El príncipe era de papel
Fueron muchas las veces en que imaginé este momento. En ninguna de ellas aparecía como cliente de la firma, levantando la voz y amedrentado a alguien. Por un largo tiempo se queda en pie, sin retirar la mirada de mí, eso sí, con desdén.
—Hace una hora, me hablaron de una reunión que tenía con ustedes. —se queja —Tuve que interrumpir la mía y cruzar media ciudad—mira el reloj en su muñeca, luego a las dos. —ahora salen con que nadie puede ayudarme ¿Qué clase de atención es esta?
Todo parece indicar, que no lo conocí suficiente y Cassy tenía razón. De lejos, a y ratos cualquiera es perfecto. Idealicé a Akim, creyéndolo un hombre decente y está lejos de ese calificativo. Me repongo de la sorpresa de verlo allí, tras tantos años y decido bajarle los sumos.
—Supongo que con Sergio, nuestra agenda es apretada. Son los clientes quienes se adaptan a ella y no al revés. —respondo sosteniendo su mirada y notando como una de sus cejas se alza.
—No me interesa como se manejan otros los horarios. —la vena en su cuello parece a punto de estallar —Los míos tendrán ustedes que adaptarse. —su altanería exaspera y resulta chocante.
Está armando una tormenta en un vaso de agua, bien puede agendar otra reunión o solicitar que uno de los abogados lo visite en su hogar. No es necesario tantas groserías; si solo fuera amable, la asistente le podría solucionar esto.
—Señor Borch, si desea puede esperar a que me comunique con el doctor...
— A ustedes se les paga por hora. Bastante costoso, por cierto, ¿No debería ese servicio ser garantizado? Tardé diez minutos en llegar, Wells tenía que esperar los otros cuarenta y cobrar si se le pegaba la gana. —explota y ruedo los ojos, exasperada. —¡No largarse sin cancelar la jodida reunión!
Negándome a caer en una provocación tan antigua, paso revista por todo el lugar y choco con una niña. Es pequeña, de aspecto delgado, grandes ojos negros y una cabellera oscura que cae en su rostro de cualquier manera.
Lo primero que captan mis ojos en que no hubo una madre que la embelleciera. Ella misma se peinó y vistió, se nota el esfuerzo, pero sigue existiendo la nula presencia de una madre en ella. Sus ojos lucen perdidos, aterrados y con un toque de misterio al pasar revista por la oficina.
Abraza un morral infantil con fuerza, mientras en su recorrido posa sus ojos en mí. No había tropezado a una criatura cuyo rostro te invite a cuidar tanto como ella. Me siento atraída una vez la veo y le sonrío, ella corresponde y baja el rostro ruborizada.
—Me gustaría que la próxima ocasión, me diga con antelación. —Sigue quejándose —así nos evitamos todo esto.
—No es a mí a quien dejó plantado señor Borch, de serlo, dejaría de representarlo. —camino hacia la pequeña que me observa con miedo y curiosidad —Le pido bajar el tono de voz, esto no es una plaza pública. —guardo silencio una vez estoy cerca de ella — ¡Hola! —saludo.
En respuesta baja el rostro y mira sus gastados zapatos deportivos, que mueve en sincronía y rítmo, pese a no haber música. Mueve los dedos de su mano sobre el morral y tararea algo indescifrable. Ella está en un concierto en piano, con ella como única asistente y eso me hace sonreír.
—Es socia de este lugar y, por ende, su deber es solucionar los conflictos de sus clientes. —puedo sentir que sonríe —yo soy un cliente, Lissa.
—Señora Cole, para usted —le aclaro y me niego a seguir tratándolo —Entrégale al señor los documentos Carla y dale las instrucciones respectivas. Yo me hago cargo de Sergio. ¿Cómo estás?
Pregunto al ver que me brinda un poco de atención y ha dejado de fingir que toca el piano.
—Bien... supongo. —se encoge de hombros.
—¿Con quién estás?
—Viene conmigo. —es Akim quien responde —no te muevas de allí y recuerda lo que te dije. —le advierte.
El tono que emplea de exasperado, la pequeña le tiembla la barbilla y sus ojos se humedecen. Se queda en silencio con la mirada fija en la puerta cerrada y aprovecho para hurgar un poco en ella. Solo interés de madre, nada más, me repito.
—Sí. —su respuesta viene acompañada de una afirmación lenta.
Su voz sale inaudible, teñida de fracaso y temerosa. Le señalo la silla a un costado, solicito así permiso para sentarme. Se hace a un lado aceptando mi compañía y mi vista fugaz capta a Carla acompañando a Akim a la oficina de Sergio.
—¿De qué depende si estás o no bien? —busco su rostro y suspiro —¿Linda? —insisto.
Me mira de manera fortuita y al notar mi mirada regresa a los zapatos. Es una criatura adorable, le faltan un par de kilos, pero nada que una buena alimentación no logre establecer.
