Capítulo 4.

Me acomodé en la silla, dejando que el silencio llenara la habitación. Con los brazos cruzados, observé a Ieyasu, quien estaba sentado al lado de la cama donde Sayo descansaba. Su expresión era una mezcla de tristeza, confusión y rabia contenida.

Sayo dormía profundamente, aunque su respiración era algo irregular. Aún se recuperaba de las brutales torturas que había sufrido, pero gracias al único Quirk de curación que poseía, su cuerpo sanaba rápidamente. Sin embargo, sabía que las cicatrices emocionales tardarían mucho más en desaparecer.

(Unas horas más de descanso) —pensé —(y al menos físicamente estará bien)

—Bueno, ¿qué planean hacer y por qué me siguen? —pregunté con un tono neutral, mis ojos fijos en Ieyasu.

El joven levantó la mirada hacia mí, pero rápidamente volvió a bajarla, sus manos apretando con fuerza las sábanas.

V-vinimos aquí porque queríamos ayudar a nuestro pueblo... sacarlo de la pobreza —respondió, su voz temblorosa. La reciente experiencia lo había quebrado más de lo que quería admitir—. P-pero... —Se detuvo, su cuerpo comenzó a temblar al recordar las atrocidades que había presenciado. —Pero, ¿cómo es posible? ¿Cómo personas con tanto dinero y que parecían amables pueden ser tan despiadadas? ¿Cómo pueden matar a gente pobre e indefensa solo por diversión? —preguntó con un tono desesperado, su voz apenas un susurro.

Lo observé en silencio por un momento antes de responder.

—El mundo es oscuro, salvaje y egoísta. La vida no es justa, pequeño. Unos nacen para darse un festín y otros pasan su vida en la oscuridad, suplicando por las sobras —dije con frialdad, observando cómo su agarre en las sábanas se hacía aún más fuerte.

Ieyasu bajó la mirada hacia Sayo, quien seguía dormida, ajena a nuestra conversación. Una profunda tristeza se reflejaba en sus ojos. Podía ver cómo las imágenes de los cadáveres y las sonrisas crueles de Aria y su familia seguían atormentándolo.

—¿Qué se supone que haga? —preguntó finalmente, su voz cargada de impotencia—. Mira cómo dejaron a Sayo... Si no fuera por ti, Shigaraki, Aria nos habría matado. Nos habría seguido torturando hasta el final.

Sus palabras estaban cargadas de desesperación, pero también de gratitud. Sin embargo, sabía que no buscaba consuelo, sino dirección.

¿Crees que no lo sé? —respondí, inclinándome un poco hacia él—. Pero la verdadera pregunta es: ¿qué es lo que tú quieres hacer? O mejor aún... ¿cómo lo quieres hacer?

Una leve sonrisa se dibujó en mi rostro, lo suficientemente pequeña para ser desconcertante, pero con la intención de provocarlo a reflexionar.

Yo... —su voz se quebró, y sus hombros comenzaron a temblar—. Yo quiero salvar a mi pueblo, pero... después de lo que pasó, no sé qué hacer.

Guardó silencio por un momento, respirando profundamente para calmarse antes de continuar.

—¿Esta es la capital imperial? Un lugar tan bonito por fuera, pero lleno de personas como Aria... Personas que matan a inocentes solo por placer.

Sus palabras estaban cargadas de un odio que claramente no sabía cómo canalizar. Lo observé por un momento antes de responder.

Eso no es exclusivo de la capital imperial, chico. Es el mundo en general. Mientras exista la luz, habrá oscuridad. Mientras exista el bien, también existirá el mal. Así como hay quienes buscan la paz, siempre habrá quienes deseen el caos. —Mis palabras parecían pesar en su mente, llevándolo a una reflexión silenciosa.

Ieyasu no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en Sayo, esperando que despertara. Ella siempre había sido la más sensata entre los dos, la que pensaba con claridad incluso en las peores circunstancias. Era obvio que él confiaba en que ella tendría una respuesta, una dirección a seguir.

La escena quedó en un tenso silencio, roto únicamente por el sonido rítmico de la respiración de Sayo y el débil crujir de las sábanas bajo las manos de Ieyasu.

(Típico de este mundo...) —pensé mientras los observaba. Ambos eran jóvenes, inexpertos, pero con el potencial de moldear su destino. Sin embargo, eso dependería de las decisiones que tomaran a partir de ahora.

Esperemos que tu amiga despierte pronto —dije con indiferencia, recostándome en mi silla. Aunque no lo demostré, me intrigaba cuál sería su próximo movimiento.

.

.

.

.

.

.

Luego de varios minutos, Sayo comenzó a despertar. Sus ojos se entreabrieron lentamente, parpadeando varias veces mientras intentaba acostumbrarse a la luz tenue que iluminaba la habitación. Cerró los ojos un instante más, su cuerpo aún débil, antes de abrirlos completamente. Giró la cabeza hacia la izquierda y vio a Ieyasu durmiendo cerca de ella, con su rostro aún marcado por las emociones de la noche anterior. Sin embargo, su mirada no tardó en dirigirse hacia mí, sentado en una silla, observándolos con una expresión de aburrimiento.

Hasta que por fin despiertas... —dije mientras me enderezaba un poco en la silla—. Dime, ¿qué planeas hacer después de lo que viviste?

Sayo se incorporó lentamente, acomodándose en la cama. Su mirada estaba cansada, pero su voz sonaba determinada.

Shigaraki... Ieyasu es muy ingenuo y despistado —dijo, suspirando levemente—. Queremos ayudar a nuestro pueblo, eso no ha cambiado. Pero...

