Agridulce
Apoyo la cabeza en el asiento del avión e intento dormir. Me es imposible hacerlo, las imágenes de mis padres aparecen cuando lo intento. El título obtenido hace una semana, tendría que animarme. Las firmas de abogados que me han hecho propuestas de empleo, es lo mejor que puede pasarle a cualquier profesional recién graduado.
El esposo de mi hermana me había dado otra propuesta y las garantías que traía ese cargo, era de lo mejor. Existía una tercera, menos ostentosa, en otro estado. La lejanía con el lugar que me arrebató la felicidad, lo hacían más opcional.
Era justo todo aquello la que me hacían recordarlos. Tener todo lo que siempre soñé y no a ellos para compartirlos me dejaba una victoria agridulce.
Tres ofertas de empleo en la mesa, una independencia económica, "Y toda una vida por delante" eran las palabras de todos aquellos para animarme. Era fácil decirlo, cuando estabas por fuera de esa burbuja, ni estuviste allí cuando lo que más amabas se te fue arrebatado.
Si cierro los ojos puedo sentir el fuego a mi alrededor, el sonido de las balas y mi negativa de salir. Mis padres estaban allí malheridos, yo no podía dejarlos, me las arreglé para sacarlos con ayuda de varios vecinos.
Murieron en el quirófano y ese dolor me persigue.
En espera de hallar paz y a horas de graduarme abandoné la ciudad unos días. En una cabaña, en medio del bosque, con animales silvestres como únicos vecinos, estuve estos días. Había decidido, aceptar la propuesta por fuera del estado. No estaría cerca de Cassy y a los niños, pero necesitaba un lugar cero. Vendería el apartamento de mis padres en donde aún vivía y compraría algo más cercano a ellos, lo usaría para cuando llegara a verlos.
La naturaleza me dio la paz para decidirme, no logró quitar el dolor de la pérdida o las imágenes de ellos caer tras la irrupción de esos miserables al café. Mis gritos de auxilio en medio de aquel charco de sangre y el fuego que consumía todo a mi alrededor.
En adelante tendré que vivir con ellas y espero, en algún momento, duelan menos. Confío en que es así, Cassy asegura que el trabajo duro y los niños le impiden pensar en ellos. Las veces que los recuerdos le golpean, enciende la música, llama a Sergio o a cualquier familiar.
Yo llamo a Akim o él lo hace cuando llevo días sin hacerlo, es con la única persona por fuera de mi círculo familiar que tengo contacto. Si bien, las veces que nos vemos son pocas y cuando sucede solo son horas, es suficiente para forjar una amistad.
Suele reírse cuando aseguro que su presencia tiene magia.
Dos horas después el capitán anuncia la llegada. Espero a que todos salgan, preparándome para el sermón de Cassy y Sergio, por no decir a dónde iría. Les dejé una carta pidiendo que me dieran espacio y prometiendo cuidarme.
Recojo el escaso equipaje y salgo a la salida distrayéndome con los letreros coloridos de bienvenida sostenidos por familias, hombres con rosas, rostros sonrientes y varios osos felpa. Familias, entregas recibiendo a sus hijos, mamá, papá, hijos, novios, etc. Uno de los osos mide más de un metro, en color marrón y no puedo evitar reír al ver el letrero que sostenía.
"Llevo cinco días sin comer o dormir, mi acompañante ronca y se niega a darme alimento hasta no verte"
Paso por su lado en el momento justo en que la persona que lo sostiene lo deja en el suelo. Sonríe, yo me quedo en una pieza por verlo allí.
—¡Akim! —murmuro dando un paso a él —¿Tú?
—Quería darte la sorpresa, pero el sorprendido fui yo —comenta tomando mis manos —en el edificio me dijeron que te habías ido una semana, tu cuñado me dio un lugar. —mi rostro se excusa al avanzar a él y abrazarle.
Por un instante y como suelo sentir siempre que tomo la iniciativa de abrazarle, se tensa. Sus manos a lado y lado de su cuerpo sin reaccionar. Son detalles que se me olvida siempre que lo veo, pero él acaba cediendo y corresponde.
—Sé que no te gustan los abrazos —me excuso —pero los tuyos se sienten tan bien y son tan escasos que no los desaprovecho... Necesito uno en estos momentos o siempre.
—En ese caso...
Lo siento sonreír y apretarme contra él, fuerte. Una vez lo hace gira conmigo en brazos, no tengo más opción que soltar mi equipaje y pegarme a su cuello sin dejar de reír.
