章 - 20.


Para cuando Mei y Han-Dae llegaron a caballo al lugar en donde se ubicaba la batalla, vieron en la distancia a Yona sobre un caballo, y sentado en otro estaba Soo Won. Mei lo reconoció de inmediato de haberlo visto en el país del agua. Desconocía su pasado, porque ni Yona ni Hak habían querido relatarle sobre él, pero Mei había podido descubrir la tristeza y el dolor que les causaba recordar a aquella persona.

—¡Yona!

En cuanto la princesa ubicó a la guerrera, pensó que se trataba de Hak y no pudo evitar que sus ojos se plagaran de lágrimas.

—¡Hak! —la princesa descendió del animal y corrió hacia su guerrero, pero a una corta distancia, por fin logró reconocer a Mei —Ah, Mei... —se limpió las lágrimas en un intento por fingir que no le sucedía nada —Vaya, si que te pareces a Hak...

Mei no pudo evitar sentir un pinchazo de dolor cuando Yona esbozó una sonrisa forzada, y entonces la abrazó con todas sus fuerzas. En ese instante, en brazos de una y la otra, ambas no pudieron evitar sollozar en silencio. 

—Hak está bien —aseguró Yona separándose únicamente para mirar a Mei a los ojos, aunque le resultó un tanto difícil por su enorme parecido.

—Sí, él es el tipo más fuerte que he conocido —asintió, y ambas compartieron una sonrisa de consuelo.

Las dos querían ir en busca de Hak, pero la presente guerra, tenía prioridad. Yona estaba apoyando a Soo Won porque él estaba sufriendo por su enfermedad.

—¡Mei! —exclamó la princesa con temor cuando vio a la guerrera blandiendo su espada.

—¡Estaré bien, Yona! —aseguró con absoluta confianza y a continuación corrió al campo de batalla.

El sonido que allí se presentaba era horrible. Constaban los gritos, el choque de armas, la tierra agitándose bajo sus pies... Mei nunca había participado en un escenario tan horrible, y aunque había herido a muchas personas a lo largo de su travesía, nunca había matado a nadie, y eso hacía que titubeara a la hora de atacar a sus enemigos, los que eran demasiados.

En medio de esa turbulencia, sus ojos captaron la imagen de Zeno lleno de sangre y horribles heridas, luchando con todas sus fuerzas. A unos metros de él, Kija alzaba a varios hombres por los aires utilizando la fuerza abominable de su brazo.

Pero no halló a Shin-Ah por ninguna parte, ni tampoco a Jae-ha, y el desconocer el paradero de ese último hacía que su habilidad sufriera de torpeza, y por ello no estuvo pendiente de protegerse de una lanza que se clavó por la zona baja de su espalda.

Un grito horrible rasgó su garganta al mismo tiempo que se giraba para embestir con su espada a aquel atacante, un hombre de unos treinta y pico años que retrocedió y la miró con aire amenazante.

Aquella herida fatal comenzó a influir en su consciencia y a perturbar su visión, pero de todos modos permaneció de pie, y enfrente a aquel hombre cuando volvió a atacarla. Logró alzar la espada para defenderse, pero sus piernas se doblaron y no logró alejar a su enemigo, el que al tener la ventaja, le hizo una zancadilla que la desestabilizó y la hizo caer de espalda al suelo.

El golpe que se dio en la cabeza la aturdió, por lo que no fue consciente de la acción que su enemigo pretendía. Su mente estaba atrapada en la imagen de Hak, Kija, la abuela y Jae-ha. 

—Jae-ha... —mencionó su nombre con pesadez, sintiendo que el mundo perdía su color. Apenas era consciente del dolor en su espalda y el calor de su sangre.

Pese a que se esforzó en mantenerse despierta, el dolor la terminó venciendo, obligándola a sumergirse en un sueño, el que sintió que sería el último.

Qué estúpidos son los humanos. La vida es tan corta, y ellos la desperdician de esa manera, luchando por un pedazo de tierra.

