Veinte y uno.

Percibió la calidez que emanaba de él. Sintió su aliento impactando contra su rostro. Eran los mismos orbes azules que tantas veces la cautivaron.  Era su rostro. Su cabello negro.

—H-Hak... —las lágrimas irrumpieron en su habla.

—Shhh.

El cuerpo de Yona sufrió un estremecimiento ante el sencillo sentir del dedo índice de Hak sobre sus labios.

—No haga ruido, princesa Yona —susurró el guerrero, tratando de controlar el latir desmesurado de su corazón.  Tratando de apagar la locura inexplicaba que se había prendido al estar frente a aquella joven. 

Yona tuvo dificultad en asentir. Las lágrimas parecían pesar sobre su rostro.  Perturbaban la imagen del hombre que amaba.

Y es que, aún consciente de la realidad de su toque y su abrumadora calidez, la princesa sentía que seguía siendo víctima de una alucinación muy realista.

—No se preocupe, yo la...

Un nudo se formó en su garganta ante el sentir delicado de los dedos ajenos cayendo por su rostro, apreciando cada textura de su piel.

—Hak... —sollozó entre la sonrisa y el llanto, tocándole con ansiedad, haciéndole saber lo sufrido que estaba su corazón —Eres tú... Estás vivo. Hak... Hak...

Se controlaba para no alzar la voz, cuando lo que deseaba era gritar. Repetir su nombre veces sinfín, y después abordarlo con cientos de preguntas. Reprenderle por el daño que le había causado.

El ser del guerrero estremeció con violencia ante la calidez que se acopló sobre sus labios, reconociendo aquella sensación. Se sintió minado por un extraño deseo de abrazarla y perderse en aquella poderosa unión.

—Princesa —pero tomó sus pequeños y fragilizados hombros y la alejó de él, manteniendo viva la cordura—Quédese tranquila, yo la sacaré de aquí. Solo debe de aguardar un poco más. 

—No, ¡no te vayas!

Una explosión de lágrimas se precipitó de su rostro al comprender que él iba a alzarse. Que pretendía alejarse de ella una vez más.  La idea de no volver a verle la desgarraba con creces.  Le ausentaba de aire. De cualquier gramo de cordura.

—Princesa —Hak la acomodó entre sus brazos y la estrechó con fuerza, incómodo. Una contradicción de sentimientos invadían su ser —No se preocupe, le prometo que regresaré a su lado.

Yona se aferró a sus ropas, padeciendo de un agudo temblor. Ya antes había creído en sus palabras. No quería volver a sufrir aquel dolor. No quería aceptar que tenía que alejarse de Hak, aunque fuera por un breve lapso de tiempo. 

—Princesa —le habló Hak con dulzura, acariciando su nuca —No me demoraré.  Se lo prometo.

—Lo sé. Lo sé, pero...

Pero sus manos no querían responderle.  Su cuerpo contradecía la confianza que le tenía. 

Hak tomó con cuidado sus pequeñas manos y las dejó sobre el regazo de la princesa.

—Regresaré. Se lo prometo. 

Yona volvió a hallarse sola en aquel paraje minado de enemigos, pero con su corazón reanimado, ansioso. Apretó una mano contra la otra, guardando la calidez que el guerrero había dejado y de la que se alimentaría hasta que él volviera a por ella.

—Señor Hak.

Dos minutos después de haber abandonado la tienda, Hak fue interceptado por el mismo soldado de antes.

—El princípe desea verle.

Una aparición sombría surgió sobre el rostro de Hak.

—De acuerdo.

El príncipe se hallaba en el interior de su tienda, entretenido con la bebida y con dos concubinas que había traído desde su país para distraerse en momentos de sosiego.

—Oh, Ikki, ¿dónde has estado? Desapareciste del campo de batalla.

—Lo lamento, mi señor, terminé persiguiendo a unos tipos que pretendían huir.

—¡Oh, vaya! —la risa del príncipe se expandió hasta las afueras de la tienda —¿Y conseguiste eliminarlos?

—Por supuesto.

Hak aparentaba normalidad ante aquel hombre. Ocultaba a la perfección las preguntas que rondaban su cabeza y que tenía por seguro que el príncipe tenía las respuestas. 

—Vaya, debes de estar cansado, ¿no quieres divertirte un rato? —tomó a una de las concubinas por la barbilla; una joven morena de grandes ojos verdes que le sonreía con picardía.

