Veinte.
Hak. Hak. Su nombre resonaba con insistencia, como un eco interminable. Sucumbia en la oscuridad donde él se hallaba, perdido, con la sombra de un cabello rojo a su lado.
Entonces un doble suyo surgió entre la oscuridad, moviéndose con violencia, sacudiendo su lanza por donde quier, arrancando gritos a todo aquel que atacaba. La sangre fue subiendo, como la marea de un océano. Lentamente ciñiéndose a su ropa, ocasionándole un dolor muy intenso.
—Hak.
Surgió una figura femenina entre tanta masacre, de hermoso cabello rojo. No distinguía nada en su rostro, salvo una sonrisa amable.
La joven arrastraba los pies por la sangre, acercándose a él, tendiéndole la mano como si quisiera salvarle.
Entonces la sonrisa se desfiguró y el cuerpo de la joven se desplomó y se hundió en la sangre, lanzando sobre Hak una gran mancha de sangre que pareció consumir toda la que ya cargaba.
Quiso gritar, arrancarla de aquel lugar, pero entonces se halló petrificado. El cuerpo de la joven flotaba boca a abajo. Su cabello era consumido por la sangre y de repente su cuerpo comenzó a derretirse como si el ácido se alimentara de ella.
El corazón pesaba muchísimo. No podía soportar más aquella visión. Debía moverse. Tenía que salvar a aquella joven. ¡Tenía que regresar a su lado!
—¡Yona!
Se sentó bruscamente, abrumado por el peso del sudor que se había arraigado en su cara y cayó sobre la manta que lo cubría.
—Yona... —volvió a pronunciar, alterado, girando su cabeza de un lado a otro, buscando saber dónde estaba, tratando de hallarle una forma correcta a lo que le rodeaba.
Su visión se hallaba perturbada. Todo en él lo estaba. El corazón parecía una bomba en eminente explosión. Estaba bañado en sudor. La garganta la tenía seca.
—Yona —repetía sin descanso, grabando su nombre de forma obsesiva, clavando la punta de sus dedos en la manta, hiperventilado —Yona, ¿dónde estás?
Todo fue tomando una forma concreta. Parecía estar en el interior de una tienda vacía, sobre un futón donde se hallaba sentado, con una manta verde pistacho a sus pies, empapada de sudor y hecha un ovillo arrugado.
Se pasó la mano por debajo de la barbilla, sintiéndose muy fatigado, pero muy ansioso de alzarse, de buscar a aquella pelirroja que se hacía llamar Yona.
Iba a levantarse, pero fue frenado por un grande dolor que parecía desgarrarle la espalda, y lo que hizo que se doblegara por un instante.
—Yona...
Pero aquel nombre. Aquella persona le daba fuerzas. Encontrarla le daba una fuerte razón para esforzarse. Para soportar cualquier dolor, por muy grande que fuera.
Se dirigió a la especie de cortina de la tienda y ojeó al exterior. Varias personas se movían por allí. Reconoció a los soldados enemigos. Estaba en campo enemigo. Al parecer había sido atrapado por ellos.
Su corazón sufrió un sobresalto cuando vio a aquel hombre que había pronunciado su nombre, dirigiéndose a la tienda donde se hallaba.
El viejo Mundok atravesó las cortinas de la tienda. La manzana en su pecho sufrió un fuerte estremeciendo al toparse muy de cerca a los ojos azules de un animal salvaje.
—¡Hak! ¡Ya estás...!
Algo le hizo enmudecer de repente y que se extinguiera la chispa de emoción que floreció al verlo, cambiando a una expresión sumamente seria.
—¿Por qué razón sabes mi nombre? —sus ojos se clavaron en él como dos puñales, incapaz de mantenerse seguro al lado de aquella persona, aunque su corazón le dictara lo contrario.
Esperaba que el anciano le explicara con seriedad sobre la situación, pero en vez de eso, sus dos ojos azules, claros como el cielo, se llenaron de lágrimas.
Hak no retrocedió cuando el hombre se acercó y lo estrechó fuertemente entre sus brazos. Una extraña nostalgia picó su pecho. No era la primera vez que aquel hombre lo abrazaba, así podía sentirlo.
Era como si lo conociera desde hace mucho tiempo. Quizás de toda la vida.
—Hak, ¿qué hacías con los enemigos? ¿Dónde has estado todos estos años?
Estaba tan conmocionado por su repentina aparición, que siquiera había pensado en la importancia de la pregunta que el guerrero había formulado, obviando también la confusión y perdición que en su mirada residía.