Tres años de amistad, nos hemos visto ocho veces, no hay nadie a quien quiera más por fuera de mi familia que a él. En más de una ocasión hemos hablado de ser algo más, pero hemos llegado a la conclusión que la lejanía es un problema.
Para él, no para mí, estoy preparada para esperarle el tiempo que sea con tal de verlo. Al detenernos y alejar mi rostro de su cuello, quedó a centímetros del suyo. Nuestros labios parecen atraerse, ambos se buscan y acaban por mezclarse convirtiéndose en uno.
Pasamos de un beso explorador a uno demandante y sedientos. Dejamos de ser dos cuerpos y nos convertimos en uno, en llamas. Muerdo su labio inferior y corresponde con un jadeo seguido de una mano en mi trasero obligándome a sentir su erección.
Interrumpe el beso de forma brusca para verme desorientado con las pupilas dilatadas y agitado. Ambos nos quedamos en ese estado febril, sonrientes y sin poder hablar. No es necesario, palabras, nuestros ojos y cuerpo ya lo han dicho todo.
—¿Comiste algo decente? —me pregunta acariciando mi rostro —o te alimentaste de sol y hojas silvestres.
—Lo intenté.
Sonríe divertido, murmurando un "Te creo que rompe el hielo".
Me deja con cuidado en piso firme, entrega el oso y toma mi equipaje. Lo alza hasta que queda cerca de su rostro y me observa intrigado.
—¿Es todo? —afirmo, divertida por su rostro intrigado y sin reponerme aún del beso —¿Estuviste desnuda en el bosque? —alza una ceja — De ser así, lamento ignorar el consejo de tu cuñado e ir por ti.
Hubiera resultado atractivo compartir el sitio preferido de mi padre con él. Muchos recuerdos había allí, en el lago de pesca, en el bosque, buscando bayas o madera, juegos de mesa a la luz de la fogata y con la luna como testigo.
—La dejé, no es ropa de ciudad y pretendo seguir yendo—confieso y afirma tomando mis manos empezando a salir. —A Cassy, no le gusta ir por los recuerdos, pero yo lo adoro precisamente por ello.
—Iré contigo la próxima vez. —objeta de forma seria —no volverás sola allí.
—¿Y tu trabajo? —le recuerdo y guarda silencio hasta llegar al auto.
Me mira un instante con las manos en la puerta sin responder. Me ayuda a ingresar y hace lo mismo, segundos más tarde.
—En seis meses tendré tiempo —responde haciéndome un guiño.
Sobre su trabajo, me ha dicho que es escolta de uno de los Vryzas. Antes de mencionarlo no tenía idea quienes eran, ahora tengo un pequeño resumen de cada uno de sus integrantes. Incluso de aquel que murió luego de intervenir en un asalto a una dama.
—Es tu ciudad ¿A dónde deseas ir? —me observa al no obtener respuesta y no dudo en la respuesta.
—A casa.
Me lanza una mirada fugaz, yo nerviosa, el divertido. En todo el viaje a casa no hizo más que gastar bromas y aliviar el ambiente de tensión que me cubría. Mi estado era febril y nervioso, más por no resultar deseable que por duda.
—Podemos ir a comer, al cine o por allí—sugiere en un semáforo. —esto no es necesario, si es de suceder que así sea en el tiempo justo y sin presionarte—toma una de mis manos y con la otra me obliga a verle. —te quiero y deseo, pero también te respeto Lissa.
—Deseo hacerlo.
Mi respuesta segura le hace lanzar un suspiro, besa mi mano antes de pisar el acelerador. No hay alguien más especial para mí que él, me ha dado seguridad, tiempo y alegrías. Es evidente que nuestra relación va hacia algo más fuerte. La duda que tenía las respondió con ese beso.
La llegada al viejo edificio y el ascenso a casa es un mutismo absoluto. Mi corazón latía desbocado y mis manos sudaban tanto que al sostener el oso escurría por mis dedos. Cualquier lugar por donde lo tomaba, resultaba incómodo. Él solo me lanzaba una mirada tierna y tranquilizadora. Lo veo enviar un mensaje, para luego apagar el móvil antes de guardarlo, antes que el ascensor se abra.
Estira su mano libre hacia mí apoyando su cuerpo en las puertas del ascensor, impidiendo que cierren y la tomo decidida. A seis años desde que me rescató de las garras de esos miserables y una larga experiencia en risas lo hacen una persona especial.
