章 - 34. ♡Especial♡
—¡Kija, mira!
La pequeña Maylin, (hija de Hak y de Yona), dejó una hoja de papel sobre el regazo del dragón blanco.
Eran apenas unos garabatos, pero Kija la elogió, por lo que Maylin hinchó el pecho con orgullo.
—¡Huo, mira!
En cuanto vio a su primo, corrió a mostrarle el dibujo, y este, como no quería hacerla llorar, pues la elogió también, por lo que la niña se fue corriendo a enseñárselo a los demás. Incluso se lo enseñaba a los sirvientes y guardias que se encontraba por el camino.
Huo se quedó viendo a su prima con cara de fastidio por un rato, y luego miró a Kija, con la intención de preguntarle si quería acompañarlo en su entrenamiento.
—¿Sucede algo, Kija? —le cuestionó al percatarse de la melancolía que se mecía en el azul de sus ojos.
—Ah, no —Kija negó tras espabilarse y esbozó una sonrisa que no fue del todo sincera —Solo estaba distraído.
—¿Y no tienes nada que hacer? —preguntó el niño muy interesado.
—No, ahora no.
—En ese caso, ¿podrías entrenar conmigo? —unió las manos en señal de súplica, lo que hizo que Kija sonriera, encantado con su ternura.
—¡Claro!
De ese modo, logró mantener el cerebro ocupado por un rato, ya que últimamente había estado algo melancólico. Pese a que tenía a sus amigos, había veces en las que se sentía solo, y cuando veía a los niños, pensaba en lo bonito que sería ser padre algún día, pero Mei era la única persona a la que amó, y no se imaginaba queriendo de ese modo a alguien más.
Al anochecer, tras haber estado todo el día vagando por el palacio, leyendo algún libro o simplemente parado, observando a las personas o al cielo, fue camino a su recámara.
—¡Buenas noches, Kija! —le saludó Yang agarrada al brazo de Shin-Ah, sonriendo ciega de felicidad.
—Buenas noches, que durmáis bien —les deseó Kija de todo corazón, sintiendo de nuevo aquella melancolía.
A parte de Zeno, él era el único del grupo que no tenía pareja. Bueno, Yoon también era soltero, pero como él era un obseso de la medicina y los libros, no parecía devoto a encontrar el amor.
Se dejó caer de cara sobre la cama, apagando un suspiro largo en la almohada. Quizás tan solo debería de buscar alguna ocupación o salir de viaje. Podría ir a visitar a la abuela y los publerinos de su pueblo, aunque no estaba seguro de hacerlo, ya que como ahora todos sabían de la existencia de los dragones, alguien podría tratar de apoderarse de él.
Tras dar vueltas y vueltas en la cama, terminó por quedarse dormido, y a la mañana siguiente despertó temprano y decidió salir a dar un paseo por el pueblo.
Conforme avanzaba por entre las casas, la gente le saludaba sonriente, y tres tendederos le dieron frutas y dulces, los que él trató de rechazar un tanto apenado, pero ellos hicieron caso omiso. Por lo que, mientras seguía con el recorrido, comió una manzana roja y un pedazo de pastel de naranja.
—Qué suerte tienes, a mí nunca me dan nada gratis.
Kija se detuvo y miró a la joven tendedera que le había hablado, la que se ocupaba de vender distintas variedades de pan. La joven tenía una expresión de puro aburrimiento.
—¿Quieres? —Kija le tendió otro pedazo de pastel de naranja que le habían regalado.
Los ojos castaños de la chica brillaron con verdadero interés, sin embargo, no tendió la mano, por lo que Kija pensó que lo rechazaría, pero en cuanto ella se cercioró de que su padre no rondaba por allí, agarró el pastel con cierta tosquesdad y comenzó a devorarlo como si se estuviera muriendo de hambre.
—¡Estaba delicioso! —exclamó tras habérselo comido, y miró a Kija con verdadera satisfacción —¡Muchas gracias, dragón blanco!
—Soy Kija —dijo con una sonrisa, satisfecho por haber compartido lo que le habían dado.
—Yo soy Lixue, un placer conocerte.
En cuanto entrecharon las manos, Kija se dio cuenta de que Lixue miraba su brazo de dragón con mucho interés, por lo que lo alzó para que lo viera mejor.
—Vaya, ¡sin duda es increíble! ¡si tuviera esa garra no le tendría miedo a mi padre! —golpeó el aire con el puño izquierdo, imaginando el rostro de su padre.
—¿Por qué le tienes miedo? —le cuestionó Kija con cierta preocupación.
—¡Porque es muy rata! ¡Se pasa la vida contando las monedas y los panes! ¡es tan avaricioso que no me deja comprar ningún dulce, porque dice que eso es un malgasto! —se desahogó.
—Lixue quejándose como siempre —comentó con burla un chico que recién llegó.
—¡Oh, cállate, idiota! —envolvió una baguette con papel de mala manera y se la dio a su conocido, a cambio de una moneda —¡Espero te atragantes!
—¡Uy, qué carácter!
