Mi hijo
Dan se ha ido temprano para ayudar a Cassy y los chicos a organizar la fiesta, quedé a cargo de la parte más difícil, la de controlar a Mika. Los ruidos en una de las habitaciones me hacen salir en su búsqueda. El sonido de objetos crujir con la madera del piso y sus pasos correr de un lado a otro me obligan a caminar más a prisa.
Dan sirvió de apoyo ayer, para comentarle a quien vería hoy. Lo tomó como un regalo de cumpleaños, aunque no era la idea. Hizo preguntas lógicas ¿Dormirá con mamá? ¿Se casarán? ¿Dónde estaba? Entre otras muchas que intenté responder de la mejor manera posible.
"—No tienes por qué lidiar con esto sola, permítele a él, dar las explicaciones. —aconsejó — Hazlo partícipe y responsable de su paternidad. Guarda la calma y no te perturbes con sus preguntas, tiene derecho a hacerlas. No te enojes con Mika, eso lo hará sentir que hizo algo malo."
Estoy haciendo mi mejor esfuerzo para seguir sus consejos, mi hijo me lo hace difícil. Está eufórico desde que supo a quién vería, no hay poder humano que logre controlarlo.
Insistió en que le sacara el traje que para en la renovación de votos de Cassy y Sergio tres meses atrás. Dan y yo, tuvimos que llenarnos de paciencia (más él que yo), para hacerle entender que la pajarita no era necesaria. Despertó temprano, me bombardeo con miles de preguntas y luego de vestirle se alejó de mi lado, permitiéndome hacerlo yo.
Lo encuentro en la habitación que está justo al lado de la suya y a la que, con sorpresa, le veo tender la cama. Su saco azul está doblado encima de una de las sillas, mientras él acomoda almohadas. Se aleja un poco revisando su creación y retoma su labor en un pliegue.
Tengo miedo en preguntar los motivos que tiene de hacer aquello. Es obvio lo que está imaginando su pequeña cabeza. El closet está abierto, una silla en mitad que debió usar para llegar hasta las cobijas y varias de ellas en el suelo.
Saco el móvil y le tomo una fotografía a esa imagen antes de hacerme notar. La ternura que envuelve su labor me alegra como madre y arruga mi corazón al mismo tiempo.
—¿Puedo preguntar que estás haciendo? —cruzo mis brazos en espera de una respuesta que no sé si esté preparada para escuchar.
—Su habitación —comenta pasando el dorso de su mano por la frente limpiando su sudor —no va a dormir contigo, lo dijiste.
Desde que sabe le será presentado su padre, se refiere a Akim como "Él", no tengo intención de obligarlo a decir lo que no le nace. No educaré a un hipócrita y si Akim desea que le llame papá, debe ganárselo.
El suspiro que sale de mis labios es más un lamento cargado de imponencia. Existen muchas situaciones que mi bebé no sabrá entender.
Cuenta con una hermana mayor, "adoptada". Una palabra que no tengo la sabiduría para explicarle. Sobre todo, si se tiene en cuenta, todo lo trágico que hay alrededor de Ava y su madre. Akim vive en la ciudad y seguirá viviendo, pero no con él. No pasará el tiempo apropiado, ni el que desea. Llevarlo a la escuela y mostrarlo a sus amigos, leerle un cuento o ver TV, entre otros muchos.
No estoy siendo pesimista, deshilo los hechos, basándonos en cuanto conozco al ser que me cambió la vida. Mi hijo.
—Mika... —logro decirle, pero soy ignorada.
—¿Me ayudas con el closet?
No es la pregunta la que atraviesa mis lágrimas en la garganta, es la emoción que noto en su voz y ojos. ¿Fue mi culpa? No del todo, él no llamó y luego no tenía un lugar en donde ubicarlo. Sergio me dijo que estaba por varios países, que era difícil ubicarlo. Guardé la esperanza que me buscara, pero nunca ocurrió.
No esperé nada de él en adelante y si hoy me animo a decirlo, es por Mika. Nunca le he mentido y no empezaré a hacerlo a sus cinco años.
—No dormirá aquí —le explico tomando las sábanas y dejándolas en su sitio.
—¿En un hotel? —se instala frente a mí y me ve ansioso —¿Qué debo hacer para que se quede?
