章 - 18.


—¡Mei!

—¡Es Mei!

La guerrera llegó muy acompañada al pueblo, y allí su compañía se extendió. En aquel agrupamiento de personas, reconoció la mayoría de los rostros, excepto los más jóvenes. Fueron muchos los que la abrazaron y le hicieron saber que la querían. 

—¡Te convertiste en toda una belleza! —exclamó uno de los jóvenes, admirándola de arriba a abajo.

—¡Oye! —una chica surgió de la nada y le plantó un puñetazo en toda la cabeza, ocasionando un océano de risas.

Mei sentía sus mejillas estiradas de tanta dicha. No podía dejar de sonreír. De reír. Nunca pensó en regresar, y el sentimiento que sentía era tan inmenso como inexplicable.

—Mei...

Pero en cuanto escuchó una voz temblorosa entre tantas, la joven sintió que sus ojos se humedecían, incluso antes de avistar a la abuela, la que le miraba desde la litera que cargaban cuatro pueblerinos, porque le costaba caminar a su avanzada edad. 

Mei no pudo moverse ni articular palabra alguna, y la abuela tampoco borrar la sorpresa de su rostro. Estuvieron así por prolongados minutos, hasta que la abuela saltó de la superficie que suspendían y haciendo uso de todas sus fuerzas, cortó la distancia y abrazó con toda su alma a la niña que tanto quería. 

—Mi querida, Mei. ¡Mi pequeña!

Las palabras de la anciana, hicieron que Mei se descompusiera en un llanto roto, mientras apretaba con los brazos su pequeña figura.

Aquello quería decir que la abuela la quería. Pese a sus razones, la quería. Había pensado en ella. Había llorado por su ausencia. La extrañó.

Mei se sintió sofocada de felicidad y alivio. Entre una capa formada por sus lágrimas, avistó por primera vez en muchísimo tiempo, el que era su amado hogar.

—Lo siento, Mei. Lo siento mucho —se disculpó la mujer sin que ella le reclamara, y Mei negó. Negó con mucha insistencia.

—No importa, abuela. En verdad ya no importa.

Mei sonrió como una niña, al sentir las arrugadas manos de la mujer recorriendo su rostro en un intento por limpiarme las lágrimas, mientras que su cara también estaba atormentada por ellas.

—Abuela, te extrañé mucho —con mucho cuidado tocó su rostro, reconociendo cada arruga y marca de la edad, mientras sentía su corazón más liviano que nunca.

Volvieron a abrazarse con mucha fuerza y tardaron un tiempo hasta que pudieron parar de llorar. Después se miraron y no pudieron evitar sonreír, y no tardaron en reírse al recordar diferentes instantes, pero en todos se trataba de Mei siendo rebelde y la abuela le regañaba por ello.

Aquella noche la aldea estuvo muy animada. Habían organizado una fiesta de celebración y bienvenida para Mei. No pararon de ofrecerle comida, y casi se atropellaban al hablar en un intento por contarles las novedades. Mei prefería escucharlos, porque lo disfrutaba más. 

—Kija no está porque se fue con la descendiente del dragón rojo.

—Lo sé, yo estuve con él y los demás —admitió con una sonrisa.

De immediato la interrogaron, y Mei les contó lo que había vívido junto a ellos, excepto sus emociones relacionadas con el amor.

—¡Venga, quítense la ropa! —gritó Yang súper ebria, sacudiendo su mano como una maraca —¡Tú no, señor! —le gritó a un anciano muy arrugado que había comenzado a quitarse la parte de arriba.

—¡Yang! —Mei se tambaleó por la borrachera y casi se cayó en la hoguera al querer golpear a su amiga en la espalda —¡Jae-ha, ayúdame! —le pareció ver a Jae-ha frente a ella y se agarró a sus piernas —¡No puedo caminar!

—¡Te pillé! —exclamó Yang divertida —¡Así que te gusta Jae-ha! ¡Su trasero es de diez! —chilló bien alto, riéndose como una auténtica lunática —¡Y seguro lo vas a gozar mucho la noche de bodas!

