章 - 8.
Al llegar a la habitación, se encontraron al grupo organizando sus cosas, y la chica que habían salvado ya no estaba. Mei quiso saber por qué iban a irse y Yona, algo apenada, le dijo que no tenían dinero. Mei no se lo pensó ni dos veces a la hora de ofrecerle pagar aquella noche, pero todos se lo negaron, y aunque ella podría haberse quedado a dormir cómodamente, decidió seguirles hasta el lugar en donde acamparon.
—Mei, tú eres una chica, y como tal deberías de dormir con Yona —Jae—ha se acercó a la guerrera actuando como todo un caballero, pero ella no se dejó conquistar.
—Ya estoy acostumbrada a dormir en la intemperie, así que estaré bien con eso —tras mencionarlo, se acostó sobre un manto de hierba y apoyó la cabeza en las raíces de un árbol que sobresalían de la tierra.
—De todos modos, ve y duerme con Yona —habló ahora Yoon, el que solía dormir con la princesa en la pequeña tienda.
—Sí, duerme conmigo, Mei —insistió Yona, agachándose junto a ella. La verdad es que la idea de poder hablar con una chica la emocionaba, ya que en su viaje siempre iba acompañada por chicos.
Mei, ante tanta insistencia, terminó por aceptar. Después de desearles las buenas noches a todos, ingresó en la tienda junto a Yona.
—Espero que no la moleste mientras duerma —habló Mei una vez acostada bajo las mantas, un tanto incómoda porque Yona no era una chica común, sino toda una princesa.
—No tienes que ser formal conmigo, Mei —la sonrisa de la pelirroja desprendía ternura y mucha amabilidad. No era la típica princesa arrogante con aires de grandeza. Sin duda era imposible que no le cayera bien a alguien.
—Bueno, está bien, es mejor así, porque la verdad no estoy acostumbrada a hablarle de alguien por "usted"—ambas se soltaron en una agradable carcajada.
Después de ese agradable instante, nació un momento de silencio, y Mei terminó por mirar a Yona para ver si dormía y la pilló observándola. Entonces las mejillas de la princesa se tiñeron de rojez.
—Lo siento, es que no puedo evitar intrigarme por lo tanto que te pareces a Hak —comentó Yona, sonriendo.
—La verdad es que yo tampoco puedo dejar de pensar en eso —admitió con un aire pensante, pensando en el guerrero que dormía ahí afuera —y la verdad es que, sí me gustaría saber si somos familia.
Nunca pensó en verse intrigada por su pasado, pero ahora, por primera vez, sí quería conocer sus raíces, porque si Hak tenía algún lazo de sangre con ella, quería saberlo para así quererle como tal.
—No solo son parecidos en el físico, a los dos os gusta luchar —comentó Yona sin poder evitar sonreír, mientras se giraba en su dirección.
—Sí, en eso tienes razón —no pudo evitar encontrar chistoso eso. Sin duda Hak le caía bien, y eso que ni siquiera lo conocía —Yona, ¿Hak tiene familia?
—No. Él es huérfano, y fue criado por el general Mundok, el ex líder de la tribu del viento.
—Oh, seguro ha de haber sido genial criarse con un hombre que seguro es muy fuerte —no conocía a ese hombre, pero sin duda quería conocerlo y que le diera algunas lecciones, porque seguro tenía mucho que enseñarle. La idea de mejorar su habilidad con las armas y la lucha siempre le emocionaba.
Yona no pudo evitar soltar una corta risa. Sin duda tanto parecido no podía ser una mera coincidencia.
—Sí, Hak lo estima mucho, pero seguro también habrá sido maravilloso criarse en la aldea de Kija. La abuela es una persona muy agradable.
La mención del pueblo en donde se crió y la abuela realzaba una herida que tenía desde hace años en su corazón, que nunca terminaba por cicatrizar.
—Bueno, sí, sin duda les debo mucho a todos, en especial a la abuela y a Kija, si ellos no me hubieran rescatado de aquellos traficantes, probablemente habría muerto o quién sabe si hubiera sido peor, así que les debo muchísimo —habló de ellos con una sonrisa tanto feliz como triste —pero, la verdad es que no me siento en el derecho de decir que ese es mi hogar, porque al fin de cuentas, yo no soy una descendiente.
Nunca había hablado de aquello con nadie, y no sabía por qué lo estaba hablando con una desconocida. Quizás solo lo hacía porque se sentía en la necesidad de que alguien le ayudara a superar o entender las razones de la abuela y los demás cuando decidieron desterrarla, y sabía cuál era esa razón, y aunque la comprendía, no podía evitar que le doliera.
—Te equivocas, estoy segura que tanto la abuela como los demás te quieren, al igual que Kija —no había pasado desapercibido el afecto en los ojos azules del dragón blanco respecto a ese reencuentro. Sin duda la estimaba con creces.
—Sé que Kija me quiere, y nunca fui maltratada en el pueblo, de hecho, fui consentida como cualquiera de ellos, pero... Al final, supe que me querían lejos porque temían que me involucrara sentimentalmente con alguno de ellos, y eso significaría corromper su descendencia —habló de aquello mirando el techo de la tienda, sin poder evitar pensar en si Kija la veía de la misma manera que los demás, en si también la habría querido lejos con tal de evitar esa consecuencia.
Yona no supo qué decir al respecto ni de qué modo podría consolarla. Ella había podido ver que todos en el pueblo compartían los mismos rasgos y eso era evidencia de que ellos cuidaban el no mezclarse con los demás.
El tiempo transcurrió en silencio, con el sonido de las hojas de los árboles agitándose por el viento y el toque instrumental de los grillos, y en todo ese momento, Yona no pudo evitar mirar a la joven que demostraba tristeza en su mirada.
