz detrás mio.

—Soy amigo de Lissa —le miento —vivo en Moscú y quise pasar a verla.

—Ya no están aquí —es obvio pienso sintiendo el olor a madera y plástico chamuscado —los Cole eran excelentes vecinos. —sigue la mujer.

—¿Qué sucedió?

—Hay varias versiones. Una habla de pandillas y Lissa. —doy media vuelta encontrándome con una anciana en traje negro, con una rosa blanca en sus manos —la acosaron por mucho tiempo y estuvieron a punto de dañarla, un desconocido la ayudó y eso creó la discordia entre los Cole y el grupo —se encoge de hombros.

Continúa diciendo que otros cuentan otra historia, sobre el no pago de la cuota por respaldo o que los enemigos del esposo de Cassy se desquitaron con Patrick y Amber.

—¿Quiénes fallecieron? —la mujer sonríe de manera triste antes de responder.

—Todos cariño, sus padres de forma física, pero esas chicas ya no serán las de antes. —comenta dando media vuelta y alejándose —Lissa culpa a su hermana y esposo de la muerte de sus padres y se alejó de ambos. Es una lástima —acaba de decir.

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