Solo entonces, cuando le agarró de los hombros y vio sus ojos una vez más, es que supo que él no era el Hak que conocía.
—¿Qué tipo de conexión tengo con usted?
Los ojos de Mundok parecieron abrirse más que en su encuentro en medio de la guerra. En sus ojos se mostró un genuino dolor.
Ante el sinfín de interrogantes que azotaban su mente, un nuevo personaje se presentó en el escenario y expresó el mismo asombro que el anciano había pronunciado.
—¡Hak! ¡¿Cómo estás?!
De repente ya habían dos personas que le habían reconocido. Pronunciaban su nombre con soltura, como si le conocieran desde hacía mucho tiempo.
Pero por más que los miraba, que buscaba en su cabeza, sus rostros no surgían.
Todo era confusión.
Se tambaleó un poco, más por el desconcierto que por la herida que le picaba la espalda.
—¡Mira que hacerte pasar por el enemigo! ¡Casi te mato! —habló el chico más joven, luciendo cierto enfado —¿cuál fue tu idea? ¿Y por qué has estado desaparecido por tantos años? ¡Más te vale que...!
—Espera, Tae —Mundok alzó la mano, pidiendo silencio —Hak está desconcertado. Al parecer no nos recuerda.
—Espera... ¡¿qué?!
Tae Woo no daba crédito a lo que escuchara. Miraba atónito a Hak.
—¿Acaso tampoco te acuerdas de la princesa Yona?
La princesa Yona. Su corazón fue arremetido con fuerza. No había sido una ilusión suya. Aquella pelirroja de nombre Yona, quien además era una princesa, existía.
—Yona... ¿Dónde se encuentra la princesa Yona? —hubo cierto desespero en su voz.
Deseaba conocer todo sobre él. Saber la razón del por qué aquellas personas le conocían. Que le dijeran quién era su verdadero enemigo, pero antes que cualquier cosa, quería encontrarse con la persona que por tanto tiempo había estado invadiendo su mente, provocándole varios tormentos.
Ambos rostros reflejaron frustración.
—La princesa Yona se halla en paradero desconocido —comentó Mundok con genuina tristeza en sus ojos.
—Aunque no debe de estar muy lejos, ya que he visto a los dragones en la batalla —comentó Tae Woo, cruzando los brazos detrás de la cabeza —Pero, tranquilo, seguro está bien.
Hak se llevó la mano a la cabeza. Era más insoportable el dolor que allí crecía que el cargaba en su espalda. Sentía la boca seca. El saber que aquella joven, dueña de sus pensares estaba tan cerca, le hacía sentirse ansioso. Quería abandonar aquel lugar y acudir frente a ella. Quería conocer su rostro.
—Hey.
Hak se tambaleó, chocando contra el pecho de Tae Woo, el que le sujetó por los hombros.
—Deberías descansar —aconsejó el anciano.
¿Dormir? Hak se sentía incapaz de pegar ojo. Habían tantas cuestiones vagando por su cabeza. Tantas incertezas. Y una grande nostalgia picando su pecho a causa de aquellas personas que no era capaz de reconocer.
—No te preocupes —Hak observó al joven en el que se recargaba. Éste le sonreía con familiaridad —Te pondré al corriente de todo.
Sentado en el futón, Hak escuchaba con atención detalles acerca de su pasado. Mundok y Tae Woo discordiaban de vez en cuando en algunos detalles. A Tae Woo le pareció gracioso imitar algunas actitudes del antiguo Hak.
Después el ambiente cayó bajo un ambiente incómodo cuando le comenzaron a hablar sobre la traición del que un día fue su mejor amigo y el cómo huyeron del palacio.
Hak se sintió capaz de sentir la pequeña mano de la princesa escondida entre la suya, corriendo por el bosque bajo la presidencia de la luna, cargando en sus ropajes la sangre de otros.
—Princesa Yona... —murmuró, apretando una mano en busca del calor que un día arropó.
—Me parece increíble que hayas olvidado a la princesa Yona —murmuró Tae Woo.
Mundok no dijo nada. Permanecía serio, haciendo notar la tristeza en sus ojos.
¿Por qué su mente le había privado de los recuerdos de una persona que le importaba tanto? Su corazón dolía y desconocer el significado de dicho dolor le atormentaba.
—¡Señor!
La voz de un hombre irrumpió en la tienda. Por su armadura reconoció que era un soldado.
Tae Woon, el actual lider de su antiguo clan, se alzó y se acercó al soldado. A través de un susurro le transmitió el mensaje. Mensaje que restó color al rostro del lider.