—¡Jae-ha, hazme tuya aquí y ahora! —Mei se tiró al suelo y estiró las piernas y brazos, entregándose por completo al hombre que amaba.

Flotaron muchos comentarios en el aire, pero Mei no se enteró absolutamente de nada. La abuela la riñó por su actitud, pero Mei no estaba ya allí. Jae-ha había ocupado su mente por completo, con sus besos y su intensidad. La hizo vibrar como nunca, hasta que se quedó echa sopa allí, en medio del suelo.

A la mañana siguiente, no pudo salir de su cuarto, y no por el dolor de cabeza ni por la resaca, sino porque estaba más avergonzada que nunca ya que recordaba muy bien lo que había gritado a todo pulmón.

—¡Buenos días, tenemos que hablar!

Yang entró en la habitación luciendo fresca, como si la resaca no la afectara.

Mei se ocultó bajo las mantas, sintiendo su rostro hirviendo.

—Así que estás enamorada de Jae-ha —tocó su espalda curvada con la punta de la uña, haciendo que Mei estremeciera de la pena —¡Quiero escuchar todo con lujo de detalles! ¡Porque está claro que algo ha sucedido entre ustedes!

—¡Cállate, Yang! —Mei apretó la almohada contra la cabeza, mientras apretaba los ojos con fuerza.

Nunca saldría de esa habitación. 

—Buenos días, Mei.

También llegó la abuela, y aunque Mei no la vio, supo por su tono de voz, que estaba muy feliz. 

—Venga, háblame de ese novio tuyo, ¿Jae-ha se llamaba? —preguntó a uno de los cuatro hombres que la cargaban, y ese asintió —¿Cuándo pretenden casarse?

Mei se mordió el interior de la mejilla, muriéndose de la vergüenza. No podía creer lo que le estaba sucediendo. Sin duda no volvería a tomar en su vida.

—A ver, señora, deja que yo le explique —se ofreció Yang, y entonces Mei se alzó de repente, lanzando las mantas por los aires.

No podía soportarlo más. 

—¡No somos nada! —gritó a todo pulmón. 

—¿Cómo? ¿Me estás diciendo que no es nada serio? ¡Mei, siéntate ahora mismo! —habló la abuela con tono serio, lista para soltarle una reprimenda.

—¡No es lo que estás pensando! Jae-ha solo es uno de los dragones que acompaña a Yona. ¡Solo eso!

—¿Un dragón?

Un silencio abrupto se instaló en la habitación, y entonces, Mei sintió que la pena que la enajenaba se esfumaba de golpe, siendo sustituida por el recelo. La abuela le miraba impactada, al igual que los otros que la acompañaban.

—Sí, es el dragón verde —habló Yang sin saber del conflicto, mostrándose sonriente —Y, no se preocupe, abuela, porque está cañón.  Su querida Mei va a parir unos niños preciosos — depositó una mano sobre su hombro derecho.

—Yo... —Mei no logró hablar. Tenía algo trabado en su garganta.

—¿Qué pasa? —Yang miró a su amiga y a la anciana con curiosidad —¿por qué esas caras largas? Se supone que es una grandiosa noticia. 

—Yang, ¿podrías dejarnos a solas? Por favor —Mei siquiera supo cómo tuvo el valor de pronunciar aquellas palabras.

—Está bien —la joven salió de la habitación y detrás de ella le siguieron los cuatro sujetos que iban siempre con la abuela.

Un silencio atroz engullió la habitación, por lo menos hasta que Mei tuvo el coraje para hablar.

—Abuela, sé que a ustedes no están de acuerdo en que la sangre de los dragones de mezque con la de otras personas, pero, a Jae-ha no le importa nada de eso, así que no creo que amarle esté mal.

—Entiendo —pronunció la mujer, asintiendo —Tranquila, Mei, no pienso juzgarte ni desaprobar lo que sientes ni lo que pretendas con ese joven. Durante muchas generaciones, hemos estado cuidando la descendencia, porque dicha misión nos fue encomendada, pero, por eso, tuve que alejarte de nosotros —gruesas lágrimas comenzaron a descender por su rostro cansado —y me arrepiento de ello.

—Abuela... —Mei no pudo evitar desplomarse junto a ella.

