章 - 28.

—Mei, si alguien te dijera que está por casarse, pero descubres que esa persona ni pareja tiene, ¿qué pensarías?

Mei apenas acababa de despertarse y no era persona, y su amiga había entrado de sopetón en la habitación, la había saludado rápidamente y de inmediato la había abordado con dicha cuestión. 

—Pues... No sé —encogió los hombros y se pasó una mano por la cara.

—Venga, dime qué pensarías de esa persona —insistió Yang.

—Que es patética —soltó Mei y a Yang pareció que le explotaba una bomba en toda la cara.

—¡Soy patética! —exclamó más humillada que nunca, mientras se derrumbaba en la cama, junto a Mei.

—¿Eh? —la miró totalmente desconcertada. 

—Yo... Le dije a Shin-Ah que estaba por casarme... —confesó casi sin voz, muy arrepentida de haber inventado semejante estupidez. 

—¿Qué? ¿Y por qué hiciste eso? —Mei la miró preocupada. No le gustaba nada ver a Yang tan triste.

—Porque me dejé llevar y le dije tonterías sobre que yo también pensaba en hacer el amor con la persona que me gusta y... como no quería que supiera que todavía lo quiero, solté esa estupidez —se volteó de rostro para arriba y se frotó la cara, deseando olvidar lo sucedido.

—Oh, entiendo. Entonces, no creo que seas patética. A veces, decimos y hacemos tonterías por la persona que nos gusta, así que no te apenes por eso.

—¡¿Cómo no voy a apenarme?! —se puso de pie sobre la cama, mostrando su cara totalmente roja —¡Le dije que estaba por casarme! ¡Imagínate que le pregunta a alguien si saben algo al respecto!

—Bueno, no me imagino a Shin-Ah preguntando sobre ello —meditó Mei, a lo que Yang asintió de inmediato. 

—Es cierto, pero de todos modos esperará a que anuncien la boda. Es evidente que va a terminar por saber que le mentí.

Mei tuvo que asentir, porque esa era una realidad.

—¡Ah! —Yang soltó un grito de exasperación —Mira que nunca he visto a Shin-Ah riendo, pero en estos momentos puedo incluso imaginarlo.

—Sinceramente, no creo que Shin-Ah fuera a burlarse de ti —Mei se levantó y tomó las manos de su amiga, retirándolas de su rostro.

Yang tenía el rostro muy rojo e hinchado, y las lágrimas ya habían comenzado a humedecerlo. Sufría de un arcoíris de emociones.

—Lo sé —admitió Yang, mirando hacia otro lado —Pero de todos modos, esto no deja de ser menos humillante. Mei, ya no me reconozco. Yo nunca fui tan patética. Nunca pensé que esto del amor pudiera convertirme en otra persona.

Mei la envolvió entre sus brazos, dándole consuelo. Ella no podía comprenderla, porque desde el principio, Jae-ha le dijo que la amaba.

***

Shin-Ah caminaba sobre uno de los muros que rodeaban la ciudad, observando los alrededores, certificándose de que no hubiera ningún enemigo.

Mientras realizaba su trabajo, dos guardias le hablaban, pero Shin-Ah no les prestaba atención, porque su mente estaba ocupada con lo ocurrido ayer, acerca de que Yang fuera a casarse. La noticia sin duda le había sorprendido, más porque no la había visto acompañada de ningún hombre ni nadie le había comentado sobre el evento.

Mientras sus oídos eran envueltos por la risa de los guardias, Shin-Ah se giró y miró en dirección a palacio. Inspeccionó los jardines, encontrando todo en calma, y entonces, se deparó con Yona, acompañada de Mei y también Yang. Las tres estaban sentadas en silla, bajo la sombra de un árbol, y conversaban, pero no parecían tener una plática agradable. Vio que Yang movía los labios, después dejó caer la cabeza y se marchó.

Con atención, siguió el ritmo de sus pasos, centrándose exclusivamente en su rostro, el cual no parecía el de una chica que iba a casarse pronto con la persona que amaba.

