Veinte y siete.
El choque de sus armas apenas era audible entre tanta violencia. Hak fijaba a su enemigo con seriedad, recibiendo una sonrisa divertida por su parte, como si no hubiera una gota de amor en su corazón.
—Realmente me convenciste de que no conocías a la pelirroja —comentó el príncipe tras el brillo de su arma, recárgandose en la de Hak —Incluso creí que no habías recordado nada.
El príncipe fue embestido. Hak ya no tenía ganas de conversar. Deseaba terminar aquella guerra lo antes posible y reunirse con la princesa. Conversar con los tan mencionados dragones. Regresar finalmente a su hogar.
—Dime, Hak —se rio al mencionar su nombre —¿Acaso conoces también a los dragones? Uno de ellos es especialmente interesante. No importa cuánto le cortes, él...
La lanza de Hak cortó con violencia el viento. Cans retrocedió, pero el filo del arma llegó a alcanzar su frente, formando un corte horizontal de la que pronto emanó la sangre.
—Vaya —la expresión del príncipe cambió abruptamente. Aquella lucha ya no le parecía nada divertida, y la presencia de Hak dejó de parecerle agradable —Estoy seguro que este corte me dejará cicatriz...
Sacó un pedazo de tela de entre sus ropajes y lo envolvió en su frente, sin apartar la mirada del guerrero que le fulminaba con sus fríos ojos azules.
Hasta aquel entonces, el príncipe había estado brincando, sacudiendo su arma como en un juego, soltando breves risas de vez en cuando, pero toda señal de diversión se había apagado bajo el escozor de su herida.
Actuó con parsimonia, como un léon rondando a su presa, atacando con prudencia. Estudiaba los movimientos de Hak con detenimiento, con el deseo latente de esparcir cortes a lo largo de su cuerpo. Deseaba hacerlo pedazos. Exterminarlo.
—¡No te entrometas!
Cans lanzó un ataque contra un soldado de su equipo que pretendió atacar por la espalda a Hak y lo empujó a un lado de una patada.
Sin mediar palabra observó a los soldados cercanos, lanzándoles una mirada de advertencia. Después siguió con su labor de rondar a su presa, el que no parecía cansado en lo más mínimo y se veía tan dispuesto como él de terminarlo.
Cans se lanzó en esa ocasión, empujando su arma contra el viento de forma amenazante. Hak esquivó el ataque habilmente, derrapando en la tierra. Trató de alcanzar una de sus piernas con el filo de su lanza, pero Cans dio un salto, esquivándole.
Sus armas chocaron varias veces. Las esquivaron. La locura seguía presente a su alrededor, pero ninguno constaba a nadie más, salvo al enemigo con el que combatían.
Una sensación gélida, advirtió a Hak que algo se tramaba a sus espaldas, por lo que dio un giro, llevándose por delante a un soldado que tuvo la intención de intervenir. Fue en ese entonces que Cans llegó a alcanzar su hombro derecho con el arma, produciéndole un corte severo del que se desprendió una grande cantidad de sangre.
—¡Lárgate de aquí!
Volvió a desprenderse de uno de sus hombres sin ninguna señal de piedad. Después observó fastidiado el hombro sangrante de su rival. Tenía mal aspecto, pero Hak no mostraba ninguna señal de dolor, como el especialista en el que se había convertido.
—¡Estamos a mano! —gritó al mismo tiempo en el que se producía a él mismo un corte semejante.
Un grito abandonó su garganta, atrayendo la atención de varios de los suyos. Después, una sonrisa de satisfacción surgió en sus labios.
Pese la gravedad de sus heridas, ambos siguieron combatiendo sin interferencias, como si el dolor no fuera un freno para ellos.
—¡Señor! —la voz de un soldado se alzó entre todo el escandalo.
—¡No molestes! —Cans ni siquiera se dignó a mirar al soldado, en su afán de ser el vencedor de aquel duelo.
—¡Pero, señor, el enemigo nos está haciendo retroceder!
—¿Qué?...
Solo entonces, Cans le dio un vistazo a su alrededor. Un paisaje minado de hombres con armadura, la mayoría tirados en el suelo, derrotados. Los gritos seguían presentes, además del chirridos de las armas.
De repente, una explosión de polvo se produjo a unos metros de ellos, y tras esa cortina de arena surgió un hombre al que reconoció como el dragón verde, que mantenía su pierna de dragón en alto tras haber girado con violencia.
Habían varios soldados a su lado, pero ninguno parecía tener el valor de enfrentarlo.
Del otro lado, otros gritos llamaron su atención. El dragón amarillo corría por el campo, derribando a toda aquel que se cruzaba en su camino.
Zarpazos del dragón blanco por otro lado. Shin Ah a su lado combatiendo con una espada.
