Familia perfecta
No tuve oportunidad de llamar a Daniel Wells o Dan, como le decían sus familiares y cercanos, fue él quien llamó al día siguiente a tempranas horas de la mañana.
Una conversación agradable, que logró lo que ningún desconocido podía a la primera, inspirarme confianza. Me pidió un resumen de la vida de Ava y su madre, después de lo cual aceptó colaborar, pero debía llegar a donde vivía. En el hogar que compartía con Lissa.
Y aquí estoy.
La casa cuenta con un porche circular, pisos y paredes blancos, dos sillas para jardín del mismo color, una tercera en forma de balancín que pende el tejado del hogar. Diversas flores al pie de cada columna y ventanales de cristal, arquitectura discreta, pero elegante, era evidente el calor de hogar. En ese sitio vivía una familia feliz.
Fue lo que me proyectó.
Con las manos en el volante sigo viendo todo el lugar con ojos críticos. Busco algo a que aferrarme, para aliviar el dolor que causa la felicidad que desborda ese hogar. Hasta los juguetes esparcidos por el jardín, son una burla para mí. Daniel Wells, tiene todo lo que una vez soñé y un poco más.
—¡Detente! —ordena una voz masculina. —no te atrevas a salir de los terrenos…
Una figura pequeña sale corriendo de la parte trasera del porche. Cabello hondeando al viento, una sonrisa traviesa en los labios y sudoroso. En pantalones largos, deportivos, tenis y sin camisa, es la sonrisa que ofrece al detenerse en mitad del porche lo que me atrae.
Le sigue a pocos pasos, su padre, con una americana blanca en manos y fingido enojo. Agitado y con la remera en las manos, lo ve llegar.
—Te gané —vitorea.
—¿Por qué haces eso? —le reclama, pero en él, hay una risa traviesa.
Apoyado en el volante, contemplo la escena con diversión. El pequeño pillo tiene energías suficientes para volver a correr, está vez directo a la calle. Salgo del auto y lo rodeo al notar el peligro, es una zona de doble vía y no hay reductores de velocidad.
—No lo dejes salir —me pide.
El pequeño sonríe intentando evadirme, él lo ve como un juego y no es consciente del riesgo. Es atrapado cuando intenta su escapada por la izquierda luego de fingir que se iría por la derecha y lo sostengo en el aire sin bajarle.
Sus ojos negros adquieren un brillo de enojo, los labios se curvan en una mueca de disgusto. Por un momento fugaz, siento que tengo en manos a su madre y aquello me hace sostenerlo con más fuerza.
—¡Perdí!
Decepción es lo que hay en su rostro y busca a su padre que avanza hacia nosotros.
—Lo harás mejor la próxima vez.
Le animo moviendo su cuerpo disfrutando su contacto, aunque sé es inadecuado. La decepción da paso a la risa y lo disfruto aún más. Duele admitir que es lo más cerca de su madre que estaré e ignoro la punzada de cariño que siento cada que lo tengo cerca. Su risa y gestos de Lissa me impiden soltarle.
—De preferencia lejos de la calle. —menciona su padre al llegar a nosotros y se lo entrego. —gracias por impedir un desastre.
—Fue todo un placer.
Lo toma en brazos y lo mueve en el aire, sin soltarle, lo que ocasiona sonría. Alza su rostro al cielo, abre los brazos, sonríe aún con los ojos cerrados y mueve la cabeza de un lado a otro.
—¡Soy Superman!
Al abrir los ojos y bajar sus brazos, se cuelga del brazo de Wells sin dejar de reír. El niño abrazándole y el rostro de ambos relajados me hacen dar un paso atrás. Mi pecho se siente a lo más parecido a ser golpeado, ni ver a Wells besar a Lissa me dolería tanto como esa imagen.
—Espero no incomodar —me excuso.
—Te estaba esperando —deja el niño en el suelo y se cuelga de su dedo índice. —Lo que acabas de ver es nuestra rutina cada vez que se le promete ir al parque.
Le calza la camiseta, hace lo mismo con la americana que trae en sus manos. El último gesto es una gorra negra qué se retira e instala al revés. Siempre con la misma sonrisa, el enorme parecido entre él y su madre me mantiene pendiente a su rostro.
—¿No te molesta la compañía extra o tener esa reunión en el parque? —niego sin dejar de ver al niño —es necesario de tres para cuidar de él.
—No lo parece.
—No te dejes llevar por ese rostro de ángel —menciona su padre orgulloso removiendo su cabello.
Yo también lo estaría de ser mi hijo, en mayor medida si la madre fuera Lissa y tuviera ese hogar. Libero el aire de mis pulmones dando una última mirada al chico que decide cerrarse la americana sin ayuda.
—¿A cuál suelen ir?
—…
Al no obtener respuesta, alzo el rostro que me observa en silencio un con preocupación. Soy un extraño que ha estado viendo a su hijo de manera incorrecta.