Antes de que pudiera continuar, levanté una mano para interrumpirla.

La culpa de que los pueblos pequeños estén en tanta pobreza es de la capital —dije con un tono cortante mientras me levantaba y tomaba mi capa negra—. Todo este lugar está corrupto. A los ricos no les importa lo que les pase a ustedes. Lo único que quieren es seguir llenándose los bolsillos de dinero. —Mientras hablaba, me coloqué la capa sobre los hombros, mi tono cargado de indiferencia.— Lo mejor que pueden hacer es regresar a su pueblo. La capital no es para personas con corazón de pollo como ustedes. Ya vieron lo que les pasa a los "buenos" en este lugar.

Mis palabras parecían clavarse en ella como dagas. Sayo apretó los puños, pero no desvió la mirada, su determinación brillando aún en sus ojos.

Pero no podemos volver con las manos vacías —replicó, su voz teñida de preocupación—. Nuestro pueblo es pobre, tenemos que hacer algo. Tenemos que ayudar a los nuestros.

Solté un suspiro, ajustando la capa mientras la observaba. Esta chica era testaruda, y no parecía dispuesta a cambiar de opinión. Lo pensé durante unos segundos antes de responder.

Escucha, no me gusta hacer promesas —dije, deteniéndome un momento, evaluando si realmente quería continuar con lo que estaba a punto de decir—. Pero te prometo que ayudaré a su pueblo. Haré el trabajo por ustedes.

Sayo frunció el ceño, claramente sorprendida por mi declaración.

¿Por qué? —preguntó, su voz llena de incertidumbre—. ¿Por qué harías eso? Apenas nos conoces.

Mis labios se curvaron en una leve sonrisa mientras la miraba con una expresión que mezclaba arrogancia y confianza.

¿Importa? —respondí con calma, inclinándome ligeramente hacia ella—. Solo necesitas saber que soy capaz de cumplir lo que estoy diciendo.

Mi mente trabajaba rápidamente mientras evaluaba la situación. Con el All For One, el One For All y mi cuerpo en constante evolución, no había nada que no pudiera alcanzar si me lo proponía. Sin embargo, no tenía intención de apresurarme.

El control de la capital y de este mundo estaba al alcance de mi mano. Podría destruirlo todo en un día si quisiera, pero eso sería terriblemente aburrido. Me tomaría mi tiempo, dejando que las cosas siguieran un curso similar al original mientras intervenía solo cuando fuera necesario o conveniente para mis objetivos.

"No soy un héroe." Esa idea permanecía firme en mi mente. Si podía salvar a alguien que estuviera cerca, lo haría, pero no iría buscando a quienes estaban destinados a morir. Ese no era mi problema. Este mundo cruel no necesitaba un salvador... sino un símbolo de poder.

Mis pensamientos volvieron al presente, observando a Sayo y Ieyasu. Ambos eran piezas pequeñas en un tablero mucho más grande, pero quizás podrían ser útiles más adelante. Por ahora, dejé que mis palabras y mi promesa llenaran la habitación, dejando en claro que mis acciones estaban guiadas por motivos que ellos no podían comprender del todo.

El silencio se instaló nuevamente, roto solo por la respiración de Ieyasu y el leve sonido de mis pasos al caminar hacia la puerta.

Descansen. Lo van a necesitar —dije antes de abrir la puerta, mi capa ondeando ligeramente detrás de mí mientras salía al mundo exterior.

El mundo de Akame ga Kill estaba a punto de cambiar. Y yo sería el catalizador.

.

.

.

.

.

.

La noche había caído sobre la capital, envolviendo las calles en un inquietante silencio. Me encontraba a varios metros de uno de los múltiples cuarteles que albergaban a los soldados y oficiales corruptos que gobernaban este lugar podrido. La luna iluminaba débilmente mi figura mientras observaba el edificio con una sonrisa oscura dibujada en mi rostro.

Era el momento de enviar un mensaje, uno que no pudiera ser ignorado.

Me agaché lentamente, colocando mi mano derecha en el suelo. El poder del Deterioro fluyó a través de mi cuerpo como un torrente imparable. En cuanto mis dedos tocaron la superficie, el suelo comenzó a resquebrajarse con rapidez. Las grietas avanzaron en todas direcciones como un depredador hambriento, devorando cualquier cosa que se interpusiera en su camino.

En cuestión de segundos, el edificio entero empezó a crujir y colapsar. Los muros se desmoronaron, los pilares se pulverizaron, y el eco de la destrucción resonó como un rugido en la noche. Pero no me detuve ahí. El deterioro continuó extendiéndose, destruyendo todo a su paso: edificios vecinos, árboles, incluso el pavimento bajo mis pies.

El caos reinaba mientras las estructuras caían una tras otra, dejando tras de sí un vacío gris lleno de polvo y ruinas. Mi sonrisa se ensanchó al contemplar la devastación. Era perfecto. Este no era un simple ataque: era una declaración de guerra.

"Alguien allá afuera pronto los destruirá." Ese sería el mensaje que las autoridades corruptas de la capital recibirían cuando vieran lo que había hecho.

Sin más demora, me giré, asegurándome de no dejar rastro alguno. El símbolo del miedo no necesita testigos, solo historias. Con movimientos rápidos y silenciosos, desaparecí entre las sombras de la noche, dejando atrás el eco de mi amenaza grabado en las ruinas.

El cambio estaba llegando, y yo sería su heraldo.












Fin del capítulo

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top