—No sé qué piensen los demás —habló por fin, sintiéndose capaz de darle consuelo —Pero, estoy segura de que Kija nunca quiso que te fueras, porque el modo en que te abrazo, me fue suficiente para saber lo mucho que te quiere.
Aquellas palabras fueron como un manto cálido cubriendo el corazón de Mei. Le reconfortó muchísimo el que se lo dijera. Que Kija no la hubiera querido lejos significaba mucho para ella, y aunque no fuera él quien se lo dijera, Yona le dio el suficiente coraje para atreverse a preguntárselo más tarde. Le diría sobre las razones que la hicieron alejarse, no con el propósito de que Kija se resintiera con su pueblo, sino porque no quería que siguiera pensando que se olvidó de él y de su promesa.
—Muchas gracias, Yona. Me alegro mucho de que la descendiente del dragón rojo seas tú. Yo siempre creí que sería un hombre de aspecto temible y muy musculoso.
Ambas compartieron un dúo de risas y se miraron sonrientes, disfrutando de la compañía de un modo reciproco.
—Creo que todos se lo imaginaban así —admitió la princesa mientras asentía.
—Seguro, pero la realidad es mucho más agradable, aunque ha de ser algo duro el tener que viajar con puro hombre, pero al menos tienes el consuelo de que todos son guapos.
Yona no pudo evitar sentir curiosidad respecto a ella y Jae—ha, pues él les había hablado de Mei solo con sinónimos respecto a lo tan maravillosa que era, mientras sus ojos demostraban el enorme amor que le tenía, pero, aunque quería preguntarle, Yona no lo hizo, porque eso significaría husmear demasiado y ellas seguían siendo unas desconocidas.
—Bueno, a veces, pero los aprecio mucho a todos —admitió Yona afectuosamente, muy agradecida con sus acompañantes.
—Lo sé.
Después de aquello, las jóvenes decidieron dejarse vencer por el sueño, aunque a Yona le costó un poco más, ya que su curiosidad respecto a lo que Mei sentía por Jae—ha la tuvo en aspas. Ellos ya habían tenido su historia, y Yona se preguntaba si Mei seguiría sintiendo algo por él.
Ante la primera aparición de rayos de luz solar, Mei abandonó la tienda y caminó por ahí hasta que encontró un río estrecho, en donde se lavó la cara y sació su sed. Después se ocupó en deshacerse la trenza, para peinarse el cabello, como tenía por rutina hacer todas las mañanas.
—Buenos días —la voz de Jae—ha le dibujó de inmediato una expresión perezosa. No le apetecía lidiar con él.
—Buenos días —ocupándose de la labor de quitarse los nudos, no le dignó una mirada de atención, aunque pudo ver su figura reflejándose ligeramente en el río.
Mei pensó que comenzaría con sus discursos típicos en su afán de conquistarla, pero a lo contrario, permaneció sentado junto al río y en silencio, y Mei supo por su reflejo que no la estaba mirando a ella, sino al río, lo que agradeció.
Poco después, Mei terminó de peinarse y volvió a trenzarse el cabello, para después alzarse y regresar junto al grupo, y Jae—ha se quedó allí sentado.
Cuando Mei regresó en donde sus amigos se encontraban, Yona estaba hablando con la chica que salvó ayer y llegó a escuchar que esta les estaba invitando a todos a que se hospedaran en la posada en donde ella se estaba quedando como muestra de gratitud.
Jae—ha también había llegado y escuchado esa parte, y no pudo evitar imaginarse a Mei desnuda, con apenas una toalla cubriéndola por delante y eso le hizo emocionarse como un niño, pero Hak le agarró y le dijo que ellos no irían porque estaban en el grupo de investigación.
—Entonces yo seré quien las acompañe —se ofreció Kija sonriendo ilusionado, pero Hak le dijo a él lo mismo, sin evitar disfrutar de ello.
Así que, mientras Yona, Mei y los demás fueron a disfrutar de una estancia agradable en el lujoso hostal, ellos tres se fueron a recaudar información a un lugar donde les servían hermosas mujeres. El estar allí hizo que Jae—ha recordara que había perdido a Mei por estar en un lugar como ese, pero de todos modos actuó como si estuviera encantado de su compañía, lo que ya no era verdad, porque a quien quería a su lado era a Mei. Ardía en deseos de le aceptara. Hacía tiempo que quería hacerla suya oficialmente y luego hacerla suya en el lecho. El imaginarla ruborizada bajo él, era una imagen tanto excitante como dolorosa, porque ella no estaba a favor de corresponderle.
Por su parte, Yona y Mei, en compañía de aquella chica y dos más que las acompañaban, estaban disfrutando de lo agradable de las aguas termales. Primero mencionaron los moretones que Yona tenía por todo su cuerpo, luego pasaron a hablar de la buena figura que tenía Mei y por último sobre los tres que se habían ido a investigar a la zona roja.
—Sin duda los hombres son criaturas estúpidas, no sé cómo podéis viajar con ellos. —comentó la chica, llevándose la mano a la cara —Perdona que hable así de tu hermano, Mei.
—Ah, no, no somos hermanos —negó Mei de inmediato, aunque tuviera la sospecha de que aquella pudiera ser una realidad —Ni siquiera somos familia, apenas nos acabamos de conocer.
— ¿En serio? ¡Pero si son muy parecidos! —Tetora, una chica que acompañaba a Lili, lució muy sorprendida.
—Sí, bueno, ambos somos huérfanos, así que incluso podríamos ser hermanos.
— ¡Oh, vaya! ¡Qué interesante! —exclamó Tetora en verdad curiosa en el asunto.
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