—No, se lo agradezco, señor —inclinó un poco la cabeza, haciendo señal de que se iba a marchar.

—Te comprendo, estas chicas no tienen nada de singular —comentó el príncipe, envolviendo uno de sus dedos índices con el cabello rubio de la otra —No tienen nada de especial en comparación a la pelirroja que lidera a los dragones.

Hak frenó en seco frente a las cortinas de la tienda.

—Nunca había visto un cabello como el suyo —soltó el mechón —Y su mirada... Nunca antes una mujer me había mirado de ese modo. No se sintió intimidada ni ante mí ni ante los soldados. Una vez termine la guerra, pretendo divertirme con ella. ¿Sabías que descendiende de la nobleza?

—Sí —se giró hacia el príncipe, sonriente —Algo escuché, pero después de haberla visto, me costó creerlo.

—Oh, ¿ya la viste?

El príncipe se mostró sorprendido, aunque Hak tenía casi la certeza de que él ya lo sabía a través de un informante. 

—Sí, debo de admitir que me dio curiosidad.

—¿Y qué te pareció?

—No sé —encogió de hombros —salvo por el color de su cabello, no le vi nada de especial. 

—¿Es en serio? —el príncipe se puso la mano en la cara, riendo a no más poder —Ikki, a ti no te gustaran los hombres, ¿no? —se burló.

—No bromee con eso, señor.

Hak abandonó la grande tienda, dejando atrás las risas del príncipe. 

La oscuridad de la noche que se presentaba se adhirió al rostro del guerrero. En sus manos se engendraba las ansías de matar a aquel que había osado hablar así de la princesa.

Sabía que había sido puesto a prueba.  El príncipe sospechaba algo dada su desaparición. Sabía que él pertenecía a aquel lugar y que existía la posibilidad de que conociera a la princesa, y dudaba que sus palabras de desinterés le hubieran disipado las dudas que pudiera tener.

Pero eso no le amedentraría de su propósito. 

Se unió al grupo de soldados que consumían alcohol y relataban sus hazañas con grande orgullo, burlándose de los hombres que habían asesinado, refiriendo lo orgullosas que se sentirían sus mujeres cuando les contaran al respecto. 

—¡Es una pena que Ikki esté soltero! —se burló un soldado alcoholizado, alzando su copa repleta de licor —¡Quizás debería presentarte a mi hermana!

—¡Cómo le vas a presentar a esa orca! —le atacó otro, casi ahogándose al reír y beber al mismo tiempo.

—¡Mi hermana tiene su encanto! —defendió el primero enfadado, pasándose el dorso de la mano por la espesa barba que goteaba licor —¿qué me dice, Ikki?

—¡Diga, Ikki, diga! —incentivó uno de los reunidos, haciendo que los otros reclamaran lo mismo.

—Uhm —Hak se llevó el borde de la copa a los labios que le habían servido y consumió un sorbo, mientras veía pensativo a sus compañeros. 

—Quizás su hermana hubiera tenido suerte si el señor Ikki no me hubiera conocido antes.

Más de un soldado se atragantó cuando vieron a una joven criada emerger de la oscuridad, anonadando a la mayoría con sus enormes orbes verdes y su hermoso rostro.

Hak se quedó igualmente sorprendido, sintiendo el peso de la mano ajena sobre la suya.

¿Qué hacía Hikari allí?

—¡El Ikki tiene una hermosa damisela a sus pies! —exclamó uno de los presentes, atrayendo una oleada de "ohs".

—Hikari, te dije que me esperaras en casa.

Las palabras de Hak se ganaron una segunda oleada de "ohs". Eran el espectáculo del lugar.

—Estaba demasiado preocupada por ti —Hikari recargó la frente en el pecho del guerrero —No podía simplemente esperar.

—Hikari...

Hak hablaba con un tono ronco y la miraba con sensualidad, haciendo una interceptación perfecta. Hikari sabía bien que todo era mentira.  Que Hak apenas le estaba siguiendo el juego, pero el saberlo no fue suficiente para que su corazón se mantuviera funcionando con normalidad. 

—¡Váyanse a su tienda! —gritó uno de los solterones del lugar.

—¡No, no, que se queden! —gritó otro, ganándose un par de seguidores. 

—¡Estoy extrañando muchísimo a mi mujer!

Comenzó un atropello de conversaciones. Habían personas que se oponían a aquel espectáculo. Otros lo apoyaban.