Estoy convencida de que es el correcto, no tengo dudas de ello.
—¿Llevas mucho tiempo aquí? —me mira un instante y niega.
Caminamos por el pasillo de seis apartamentos, siendo el mío el último. El silencio empieza a transformarse en uno que nos envuelve o soy yo la que estoy romantizando el momento.
—Llevamos dos meses en D. C. y sus alrededores. Hasta hace cuatro días tuve tiempo de venir —responde al fin — La esposa del jefe se enfermó y nos envió con Noah, es más relajado.
—¿También es chef? —sonríe alzando mi mano hacia sus labios.
—Se ocupan de lo mismo.
Su repuesta es ambigua e imagino es de los que no les gusta hablar de su trabajo. Ingreso la llave en la ranura, giro mi muñeca y empujo lento dando un paso al lado mientras la abro. Él no ingresa, se queda allí viendo hacia el interior del lugar con interés.
—Es la casa donde crecí —afirma.
—Podemos comer algo—sugiere y niego —te estoy brindando la oportunidad de salir huyendo Lissa. Este paso no es fácil para ti, lo sé, no me conoces lo suficiente.
—Sé lo que tengo que saber Akim. —respondo entrando al apartamento y dejando en uno de los muebles el oso —gracias por traerme y disculpa por malinterpretar las cosas.
—No es eso, cielo —apoya una mano en mis hombros y me hace verlo. —no me gustaría hacerte daño, primero me mataría antes de herirte. —acaricia mi rostro con el dorso de su mano llena de tatuajes —No tengo nada estable, un sitio fijo, algo que brindarte... O es justo para alguien que merece todo.
Acaricia con uno de sus pulgares mi mejilla y con la mano retira mi americana, hace lo mismo con la suya susurrando mi nombre. Mi piel arde al contacto de sus labios en mi cuello. El recorrido de besos empieza allí, sube hasta mi rostro y acaba en mis labios. Atrapa mi rostro entre sus manos mientras deja en ellos besos lentos.
No puedo controlar el temblor en mi cuerpo, ni en mis manos y eso lo hace alejarse. Pregunta si hay un bar y de existir si contiene licor. El que hay es porque Sergio lo trae, en las veces que llega con Cassy y los chicos. Soy pésima con el licor.
—No te repetiré que lo pienses, algo me dice que acabarás lanzándome por la ventana —se mofa rumbo al bar de donde toma dos copas y la botella de whisky. —algo fuerte nos servirá, también es mi primera vez de alguna manera.
Después de la segunda copa y ante mi risa descontrolada se negó a darme una tercera, muy a pesar de que la exigí en varias oportunidades. Pedimos comida, vimos películas y me ayudó a organizar el apartamento.
Él pidió permiso para ducharse y le brindé la antigua habitación de Cassy, mientras yo hacía lo mismo en la mía. Dentro de la ducha acaricio mi cuerpo y cierro los ojos en espera que el agua libere el calor que su cercanía me produce.
Siento un par de manos rodear mis caderas y doy un sobresalto. Al girar, lo encuentro detrás de mi sonriente, pero es una sonrisa distinta. Su erección rosa mi espalda baja cuando se acerca y empieza a frotar mi cuerpo con sus manos.
—Te di la oportunidad de escapar —susurra mordisqueando mi oreja mientras su mano hace un descenso lento hacia mi intimidad—ahora no hay vuelta atrás, mi bella dama...
Tiene varios tatuajes en sus dedos y manos, que no los conocía, otros en el dorso, con figuras orientales. Es lo que alcanzo a ver, ya que soy alzada en brazos y segundos más tarde ser dejada en mitad de la cama.
Pega su cuerpo contra el mío, frotando su erección contra mi intimidad. Besa mis labios y en esta ocasión no hay ternura en ese beso. Millones de emociones empiezan a sentirse al contacto de sus labios con mi piel. Mis intentos de acariciarle o devolver la atención, son impedidos al retirarlas de su cuerpo suave, pero firme.
—Es tu momento, no el mío —me dice.
Los espasmos de placer se incrementan cuando su boca hace contacto con mi piel hinchada y húmeda. Masajea uno de mis pezones, luego el otro, al tiempo que sus labios parecen retirar de mi piel la poca fuerza de voluntad.
Mi vos, es ronca al gritar su nombre al temblor que produce sus caricias y besos. El vacío que deja su boca es reemplazado por sus dedos igual de torturadores. El calor incrementa y la liberación parece inminente e insoportable.