El joven se marchó riendo y haciéndole caretas a Lixue. Ella trató de darle con una piedra que agarró del suelo, pero él la esquivó con elegancia y siguió con su camino.
—Si quieres, yo puedo traerte dulces de vez en cuando —se ofreció Kija por simpatía.
—No, qué va, no te molestes —no se había apenado en el momento en el que agarró el pedazo de pastel, pero ahora sí lo hizo.
—No me molesta, además, siempre me dan demasiado para mí solo. Toma,—dejó dos de las cinco manzanas que todavía tenía junto a los panes — están muy dulces.
—Nunca antes alguien se había preocupado tanto por mí. Muchísimas gracias —Lixue tomó una de las frutas, le dio un grande bocado y en cuanto apreció el sabor, soltó un suspiro de satisfacción —Está realmente deliciosa.
Parecía que no había comido manzanas por un largo tiempo, por lo que Kija no dudó en darle todas las que tenía.
—¡Eso ya es abusar! —negó ella de inmediato.
—No importa, ya puedo comer manzanas en el palacio, así que está bien.
Verla disfrutando de aquella manera, llenaba a Kija de verdadera satisfacción.
—Te estoy agradecida de por vida. Ten —le tendió el croissant con mejor aspecto.
—No, no quiero nada. Además, tu padre te va a regañar —sacudió las manos, negando. Para nada quería traerle problemas.
—No te preocupes por mi padre y acéptalo —salió de detrás del puesto y se acercó a él, para ponerle el croissant en la mano —Puede que mi padre sea un obseso del ahorro, pero a la hora de hacer pan, es el mejor y sus croissant son los más deliciosos de todo el reino. Pruébalo.
Kija dudó un poco, solo porque se preocupaba por ella, pero tras que le insistiera, le dio un bocado al pan dulce, y comprobó que decía la verdad.
—Realmente está muy bueno —admitió con una sonrisa, que hizo que Lixue se sintiera orgullosa.
—Ahora que lo sabes, haz que se corra la voz por el palacio. Si consigues que el mismísimo rey nos compre pan, te besaré los pies.
—¿Eh? No... Nunca podría dejar que lo hicieras —negó, ciertamente apenado.
—¡Era una forma de hablar! —se rio —No puedo creer que pensaras que hablaba en serio. Qué inocente eres. Tan dulce y esponjoso como ese croissant —le arrancó un pedazo al pan dulce que Kija sostenía y se lo dio de comer, haciendo que se pusiera colorado.
Kija giró el rostro, haciendo puchero, y Lixue se partió de la risa, mientras le pinchaba en la espalda con ambos dedos índices, hasta que vino un cliente y tuvo que regresar al trabajo.
Creía que podría conversar más con el dragón blanco, sin embargo, a aquella hora, casi siempre los clientes hacían fila, por lo que estuvo demasiado ocupada como para darle atención, así que Kija se despidió y regresó a palacio.
Conforme avanzaba, pensaba en lo peculiar que era Lixue y en lo agobiada que se la veía cuando le hablaba de su padre, y no pudo evitar tener cierta pena de ella.
Así que a la hora de cenar, al ver la mesa atiborrada de comida, pensó en lo feliz que estaría ella de poder probar distintos manjares sin tener que contenerse.
—¿Sucedió algo bueno? —le cuestionó Jae-Ha con una larga sonrisa, dándole un codazo en el brazo.
—¿Eh?
Kija no se había dado cuenta, de que al imaginar el rostro sonriente de Lixue, había esbozado una tierna sonrisa.
—¿A qué vino esa sonrisa? —Mei también la había visto y estaba bastante interesada en conocer la razón.
—No, nada —al negar, sin querer se ruborizó.
—¡Kija está enamorado! —exclamó Zeno levantándose de la mesa con los brazos alzados, luciendo muy feliz con su suposición.
—No es eso —negó con sinceridad, porque era un hecho que no sentía nada por Lixue, pues la acababa de conocer.
—¿Entonces por qué sonreías? —Mei se moría por saberlo.
—Por nada.
No pretendía hablarles sobre Lixue, ya que estaba seguro de que iban a molestarle.
—Ese nada esconde algo —dijo Jae-Ha bastante intrigado.
Todos parecían muy interesados en conocer la razón, excepto Hak, el que había tenido un día bastante agobiante y por ello estaba zampando sin pensar en nada más.
Estuvieron un rato más tratando de sonsacarle lo que fuera que estuviera ocultando, en vano, y luego se fueron todos a sus habitaciones.
En cuanto Kija se acostó en la cama, volvió a sonreír al pensar en Lixue, a la que sin duda volvería a visitar en la mañana siguiente.
***
En cuanto se alistó, Kija abandonó el palacio y se dirigió al puesto de la joven. Las calles estaban repletas de distintos aromas, en especial de comida y pan recién horneado. El puesto de Lixue, destacaba por su rico aroma.