—Se parece a su madre —comento y el chico que avanza a mi auto deteniéndose en la puerta trasera —tiene su sonrisa.
—Amaría que hubiera sacado la tranquilidad de ella— se queja —tiene la energía de un huracán. —da un paso hacia él dándole una advertencia silenciosa que retribuye con una sonrisa — Nos vamos caminando. —le indica al ver que está por abrir mi auto
—No —señala el auto con las cejas juntas y labios apretados —aquí.
—Caminando —ordena y el pequeño niega —Mika… ese no es el auto de tu madre —sigue en tono más bajo.
La orden es recibida y hasta ejecutada, pero sin emoción. Se aleja de él cuando intenta tomarle la mano y retrocede cruzándose de brazos.
—El ejercicio es saludable, te dará energías.
Infla mejillas y baja el rostro, enfadado. Sonrío ante su rostro furibundo, el contraste de mejillas sonrojadas, ojos negros y el cabello que ya empieza a caer me atrae.
¡Es un niño Akim, de dos años, no puede atraerte! ¿Qué tipo de pervertido eres?
—No necesitas más energías o acabaré en sillas de ruedas —la reflexiona del hombre me trae de vuelta. —se lo prometimos a tu madre…
Su comportamiento cambia ante la mención de su madre, se acerca y toma la mano de Dan. Sigue enfadado y la mejor manera de hacerlo saber es guardando silencio. Wells sonríe al verle de forma fortuita, mientras niega.
—¿Trajo lo que me pedí?
—Lo tengo en el auto, avancen ustedes, yo los alcanzo. —les pido.
Me quedo allí viéndolos avanzar tomados de la mano rumbo al parque. Miro la casa y luego a la pareja. Es un día laboral y ella está en casa. Eso me hace sentir preocupación sigo pensando por como la vi la última vez.
Su salud no es mi problema, es de su pareja, aquello no quita mi preocupación por que esté enferma. A Lissa le preocupa que otros se sientan mal por ella, de ese tipo de mujeres que callan cualquier afectación para no preocupar.
Suspiro retirando los documentos del auto, acciono la alarma y sigo al padre e hijo. El Karma quiso que me viera todo lo que perdí y otro disfruta. Logro alcanzarlos y guardo distancia al notar la plática privada que tienen padre e hijo.
—¿Mamá está enferma? —alza el rostro y lo mira preocupado, Wells le sonríe antes de responder.
—No.
—¿Seguro?
—¿Por qué lo dudas?
—No sé —se encoge de hombros —duerme y duerme.
—Mamá no está enferma.
—¿Espera un bebé?
Aguardo tan ansioso la respuesta como el pequeño, sintiéndome un intruso al ir detrás de ellos y escuchar su conversación. Wells solo sonríe deteniéndose para levantarlo en brazos.
—¿No quieres un hermano? — niega, enfadado y Wells nota mi presencia. —Si no supiera que se lleva bien con sus primos, hasta le creería.
—No lo culpo por querer ser el único —confieso viéndolo sonreír —yo también solía querer lo mismo que él.
—¿Ser único?
—Y tener padres —confieso. —hasta en eso la vida me falló.
Wells no responde, bien sea porque debemos cruzar un semáforo o no sepa qué decir. Tuvo un hogar normal, dudo que entienda que lo que se siente soñar día a día con que la vida te cambie un poco o tus padres se arrepientan y vengan por ti.
Se detiene al llegar al parque, deja al niño en el suelo y le vemos correr como un rayo rumbo a los juegos.
—¿Te sientes identificado con la niña? —pregunta sin dejar de ver a su hijo —o es tu deseo de exorcizar esa etapa de tu vida.
—¿Es malo? —que responda con otra pregunta le divierte, y se limita a negar rumbo a una banca.
—Los motivos no importan, siempre y cuando estén llenos de bondad. Permíteme. —estira su mano hacia señalando los documentos —Hace años no ejerzo. Colgué el diploma en casa de mi madre y acepté cuál era mi verdadero destino. Sin embargo, aún conservo amigos en el medio.
****
Prometió ayudar, asegurando tener un par de contactos a quien acudir y fue un poco más allá. Si Emma Frederick, no lograba ayudarme, él podría hacerlo. Hizo llamadas, concretó reuniones y al finalizar la charla, tenía una lista de lugares a que acudir con horas y fechas.
Pese a las buenas noticias no tuve cabeza en toda la semana más que para pensar en esa casa. Vi pasar los días, la empresa empezó a dar pasos cada vez más largos y eso logró distraerme.
No lo suficiente.
Empecé a disminuir las visitas a Zafiro y las veces que acudía lo hice detrás del cristal. Hallé temas de conversación con Ava distintos a su madre. La psicóloga me había recomendado un acercamiento distinto. La llevaba al cine, comer helado a casa de Vryzas, etc.