—¿Qué significa esto? —su oscura mirada se posó en el soldado que había venido a informarle —¿Qué clase de soldados son estos? ¿Quiénes les entrenaron?
—Pero, señor, los dragones...
—¿Los dragones? Ah, claro, los dragones —sacudió la mano en el aire, sonriendo sarcásticamente —Está claro que unas personas normales no son rivales para ellos.
—Así es, señor. Ellos...
—Cállate.
Cans arrancó la punta de su arma del cuello perforado del soldado y la sacudió, desprendiéndose de su sangre.
—Hak, el hombre aquí presente, no es ningún dragón —le señaló con el arma —Ni yo tampoco lo soy. Sin embargo decís que por culpa de los dragones habéis sido derribados... Qué estúpido por vuestra parte excusaros de esa forma.
—¡Señor, debemos reti‐!
El nuevo informante decidió cerrar la boca ante la mirada asesina que su príncipe le dirigió, y retrocedió, procurando estar fuera del alcance del arma.
—No voy a retirarme —encogió de hombros, recárgandose por un breve instante en su arma —No pienso abandonar mi duelo con Hak por unos inútiles como ustedes.
Desde entonces Cans fue completamente ajeno a las bajas que seguía sufriendo su ejército. Ni siquiera fue consciente de que algunos huían.
—Ya es suficiente, Cans.
Las palabras de Hak hicieron que se detuviera, esbozando fastidio.
—¿Cómo?
—Príncipe, ya ha perdido. Debería retirarse.
—¡No puede ser! —encuadró el rostro con las manos, abriendo sus labios en un "o" —¡Hak está preocupado por mí! ¡Qué emotiva situación! —una tosca carcajada escapó de su garganta. Negó con la cabeza —¿Crees que dejaré este duelo a medias? ¡Hace tiempo que no me divertía tanto!
Cans volvió a lanzarse en su dirección, cargando su sed de sangre. Hacía tiempo que no deseaba tanto vencer un duelo.
Sus ataques de ahora eran más descuidados, conllevados por la rabia de saber que había perdido, pero en su afán de no aceptar una derrota a manos de Hak, siguió blandiendo el arma, sintiendo como la rabia crecía a cada nuevo corte sufrido.
—¡Ah, maldito seas! —gritó con todo el cuerpo ardiendo. Se arrancó el pedazo de tela de la frente y lo lanzó hacia Hak.
El príncipe parecía ahora otra persona, alguien más débil y vulnerable, razón por la que Hak no se forzaba en la lucha.
—¡No te atrevas a tomarme a la ligera! —gritó enfurecido, apartando el manto de sangre de su rostro.
Le temblaban las rodillas, amenazando que se derrumbaría. Cans ya no representaba para Hak ningún peligro. Había perdido. Había sido un excelente guerrero, pero un mal lider que no había sabido ver más allá de su orgullo. Se había obsesionado con un duelo, olvidando todo lo demás.
—Ya es suficiente, ¡majestad!
Hak dejó caer su arma y se lanzó hacia el príncipe con el puño apretado.
Su puño estaba a unos centímetros de su cráneo, cuando un dolor punzante atravesó su espalda en el principio de la columna vertebral.
Se vio a él, alzando su espalda como un escudo para proteger a la princesa que yacía en el suelo inofensiva, con lágrimas en los ojos.
Hak.
Era con desesperación que lo observaba, pero él le habló con su tono bromista, fingiendo ser indiferente al dolor que lo estaba afligiendo.
Como una explosión los recuerdos comenzaron a brotar en sus pensares, ocasionandole un mareo.
Allí figuraban los rostros de las personas que en un principio le parecieron desconocidas. Se vio a sí mismo en varias etapas de su vida. Yona también estaba allí, además del hombre al que un día llamó mejor amigo. La traición. El cómo había conocido a los dragones. Todo regresó a él.
Un viento feroz irrumpió en sus recuerdos. Reconoció una figura y el grito del príncipe, además del sonido de un cuerpo desplomándose sobre la tierra.
—Te has estado moviendo bastante bien, te felici...
Los ojos de Jae Ha se abrieron de par en par al reconocer el rostro de Hak. Su rostro se deformó de la impresión. Un espejismo. De eso se trataba. Aquel hombre allí presente no podía tratarse del guerrero que un día le acompañó en su viaje. Estaba en una guerra, y era por ello que imaginaba que Hak estaba allí, combatiendo en su bando.
—¡Es Hak!
El grito de Zeno le hizo darse cuenta de que él no era el único que estaba sufriendo alucinaciones.