Shin-Ah la siguió observando hasta que Yang salió de palacio. Por entre las calles la perdió de vista varias veces, pero logró verla entrando en una taberna.

***

—Ah... Esto sabe horrible —Yang sacó la lengua, asqueada por el sabor del licor en su boca, pero igual volcó más de su contenido y lo tragó, deseando que el alcohol comenzara a hacer efecto pronto.

Se sentía horrible, por su amor no correspondido, por ser una mentirosa y por patética.

Añoraba aquellos días cuando se la pasaba buscando hombres guapos, esperando que alguno de ellos conquistara su corazón y la correspondiera del mismo. Shin-Ah era un hombre hermoso, pero respecto a su personalidad silenciosa, no era su tipo, pero igual se había enamorado, ¿y para qué?

—¡Otra más, por favor! —vació el contenido de la pequeña copa por quinta vez y depositó la barbilla sobre el brazo, el que estaba extendido sobre la mesa.

Sabía que un día iba a volver a ser la misma de antes, pero ya se estaba tardando demasiado. ¿cuánto tardaría su corazón en aceptar el rechazo?

—Yang Yang, eres patética —murmuró, dejando caer un hilo de baba que le escurría por el brazo —y fea... Es por eso que nadie nunca te ha dicho que te quiere... —al pronunciar esas palabras, las lágrimas descendieron por la cara —Cielos, estoy muy borracha...

A duras penas, se levantó de la silla y le dio lo que debía al camarero.

—¡Dios! —en cuanto la luz solar impactó en sus ojos, Yang sintió que se quedaba ciega —¿que ya no era de noche? —se cuestionó a sí misma —Ah, no, ¡que ya amaneció! —de repente comenzó a reírse como una estúpida y conforme avanzaba, la gente la miraba raro.

Conocía el camino a palacio, pero por su borrachera terminó dando vueltas por las calles, hasta que se topó con el local de mujeres en el que el día anterior había entrado Shin-Ah.

—¿Por qué no hacen también locales con hombres bonitos? ¡Las mujeres también tenemos derecho a divertirnos! —chilló como loca, luciendo enfado, pero luego sonrió y volvió a reírse como si estuviera loca.

Después siguió con el que era el camino a palacio y en el trayecto una diminuta piedra la hizo perder el equilibrio y se cayó de morros al suelo.

—Ah... Huele a mierda —se quejó Yang, sentándose en el suelo, y se pasó el dorso de la mano por debajo de la barbilla, quitándose el barro —Ah, ¿dónde estoy? ¿por qué movieron el palacio?

La cabeza le comenzó a dar vueltas, y Yang estaba tan somnolienta,  que apenas se arrastró hasta la pared más cercana, en donde apoyó la cabeza, dispuesta a dormir.

—Oye, ¿estás bien?

Yang apenas despegó los párpados de un ojo y observó la imagen difusa de un niño que la miraba con el ceño fruncido, asqueado por lo mal que olía. 

—¡Perfectamente! —alzó el puño y lo dejó caer de inmediato, riéndose.

—Mira, me asquean los borrachos, pero como eres una chica, te voy a ayudar a llegar a casa, tú solo dime en dónde vives —le habló el niño con toda la paciencia del mundo.

Yang, la que ya se había quedado dormida, le respondió con un ronquido. 

—¡Ah, cielos, no te duermas! —comenzó a sacudirla por los hombros, pero Yang no hizo ningún asomo de despertarse. Los efectos del alcohol la tenían rendida.

Como pudo, el niño pasó uno de los brazos de la chica por encima de sus hombros y comenzó a arrastrarla, pero apenas lograba avanzar, porque Yang no colaboraba en lo absoluto.

—Yo te ayudo.

El niño alzó la mirada, topándose con un tipo que llevaba una máscara y que se veía de lo más sospecho.

—¡Sí, claro, como no! —soltó con sarcasmo, sin despegarse de la chica indefensa.

—Tranquilo, yo soy su amigo —aseguró Shin-Ah con calma, pero pese a su tono de voz, el niño no confió. 