Sábado, once de la noche y con los documentos exigidos, me debatía entre llevarlos a Stan o acudir con Wells y asegurarme que estaban en regla. El tormento estaba en mi alma desde que vi esa casa me acompañó hasta el auto y me hizo desviar del camino a casa.
¿A quién engaño? Lo que en realidad quería era un pretexto para volver a verla a ella y a esa casa. Detengo el auto frente a una en renta, justo a dos de la de los Wells Cole.
El silencio que reina en el lugar, me obliga a replantearme aquella visita. Una luz en una de las habitaciones del segundo piso llama mi atención y sonrío ante la figura femenina que se vislumbra detrás de las cortinas. Dos ventanas adelante, un segundo cuerpo está al teléfono y la sombra coincide con Wells.
Con la misma curiosidad que me metió en problemas de chico, intacta, rodeo la casa. Dejo el saco detrás de unos arbustos y registro en las sombras los sitios por donde subir. ¿Hace cuanto no hacia algo así? Parece que fueron muchos años, cuando la realidad es que fue solo uno.
Una ventana a metro y medio me dará el impulso a un balcón con luces apagadas y hacia ella me dirijo. La oscuridad me brinda el anonimato que necesito y 15 años con los cincuenta, experiencia.
Salto a la terraza de lo que parece una sala de juegos, varios juguetes desperdigados por toda la habitación dificultan mi llegada a la puerta. Sobre todo, aquellos con sonidos de animales que se escuchan al tropezarlos.
—¡Maldición! —Un elefante ruge y avanzo rápido detrás de la puerta al escuchar pasos, acercándose.
Aguanto la respiración al verla moverse y se hace la luz. La sombra que logra verse es la de Wells, da un paso al frente, pero se detiene.
—Aquí estoy… creí haber escuchado algo. —calla —No soy paranoico Sergio, solo consciente que tengo un hermano en problemas —regresa sobre sus pies, pero eso no es un alivio, el sigue en el pasillo —y seguiré hasta que entiendas la vida de tus hijos y esposa es más valiosa. Tus acciones ponen en riesgo hasta a Lissa y a Mika…
Su voz es cada vez más lejos, hasta que ya no se escucha. Salgo a los pasillos y busco el sitio en que acabo de verla a Lissa. El interior de la casa tiene más encanto que la fachada, debo admitir que ambos tienen buen gusto.
Interrumpo mis pasos al frente de una habitación con la puerta semicerrada. La figura de Wells puede notarse en las sombras cubriendo a su hijo. La oscuridad del lugar impide ver los detalles, la única luz es una lámpara que proyecta peces de colores a todos lados.
— ¿Me leerás un cuento? —susurra el pequeño —mamá no lo hizo.
—Yo lo haré —dice tomando una silla e instalándola cerca de la cama.
Retrocedo y miro por los pasillos, recuerdo el sitio en que la vi y por donde escalé. Una vez logró ubicarme avanzo seguro hasta el sitio. Jamás me vi ingresando a un hogar a hurtadillas para ver a una mujer, menos envidiando a un hombre por tener lo que yo pude y perdí por cobarde.
Asi estaba, en la habitación de la pareja, escuchando la ducha caer y aguantando las ganas de ir tras ella. Tropiezo con una lámpara, que no llega a caer al suelo, aunque no hizo un ruido fuerte, logró escucharlo la dama que se ducha en este instante.
—Te llamó Sergio.—escucho las cortinas del baño, rodarse y retrocedo hasta el balcón — Estaba enojado porque no levantabas las llamas —escucho su risa al ocultarme detrás de la cortina y en mis labios le imitan —le expliqué que habías prometido ayudar el servicio y él lo sabía—calla —¿Dan? —su voz sale preocupada —¿Daniel?
Retrocedo hasta ocultarme del todo al notar la puerta abrirse y una figura en traje oscuro sale de las sombras.
—Espero estés decorosa Lissa —dice sin ingresar del todo y ocultándose detrás de la puerta —recuerda que sigo siendo un hombre …
—Si no te conociera hasta te creería…
Ella ríe indicándole que está vestida mientras yo sigo sin entender las palabras. Ruedo la cortina lo suficiente para lograr verlo a ambos y lo que tengo en frente, no sé cómo tomarlo. Sonrío cuando la luz que proyecta la lámpara, me muestra su sonrisa y partes del traje del hombre frente a mí, también por la esperanza que lo descubierto me trae.
—¿Cómo te fue? —le pregunta cubriéndose con la salida de baño el escote —¿Qué tal los pecados? ¿Me dirás algunos? —se mofa —si no me das nombres, no faltarás al voto de silencio…
—El sigilo sacramental es inviolable. No blasfemes—le reprende —¿Fuiste a hacerte esos exámenes o debo obligarte?
Daniel Wells, era un maldito sacerdote.
“—Hace años no ejerzo. Colgué el diploma en casa de mi madre y acepté cuál era mi verdadero destino. Sin embargo, aún conservo amigos en el medio.”
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