El dragón amarillo avanzó lentamente por entre los soldados, observando con los ojos muy abiertos a aquel guerrero que se mantenía en pie y que tanto se parecía a un gran amigo suyo. Se detuvo junto a él y no se lo pensó dos veces antes de presionar un dedo índice contra su pecho, reconociendo su calidez.
—Hak, estás sangrando —envolvió con sus manos la grande herida que podía avistar en su espalda —Deberías tener cuidado —le aconsejó, viéndole con una sonrisa cálida.
—Hola, Zeno —le saludó casualmente, como si no hubiera existido aquel tiempo en el que habían estado distanciados. Como si en realidad lo reconociera.
Entonces, Hak sintió que sus rodillas cedían.
—Ten cuidado, Hak —Zero le dejó que se recargara sobre él. Le dio unos pequeños golpecitos en la espalda —Eres muy fuerte, pero no inmortal.
Volvió a enderezarse y despeinó su cabello rubio.
—¿Hak? —finalmente el dragón verde se acercó, todavía estupefacto ante la presencia del guerrero.
—¡En verdad es Hak! —Kija todavía seguía viéndose impactado.
Shin Ah también estaba allí, esbozando una sonrisa bajo la máscara.
Estuvieron un rato allí, sorprendidos, observando a Zeno quién había comenzado a bromear con la idea de que Hak era un fantasma, hasta que volvieron a ver que el guerrero parecía querer desfallecer.
—No, no puedes morir —habló Zeno con dulzura, sirviéndole de apoyo a Hak —La princesa está aguardando por ti —dijo con toda seguridad, como si hubiera estado presente el instante de su reencuentro.
🌸🌸🌸
—Hak, debes descansar.
Yona depositó una mano sobre el pecho de Hak, obligándole a permanecer acostado. No se había despegado de su lado desde que había regresado, y era desde entonces que le miraba con dulzura, delatando lo tranquilo y feliz que estaba su corazón.
Desde que Hak le había confesado acerca de haber recuperado sus recuerdos, la princesa se comportaba de lo más tierno, irradiando felicidad por cada poro de su piel.
—Quizás debería prestarme su meñique, princesa —dijo Hak con voz infantil, buscando su dedo como un niño pequeño.
Entonces, ella se lo dio de buen agrado, invirtiendo los papeles, cuando su intención había sido que la princesa se ruborizara; pero no podía verse más tranquila.
Aquella acción le dejó mudo e inmóvil. Su corazón estaba acelerado a máxima potencia. Ahora que la recordaba a la perfección, su corazón sufría más con su grata presencia.
—¡H-Hak!
Hak derrumbó a la princesa y se colocó sobre ella. Desde la altura de sus brazos la observó fielmente, absorto por el maquillaje natural que había florecido en sus mejillas, y sus manos en puño sobre su pecho.
Sentía en su pecho los impulsos de su alocado corazón.
Se lanzó a sus labios, necesitado de su aliento, de su tacto, el único remedio capaz de apagar el fuego que lo consumía, pero que también lo avivaba.
—Espera, Hak...
Yona necesitó de mucha fuerza para formular aquellas palabras que sentenciarian aquel precioso instante.
—Puede entrar alguien y...
No estaban solos, ni aquella era su casa. Hak apenas pudo reconocer eso cuando la princesa lo mencionó. Por un instante se había olvidado de las circunstancias que los rodeaban.
Con falta de aliento, salió de encima de la princesa y se sentó sobre un lado del futón, con la intención de seguir descansando tal y como le había ordenado Yoon entre regaños.
—Lo lamento —su voz ronca atravesó el ser de la chica, que se sentía tan débil por su causa.
—No... No te preocupes... La verdad es que... —sacudió la cabeza —¡Mejor olvidalo!
Hak se fijó en que la princesa estaba más roja que en cualquiera de las otras ocasiones, y su mirada era consumida por el suelo.
Una larga línea comenzó a circular por entre las comisuras de los labios del guerrero.
—¿Acaso la princesa estaba pensando en cosas indebidas?
—¡¿Qué?!
Yona levantó la cabeza de sopetón, con el corazón sobresaltado de la vergüenza.
Hak la estaba mirando con aquella sonrisa de hombre perverso. Se estaba mofando de ella.
—Sí...
—¿Eh?
La sonrisa se desvaneció de los labios de Hak. Su mente le estaba haciendo una jugada. La princesa no podía estar hablando en serio.
—¡Sí estaba pensando en esas cosas! ¡Ya no soy ninguna niña! —gritó enrojecida, dejándose consumir por la vergüenza.
Fue en ese entonces que la cordura que Hak había mantenido en pie por tanto tiempo escapó por una ranura de la vivienda y se dejó llevar por sus salvajes deseos, ignorando el hecho de que alguien más podría sorprenderles con su aparición.