—¡Oye, tú! —el menor comenzó a picotear con el dedo índice la mejilla derecha de Yang, hasta que logró arrancarle un quejido de molestia —¿Conoces a este tipo?

Yang abrió los ojos a duras penas y en cuanto reconoció la máscara de Shin-Ah, sonrió como una tonta enamorada.

—¡Sí, es mi querido Shin-Ah! ¡Mi Shin-Ah! —comenzó a sacudir las manos en el aire, pidiéndole que la tomara en brazos —¡Mi Shin-Ah!

—Cielos, ¡que pesadas son las mujeres! —soltó el niño con molestia —¡mucha suerte con ella!

Tras decir eso, se marchó corriendo.

Escuchando a Yang balbuceando lo mismo una vez tras otra, Shin-Ah la tomó con cuidado entre sus brazos y después comenzó a caminar en dirección a palacio.

A medida que avanzaba, le iba echando un vistazo a Yang, la que balbuceaba palabras sin sentido, mientras le baboseaba la ropa, y de vez en cuando se reía sin motivo o sollozaba.

—Shin-Ah, ¿soy fea?...

El dragón azul se detuvo y miró a Yang, la que le miraba con los ojos entrecerrados, cegada por el sol.

Ante la ausencia de una respuesta y la atención de Shin-Ah, Yang arrugó el gesto y comenzó a llorar.

—¡Lo sabía!

—No, no eres fea, Yang —pese a que habló bajo, ella le escuchó.

—¿De verdad? ¿No me estás mintiendo? —le miró llorona como una niña pequeña, a lo que Shin-Ah negó —Está bien...

Shin-Ah continuó caminando, pero transcurridos dos minutos, volvió a detenerse repentinamente, al sentir dos de los dedos de Yang infiltrándose por debajo de la máscara. 

—Shin-Ah, ¿nunca has pensado en enamorarte y formar una familia? ¿Acaso no te gustaría?

A decir verdad, Shin-Ah nunca había pensado en eso. Desde siempre, su única y mayor preocupación había sido ocultar su rostro y permanecer alejado de la gente de su aldea. Después su prioridad fue proteger a Yona, y pese a que estaban en periodo de paz, seguía en su empeño de protegerla.

—Nunca lo he pensado —admitió, incapaz de imaginarse junto a alguien, y mucho menos siendo padre.

Yang esbozó una sonrisa tierna, moviendo los dedos por debajo de la máscara, apenas alrededor de su barbilla.

—Shin-Ah, debes pensar en ello. ¿acaso no crees que es maravilloso el tener a alguien que te ame? ¿Y qué me dices de los niños? Estoy segura de que tus hijos serán muy hermosos. Ojalá logres encontrar a esa persona que te haga desear esas cosas.

Tras esas palabras, Yang dejó caer la mano, mostrando una mezcla de alegría y tristeza en su mirada, y no tardó en volver a quedarse dormida.

Shin-Ah volvió a caminar, mientras observaba a su alrededor, deparándose con niños, con parejas y sobre todos con sus sonrisas. Recordaba la felicidad en los rostros de sus amigos el día de sus bodas. Jae-ha no se cansaba de platicarle lo feliz y bendecido que se sentía junto a Mei.

Después, recordó el día en que Yang se le confesó. Nunca le habían dicho que lo querían de esa manera y nunca creyó que alguien fuera a hacerlo algún día, y la rechazó porque no se imaginaba en ese escenario y también porque no se sentía del mismo modo, pero, era un hecho,  que después de lo que Yang le dijo en su borrachera, no pudo evitar pensar en el asunto.

Sabía que no volvería a estar solo, tenía a Yona, a Hak, Yoon, a los dragones, a Mei, Yang y otras personas que también lo estimaban, pero era un hecho que cada uno tenían sus vidas, y él en ese sentido estaba solo.

//Escribir capítulos protagonizados por Yang y Shin-Ah me resultan algo complicados por la personalidad poco habladora de él xD, pero me esfuerzo en afianzarme a cómo él respondería xD.

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