—Todo depende de él —señala la puerta y suspira —si me dejara quedar o no a su lado.
—¿No tienes dónde quedarte? —guarda silencio y el bloqueo que me da lejos de rendirme tiene un efecto contrario —¿Cómo te llamas cariño?
—Ava —responde abrazando el maletín y apoyando su rostro en él.-
—¿Tienes hambre? —niega —¿Vives con el señor Borch?
—Aún no sé —su voz se quiebra y mi corazón se estruja ¿Qué es todo esto? —él no sabía que tendría que ocuparse de mí. Ahora, lo sabe y está enojado.
—¿No sabía que existías? —niega.
Eso explica por qué sus ropas son tan humildes, zapatos rotos, vestido gastado y todas las señales de abandono. El miserable estaba acostumbrado a conquistar y dejar atrás sin importar el daño que hacía.
—¿Qué hay de tu mamá? —la mención de su progenitora saca varias lágrimas de su rostro que limpio con el dorso de mi mano.
—Está en el hospital, fue asaltada.
—Lo siento mucho, cielo —la calmo tomando su mano —¿Por eso debes vivir con él?
—Hasta que mamá mejore. —solloza —luego seremos una familia.
Su desolación es tan inmensa que a un lado queda que mi hijo también es de Akim. Ella merece todo el apoyo que ese imbécil debe darle, protección y cariño. Si Sergio es su abogado, es porque tiene dinero. Que lo use de manera correcta !En su hija!
—¿Qué edad tienes?
—Ocho.
Suspiro, haciendo cálculos mentales, concuerda con la muerte de mis padres. Él estaba en una relación cuando fingía interés en mí ¿Puedo ser más estúpida? La respuesta es un rotundo, Sí.
Le entregué mi virginidad pretendiendo que me amaba tanto como yo a él. Desilusionada más conmigo por lo tonta que fui que con él, regresó a mi oficina. Tomo una taza de té, galletas que suelo traerle a Mika para merendar y voy con ella.
—Ten, es un obsequio para ti —le estiro ambas cosas, de la que solo toma las galletas y niega aceptarme la bebida, dejando el morral en el suelo —soy Lissa Cole —me presento dejando la taza en la mesa de centro—¿Estás en problemas? Si es así, yo puedo ayudarte.
Alza el rostro para verme a los ojos que se nublan de repente. Tener a Mika sacó mi instinto materno, no puedo ver a un niño, con miedo o marcas de violencia, sin sentir que algo dentro de mí se rompe. Antes me indignaba, ahora puedo sentir el dolor de ellos. Es inexplicable.
—¿En serio? —sonrío y ella intenta devolverla, se nota el esfuerzo, pero le resulta difícil.
—Y no te cobraré honorarios. —mi comentario la hace sonreír y limpio sus lágrimas.
—¿Eres abogado? —lee el logo de la empresa y me ve.
—Lo soy.
Muerde un trozo de galleta viendo a todos lados. Ella puede sentir que se meterá en problemas si dice algo. Tomo una de sus manos y las siento fría, las masajeo entre las mías de manera enérgica.
—Una taza de leche te vendría bien, solo tengo aquí té y galletas—no responde y solo me ve en silencio llevándose trozos de la galleta a los labios.
—¿Puedes hacer que Robert no salga de prisión?
—¿Quién hizo Robert?
—El Golpeo a mamá...
—¿Robert es tu papá? —niega y sus labios tiemblan —¿Tiene apellido Robert?
—Mami... Mami...
El grito infantil viene acompañado de un trote y alzo la vista viendo al dueño de mi existencia correr había mi con los brazos abiertos. Trae puesto un disfraz de súper man, que me obligó a que se lo colocara esta mañana.
Detrás de él viene Dan y Sergio, los dos sonrientes y con rastros de orgullo ¿Qué hizo esta vez? Observo la hora en mi reloj y junto a las cejas, no era hora de retirarlo del jardín.
—¿Qué sucedió? —pregunto preocupada viendo a uno y a otro.
—La escuela se incendió —bromea Dan —nuestro ángel lo hizo. —señala a Mika y el apodo que todos le tienen en casa "Nuestro Ángel"
—Lo peor de todo es que es posible. —comenta Sergio siguiendo la broma.
Mi hijo es muy activo y bastante curioso. Si hay silencio y esta Mika, debes alarmarte porque nada bueno está sucediendo. Goza de buena salud y no tiene ninguna condición o enfermedad, solo di a luz a un hijo muy sano, con exceso de energías y una curiosidad desbordante. Ya lo comprobé al llevarlo al pediatra, neurólogo infantil y cuanto especialista se les ocurrieron a sus tíos Sergio y Cassy, a los que llama papá y mamá, vaya uno a saber sus motivos.