Se alimentó del aliento enloquecido que escapaba de entre sus labios, del agobiante calor que escapaba de su ser, del tacto de su piel, que por tanto se había abstenido de tocar. Hurgó entre sus ropas, como un hombre desesperado en buscar de saciar su sed.
Fue correspondido con el mismo deseo. Con la misma pasión llameante.
Sus labios se encontraron varias veces. Como dos océanos embravecidos que chocaban entre sí. No se cansaba del tacto de su piel, del descubrir más y más de su belleza.
Presionó fuertemente sus dientes contra su cuello, mientras sus dedos buscaban ennudarse en su cabello rojo.
—Estás herido —logró recordar Yona en un suspiro de lucidez, depositando un dedo sobre su brazo herido.
—Estoy perfectamente, mi amor —susurró hambriento, antes de volver a besarla.
Cubrió cada poro de su piel con sus manos, con su boca, como en tantas veces en las que ella había sido invocada en sus sueños.
No podía creer en el semejante pecado que había cometido al olvidarla. Se detestaba por ello. ¿Cómo se podía olvidar semejante amor?
Estaban medio desnudos sobre el futón desordenado, amándose con locura.
—¡Creo que viene alguien!
Yona se escabulló con grande apuro y arregló sus ropas, antes de que los grandes ojos de la pequeña surgieran tras la puerta, en compañía de una grande sonrisa.
—¡Hermanito, te traje muchas manzanas!
La niña apenas podía cargar el cesto lleno de manzanas y en cuanto le dio alcance a Hak lo dejó caer a un lado, soltando al mismo tiempo un grande suspiro de cansancio.
Se pasó el dorso de la mano por la frente, luciendo orgullosa.
—Yoon me envió para que comprobara si estabas descansando —confesó con madurez, poniendo los brazos en jarra.
Yona se rascó la mejilla, bastante apenada por la situación en la que se encontraba.
—I-iré por agua...
—Pero... —la niña fue consciente de que todavía el grande jarrón estaba abastecido de agua.
Hak rio bajo la sombra de su mano. Le era imposible no sonreír. Su princesa se había visto de lo más adorable. Había madurado, pero seguía conservando su sonrojo, rasgo que volvía loco a su corazón.
🌸🌸🌸
—Ah...
Hak se enderezó sus abarrotados hombros, mientras se sumergía en el agua caliente de las aguas termales al aire libre. Finalmente había tenido que guardar reposo por una semana bajo la estricta vigilancia de Yoon.
El atardecer se avistaba en la lejanía, tras las hojas marchitas de otoño que lentamente se mecían en los árboles.
—Buenas tardes, Yona.
Al abandonar el vestuario masculino se topó con Yona, la que recién salía también de los baños.
—Ah, sí —asintió ligeramente, tocándose un mechón húmedo del cabello. Un ligero sonrojo asomaba en sus mejillas.
Se había comportado algo tímida desde lo que había acontecido la última vez, por lo que habría ocurrido si Momo no hubiera entrado en la vivienda.
—¿Comemos juntos?—Hak tuvo que agacharse para encontrar aquellos ojos que tanto le esquivaban
—La verdad es que no tengo hambre...
—Yona.
Iba a huir, pero Hak la agarró del hombro.
—Lo siento —Yona asintió de repente, parándose frente a él, decidida a dejar de lado todas sus penas —Me estoy comportando como una niña.
Aquella actitud le pareció más adorable que todas las anteriores. A ese ritmo le iba a dejar sin corazón.
—No importa, me agrada que lo seas —atrapó su nariz con dos de sus dedos y lo apretó suavemente.
Sintió el cuerpo ajeno vibrar en respuesta, en contra de la voluntad de Yona y la madurez que quería probar.
Tras comer a placer en el restaurante del hostal, la pareja decidió dar un paseo por los alrededores, hasta que un viento frío comenzó a soplar y por su causa Yona estornudó.
—Regresemos al interior.
Yona miró tímidamente por encima de su hombro, fijándose en la mano ajena que se había depositado allí. Hak la pegó a él, brindándole de su calidez y de ese modo caminaron hasta la habitación de la princesa.
—Hasta luego —Hak le dio dos golpecitos en la cabeza e hizo un ademán con la mano, despediéndose.
—Espera...
Yona le agarró de la muñeca. No quería que se fuera.
Los ojos de Hak brillaron, conmovidos por la decisión que en los ojos de Yona existían. Se acercó a ella y la besó sin privarse de nada, dejándose llevar por sus pasos torpes hasta el interior de la habitación.
//Y bueno, así termina la historia. Había pensado en terminarla con un hijo o algo así, pero me pareció muy usado, así que lo dejé así. Espero que os halla gustado. Muchísimas gracias por el apoyo que me han dado.
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