—Mundok —antes observó a Hak con un deje de frustración y después se encaminó junto al anciano y le reveló la información mediante un susurro.
—¿Qué ha sucedido? —Hak no pudo guardarse sus ansias.
Por alguna extraña razón su corazón ahora pesaba mucho más, como si supiera con antelación que algo malo había ocurrido.
Mundok y Tae Woon se miraron por un instante, hasta que el anciano asintió.
—El enemigo ha atrapado a la princesa Yona.
Yona. Aquella pelirroja que había estado vagando por su mente como un fantasma, había sido atrapada. Estaba expuesta al peligro. Su sangre podía ser derramada en cualquier momento.
—Estoy seguro que no pretenden hacerle daño —mencionó Mundok, reconociendo gruesas venas en las manos de su hijo.
—Pretenden usarla para tener a los dragones bajo su mando —murmuró Hak, ganándose el semblante sorprendido de ambos.
—¿Y tú cómo lo sabes, Hak?... —cuestionó Tae Woo.
—Yo soy el guardaespaldas del príncipe Cans—confesó con seriedad, ganándose el silencio.
—¿Qué?... ¿Qué significa esto? ¿Cómo terminaste tú con el enemigo?...
Ojalá Hak pudiera responder a aquellos interrogantes. Ojalá pudiera comprender más acerca de sí mismo. El cómo se había desplazado hasta otro continente.
—No lo sé —se alzó ante el par de ojos —Pero ahora lo más importante es rescatar a la princesa Yona.
—¿Qué? ¡Oye, Hak que estás muy herido, no deberías...!
—Soy el guardaespaldas del príncipe —repitió con seriedad —Así que podré entrar en el campamento sin levantar sospechas.
En aquel instante nada le importaba su pasado. No buscaba respuestas. Apenas deseaba emprender el sendero hasta donde se hallaba Yona. Quería reconocer su rostro. Apreciar su aroma después de tanto tiempo. Quería envolver su figura y hacerle saber que estaba allí. Que pese ausente de recuerdos él seguía vivo.
Protegeré a la princesa.
En ese entonces una imagen surgió en su cabeza. Era él arrodillándose frente a un personaje sin rostro, y junto a él estaba Yona. La reconoció por su cabello rojo.
—Hak —la voz de Mundok le regresó al presente —Te encargo a la princesa —rescargó una mano sobre un hombro del guerrero.
Sobre el lomo de un caballo atravesó el panorama donde la violencia consternaba. El hedor de la sangre, de las cenizas, de la muerte pecaminosa minaba el aire.
Tras montañas desnudas de vegetación. Allí estaba el campamento que antes creía de los suyos. Allí estaba el príncipe que supuestamente debía de proteger. No. Hak nunca fue su guardaespaldas. Ese había sido Ikki, y Ikki ya había desaparecido para siempre.
Varios soldados le interceptaron en la entrada, reconociendo a Ikki de inmediato, dándole paso libre al campamento.
Su corazón palpitaba con fuerza conforme avanzaba por entre los guardias. Sus oídos apagaron el ruido que originaba el cúmulo de voces y risas de los soldados.
Cuando descendió del caballo su cuerpo padeció un estremecimiento. Sus manos sudaban.
Ignoró a un soldado que se le acercó y le mencionó algo acerca del príncipe, y abordó una grande tienda custodiada por un hombre que al reconocerlo no le cuestionó.
Escuchó un gemido de terror ante la evidencia de sus pasos en el interior de la tienda, vagamente iluminada por las antorchas incrustadas en el suelo, en comunión con una cadena de hierro que se arrastró por la tierra.
Encogida en el suelo y encadenada. Allí estaba una joven vestida con harapos y pies descalzos.
Cuando sus ojos evidenciaron el color de su cabello, su corazón pareció desaparecer.
—Princesa Yona...
Flaqueó y cayó sobre sus rodillas. Ella alzó el rostro, mostrándole sus enormes ojos violeta.
Ambos permanecieron en silencio, observándose. Yona estaba impactada, creyente de estar teniendo visiones. La sangre parecía lava corriendo por sus venas. Sus pulsaciones se acelaron. Sus pulmones se hinchaban y desinflaban con violencia.
—¿H-Hak...? —pronunció con dificultad.
El peso de sus manos, en compañía de las cadenas que unían sus muñecas, cayeron sobre el regazo del guerrero.
//¡Ta-dan! El momento que tanto esperaban :3 espero les guste ❤
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