—No es... —El claxon de un auto lo hace correr a la ventana y luego hacia la calle.
—Es él... Vamos, mamá —toma mis manos y tira de ellas.
Me detengo en mitad del pasillo, lo alzo en brazos y le obligo a verme. El día de ayer, Dan, le pidió que me diera un poco de espacio cuando su padre llegara. Ambos necesitábamos hablar antes de presentarle.
"—Él tampoco sabe que eres su hijo".
Sus oscuros están brillantes y su corazón late a toda prisa. Mi bebé está asustando, uno de sus temores es ser rechazado, se lo había confesado a Dan. Limpio el exceso de sudor, besando ambas mejillas.
—Va a adorarte, te lo aseguro. —le calmo y su barbilla tiembla. — Necesitas lavarte, colocarte el saco, mientras yo hablo con él. ¿Puedes?
—¿Y si se va y no regresa?
Él va a irse al final del día a cuidar de una niña que no es suya y a proteger a una mujer con la que no tiene ningún lazo. ¿Cómo se lo explico? Que sea su padre no lo hace de manera mágica estar en su vida a todas horas.
—Volverá siempre que pueda —escuchamos el timbre sonar y lo dejo en el suelo —vive en la ciudad, puedes verlo cada que lo desees o su compromiso se lo permitan.
—¿Seguro?
—Quizás seas tú el que no quieras —le sonrió acariciándole —hay mucho tiempo por delante ¿No crees?
—Aja.
Él tiene ojos solo para la puerta cuando suena el timbre una vez más. Bajo las escaleras con el corazón en la mano, sangrando y destrozado. Mika tiene derecho a conocer a su padre, Akim, a saber de su existencia. Solo que no me gusta lo que seguirá, acabará mal, tengo ese presentimiento en mis entrañas y con ella abro la puerta.
—Buenos días, —saluda jovial, viendo por encima de mí con el mismo gesto curioso de Mika —por un momento pensé que no había nadie y me dejaron plantado.
El hombre frente a mí sonríe, trae en sus manos un ramo de rosas y en la otra una bolsa regalo. Recibo ambos dándole espacio para entrar, en su ingreso a la casa, pasa revista por todo el lugar, lo detalla con ojos críticos.
—Organizaba algunas cosas —me excuso —¿Quieres algo de tomar?
Un par de zapatos diminutos se ocultan detrás de una cortina y río escuchando a Akim negar. Tengo cuidado al ubicarlo de espaldas, para que no pille al pequeño curioso.
Akim sigue vistiendo de negro, con la novedad de los años, un cuerpo más formado y usa guantes. Es el mismo que recuerdo, más maduro y con rastros de dureza en su rostro, pero que en este instante sonríen al verme.
—No debe ser tan malo lo que vas a decirme Lissa —comenta —nada que venga de ti lo es.
Sonríe, pero no puedo corresponder, siento que mi vida y corazón se romperán en dos a partir de este instante. Nacerán las excusas, crecerán las preguntas, los conflictos, el llanto de mi hijo y la incomprensión de todo.
—Mika —le llamo y sale detrás de las cortinas sonriendo, su padre gira hacia él y le sonríe en respuesta —¿Hiciste lo que te pedí?
—No. —responde dudando y con la mirada puesta en el hombre frente a él —Te irás.
—¿Y dejarte? —es él quien responde —¡Jamás!
Hay duda en sus ojos, lo siento cuando hace contacto conmigo, su respiración agitada y aprieta sus manos. Dudo que Akim vea lo mismo que yo, a una criatura indefensa a quien adoro.
—Ten —le muestras su llave de su auto, pero no se acerca. —no podemos irnos sin el auto —le aclara, pero sigue sin moverse.
—Puedes tomarla cariño.
Solo así se acerca, recibe lo que le entregan y regresa sobre sus pies. El avance hacia las escaleras es lento, viendo de vez en cuando hacia atrás con temor.
—No me iré sin ti, te lo prometo —comento.
Mira una última vez hacia Akim y regresa la vista al frente, acto seguido hace lo mismo de siempre. Corre como si alguien lo estuviera persiguiendo sin ver hacia atrás. Su padre se queda viendo su ascenso con una sonrisa en sus labios,
—Mika cumple hoy 5 años, nació un 23 de febrero, ocho meses y quince días después de verte por última vez. —empiezo a decir obligándole a verme —sé que ya sabes quién es.
