章 - 13.
Mei fue recibida con los brazos abiertos, como si realmente perteneciera a aquel lugar. La arrastraron hasta la casa de Mundok y llenaron la mesa con varios manjares, la joven insistió en que no hacía falta, pero fueron varias las personas las que le insistieron en que comiera.
— ¡No olvides beber el sake! —exclamó Mundok muy sonriente, alzando su taza casi plana en donde tenía un chorro de aquella bebida alcohólica con aspecto transparente.
Mei no estuvo mucho tiempo haciéndose de rogar, en cuanto el alcohol influyó en su mente, la timidez se fue, y en menos de nada, terminó con un brazo encima de los hombros de Mundok. Ambos comenzaron a cantar algo sin sentido, mientras reían como dos auténticos lunáticos.
Una de las mujeres que los atendía, insistía en que dejaran de beber — en especial a Mundok— pero los dos afirmaban que estaban bien, y de ese modo, terminaron por quedarse dormidos en el suelo, ambos con la boca abierta y roncando sin una pizca de decencia. Habían causado un grande desastre, al que Mei le había restado cualquier importancia hasta que se despertó por la mañana, y aun con el tremendo dolor de cabeza que tenía quiso limpiar, pero tres mujeres la empujaron hasta una habitación y le ordenaron que descansara. Mei no paró de disculparse, en verdad muy apenada por su actitud, y las chicas aceptaron sus disculpas mostrándose sonrientes.
—Ah, rayos... —se sobó las sienes, incapaz de cerrar los ojos, porque incluso eso le causaba dolor de cabeza —Nunca había bebido tanto... ¡Qué horror!
Pasó la mayor parte del día sintiéndose horrible e incluso vomitó dos veces, pero las medicinas que le dieron hicieron que poco a poco se sintiera mejor.
— ¿Cómo está Mundok? —le preguntó al pequeño hermano de Hak (aunque en realidad no compartían lazos de sangre).
—Está fatal —respondió con una seriedad bastante madura para su edad —Nunca aprende.
—Yo sí que he aprendido. No vuelvo a tomar tanto en mi vida —aseguró Mei, poniéndose una almohada en la cara porque la luz le molestaba.
El niño posó una de sus manos en la cabeza de Mei y comenzó a acariciarle con sumo cuidado, logrando que poco a poco fuera conciliando el sueño. Sin duda era un niño de lo más amoroso.
Para Mei fue sencillo el tomarle apego a aquel lugar, ya que todos la trataban como si se hubiera criado allí toda la vida, así que ante el pedido de que se quedara, Mei no pudo resistirse, aunque aclaró que su espíritu de aventurera no le dejaría permanecer allí por mucho tiempo.
—Pero, ¿acaso no sientes ganas de enamorarte y conseguirte un esposo? —esa cuestión por parte de una de las mujeres de la aldea, hizo que Mei pensara de inmediato en Kija y Jae—ha, y se sintió de lo más incómoda.
—No, la verdad es que no, porque si me enlazo con alguien no seré libre, y muchos menos si llego a quedarme embarazada —inquirió con una sonrisa, mientras seguía frotando la ropa en una de las rocas junto al río, ayudando en la labor.
—Es cierto que pierdes parte de esa libertad, pero se recompensa con el amor de tu esposo y tu bebé —dijo la mujer con total convicción, echándole un vistazo a sus dos hijos, los que estaban muy entretenidos jugando a los guerreros.
Mei los observó también y tuvo que admitir, para sí misma, que la idea era de lo más tentadora, especialmente por los niños. A ella le gustaban mucho los niños y por ello ya había llegado a sopesar la idea de casarse y ser madre.
—Pero no hay hombres decentes —mencionó Mei, encogiendo los hombros.
—Estoy segura de que a ti te sobran los pretendientes —la mujer le dio un golpe nada suave en la espalda y soltó una grande carcajada — ¿O acaso piensas que no me he dado cuenta de que ya tienes a media aldea enamorados de ti?
—Ah, qué molestia más grande —soltó un largo suspiro de exasperación. No le gustaba nada el saberse tan popular.
La mujer apenas soltó otra carcajada y prosiguió con la limpieza de la ropa.
Unas dos horas más tarde, después de haber tendido toda la ropa, Mei se encontraba en una de las habitaciones de la casa de Mundok, acostada en el suelo, viendo el techo con un aire aburrido. Había pensado un rato acerca de lo que la mujer le había dicho, pero lo descartó de inmediato porque en realidad no tenía nada en qué pensar, ya que ella no estaba enamorada de nadie. Kija era importante para ella, pero no era amor, y Jae—ha solo la confundía por su atractivo y por la intensidad en que le decía que la amaba. Llegó a esa conclusión.
Cansada del silencio y la monotonía, se alzó y fue a buscar a algún guerrero que se interesara en luchar contra ella, hacía tiempo que no combatía y en verdad lo necesitaba, no solo para divertirse, también para desestresarse.
En cuanto lo propuso, Mei comenzó a batirse en duelo, uno por uno, con varios guerreros de la aldea, los que fue derribando pese a que unos eran en verdad hábiles. Las mujeres le aplaudían con mucho orgullo, burlándose de los guerreros a modo de broma. También se consiguió un grupo de admiradores masculinos, que le decían en exclamaciones que la amaban y/o que era la más hermosa que habían conocido.
— ¡Ahora es mi turno! —exclamó Tae—Won, el actual líder de la aldea, bastante entusiasmado por luchar contra Mei, ya que la chica había demostrado el tener un don para eso, tal y como lo tenía Hak, lo que hacía que ambos fueran todavía más parecidos.
— ¡La chica ya está muy cansada, tramposo! —exclamó Han—Dae, el guardia vago, formando un megáfono con sus manos.