Viajó a través del tiempo, a sus memorias de infancia, en sus viajes y sintió que un sinfín de sentimientos la envolvían, y ella visualizó todo flotando en un espacio en blanco, donde la única animación eran sus recuerdos.

—Mei.

Se giró al reconocer aquella voz que tanto hacía vibrar su corazón y esbozó una sonrisa al depararse con su hermoso semblante. Se alegró de poder ver a Jae-ha por última vez, aunque fuera solo en su imaginación. 

—Mei.

Volvió a darse la vuelta al escuchar la dócil voz de Kija, y se encontró con que Hak le acompañaba.

Después, varias voces citaron su nombre, y fue la última vez que se dio la vuelta. Todos los que querían estaban juntos, formando un grupo, que extendían los brazos en su dirección, dándole la bienvenida.  Allí se inspiraba una paz increíble, sin duda era de lo más acogedor.

—Mei. Hey, Mei.

De repente, la imagen de todos comenzó a turbarse, y Mei pensó que por fin todo se tiñería de negro, anunciando su partida, pero no fue así. Todavía era capaz de sentir la horrible herida en su espalda. Todavía era capaz de respirar.

—Ah... —trató de alzar sus pesados párpados, mientras se quejaba por el dolor.

—No te muevas —le aconsejó una voz amable.

Mei apenas percibió el roce de sus dedos en las mejillas, y aunque abrió los ojos, no logró captar lo que acontecía a su alrededor, porque todo lucía como una macedonia de colores que le ocasionaba unad terribles ganas de vomitar.

—Todo estará bien, Mei —le aseguró de nuevo aquella voz, que parecía reconocer, pero no lograba identificarlo —El Sensujo pronto te calmará el dolor.

—Yoon... —pronunció su nombre, por fin al reconocer de quién se trataba, aunque seguía sin lograr enderezar su visión —¿Dónde están los demás?

—No te muevas —Yoon impidió que se alzara —Los demás están bien, así que no te preocupes.

—Pero, Hak...

—Hak apareció, y aunque está herido, ya se está recuperando.

Mei no pudo evitar sonreír y llorar de felicidad al afrontar semejante noticia. Su corazón se retorció y le dolió más que su herida. Todos estaban bien. Hak había regresado. Sin duda los cielos estaban con ellos y Mei no tenía palabras para describir lo tan feliz que se sentía.

—Menos mal... —apoyó el brazo sobre el rostro, cubriendo los ojos, mientras apretaba los labios sufriendo de un tremendo alivio —Menos mal...

Yoon no pudo evitar ponerse emotivo.

—Sí, menos mal —depositó la mano sobre la frente de Mei y le dio caricias, mientras con la otra se limpiaba la humedad del rostro. 

Mei terminó por quedarse dormida a causa de la fatiga y el dolor, y cuando volvió a abrir los ojos, por fin logró descubrir lo que constaba a su alrededor. Estaba en una habitación de aspecto muy lujoso. Nunca había estado en una habitación tan amplia y ordenada, además de que los muebles se notaba que habían sido fabricados por los mejores artesanos. Pero lo mejor era sin duda la cama en donde se encontraba.  Era muy cómoda y suave, al igual que las mantas que la cubrían. 

En su inspección, descubrió que no estaba sola. Kija estaba dormido junto a ella, con la cabeza apoyada sobre el futón, junto a la mano izquierda de Mei, la cual estaba sujetando.

Pese a lo que había sucedido la última vez que hablaron a solas, Mei no pudo evitar sonreír con ternura, recordando su hermosa infancia junto a él. Kija seguía teniendo una expresión inocente y adorable.

No quiso despertarlo, por lo que se quedó entretenida viéndole dormir. Kija arrugó los labios al sentir comezón por el hilo de baba que escurría de su boca.

—¡Mei!

La guerrera se sintió muy contenta en cuanto vio a Yang corriendo hacia ella, y al recibir su abrazo, se quejó a causa de su herida. 

—¡Ah, lo siento! —se disculpó Yang de inmediato, pero Mei negó, más contenta que dolorida. 