Mi pequeño se distrae con las dos personas que sale de la oficina y corre hacia Carla. Capto el peligro cuando la capa se mueve entre sus pequeñas piernas. Me levanto asustada, Dan se lanza al ver su descenso al suelo. El peligro acaba cuando un par de manos tatuadas lo alcanzan antes de caer.
Akim ha quedado de rodillas con nuestro hijo en sus brazos. Ambos se quedan viendo en silencio, mi pequeño curioso, su padre indiferente, incluso lo aleja de su cuerpo como si su contacto le quemara. En lo que dura en esa pose mi corazón se detiene. Sergio se ha quedado en pie, también a la expectativa, Dan no tiene idea de lo importante que es para mí lo que está sucediendo.
—A salvo—le dice dejándolo en el suelo y alisando su capa —solo debes aprender a volar y listo.
—Si —susurra retrocediendo con uno de sus dedos índices en su boca.
Vuelve a tropezar, esta vez al pisar la capa dando un paso atrás. De nuevo sale al rescate al tomar su brazo. Inclinando la cabeza a un costado y le lanza una mirada de advertencia, que mi bebé no parece entender.
—Debes mirar por donde caminas —le reprende y la reacción de Mika es inclinar su rostro igual a la de suya hace unos instantes.
Le he dejado crecer el cabello a los costados, sin llegar a su cuello, parte porque odia ir a la peluquería y otra porque amo el aspecto de niño bueno que le da. Su cabello es negro, al igual que sus ojos, labios rosados, nariz pequeña y para mi alivio sus rasgos orientales son leves.
Se incorpora y le ofrece un último vistazo antes de ver a la niña y sonreírle estirándole las manos. Mi hijo ha quedado en mitad de la estancia con las manos tomadas y viendo a Akim que alza a la niña sin verlo más. Salgo al rescate de mi bebé, repitiéndome que Ava lo necesita más que Mika.
Mi hijo no lo ha necesitado todo este tiempo y nunca lo hará.
—Te advertí, era mala idea ese disfraz —Replica mi cuñado tocando su nariz y haciendo un sonido de trompeta averiada (como solía decirle Cassy). —Si aún tienes tiempo podemos hacer esa reunión —le sugiere y niega.
—Tengo una cita muy importante con una dama —señala a su hija que le sonríe y mi reacción es abrazar a mi hijo —acordé otra reunión, en un horario que no choque con mis obligaciones o las tuyas.
—Como quieras. —replica Sergio viéndolo partir.
Siempre me dije que ellos sabrían lo que eran al verse, como en las películas y novelas. Crean un cercanías que no entienden hasta que alguien les dice que son padre e hijo. En la vida real no sucedió, no con mi hijo y su padre, mi bebé captó algo, Akim no y tampoco le generó interés.
De hacer las malditas cuentas sabría que es su hijo, no se acostó con una golfa ¿Por qué me sorprende? Estamos hablando de un hombre que nunca dio la cara, ni siquiera para decir adiós.
—¿Estás bien? —afirmo a Sergio viendo el rostro de mi hijo fijo en el hombre que sale con la niña. —Lo siento mucho...
—¿Quién es? —pregunta Dan.
—Nadie —interrumpo a Sergio que solo afirma sin decir nada —él no es nadie. —le digo viendo a Dan a los ojos.
—Lissa.
—Estaremos en la oficina —les indico a los dos.
Beso las mejillas de mi bebé y aprieto su rostro contra el mío, lo que lo hace sonreír y verme a los ojos. Mis ojos se empañan y al ingresar a la oficina con mi hijo. Inhalo y exhalo varias veces, hasta que logro controlar la rabia en mi interior.
La Lissa que le rogó por esta con ella hace años ya murió, los últimos rastros de ella Akim acaba de sepultarla. Mi pequeño se queda en silencio abrazado a mi cuello y permanezco allí hasta que logro controlar mi rabia e impotencia.
—¿Qué tal tu día? —le pregunto acariciando su espalda —¿Te portaste bien?
—Sí.
—¿Seguro? —afirma con las manos rodeando mi cuello —¿Si le pregunto a tu papá no habrá sorpresas?
—No. —responde seguro.
—No hay sorpresas, solo besos. —le digo apoyando mi cabeza en su cuello —muchos besos al príncipe de mamá.
La risa que sale de su garganta en magia para mi alma, su rostro sonriente calma cualquier tipo de enojo que tuve hace unos minutos.
—Te amo —susurro dejando un beso en la nariz —¿Lo sabes verdad? —afirma acariciando mi rostro con sus manos sin dejar de sonreír —supe el significado del amor verdadero cuando te vi por primera vez.
En ese instante pude entender todos los temores de mi padre cuando insistían en que no llegara al café de noche. Si me faltara Mika alguna vez, yo moriría y de poder escoger entre su vida y la mía. Haría lo mismo que mi padre...
"—La mía, mil veces la mia." Aún puedo recordar sus palabras.
Solo pude hacer un Capítulo, prometo compensar otro día.
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