No hay reacción en su rostro, ni miedo, dolor o espanto. Debería ser una buena señal, no obstante, no puedo arrancar de mi garganta el peso de mi llanto.
—Fui un tarado por no verlo. —es su primera reacción.
—Sergio me dijo que no podía contactarte. Quise esperar, lo hice por mucho tiempo...
—Lo siento, te aseguro que de saberlo...
—Hubieras estado allí por él —sigo — no quería solo eso. Pensé que merecía un poco más...
—Mereces mucho más Lissa —me interrumpe —llegué a Moscú y me encontré con la orden de partir.
—No voy a reclamarte nada, es innecesario y sin sentido —me levanto para buscar algo donde ingresar las rosas. —sucedió así, no hay nada que podamos hacer para cambiarlo.
Retira sus guantes y los guarda en su bolsillo levantándose del sillón observando las fotografías nuestras en la chimenea. Hay ternura en alguna de ellas, miedo y desilusión. Toma una en donde estamos juntos en el hospital, su rostro arrugado, nariz de gnomo (como le decía Cassy) y rojo como un tomate.
—Es nuestra primera fotografía —explico —en la única que sale serio.
Afirma sonriendo, revisando las demás, en todas está riendo, haciendo una mueca o escalando algo. Tomadas al azar en navidades, cumpleaños o aniversarios de bodas y perpetuadas por el rostro travieso que muestra.
—Mi sitio era Persépolis, yo había prometido a un amigo irme en el próximo trabajo y él se quedaba. —empieza a decir tomando otra fotografía —su nombre era Boris, era de Finlandia y estaba enamorado. Se escogían a los veinte mejores para custodiar Persépolis, falló en la prueba de francotiradores.
—¿Hablas de él en pasado...?
—Murió —comenta regresando la fotografía y viendo las demás —mi jefe había pedido la baja y al llegar recibí la noticia que fue aceptada, con una condición.
Les encargaron un último trabajo antes de aceptarlo. Le dieron la orden de apagar los móviles y aceptó sin imaginar el tiempo que tardaría en volver o la dimensión.
—No quiero excusarme, solo contar lo que sucedió.
Era un trabajo difícil, en Asia, sitio en que sabía estaban sus orígenes. Regresaría y me pediría matrimonio, viviríamos en Atenas. Todo estaba tan bien planeado en su mente, que imaginó todo estaría perdonado al volver.
—Si te diría la verdad y que era un hombre libre, estaría perdonado.
Rodeo el buró de la cocina y observo su figura en mitad de mi estancia. Si todo hubiera salido como lo queríamos, ese sería su lugar, con nuestro hijo creciendo en un hogar normal.
—Seis meses después regreso a Atenas, con el móvil sin batería. Nikolái, se ofreció a darme una llamada, pero demasiado curioso y tu tan irreal que no quise dañarte. —sonríe negando —fui un zoquete, aún lo soy.
Le darían días de descanso, vendría y pediría mi mano en matrimonio. Viviríamos en Atenas, su jefe podía ayudarme con un empleo y su buen desempeño me aseguraba un sitio a su lado.
—Jamás me dijiste en que trabajas, hoy me hago una idea.
—¿Conoces a Ángelo Vryzas? —afirmo en silencio—era mi jefe y Persépolis es el nombre de la isla en la que estaba su hogar.
—Hablas del asalto y muerte de su ...—afirma y apoyo mi cuerpo en el buró. —¿Sergio lo sabe?
—Sí. Es un tema delicado —le excusa —hace parte de la discreción con su cliente —sigue.
—No lo juzgo. No quise saber de ti después del primer año de cumpleaños de Mika —confieso.
—Pude caer en ese atentado. —comenta. —tuve miedo por ti, ya habías sufrido con la muerte de tus padres.
Se dio cuenta de ello al encargarse de repatriar el cuerpo de su compañero. Llevó la carta a su prometida, esa que le hizo prometer llevaría si le ocurría algo. Él no quiso hacer una para intercambiar favores, no creía posible que algo de esa naturaleza le ocurriera.
—La vi llorar, abrazada a las cenizas y me dije que no podía hacerte lo mismo. Te amaba demasiado para hacerlo. —sigue. —no tengo palabras para expresar lo que siento en este instante, ni cuanto lamento tomar una decisión que era de los dos.