Hikari deslizó la mano por el cuello del guerrero, ganándose de vuelta la atención de todo el público. 

Hak tomó su mano y se marcharon. Todo era sorpresa a sus espaldas y aún cuando entraron en la tienda, sabía que todos seguían con los ojos puestos en su dirección. 

—Buenas noches, Hak —Hikari le guiñó el ojo coquetamente.

—Hikari, ¿qué haces aquí? —Hak empleó un tono de riña. Su expresión era seria.

—Quiero ayudarte, es esa la única razón por la que vine —dejó que la esencia de la actuación se borrara de su rostro, dándole la bienvenida a la seriedad —Yo, Chiasa y Koji queremos ayudarte. 

—¿Qué? ¿Ellos vinieron?... ¿Hikari?

La prenda se deslizó por la figura femenina de la joven, exponiendo la fina lencería que cubría su desnudez.

—Hak, apaga la luz —indicó —de ese modo ellos creerán nuestra actuación. 

Cuando las llamas se apagaron, a los testigos no les quedó de otra más que imaginar lo que estaba ocurriendo en el interior de la tienda. 

—Koji está aquí y Chiasa se fue con Momo en cuanto abordamos este país —explicó, sentándose en el borde de la cama. Cruzó las piernas —Él se encargará del guardia que vigila la tienda donde se encuentra la princesa Yona.

—¿Qué? Yo no les...

Un fuerte gemido provino de entre los labios de Hikari.

—¡Ah, Ikki, mi amor! —gritó, incapaz de ocultar la risa en sus labios —No sabemos si alguien está por ahí intentando escuchar —se rascó la mejilla izquierda, algo avergonzada por el espectáculo que estaba montando.

—No deberíais haber venido —habló tajantemente, ignorando lo demás.

—Aquel país no era seguro para ninguno de nosotros. ¿En verdad crees que el príncipe nunca nos iba a delatar? Y aunque así fuera, siempre podría aparecer alguien que nos reconociera.

Se alzó de la cama, parándose frente a Hak. Su cuerpo vibró a traición, hecho que ocultó abrazándose, fingiendo que era el frío su enemigo y no los sentimientos que él le causaba. 

—Espera un rato mientras los soldados se duermen —murmuró Hikari —Después podrás ir hasta la tienda y... —se agachó junto a su ropa y sacó de ésta una bolsa de tejido doblada en varias partes —la ocultas en el interior de esta bolsa.  No te preocupes por los grilletes, Koji sabrá hacerse con las llaves.  Es fácil ganarse la confianza de un guardia que está aburrido vigilando mientras los otros se divierten.

—Gracias.

Hikari se abrazó con más fuerza al sentir un dolor más agudo en su pecho.  Normalmente Hak bromeaba, pero en aquella ocasión decidió dar las gracias. El tono de voz suave que empleó le hacía sentir cosas que no deseaba. Que sabía que no eran posibles para ella.

—Apenas te estoy regresando el favor que me hiciste al sacarme de aquella mansión —pegó la bolsa nuevamente doblada al pecho del guerrero y se alejó.

Pensó en seguir fingiendo que ella era la participe de una escena de pasión, pero no pudo. No tenía alma para la actuación en aquella ocasión.  Apenas permaneció en pie, hasta que el guerrero decidió que era el momento adecuado para irse, dado al silencio que evidenciaba que los soldados ya dormían.

Hikari necesitó de un breve descanso, antes de abandonar la tienda. Su corazón pesaba más que nunca. Sabía que pronto tendría que ver a Hak en compañía de Yona.

—Buenas noches —Koji estaba frente a la tienda, haciendo de vigilante. El otro no estaba por ningún lado.

—Gracias —murmuró al recibir las llaves.

Yona no pudo contener la sonrisa al verle. Tampoco privó a las lágrimas de saludarle. 

—Hak.

En cuanto tuvo oportunidad lo apretó con fuerza. Ahora ya tenía los brazos libres para poder atraparlo. Ahora podía aferrarse a él con más fuerza. Ya nunca más volvería a soltarle.

—Princesa Yona, debe meterse aquí.

Yona torció el gesto ante un deja vu que la minó al ver la bolsa, sonriendo segundos después.

—De nuevo me vas a cargar en una bolsa.  Parece que fue ayer cuando me llevaste sobre el hombro y te burlaste de mí.

Hak no dijo nada, apenas asintió. No era el momento para revelarle a Yona sobre la ausencia de sus recuerdos.



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