Todos los que observaban se unieron en una amplia carcajada, y dos o tres niños le señalaron y también le llamaron tramposo.
— ¡Tranquilos! —Mei alzó una de sus manos y sonrió con altivez — ¡Estoy perfectamente! No necesito descansar más.
—Si quieres lo dejamos para mañana —le dijo Tae—Woo con seriedad, ignorando las burlas de su amigo rubio.
—No, en verdad estoy bien.
En cuanto se dio la señal de comienzo, ambos se quedaron mirándose muy fijamente, totalmente concentrados el uno en el otro, hasta que Mei se lanzó al ataque, y aunque pareció un ataque a lo loco, en cuanto Tae—Woo le atacó con su puño, ella lo esquivó con su agilidad y arremetió contra él con un golpe en sus costillas, pero el actual líder de la Tribu del viento, frenó el golpe con su mano. Mei se alejó de un salto y le vio con un aire divertido. Como era de esperarse del que ahora era el líder, su habilidad era superior a la de los demás. Sin duda no iba a ser tarea fácil vencerlo, y menos porque estaba agotada ya de las anteriores luchas.
Fue un duelo reñido, donde ambos asestaron golpes, se defendieron, esquivaron, y estuvieron así durante una media hora, hasta que Mei, por la fatiga, no previó una patada que le dio directo en el estómago y la derrumbó y arrastró un metro por la tierra.
— ¡Mei—chan! —Han—Dae fue el primero en agacharse junto a ella y la ayudó a alzarse —Toma, bebe un poco de agua —le ofreció una vasija de barro llena de agua.
Mei, la agarró con cierta desesperación y dejó que el líquido se volcara todo en su boca, hasta que no quedó ni una sola gota.
—Gracias... —dijo a duras penas, sintiendo que la ropa le pesaba por la acumulación de sudor.
— ¡Mei, realmente eres increíble! —le elogió una de las muchachas solteras y muchas le dieron la razón.
— ¡Derrumbaste a muchos brutos como si nada! —exclamó un joven con aspecto de enclenque, viéndola con los ojos brillando de admiración.
— ¡Estoy segura que le hubieras ganado a nuestro líder si no estuvieras cansada! —soltó una niña con aire de frustración.
—No, eso no es ninguna excusa. Tae—Woo en verdad es muy fuerte —admitió Mei sin ningún sentimiento de rabia, en verdad feliz de haber podido batirse en duelo contra aquellas siete personas.
—Una mujer así es la que necesita nuestro líder como apoyo —soltó una voz de mujer por entre el grupo de personas.
— ¡¿Pero de qué están hablando?! ¡Dejen de decir disparates! —exclamó Tae—Woo nítidamente apenado, lo que hizo que todos se rieran, y Mei también formó parte de esa risa.
—Tae—Woo es genial, pero, lo siento, yo soy un alma libre —hubo varias caras largas después de que dijera eso, aunque otros se alegraron ya que así seguían teniendo oportunidad.
Y es que, aunque Mei quería una vida tranquila, en el transcurso de los días, no se demoraron nada en buscarla para declararse e incluso le pidieron directamente que la querían como su esposa, y a todos les dio las gracias y les dijo que ella no quería atarse a esa vida.
— ¡Eres tan popular! —exclamó Yang Yang, una de las solteras de la tribu y la que se había convertido en su mejor amiga allí. También era la que más la elogiaba y admiraba, y su afecto lo demostraba haciéndole la comida y regalándole ropas que ella misma tejía, las que Mei agradecía con verdadero entusiasmo, en especial porque le hacía ropas de su estilo; con un aire masculino.
—Sí... Y es bastante molesto —admitió Mei, lanzándose el agua por encima de la cabeza con un balde de madera.
—Eso es cierto —se rio, mientras se frotaba su cabellera dorada y luego se lanzó agua a la cabeza para quitarse el jabón —Dime, Mei, ¿cuándo tienes la intención de marcharte? Digo esto porque quiero irme contigo.
— ¿En serio? —Mei no esperaba escucharla decir algo así, ya que Yang Yang no había parado de repetirle que quería casarse pronto.
—Sí, porque en este lugar no está el amor de mi vida —aclaró confiante —Además que, quiero conocer mundo también, antes de convertirme en una ama de casa devota y todo eso. Incluso he estado pensando en pedirte que me enseñes a luchar un poco, nada más para defenderme en caso de que lo necesite.
—Yo no tengo ningún problema en que me acompañes, de hecho, me encantaría, pero quiero que lo pienses muy bien, ya que es bastante duro eso de viajar y más cuando lo haces a pie —le advirtió.
—Ya lo sé, pero igual quiero hacerlo. Necesito vivir aventuras, conocer a un tipo hermoso con el que voy a casarme y después lo disfrutaré todas las noches sin ningún tipo de decencia.
— ¡Yang Yang! —le gritó Mei avergonzada por semejante descaro.
— ¿Qué pasa? ¿Acaso tú nunca has pensado en eso? Vamos, no es que me considere una pervertida, porque si lo fuera ya me habría acostado con alguien, pero tampoco puedo evitar el desear querer hacer el amor con mi hombre predestinado —ante la mención de ese hombre sin rostro, sus ojos brillaron como luciérnagas.
—No sé si lo he pensado o no —murmuró Mei con un aire pensativo, y en cuanto pensó en Jae—ha y sus besos calientes, tuvo la necesidad de palparse las mejillas para evitar que se acumulara la sangre.
— ¡Seguro que sí lo has pensado, pillina! —Yang Yang le pellizcó en las costillas, haciendo que Mei se sobresaltara y le atacara del mismo modo. Ambas se pellizcaron a consciencia por todo el torso, haciendo que al final sintieran comezón, como si hubieran sido atacadas por una jauría de mosquitos.
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