—Mamá estoy listo. —la voz de Mika nos hace callar. —¿Nos vamos? —es a mí a quien le entrega la llave ante la mirada divertida de su padre.
—Te voy a presentar a un amigo —le digo y mira de manera fugaz a Akim —Akim, te presento Mika. Cariño, él es Akim.
—¿Debo decirle papá? —hace la pregunta directa y con las manos en sus bolsillos.
—No. Primero nos conocemos, si nunca te sientes preparado o no merezco ese título. No hay problema —me alegra que coincidamos en algo. —Estoy tan asustado como tú y es tan nuevo para mí como para ti.
Me convierto en un espectador silencioso, los dejo a ambos acercarse. Akim le entrega la bolsa que Mika toma sin mucho protocolo y retira la prenda del interior. Sonríe victorioso al ver la chaqueta en cuero negra y retira su saco apresurado para calzárselo. Carraspeo enarcando una ceja y me sonríe feliz.
—Gracias —le dice viéndolo solo un instante para luego avanzar y tomar mis manos.
****
Y nos llevó a un área en que jamás había pensado. Una antigua planta de energía que alguna vez estuvo abandonada y que hoy servía de gimnasio de escalada. Repleto de paredes llenas de rocas incrustadas en ellas, de muchos colores y tamaños.
Lo mejor de todo es que podía hacer lo que tanto le gustaba con las medidas de seguridad acostumbradas. Sonreí cada que él lo hacía al no lograr llegar a la cima y quedaba suspendido en el aire con las cuerdas.
La ropa no era la adecuada, pero el lugar contaba con una tienda en la que logramos comprar algo a la altura. Como era de esperarse, Akim quiso pagar y nuestra primera discusión giró en torno a que tenía derechos sobre los gastos.
—Lo mejor es dejarlo hacer lo que le gusta —comenta.
—No me vas a enseñar a ser buen padre, basándote en tus cinco meses con una niña de doce que no es nada tuyo —reniego fastidiada.
—Estás a la defensiva —se defiende —te brindo un consejo por mi experiencia. Solía ser como él y Ava es su hermana.
—Es una extraña —corrijo —que tú deseas cuidar porque te follaste a su madre —le reto viéndolo a los ojos.—Conozco la historia.
Sonríe enarcando una ceja y amaría poder quitarle ese maldito gesto sexy de un golpe. Él no puede decirme como ser una buena madre, cuando su vida es un desastre.
—Te decía —sigue viéndome a los ojos —aquí puedes ayudarle a perfeccionarse, está controlado y lo mejor —me mira un instante antes de volver la vista a Mika —llegará cansando a casa y querrá dormir.
Los padres vigilamos los progresos de los chicos detrás de un cristal, en un restaurante dentro del lugar. Cassy estará feliz al saber que existe un sitio en que pueda tener vigilado a Patrick sin el miedo a que se rompa una costilla.
—Me tiene miedo —comenta suspirando —¿Cómo puedo lograr llegar a él?
La risa que le brindo lo confunde y es que la pregunta es parecida a la que él me hizo. Saco el móvil de mi bolsillo, busco la galería y le muestro la imagen de Mika haciendo la cama.
—Te hizo la cama y preparó tu cuarto —explico al verle confundido viendo la imagen —espera que te quedaras...
—Lissa...
—Déjame terminar —le pido —cuando le dije que no ibas a quedarte, me preguntó ¿Qué podía?
—No pretendo alejarme de él —sus ojos lanzan fuego y la voz es más fuerte que de que acostumbra —he perdido cinco años, ni uno más.
—Te recuerdo que no fui yo quien se alejó. Mika es mi hijo....
—Nuestro hijo Lissa —corrige en un gruñido —no vas a hacerme a un maldito lado, ni a mí, ni a mis hermanos —sigue —sus tíos.
—No te permitiré confundirlo más. —tuerzo los labios al ver su rostro de enfadado. —no te dejaré entrar y salir de su vida a placer. No harás con él lo mismo que conmigo.
—¿Es lo que crees?—mi respuesta es sostener su mirada —¿Me acusas antes de iniciar? —sonríe con ironía.