Justo cuando se estaba acercando al lugar, vio en la distancia a un joven que estaba agarrando pan del puesto y metiéndolo dentro de una bolsa de algodón que tenía varios agujeros pequeños. Nadie parecía haberlo notado, ya que estaban ocupados con sus compras o en otras cosas, así que Kija gritó de inmediato:
—¡Hey, ladrón!
De inmediato, el joven echó a correr llevándose el pan hurtado, esquivando a todos los que se interponían en su camino. Kija pretendía atraparlo, pero antes de eso se detuvo frente al puesto de pan y se topó con Lixue durmiendo con la boca toda abierta, apoyando la cabeza en la palma de la mano. No había tiempo para advertirle, así que se dispuso a atrapar el mismo al ladrón.
—¡No dejen que escape! ¡Es un ladrón! —advirtió Kija gritando.
Las mujeres y niños se echaban para atrás, algún hombre trató de agarrarlo, pero huyó escurridizo, hasta que un hombre grande, que más bien parecía un oso, lo agarró como si de un pescado se tratase y se lo llevó al hombro.
—¡Suéltame! —gritó el adolescente dando patadas y puñetazos en vano, ya que el hombre ni siquiera se inmutaba.
—No está bien robar, niño —le riñó el adulto con voz amenazante, y el chico se detuvo de inmediato, temiendo lo peor.
—¡Muchas gracias por atraparlo! —Agradeció Kija y agarró la bolsa.
Después miró a los ojos del joven, el que se veía como un vagabundo desnutrido. Estaba bastante asustado, hasta que Kija le tendió otra bolsa distinta, donde había fruta y dulces que le habían vuelto a obsequiar.
—No tienes que volver a robar, porque a partir de hoy vas a comenzar a trabajar —sacó dos baguette de la bolsa del joven y los añadió a la que le dio, que más tarde él mismo pagaría—¿está bien?
Con los ojos abnegados de lágrimas, asintió y tomó la bolsa.
—Muchas gracias, dragón blanco —apenas pudo hablar a causa del llanto.
Kija acercó la mano humana a su rostro y le limpió con ternura las lágrimas, esbozando una sonrisa.
—Soy Kija. ¿Y tú?
—Me llamo Kah.
—Es un placer conocerte, Kah —le ofreció la mano y el joven se la estrechó.
El hombre oso no pudo evitar sonreír, conmovido con lo ocurrido, y tras dejar al chico en el suelo, le despeinó el cabello de forma afectiva.
***
—¡Lixue, hija tonta!
En cuanto regresó al puesto de pan, Kija se deparó con un hombre con cara de mala entraña, que regañaba muy duro a Lixue, la que tenía los brazos frente al rostro, toda encogida de miedo.
—¡Lo siento, papá, es que...!
Kija sufrió un sobresalto después de que Lixue recibiera un empujón violento que la tiró al suelo.
—¡Maldita vaga! ¡No sabes hacer nada más que dormir! —le gritó, señalándola con el índice de forma amenazante.
—¡¿Cuándo duermo?! ¡No hago más que trabajar y ayudarte a hacer el pan! —se quejó a punto de llorar.
El rostro de su padre se puso rojo, porque no soportaba que su hija le alzara la voz, e iba a golpearla, pero Kija le agarró el brazo alzado, interviniendo a tiempo.
—No debería golpearla, señor.
—¡¿Cómo te atreves a...?!
A cualquier otra persona le hubiera dado un golpe, pero Kija no era una persona cualquiera, y lo reconoció de inmediato.
—Oh, vaya, dragón blanco —su tono cambió de inmediato, sonó tan amable, que a Kija le causó cierto asco. Ante él, ya no parecía la fiera que demostraba ser ante su hija —Qué agradable sorpresa.
Kija lo ignoró y miró a Lixue, la que bajó la mirada, sumamente apenada por lo penosa que se veía en aquel instante.
—Ven, Lixue —se agachó junto a ella y le tendió la mano. Lixue le miró y no pudo evitar derramar las lágrimas que había estado conteniendo —ven conmigo.
Lixue le agradeció en silencio y aceptó su ayuda de todo corazón. Kija la ayudó a pararse y después se marcharon, y al pasar junto a su padre, ella bajó la cabeza, sintiendo su mirada cargada de fastidio.
—Maldita aberración...
Lixue abrió los ojos del espanto al escuchar el murmurio que soltó su padre. Tuvo la intención de gritarle, pero Kija tiró de ella, haciéndole saber que él también lo había escuchado y no quería que le defendiera.
—Lo siento... —murmuró Lixue en cuanto se alejaron del local.
—No tienes que disculparte por nada, Lixue. Tú no me has hecho mal alguno —sin detenerse, Kija la miró por encima del hombro y le mostró una dulce sonrisa.
—Pero es mi padre y...
—Los hijos no tienen que pagar por los errores de sus padres. Así que no pienses más en eso.
Lixue apenas asintió, aunque no es que se sintiera satisfecha con aquella conclusión, porque al final de cuentas, era por su culpa que se había dado aquel robo y con ello aquella discusión.
//Por pedido de una lectora, habrá especial para Kija. Espero os vaya gustando. 😁😊
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