—Me alegro mucho de verte, Yang —se separó para verla a los ojos y ambas compartieron una sonrisa de genuina alegría. 

—Rayos, casi me da un infarto cuando supe que habías sido herida —se quejó Yang, frotándose el rostro para limpiarse las lágrimas —¡Llegué a pensar que los perdería a todos! —volvió a abrazar a su querida amiga, mientras le agradecía por haber vuelto con vida.

—Lo siento, me hirieron de una forma bastante patética —el solo recordarlo, hacía que se enfadara consigo misma. Y todo porque había estado empeñada en ubicar al ojos caídos. 

Diablos, no sabía cómo iba a reaccionar cuando lo volviera a ver. Estaba casi segura de que soltaría sus sentimientos de golpe, porque estos se habían convertido en una explosión que iba creciendo en su interior.

—Ah... ¿Qué pasó?

Kija se despertó un tanto asustado y en cuanto reparó en que Mei le estaba mirando, no pudo evitar estrecharla entre sus brazos, hasta que Mei soltó un quejido y él se separó de inmediato.

—¡Lo siento! —se mostró apenado y también incómodo, y Mei también se sintió del mismo modo.

¿Acaso podrían volver a aquella amistad que los unía en su infancia? Mei así lo deseaba, pero sabía que no podía pedirle algo así, ya que eso sería muy cruel por su parte. Aunque, le dolía mucho el pensar que él quisiera poner distancia.

—Muchas gracias, Kija —agradeció Mei de todo corazón, esbozando una sonrisa, pero sin mirarle a los ojos.

Quería tomarle la mano, pero no se atrevió a hacerlo. Tenía que aceptar que la distancia había crecido entre ellos.

—No tienes razones para agradecerme, Mei —un pequeño escalofrío recorrió sus manos cuando tomó una de las manos de Mei entre las suyas.

El silencio se instaló en el ambiente, y se sentía de lo más incómodo. Yang también se sintió de ese modo y no lo toleró.

—Mei, llevas mucho tiempo sin comer, así que iré a buscarte algo —se ofreció la rubia alzándose del lecho.

—¡Yo te ayudaré! —el dragón blanco se alzó de inmediato y salió primero de la habitación.

Una vez se quedó sola, Mei soltó un largo suspiro. ¿por cuánto tiempo las cosas serían así entre ellos?

Miró en dirección a la luz que provenía a través de las cortinas rojas que se balanceaban ligeramente por la presencia del viento.

Al permanecer un rato en silencio, siguiendo el movimiento de las cortinas, Mei tuvo el deseo de que Jae-ha atravesara la ventana y la saludara con su sonrisa de don Juan, pero dicho deseo no se cumplió. 

Poco después Yang regresó junto a Kija con varios platos de comida que rebosaban de un increíble aspecto. Su amiga se ofreció en ayudarla a comer, pero Mei le aseguró que no era necesario. En cuanto a Kija, dijo que iba a ayudar a Yoon con los demás heridos, y se marchó. Aunque Mei supuso que eso había sido una excusa para alejarse de ella.

—Dices eso porque soy yo la que te lo ha ofrecido y no alguien que yo sé —le recriminó Yang Yang con una sonrisa divertida.

—¡No digas tonterías, Yang! —Mei sufrió de la pena y le arrebató un bol de arroz de sus manos.

—No es ninguna tontería. Estoy segura de que si Jae-ha se ofreciera a alimentarte, tú aceptarías encantada.

—¿Y qué me dices que ti? ¿Qué pasaría si Shin-Ah se ofreciera a darte de comer? —le atacó.

—Pues yo aceptaría encantada —aceptó sin pena alguna —Pero todavía me queda mucho para conquistarlo —se escuchó fastidiada —Pero da igual —sonó más animada —Porque Shin-Ah cae a mis pies como que yo me llamo Yang Yang.

Mei no pudo evitar soltar una suave carcajada y asintió, deseando de todo corazón que su amiga lograra su cometido.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top