—Tengo a un niño con muchas preguntas, sin respuestas. Soy yo la que tendrá esta noche que responderlas. —replico retirando el móvil de sus manos. —no te dejaré dañar a mi bebé Akim... ¡No lo harás!
Nuestro primer encuentro salió fatal, lo único a rescatar es que mi hijo estaba feliz al final del día. Akim fue invitado a la casa de la tía Cassy, que aceptó solo si le dejaba comprarle un regalo de cumpleaños, no tuve otra opción más que aceptar. La emoción de mi hijo era difícil de negarle cualquier cosa.
Mika decidió quería ropa de escalar y Akim le compró todo lo que la dependiente le ofreció. Todo se derrumbó al salir del centro comercial, con Mika siendo tan feliz que por un instante lamenté no decirlo antes.
—Papá —el grito de la niña me detiene, viene de la mano de una mujer que nos sonríe —¿Qué haces aquí?
—Yo debería hacer esa pregunta —le dice viendo a la mujer, irritado —estoy esperando.
Alejo a mi hijo al notar la tensión en el ambiente y la confusión en su rostro. La niña nos mira a ambos con curiosidad, no hay en su rostro otra cosa que eso. Ha subido de peso, viste mejor y la mujer que la trae de las manos es su niñera.
—Necesita varios implementos para una maqueta. —se excusa —le envié un mensaje señor.
—¿En qué llegaron? —insiste viendo a todos lados.
—El señor Nikolái nos trajo, me dijo que lo llamáramos al terminar, pero no nos contesta.
—Iremos a ver a mamá ¿Lo recuerdas?
—Tengo un compromiso —se excusa.
—Prometiste llevarme —insiste entre sollozos. —dijiste el domingo.
—Lo sé, tengo que llevarlos a casa —comenta señalándonos. —entren al auto, los llevo a ellos, luego iremos a ver a tu mamá.
Señala a un Mika que observa la escena en silencio y con los ojos humedecidos.
Es suficiente...
Pido el taxi y avanzo hacia el primero que se detiene. Él ni siquiera nota que nos hemos alejado, solo lo se entera cuando el taxi empieza a arrancar. Empieza a gritar algo que no escucho, ni deseo hacerlo. Lo último que captan mis ojos es a él soltando las bolsas de las compras mientras maldice.
Mika no hace comentarios, se limita a abrazarme fuerte y siento su corazón latir a toda prisa. El viaje a casa es amargo, no tuve tiempo de advertirles como acabó todo. No era buena idea la fiesta o quizás sí, para distraerlo un poco.
Encuentro a Dan llegando en mi auto y al vernos llegar avanza hacia nosotros. No hace preguntas y se limita a tomar en brazos a Mika que se pega a su cuello con fuerza.
—No hagas preguntas —le ruego dejando un beso en las mejillas de mi hijo. —todo va a estar bien, te lo explicaré. —prometo y afirma.
No estaba bien. Cuando observas a tu hijo llorar y no es por un dolor o golpe, no puedes estarlo. Te encuentras en una situación que te lastima y te lleva al borde. Sientes su dolor como tuyo y el doble. Maldigo en silencio al sentir mi móvil vibrar y cierro los ojos.
Hijo de su ...
—Te tengo una sorpresa —habla Dan al notar que ingreso la mano en mi bolsa —Aún no te he dado mi regalo.
—¿Tu regalo? —pregunta limpiando sus lágrimas.
—Está en el garaje de la tía Cassy —le señala—¿Lo vemos?
Lo deja en el suelo y toma sus manos caminando rumbo al garaje en medio de las bromas de Dan. Su experiencia con niños maltratados en esa aldea, hoy es de gran ayuda.
—¿Qué deseas? —pregunto al levantar la llamada.
—¿Por qué actúas de esta forma? Te vas sin esperar mi manera de resolver la situación...
—Te lo advertí y te ayudé a resolver tu "Situación"—le recuerdo— Si entras en nuestras vidas, lo haces como se debe —le advierto —de lo contrario te largas y dejas a los verdaderos hombres hacer su trabajo.—cuelgo la llamaba y apago el móvil con mis manos temblorosas.
—¡Mamá! —el grito de júbilo de mi hijo me hace alzar el rostro y se asoma en la entrada —hay una fiesta —sonríe y le hago un guiño —¡Mi fiesta!
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