—Seguiremos manteniendo la tradición, y tú, Mei, eres parte de nosotros, así que, incluso si quieras unirte a uno de los nuestros, no te lo negaría.  Ya no. Porque siempre fuiste parte de nosotros. De mí.

—¡Abuela!

Mei se refugió en sus brazos. Era tanta la emoción que incluso había olvidado la resaca y el bochorno de ayer.

—Pero, no permitiré que no hagas las cosas de la forma correcta —dijo la abuela de forma tajante, lista para reemprender a su nieta adoptiva —Antes de dormir con el joven Jae-ha, tienes que convertirte en su mujer, así que no está bien que le pidas que te haga suya hasta después de ese enlace.

Mei revivió su vergüenza por cien, pero eso solo fue el principio de su infierno, ya que cuando la abuela le comenzó a hablar sobre las cosas que sucedían entre un matrimonio y demás, la guerrera no tardó en pedir que se detuviera y le prometió que se comportaría como toda una señorita. 

—Pero antes, quisiera tener la oportunidad de conocerlo —le dejó bien claro, a lo que Mei afirmó con la cabeza, más con el deseo de que aquella charla terminara.

🌸🌸🌸

—¡Tienes que decirle a Jae-ha lo que sientes! —gritó Yang Yang muy emocionada por el asunto.

—¡Shh! —Mei le cubrió la boca con una mano y dejó escapar un suspiro de pena —No hace falta que grites.

—No puedo evitarlo, ¡me encantan las historias de amor! —se sobó las mejillas, en verdad encantada —Ah... Me pregunto que tanto habrán progresado Hak y Yona... —suspiró, mirando por la ventana.

—Ojalá todos se encuentren bien —Mei no pudo dejar de preocuparse. Quería permanecer unos días más en la aldea, pero la seguridad de sus compañeros no le permitía disfrutar nada.

—Ya estoy deseando regresar con ellos —Yang comenzó a empujar con el índice un piñón, mostrándose sumida en sus pensares.

—Yo también —admitió, abrazando las piernas, mientras trataba de controlar la agitación que crecía en su interior.

Yang quiso sugerir que se fueran mañana, pero le pareció un tanto insensible por su parte, ya que, hacía mucho que Mei no estaba en su hogar.

Aquella noche, Mei dio variad vueltas en la cama, sufriendo de insomnio, por lo que se levantó de la cama y salió de la morada. Cuando entró por la ventana en la habitación de Kija, no pudo evitar sonreír por la nostalgia, pero también le dolió recordar el dolor que le había causado al rechazarlo. Se tiró sobre la cama y abrazó la almohada de su querido amigo. No podía evitar preguntarse si estaría bien. La idea de que le hirieran le afligía, pero era peor imaginarlo muerto.

—Por favor, que todos estén bien —suplicó al cielo oscuro de aquella noche.

Aquellos días también había pensado mucho en Hak. No podía evitar ilusionarse con la idea de conocer a alguien que pudiera afirmarles que eran hermanos, pero, aunque había preguntado a Mundok y a los habitantes de su pueblo, nadie tenía conocimiento de la familia del guerrero, lo que era común en tiempos de guerra. Los niños huérfanos era lo que más abundaba después. 

Entre tantos pensamientos y preocupaciones, Mei terminó por quedarse dormida en la cama de Kija sin ser consciente de ello, y en cuanto se despertó, decidió ir a hablar con la abuela, para despedirse. Aunque habían sido apenas dos semanas de estancia, no podía quedarse por más tiempo.

—Abuela —dio dos toquecitos en la puerta de la mujer y en cuanto ella le dio permiso, Mei entró.

La mujer estaba todavía acostada en su cama, pero sentada y con la espalda apoyada en dos almohadas.

Mei se arrodilló sobre la cama para darle un abrazo y un beso en la mejilla.

—¿Qué sucede, mi niña? —la abuela no tardó en percatarse del percance que se debatía en la mirada de su nieta.

—Estoy preocupada por Kija y los demás —confesó, mirándola con dicho sentir —Es por eso que tengo que irme. No me siento bien estando aquí, mientras que ellos pueden estar en peligro. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top