—Relájate, cielo. —me pide al besar mis labios —esto será un poco incómodo, haré mi mejor esfuerzo para que no sea menos doloroso posible.
Lo que sigue a continuación es una mezcla de dolor y excitación. Mi instinto me lleva arquear mi cuerpo y contraer músculos, la recompensa es escuchar de sus labios un jadeo mitad mi nombre, mitad un ruego.
Me abandono al cúmulo de sensaciones, entierro las uñas en su piel y muerdo mis labios al sentir que no puedo soportar por mucho tiempo. Sus gemidos de placer mezclados con los míos incrementan con sus embestidas hasta finaliza exhaustos abrazados.
—Gracias —me dice alejándose de mí un instante para besar mis labios —es lo más hermoso que alguien ha podido darme.
Somnolienta le sonrío y me abraza contra él, se siente distinto aquel abrazo, más íntimo y real. El sueño nos ha vencido, y en algún momento del atardecer, mi móvil suena en algún lugar. Intento levantarme, pero él me lo impide haciendo cosquillas en mi cuello. El ruido de mi móvil le acompaña el suyo y los toma a regañadientes. Se sienta en la cama de espaldas y observo los tatuajes en su espalda. Son letras orientales, estoy por preguntar el significado cuando el móvil irrumpe de nuevo y descuelgo la llamada, dispuesta a soportar los insultos de Cassy.
—¿Lissa? Es Patrick —doy un salto de la cama al escuchar su llanto y la mención de su hijo mayor y la clínica.
—¿A dónde lo llevas? —le pregunto y la respuesta no se hace esperar —estaré allí en media hora. —prometo antes de colgar y enfrentarlo a él.
—¿Malas noticias? —cuestiona al verme a la cara.
—Mi sobrino enfermó, Cassy no logró explicarme.
—Yo también debo partir ¿Quieres que te acerque?
—Por favor...
—Te llamaré al llegar. —afirmo en silencio buscando algo que ponerme con manos temblorosas. —sé que no acabó como lo esperabas...
—No importa, habrá otros días.
—Te lo prometo.
Con esa promesa salimos del lugar.
Narrador
Tres meses después...
—¿Qué pretendes? —arremete Cassy contra su hermana menor —estás en embarazo y él debe responder. ¿Quién es el padre Lissa?
Lissa, niega sosteniendo en sus manos la prueba de embarazo y Cassy siente que la paciencia se le agota. Se niega a decirle el nombre o algún detalle. El alivio de saber que fue consensual no disminuye su rabia por saber que existas hombres que se nieguen a hacerse responsables.
—¡Lissa! —le dice levantando la voz — Tantos métodos que existen y tú... maldición Lissa.
—Lo forcé —grita al fin en medio del apartamento desocupado con varias cajas a su alrededor —me dio miles de excusas y yo forcé el momento, porque lo quería, me sentía febril y lo deseaba —sigue en medio de gritos y con lágrimas rodando por su rostro —prometió llamarme en cuanto pudiera...
—¿Y le crees? —le interrumpe. —llámalo y dile que será padre Lissa, ese bebé los necesita.
—Qué parte... De "forcé, todo no entendiste" —espeta levantándose del sillón —mi hijo no será visto como un error o un método para atraerlo. Cuando llegue le diré que existe.
—¿Lo prometes? —pregunta asustada y viendo a su esposo en la entrada del apartamento presenciando la discusión.
—Si —sin decir otra cosa sale del apartamento —hola, Sergio —saluda al pasar por su lado y su esposo la hace detenerse.
—Lo que sea decidas será respetado —afirma mordiendo sus labios y viendo a su hermana antes de salir.
—¿Quién es Sergio? —le ruega por enésima vez consciente que su esposo lo sabe, pero se niega colaborar. Su hermana le hizo prometer no decir nada, solo así logró que se quedara con él.
—Yo me encargo. —le promete —es un buen hombre y en cuanto lo sepa, se hará cargo.
—Entonces, ¡Díselo! —no le responde y el resto de las cajas avanzando a la salida —¿Por qué no puedes ayudarme Sergio?
—Porque patearás traseros o lo castraras Cassy —le escucha decir avanzando por el pasillo —eres demasiado rencorosa.
¡Era su hermana! Y ese hijo de perra aprovechó su estado para usarla ¡Por supuesto que lo castraría!
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